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Edición 908
EL DIARIO
Liberalismo de ayer se avergonzaría de los liberales de hoy Difícilmente se volverá al esplendor y el pensamiento crítico de la década del 70. EDITORIAL
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n Colombia han sido muy pocos los políticos de alguno de los dos partidos históricos que han llegado a darse el lujo de conocer y aún de valorar ideologías, comportamientos, actitudes y dinámicas de trabajo de sectores de disciplina marxista o de inspiración socialista. Más que políticos, han sido tratadistas o politólogos. Entonces figuras de gran acogida o aceptación por parte de demócratas del país. En otros términos, han sido como “hombres – institución”, al no pertenecer a lo vulgar de la “política” y sí en cambio ser unos abanderados de lo que debería ser la política en su propios ideales. Se conocerá en Colombia lo que fue el doctor Alfredo Vásquez Carrizosa. Se sabía que pertenecía al Partido Conservador. Pero había que ver la confianza que inspiraba para los sectores demócratas. Con
decir que se contaba con su pensamiento y experiencia en su forma de interpretar la problemática social, no sin señalar objetivos que deberían tener gobernantes y políticos en el compromiso de crear nuevos órdenes de vida. En provincia conocimos a un destacado liberal que llegó a ser el ideólogo de un movimiento político de su partido y cuyas tesis más lo eran de orden socialista. Como liberal hablaba y con gran propiedad de lo que por entonces se conocía como la “izquierda en Colombia”. De figuras liberales como Fabio Lozano Simonelli y Federico Estrada Vélez, parlamentario liberal antioqueño, ser recuerda que eran hombres que inspiraban plena confianza para líderes socialistas de los años 70, cuando existían fuertes movimientos sociales en diversas provincias. Con todo ello contemporizaba uno que otro “liberal demócrata” llegado al Congreso de la Republica. Hoy no es que este tipo de políticos se den en el medio colombiano. Uno que otro liberal despierta a lo sumo simpatía para los “sectores
demócratas”, sin que por ello alcancen a inspirar plena confianza. Diríamos que hay analfabetismo político en la mayoría de congresistas de los partidos tradicionales. No de otra manera se explica el atrevimiento con que muchas veces van descalificando y aun estigmatizando ideologías, comportamientos, actitudes y dinámicas en sectores de abierta oposición a las políticas vigentes, a todo lo que se esté moviendo dentro de la perspectiva neoliberal. Es más, como “figuras de la política” no han tenido siquiera la inquietud y menos aún el propósito de analizar a fondo las causas que en Colombia pudieron llevar a que este país acabara en un conflicto armado; precisamente por verse ante miradas distintas de orden ideológico y programático. Se recordará que las “guerrillas liberales”, no se dieron porque sí. El repliegue de defensa y de protección frente a regímenes vigentes, los darán a conocer hoy los historiadores. Allá en el trasfondo, la “dirigencia liberal” al no haber permanecido fiel a postulados sociales y reivindi-
Cuando incomodar estructuras y sistemas, es señalar su propia fragilidad Difícil y comprometedor es en nuestros días, asumir una actitud de reto, desde la reacción de las ideas. TEÓFILO DE LA ROCA
EL ESCRIBANO DEL DESIERTO
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ay hombres de tal valor o carisma, de tal conocimiento de sí mismos, de tal capacidad de lectura de la realidad de su propio entorno, de tal visión histórica, de tal conciencia de vida, que llegan a descubrirse en lo que ha de ser su propia misión. Como hombres, saben que su destino no es otro que dar su particular respuesta a una época que a lo mejor, es pobre en valores, en autenticidades, en sentidos de búsqueda. Quizá como época, es el caso de un pueblo, sin formas de liderazgos, sin partidos políticos que interpreten la situación sociológica de grandes sectores humanos, sin instituciones de Iglesia que salgan de su instalacionismo.
Todo esto es lo que lleva a que en medio de grandes situaciones de letargo, surja alguna chispa de vida, desde el corazón de algún utópico, que rompiendo prejuicios, se lanza a lo difícil: asumir una actitud de reto, desde la reacción de las ideas. Así es como han surgido para pueblos y naciones, hombres que han lanzado su propio grito de protesta y de denuncia, exponiéndose a cada paso a verse colocados en “el ojo del huracán”. Como hombres, saben de antemano cuál puede terminar siendo su propia suerte. Ya lo decía un gran líder de lo social y de lo político que hoy veneran los pueblos de América Latina, ya que su existencia fue corta, pero de enorme trascendencia, desde lo que fue su misma muerte de prócer, de mártir. ¿Y qué decía? “No importa donde vaya a morir, cómo vaya a morir. Importa, por qué estoy muriendo”. Pocos hombres en la historia han sabido incursionar así en el terreno de lo difícil, donde seguramente una sociedad de manejos superficiales de vida, de ánimos calculadores y utilitaristas, con estructuras políticas y religiosas más que adormecedoras,
venían frenando las exigencias de desarrollo de todo un pueblo. Se necesita tener alma de profeta, para hablar incluso de un desenlace de vida, que más será inmolación. Más si se conocen en el entorno los sepultureros de oficio: unas élites, que todo admitirán, menos la presencia y la acción intrépida de profetas. Quien lo creyera: una parábola de Jesucristo es la que viene a ilustrar la historia: todo capítulo de profecía, de hombres enviados por el mismo Dios, al mundo de los hombres, para aparecer como corderos, en medio de lobos. La parábola habla del dueño de una finca y donde plantó un viñedo. Al cabo de algún tiempo, alquiló aquel terreno a unos labradores y se fue de viaje. Cuando llegó el tiempo de la cosecha, mandó unos criados a pedir a los labradores la parte que le correspondía. Pero los ladrones echaron mano a los criados: golpearon a unos, mataron a otros y apedrearon al resto. Luego mandó a otros criados y con ellos hicieron lo mismo. Finalmente envió a su propio hijo, creyendo que lo respetarían; pero no. También lo mataron. Todo por quedarse con la herencia.
cativos de las clases trabajadoras, al haberse apoltronado posteriormente en el poder, al olvidarse de tesis como las de Rafael Uribe Uribe, indicando que el liberalismo para tener vigencia histórica tendría que llegar a “alimentarse de las canteras del socialismo”, en fin, al ver en el panorama a un partido que no llegaría a colocarse en el “qué hacer” para el gran viraje en la defensa de los derechos elementales de los colombianos de a pie, como en un contra sentido histórico, llevó a que fueran surgiendo actitudes beligerantes desde las armas; para tener hoy que vernos ante toda una situación que todavía lo es de conflicto, que sabe Dios cuándo terminará. A grandes rasgos, desde el liberalismo se le ha temido a las grandes reformas sociales de que requiere la nación… ¡Y pensar que tarde o temprano, tendrá que darse en Colombia el caso de liberales entendidos en todo lo que pueda conducir a la creación de un nuevo país, si es que como liberales pretenden ir en las nuevas corrientes de pensamiento y acción, para acoplarse incluso a la perspectiva latinoamericana! Toda la parábola, fue una indirecta y hecha de antemano, a la implicación de toda una clase dirigente en Israel; implicación en lo que sería la muerte del profeta que así les hablaba en parábolas, así creara reacciones. Y es que la parábola, dio de inmediato para una fuerte reacción de los jefes de los sacerdotes y los fariseos. Tanto que intentaron arrestar al Mesías. Intenciones no faltaron de llevárselo de una vez por todas. Sólo que les dio miedo, más por la mucha gente que seguía a Jesús como profeta. En nuestros días, esta situación de hombres que acaban por incomodar estructuras y sistemas, coloca a la sociedad en el terreno de su propia fragilidad o muerte. Porque no es sociedad viva. Si lo fuera, encerraría valores, estaría saliendo en defensa de quienes en el actual momento ponen en tela de juicio el manejo de toda una nación; sin que surjan alternativas de cambio, como para esperar que sectores vulnerables tengan su propia respuesta de vida. Es tremendo el estado de muerte que aún se ha apoderado de lo institucional, al no garantizar una paz fundada en el desarrollo o la justicia social, por lo cual, no cesa la crueldad, que lo será siempre las condiciones de pobreza, de miseria, de abandono absoluto.