Contexto Ed. 55

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PERIODISMO UNIVERSITARIO

ISSN 1909-650X

El periódico de los estudiantes de la Facultad de Comunicación Social-Periodismo

Medellín, septiembre de 2016

No. 55 Distribución gratuita

Foto: Margarita Restrepo

DEFINIENDO RUMBOS

Colombia pasa por un momento decisivo en su vida republicana. Su historia y las circunstancias del presente llaman a definir su rumbo como país. Lo mismo sucede con sus connacionales: sus historias son reflejo de las decisiones que marcan sus destinos, cada uno de los cuales constituye nuestro presente, construye paulatinamente nuestro pasado y proyecta nuestro futuro como Nación. Desde los excombatientes, los deportistas, las personas que conviven con la fragilidad de su salud, los que creen en el pensamiento divergente, incluso, más allá de la vida terrena, esta edición de

Contexto comparte relatos que, ilustran cómo desde cada una de nuestras decisiones, se define a diario el rumbo de este país. De ello hace parte nuestra Universidad Pontificia Bolivariana. En los ochenta años de su vida institucional, compartimos testimonios de los primeros años que definieron la ruta, que hoy tiene a esta casa de estudios como uno de los más importantes centros de pensamiento del país y escenario de la reflexión que, entre otras cosas, le da valor a las historias particulares que constituyen un solo país.

Lea en Contexto

6 -7

Este tiempo

Postales de los primeros años La historia de la UPB contada desde la visión de sus exalumnos

8-9

Rastros

Cuando la guerra termina por decisión propia La libertad del desmovilizado

10-11

Este tiempo

La fibromialgia No es una enfermedad huérfana, pero necesita quién la adopte


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OPINIÓN

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Reflexiones del XXXIII Simposio de Ciencias Sociales

VOLVER AL HOMBRE OLVIDADO Ramón Arturo Maya Gualdrón / ramon.maya@upb.edu.co*

ESTAMOS ABRIENDO LA RED.

En el Simposio de Ciencias Sociales pensamos y hablamos del Hombre Olvidado, de la vida cotidiana en el contexto del posacuerdo en Colombia, tema que atrajo la atención no solo de profesores y estudiantes, razón de ser del evento, sino de los medios de comunicación y la sociedad en general, que está expectante y dispuesta, para aportar en la construcción de la paz y el logro del desarrollo. Fue un evento de calidad académica e importancia social y fue muy satisfactorio que los estudiantes respondieran con altura académica; allí estuvieron con una actitud comprometida, por eso no se dio el descorazonador desfile, común en muchos eventos, de muchachos aburridos, que como un río abandonan el auditorio. Lo que vimos fueron jóvenes atentos, tomando nota, cuestionando y disfrutando. Se reunieron como ponentes personajes claves en el momento que vivimos, como el Padre Francisco de Roux, director del Centro de Fe y Culturas, quien por años ha investigado sobre el dolor del pueblo colombiano; Ricardo Sabogal Urrego, el director de la Unidad de Restitución de Tierras, el tema más duro de nuestra historia; John Jairo Mejía, alcalde de Andes, Antioquia, quien recogió el sentir de su comunidad, a través de un taller que diseñamos de manera conjunta; Juan Camilo Restrepo, exministro de varios ministerios, el último que desempeñó fue el de Agricultura y Desarrollo Social, un hombre que ha contribuido con la creación de las mejores posibilidades, legales y políticas, para transformar la vida de los campesinos. También nos acompañaron otros importantes personajes de la vida académica y administrativa de nuestra Universidad y de las instituciones del Estado relacionadas con el tema de la paz. Es posible destacar como línea conceptual del Simposio una relación

entre tres temas: el primero se refirió a la gran violencia que se ha generado por el manejo injusto y violento de la tierra, lo que ha ocurrido desde el siglo XIX; somos un país en el que se ha dado una fuerte concentración en perjuicio de los más débiles: los campesinos; nuestros dirigentes han entendido la tierra más como fuente de poder y no como lo que es, la mejor posibilidad de alcanzar la equidad para la construcción de una vida digna. En el país hay problemas tan graves de resolver, como la necesidad de construir un catastro, para poder determinar con claridad de quiénes era la tierra y qué se debe hacer con ella. Hay zonas en las que los primeros propietarios fueron desplazados por la violencia y otros fueron obligados, por grupos armados, a ocupar esa misma tierra. ¿Cómo proceder allí? El segundo tema abordado por el Simposio fue el del análisis de las principales políticas y las leyes con las que se quiere hacer de la tierra el corazón de una Colombia en paz y con un fuerte desarrollo económico. El propósito de esa legislación y de esas políticas es lograr que los campesinos tengan buenas tierras y que estas les permitan, gracias a proyectos exitosos, tener una vida digna, de calidad, con educación, salud y todo tipo de oportunidades. Entendimos, gracias al tratamiento de este tema, que la frontera agrícola, que se ha movido de acuerdo a la violencia, puede ahora fijarse y con las más de 10 millones de hectáreas de alta calidad con las que contamos, no tener que tocar otras regiones naturales y convertir al país en un gran productor de alimentos para el mundo. Así podríamos aspirar a que ningún colombiano pase a engrosar ese enorme número de desplazados que tenemos. Y el tercer punto en esta línea conceptual fue el de la justicia. En el

En el Simposio de Ciencias Sociales pensamos y hablamos del Hombre Olvidado, de la vida cotidiana en el contexto del posacuerdo en Colombia. Simposio se hizo un gran esfuerzo por desmitificar el concepto de justicia transicional, desmontando los prejuicios y los argumentos falaces, que sobre ella se han construido. Entendimos que, como en muchos países, la justicia transicional nos posibilitará ver la luz al final del túnel, la luz de la paz. Justicia transicional es ir más allá de la ley del talión, es acordar cómo construir un país justo y pacífico. Justicia transicional no es perdonar los crímenes de lesa humanidad, pues esos crímenes no entran en esa nueva jurisdicción. Después de siglos de derramar sangre, es hora de que hablemos de acuerdos y de perdón. Nuestra sociedad ahora debe superar el vivir en los rencores, para poder disfrutar lo maravillosa que es la vida. La historia humana siempre es importante, porque es humana, pero, aunque suene un poco extraño, siempre será más importante aquella historia en la que se lucha por rescatar a los hombres olvidados, aquella en la que la vida es respetada.

*Decano de la Escuela de Ciencias Sociales, Universidad Pontificia Bolivariana.

También en: /periodicocontextoupb

@pcontexto

Estamos en contacto, estamos en contexto

Mateo Sepúlveda Diseño: Mateo Sepúlveda.

La historia es importante, porque es sobre la vida de los seres humanos. Será siempre muy complicado señalar un período histórico como más valioso que otro. Sin embargo, algunas épocas sí son más complejas, por las consecuencias que tuvieron para el futuro o por los dolores que en ellas se vivieron. Por ejemplo, el Mayo del 68 o en Colombia, la Violencia de los 40 y 50. Lo que es importante, es que entendamos que la historia es estructural y no solo de coyunturas; es decir, no es solo de acontecimientos, sino de una intensa relación entre ellos. En Colombia estamos viviendo una época especial; las FARC firmaron un acuerdo con el Gobierno para la finalización de esa guerra, en la que venían por más de 50 años. Teniendo presente este importante acontecimiento, organizamos el XXXIII Simposio de Ciencias Sociales y convocamos a la Comunidad Académica para que reflexionáramos y debatiéramos el sentido de esto que estamos viviendo, la posibilidad de alcanzar la paz con esa organización. Y, por otro lado, al abordar un tema de esa clase, también respondemos a la misión que nos hemos trazado como Universidad: formar para transformar. Con temas como este sabemos que no se debe caer en esas comunes discusiones empobrecidas, porque se inspiran en intereses particulares; nuestro compromiso es formar ciudadanos que contribuyan con el desarrollo social y eso se logra creando espacios, en los que sea posible la discusión a partir de argumentos, espacios en los que se atienda el propósito de soñar una sociedad, en la que se cuide la vida y aportar con toda conciencia en el fortalecimiento del respeto y la justicia, fundamentos de la sociedad incluyente. Para ello convocamos a unos académicos y a unos personajes de lo público.


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EDITORIAL

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HUELLAS IMBORRABLES DE LA GUERRA Y DE LA PAZ periodico.contexto@upb.edu.co

Con el paso de la violencia, nada es como antes. En nuestra guerra, la violencia ha arrasado vidas, vulnerado nuestros valores esenciales como seres humanos y destruido bienes que eran la base de los proyectos de vida de sus poseedores, su esperanza en las metas que todos tenemos derecho a establecer como razón de nuestros días. No hay reparación que vuelva todo a su estado original, por eso la guerra es una verdadera tragedia (un desenlace funesto propiciado por pasiones o fatalidades), encauzada por los odios ciegos al mañana. En la incesante búsqueda de la tan mentada paz, nuestro país ha vivido durante toda su historia numerosos esfuerzos, para que se deponga la violencia a través de las armas, con la cual se ha querido favorecer el logro de diversos objetivos, desde la confrontación de ideas que llevaban el apellido de los partidos con más historia, luego, la expresión de posturas insurgentes de múltiples matices encarnadas por guerrillas de numerosas tendencias, hasta la lucha contra esas expresiones bajo los mismos mecanismos de fuerza y, desde los años 80, la defensa de economías fuera de los límites de la legalidad. Hemos vivido incluso la combinación de todas esas violencias. Y ante tantas y tan constantes expresiones violentas, siempre han existido voces que llaman a cesar los fuegos. En las ocasiones en que ha sido posible hacerlo con algunos de ellos, combatientes desde todas las orillas, victimarios y víctimas, testigos por distintas circunstancias han dado fe de que no se puede borrar por completo el daño de la guerra, particularmente de las que hemos sufrido en Colombia. Las referencias más recientes las tenemos en las numerosas contriciones hechas por combatientes y comandantes de los grupos paramilitares desmovilizados, en los albores de este siglo XXI y en los actos en que los comandantes de las FARC pidieron perdón a los habitantes de Bojayá, en desarrollo de las conversaciones del acuerdo suscrito en La Habana, entre esa guerrilla y el Gobierno. Todos han reconocido que el daño de la violencia, particularmente la de las armas, es irreparable. La búsqueda de la paz también deja huellas imborrables. Antes de proyectarnos en cualquier postura política

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en bloque, desde estas páginas, proponemos reflexionar sobre el momento histórico al que asistimos, con motivo de los acuerdos con la guerrilla más antigua del mundo. ¿Qué precedentes quedan sentados para nosotros como sociedad con toda esta experiencia? En concordancia con la responsabilidad ética que tenemos, sin excepción de buscar lo mejor para quienes nos suceden, debemos, por lo menos, percatarnos de los hechos: Pasaron cuatro años de conversaciones en La Habana, tiempo que demuestra una postura mentada por muchos: la paz no es un hecho instantáneo y necesita paciencia y persistencia. Por otra parte, las conversaciones permitieron que los últimos trece meses fueran los de menos acciones armadas entre el Gobierno y las FARC, desde que existe esa guerrilla, como lo han informado fuentes independientes a las partes en conversación, como el Centro de Recursos para Análisis de Conflictos - CERAC. Además, la mesa de La Habana reunió a quienes, hasta hace meses eran enemigos mortales: la Subcomisión Técnica del Fin del Conflicto estuvo conformada por algunos de los policías y militares, con mayores éxitos en su labor de combate contraguerrillero, entre ellos el general Javier Flórez, jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Militares y, por las FARC, Carlos Antonio Lozada, miembro del Secretariado de esa organización, reconocido por sus acciones militares en zonas urbanas. Esta subcomisión desarrolló los mecanismos para concretar la entrega de armas y la reincorporación a la civilidad de excombatientes, en especial, el restablecimiento de derechos de los menores de edad. No se hace la guerra con los amigos, el cese de la misma con las FARC se hizo entre adversarios. Aparte de estos hechos, también como sociedad avanzamos en otras luchas intensas y en las que ojalá no haya tregua: la de las ideas y la del respeto por ellas. El acuerdo con las FARC y otros acontecimientos de la vida nacional, nos han señalado la importancia de la reflexión y del debate; diversos espacios se han abierto para la expresión de las ideas y en ellos quedan lecciones para que todo ese ejercicio no sea inútil, limitado a vociferaciones que suman daños a los que ya estamos llamados a sanar; que-

dan también logros que nos muestran que ahora que más fusiles callan, son todas nuestras voces las que tenemos que escuchar, para entender que todos actuamos desde lo que creemos, es lo mejor para todos. Ya quedan otras huellas imborrables: la capacidad de deponer la violencia, la evidencia de que los adversarios pueden encontrarse en la búsqueda de un bien común, los frutos de nuestra esperanza permanente en que lo que venga sea lo mejor. Nos corresponde seguir ese rastro.

Colofón octogenario Como testigo de esta historia, nuestra Alma Mater celebra sus ochenta años

de vida institucional. En esta edición compartimos reflexiones derivadas del más reciente Simposio de Ciencias Sociales, como una pequeña muestra del papel que la Universidad Pontificia Bolivariana asume hoy, consecuente con su historia, como espacio para el pensamiento y la reflexión, que inciden en el rumbo de la sociedad colombiana. Estas páginas son otro testimonio de ello y por eso, con su trabajo, en esta edición y en las del resto de 2016, el equipo editorial de Contexto saluda a la Universidad en su octogésimo aniversario, con el deseo de que permanezca como espacio que ilumine el rumbo hacia el mundo mejor que, como la institución lo sabe, es ideal compartido con el periodismo.

Miembro de la Red de Medios Universitarios de Medellín. Rector: Pbro. Julio Jairo Ceballos Sepúlveda / Decano Escuela de Ciencias Sociales: Ramón Arturo Maya Gualdrón / Directora Facultad de Comunicación Social-Periodismo: María Victoria Pabón Montealegre / Coordinador del Área de Periodismo: Juan Manuel Muñoz Muñoz / Dirección: Joaquín A. Gómez Meneses / Fotógrafas: Margarita María Restrepo • Sara Gabriela Vega Escobar / Redactores en esta edición: Esteban Arango Escobar • Leonardo Botero Fernández • Carolina Benjumea Rua • Juliana Gil Gutiérrez • Natalia Tamayo Gaviria • Cristian Camilo Cifuentes Salazar • Alejandra Ceballos López • Manuela Gómez Walteros / Foto portada: Margarita María Restrepo / Diseño: Estefanía Mesa B. • Carlos Mario Pareja P. / Diagramación y corrección de textos: Editorial UPB / Impresión: La Patria // Universidad Pontificia Bolivariana • Facultad de Comunicación Social Periodismo / Dirección: Circular 1ª Nº 70 - 01 Bloque 7 Oficina 401 / Teléfono: 354 4558 / Twiter: @pcontexto / Correo electrónico: periodico.contexto@upb. edu.co / ISSN 1909-650X.


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OPINIÓN

¿Hasta cuándo la corrupción? Olga Lucía Pérez Molano / olga.perez@upb.edu.co

En diciembre de 2015, visité Borrero Ayerbe, corregimiento de Cali, en el Valle del Cauca. Allí tuve la oportunidad de ir a una escuela de la cual nunca logré identificar su nombre. Me sorprendió amargamente ver las condiciones deplorables en las que se encontraba: los baños estaban quebrados, sucios, sin papel higiénico;

Manos de sangre y violencia Andrea Morales Salazar / andremorales-06@hotmail.com

En nuestro país, Colombia, existen leyes que regulan ciertos hábitos, costumbres o tradiciones, que muchas veces no resultan beneficiosas, sanas y, algunas otras, inhumanas. La pregunta es, ¿existen? Si nos vamos al significado de existir, la RAE dice que es algo real y verdadero, por ende, que tiene validez en el mundo en el que estamos. No sé si en otros países como en el mío, las leyes sean tan doblegadas y traicionadas, que pasen a ser letras en

Por amor al arte María Vega Trujillo / maria.vegatru@upb.edu.co

Mateo Sepúlveda

Diseño: Mateo Sepúlveda.

Por amor al arte escribo. Y vivo, si se quiere, porque se me hace —en el fondo de mi esencia romanticona—, que mis papás se conocieron fue por puro y legítimo amor al arte. Es más, estoy convencida, de eso y de que algo en su encuentro, algo de lo que los unió, de lo que los hace únicos y hasta alocados, nos

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los salones tenían huecos en el techo de eternit; los pupitres estaban altamente deteriorados; y los platos del restaurante escolar se repartían a los niños en los salones, por falta de espacio. Al igual que en este caso, en Colombia pululan las escuelas públicas con infraestructuras lamentables. Me pregunto, ¿dónde están los 28,9 billones de pesos del Presupuesto General de la Nación, que se invierten en educación al año? ¿En qué lugares han implementado los procesos de mejoramiento y modernización de la infraestructura educativa, de los que tanto se jacta el Ministerio de Educación Nacional? Con este grave problema, veo inconcebible que los jóvenes de las instituciones cuenten con una educación de calidad, que fomente el aprendizaje, la experimentación y la creatividad; en realidad, esta situación genera en ellos inseguridad, desinterés, incomodidad térmica y acústica, además, de una frustración ante la imposibilidad de acceder a una educación inclusiva.

Al Gobierno se le salió de las manos el manejo de las instituciones públicas y sus infraestructuras, esa situación se ha intentado mejorar imponiendo, desde la Constitución Política de 1991, la educación obligatoria entre los 5 y 15 años. Sin embargo, esa medida no ha logrado los resultados esperados. Considero muy ambiciosa la visión que planteó el Ministerio de Educación Nacional para el 2019, de alcanzar una cobertura educativa del 100 %, a sabiendas que en el 2016, tres años antes del plazo, siete de cada 100 personas abandonan las aulas por diferentes motivos, dentro de los que pueden estar relacionados la deficiente infraestructura y la escasez de materiales para la enseñanza. Estoy segura de que la escuela Borrero Ayerbe, al igual que otras en Colombia, tendría la posibilidad de ser reconstruida y organizada adecuadamente, si los problemas de corrupción no primaran en el país.

un papel y… ¿qué pasa?, todos se hacen “los de las gafas negras”. No es extraño que en un país donde los funcionarios del Estado (quienes deberían ser el ejemplo) son unos de los más frecuentes violadores de la ley, esta sea frecuentemente “letra muerta”. Entre muchas leyes, existe la Ley 746, que regula la tenencia y registro de perros potencialmente peligrosos. No considero que existan razas de perros peligrosos, la única raza peligrosa es el humano, quien los cría. La crianza es una etapa muy importante, tanto para los humanos como para los animales. Lastimosamente, existen muchos humanos a quienes en su etapa de crecimiento no les enseñaron el significado de amor, respeto y, sobre todo, de no permitir la violencia. La ambición de dinero muchas veces conduce a actos violentos como lo son las peleas de perros. Sabemos que hay quienes, animados por el lucro, entrenan desde pequeños a sus perros, ya sean staffordshire terrier, american staffordshire terrier, pit bull terrier y american pit bull terrier, para matar. En el artículo 108 de la Ley 746 se prohíbe la importación de ejemplares caninos de las razas ante-

riormente mencionadas, así como el establecimiento de centros de crianza de esta clase de perros en el territorio nacional. Eso suena muy bonito y quien no sea de Colombia y lo lea, va a decir: “¡qué país tan preocupado por los animales!”. Pero el panorama real es otro: constantemente sabemos de criaderos ilegales de estas razas, vemos en medios de comunicación que estos perros son encontrados con heridas de armas blancas y de fuego. En organizaciones y fundaciones animalistas todo el tiempo hay de estas razas para adoptar, ¿por qué? Los compran, los crían para que sean unos asesinos, no los castran para que no se vuelvan más dóciles, les ponen pareja para tener más perros y vender esos pequeños bebés para juegos de sangre y violencia, y, luego de que ya no sirven, los botan, los matan o los maltratan hasta la muerte. La realidad no puede ser más dura y estas letras aquí plasmadas, solo muestran una parte de lo que conlleva un incumpliendo a la ley, a una que busca proteger a seres indefensos, culpables solo de conocer la “bondad” humana.

quedó a mis hermanos y a mí, por un proceso como de transfusión: un chispazo de sensibilidad, una suerte de gafas, que permiten ver el mundo como un fenómeno estético, al que nos aproximamos creativamente, se entreteje como artesanía y está atravesado por el arte como expresión maravillosa, que todo lo puede. Y no, para eso no hay que ser artistas en el sentido estricto de la palabra, de hecho mi mamá es psicóloga-acupunturista (estudió también filosofía y letras) y mi papá es médico, médico acupunturista y antropósofo (ahora no cabe explicar de qué se trata, pero puedo decir, que es un médico no convencional que trabaja con homeopatía). Pero antes de que fueran todo eso, en 1980, se conocieron cantando, en el Estudio Polifónico de Medellín, ese que fundó el maestro Alberto Correa. Desde entonces, con el arte y el amor como premisa, se enfrentaron al mundo, con cara de hippies, con convicciones atípicas, que les permitieron tomar muy buenas decisiones: como meter a los hijos a un colegio de pedagogía Waldorf. ¡Pues claro!, en un colegio

como ese, ¿cómo consigues no enamorarte del arte? Se hace imposible, porque pronto te das cuenta que jugando, pintando y cantando, se aprende más fácil; que las múltiples expresiones artísticas siempre serán un medio de comunicación acertado; que para ser feliz basta con crear mundos y viajar por ellos; que adquirir conciencia y vivir en armonía rítmica, es todo un arte. Decidieron también ponerme a escuchar Mozart, mientras estaba en la barriga de mamá y que naciera en una bañera, con tonadas clásicas de fondo; además de ponerme los Beatles sinfónicos en la cuna (ahora sé que todo fue un mensaje subliminal, porque los amo). Sí, podría quedarme horas hablando sobre las decisiones acertadas que mis papás tomaron y sin esfuerzo relacionarlas con esa fuerza creativa y artística que ha marcado mi vida, porque, en últimas, lo que me ha quedado para siempre es que el arte, si lo llevo como manifiesto, como principio fundamental, tendré las herramientas para crear, para transformar, para tocar corazones y desarrollar un pensamiento crítico y auténtico.

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ROSTROS

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A cuatro piernas

EL ‘MATRIMONIO’ DE JAVIER Y MARLON ESPERA IRSE DE LUNA DE MIEL A TOKIO Esteban Arango E. / esteban.arango@upb.edu.co

Nelson Javier Serna y Marlon Pérez son dos tipos muy distintos, que se entienden en una bicicleta de dos puestos. Se entienden tan bien, que hasta ellos mismos se sorprenden. De allí que coincidan en que, a partir de enero del próximo año, su diferencia en edad, gustos, personalidad y trayectoria pasará a un segundo plano, cuando comiencen la preparación física y la planificación deportiva de un objetivo que los llena de ilusión: la participación en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020. Javier —a quien le gusta que lo llamen por su segundo nombre—, estuvo cerca de obtener un cupo en los Paralímpicos de Río 2016, pero los puntos conseguidos en Montichiari (Italia), en el Campeonato Mundial de Pista Paralímpico, no fueron suficientes para asegurar su tiquete. Luego de quedar a cuatro posiciones del séptimo lugar, que lo hubiera clasificado, el pedalista terminó el vínculo de cuatro años que lo unía con su guía y buscó a Marlon, a quien conocía desde tiempo atrás. Marlon ha sido ciclista profesional durante 20 años, aunque desde los 13 empezó a descubrir su pasión por pedalear y por competir en carreras. Con 18 años ganó la prueba por puntos del Vigésimo Campeonato Mundial de Ciclismo Juvenil, disputado en Quito (Ecuador) y se convirtió en el segundo colombiano en lograr un título orbital en este deporte, emulando así la gesta de Martín Emilio Cochise Rodríguez en los 4 000 metros, persecución individual en Varese (Italia), en 1971. Tras semejante arranque en su carrera, Marlon fue abanderado olímpico en Atlanta 96 y siguió sumando victorias para abultar un palmarés del cual hoy se siente orgulloso. “He sido 25 veces campeón nacional de pista y ruta, campeón dos veces de Juegos Panamericanos, dos veces campeón de Juegos Centroamericanos, campeón bolivariano y panamericano”, afirma Pérez, quien además destaca sus triunfos en etapas de la Vuelta a Colombia, el Clásico RCN; el título de la Vuelta al Porvenir y su aventura en los cinco equipos profesionales, que militó en Europa. El recuento de sus logros lo trae de nuevo al presente, cuando se prepara para correr el Clásico RCN 2016 y, gracias a las experiencias y los aprendizajes adquiridos en su carrera, hoy tiene la oportunidad de ser guía de Javier, un ciclista paralímpico, paciente de una enfermedad que inhabilita casi por completo su visión, pero que no afecta su capacidad de luchar por los primeros puestos en su disciplina. Javier ha convivido desde su nacimiento con la enfermedad de Stargardt, una degeneración en la zona central de la retina llamada mácula, que es la que permite al ojo la percepción de los detalles finos. De allí que su visión se haya reducido a un diez por ciento y que necesite de un acompañante para competir al máximo nivel en el Tándem B, categoría que agrupa a los atletas con discapacidades visuales.

En los cinco años que lleva como profesional, Javier ya ha sido dos veces campeón parapanamericano de ruta, dos veces subcampeón parapanamericano en persecución individual, subcampeón parapanamericano en el kilómetro, séptimo en la prueba de ruta del Campeonato Mundial Paralímpico en Toronto (Canadá) y campeón nacional en múltiples pruebas de pista y ruta. Ahora, que cuenta con un ciclista profesional de amplio recorrido como guía, el urraeño pretende alcanzar los mejores resultados de su carrera. Entre tanto, Marlon espera ser un medio para solventar las exigencias que las metas de un deportista como Javier traen consigo. ‘’La clave de esto es el entrenamiento continuo en esta bicicleta. Hay que estar constantemente entrenando en el tándem la coordinación, las paradas, el arranque, los embalajes, las curvas y la habilidad’’, comenta el deportista de 40 años. Su entrenamiento es menor en tiempo y distancia, que el de un ciclista convencional, pero el recorrido se realiza con mayor intensidad y solo descansan un día a la semana. Desde las prácticas, Javier y Marlon perfeccionan las indicaciones que constituyen el éxito de su coordinación verbal y que, de acuerdo con el guía, se van automatizando a medida que suman tiempo sobre la bicicleta: “Cuando nos vamos a parar en pedales, yo tengo que decirle a él ‘arriba’. Cuando nos vamos a sentar, ‘abajo’; ‘curva a la izquierda’, ‘a la derecha’, ‘tranquilo’, ‘hay un hueco’, ‘cuidado’, ‘dejemos de pedalear’... Él confía mucho en mí, porque yo soy prácticamente sus ojos. Él lo único que lleva atrás es un manubrio, que no tiene frenos, y solamente lleva los pedales”, explica Marlon. Pérez es consciente de su rol en el equipo y de lo que le corresponde a cada integrante: “Aquí el que gana verdaderamente es Javier. Yo soy el guía, yo hago el mismo esfuerzo de él, pero él es el que figura como campeón de la prueba, porque él es el que tiene la discapacidad y él es el que se debe llevar los méritos”, asegura. Por su parte, Javier se encarga de gestionar recursos y, en caso de no recibir apoyo estatal o privado, costearse su material para competir. En especial, las bicicletas, que deben ser traídas, por lo general, de Italia, Estados Unidos y Canadá y cuyo precio, en los modelos nuevos de carbono, ronda los veinte millones de pesos.

Javier Serna encuentra en el apoyo de Marlon Pérez y el ejemplo de su hermano, el atleta paralímpico Elkin Serna, el mejor aliciente para asumir el ciclismo como un profesional. Foto: Esteban Arango.

La intención de Marlon es que su incursión en el tándem resulte en un aporte a su profesionalización como deporte. “Estoy seguro que el deporte paralímpico puede dar muchas más medallas que el deporte convencional”, declara el tamesino, a modo de invitación, para que el Gobierno Nacional y la prensa se interesen por la evolución de estos atletas. Sin embargo, Marlon tiene claro que el primer paso para profesionalizar el tándem, es profesionalizar a Javier. Para ello, la pareja tendrá que mantener resultados similares a los obtenidos hace dos meses, en su primera experiencia competitiva: los Campeonatos Nacionales de Pista y Ruta de Paracycling, donde participaron —y ganaron— en la persecución individual, el kilómetro, la contrarreloj y la prueba de ruta. A su regreso, además de medallas, trajeron la ilusión de refrendar su destacada actuación en el ámbito internacional. “Nos dimos cuenta que tenemos futuro en el tándem y el Comité Paralímpico nos dijo que nos iba a apoyar, para que siguiéramos un proceso hacia los próximos Juegos Paralímpicos”, manifiesta Marlon, quien reconoce haber disfrutado un poco más el desempeño mostrado en una prueba en particular: “La prueba de ruta tuvo su sabor, porque fuimos quince tándem, todos por igual. Salimos en un mismo circuito, pinchamos, tuvimos la posibilidad de perder tiempo, volver a recuperarlo y llegar a ganar. Fue un triunfo bonito en

un circuito muy complicado, de muchas curvas y mucha habilidad”. En cambio, Javier quedó satisfecho por el triunfo en la persecución, prueba que, según considera, “es la que más requiere coordinación en la salida y la cadencia”. “Quedamos con mucha expectativa”, apunta el ciclista de 29 años, debido a que registraron mejores tiempos que los que en principio pensaban hacer. “Si hubiéramos ido a mundiales, seguramente hubiéramos estado entre esos ocho o menos, para ir a los Paralímpicos”, señala Javier, haciendo alusión a lo sucedido en el mundial que lo dejó sin opciones para estar en Río. Quien sí estará es su hermano, Elkin Serna, doble subcampeón paralímpico en la maratón y discapacitado por su misma enfermedad. Elkin no solo es un ejemplo para el pedalista, sino una fuente de motivación para afrontar los retos de la competencia internacional. La admiración en la familia es mutua y Elkin reconoce las cualidades que hacen de su hermano un atleta ganador: “La resistencia, la perseverancia, la lucha que mantiene por sus objetivos. Él es muy disciplinado y muy profesional en todo lo que hace, y sus capacidades son impresionantes”. Su guía ratifica el testimonio del maratonista e instala bien alto las aspiraciones de este ‘matrimonio’, como él lo llama, porque van a pasar los próximos cuatro años de sus vidas trabajando, compartiendo y soñando por un solo destino: Tokio 2020.


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ESTE TIEMPO

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Postales de los primeros años

LA HISTORIA DE LA UPB CONTADA DESDE LA VISIÓN DE SUS EXALUMNOS Carolina Benjumea Rúa / carolina.benjumear@upb.edu.co

Hace 80 años, en 1936, profesores y alumnos preparaban lo que sería el mayor reto de sus vidas. Motivados por el inconformismo, decidieron dejar su futuro en una universidad con gran nombre y posición, para fundar una que cumpliera con sus necesidades culturales, religiosas y académicas. Liderados por el doctor Alfredo Cock Arango, profesor de derecho de la Universidad de Antioquia, 25 profesores y 78 estudiantes empezaron su educación superior en lo que llamarían la Universidad Católica Bolivariana, la primera institución católica de la ciudad. Llamada así por sus mismos estudiantes, quienes quisieron poner el nombre de Bolívar, al ser el “símbolo del inconformismo y la lucha contra el despotismo y por la libertad”, según lo expresa Gildardo Lotero en el libro La Pontificia Bolivariana, medio siglo de historia universitaria. En medio de prostíbulos, venteros ambulantes, cafetines y bullicio llegaban los profesores y alumnos, todos los días a un edificio ubicado en Guayaquil, perteneciente a don Alejandro Ángel, quien prestó al doctor Cock tres piezas del segundo piso, para que impartieran las clases de Derecho. Al verse cortos de espacio y con un ambiente poco apto para el aprendizaje, se trasladó la sede de la UCB a un edificio ubicado en la calle Perú con Caracas, en el antiguo seminario, donde se ubicaron los estudiantes de la Facultad de Derecho. El 20 de enero de 1937 se abrieron las inscripciones para los niños que querían iniciar su formación en la primaria de la Universidad Católica Bolivariana. Los primeros dos días fueron de total fracaso; ningún niño, ni siquiera por curiosidad, fue matriculado. Al tercer día y como un “sorbo de energía”, como dice el Padre Gonzalo, se inscribió a Juan Sepúlveda, hijo de un ganadero de Don Matías. En el segundo día se confió al niño Horacio Ovando y en los siguientes, se logró ingresar tres niños más. Con un total de cinco niños se cerró la primera semana de inscripciones al nuevo colegio católico de Medellín. Con una matrícula que valía 2 pesos y una mensualidad de 5 pesos, la UCB inició sus labores de enseñanza primaria. Los muebles para las nuevas instalaciones fueron comprados por el mismo Cock, que entre muebles, taburetes, sillas y mesas invirtió un aproximado de 300 pesos.

Recreo de los niños del colegio, frente a lo que hoy es el edificio de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas. Foto: Archivo UPB.

Para 1941, el niño Gonzalo Restrepo Villegas inició en primero de primaria, lo que sería una vida dedicada al servicio de la Universidad Pontificia Bolivariana, 75 años fueron suficientes para que este padre, egresado de la Universidad, formara a niños y adolescentes. Su nombre en este momento lo lleva el que ahora es el edificio de primaria. Muchos de los fundadores de la Universidad eran amigos de su padre, por lo que decidió mudarse desde Envigado hasta el centro de Medellín, para que sus hijos pudieran hacer parte de la historia de la nueva institución. En 1942, cuando cursaba segundo grado, ya eran ocho los niños que estudiaban con él. Sus maestros eran: don Francisco Quijano, don Jesús Cifuentes, don Félix Montoya, don Arturo Correa y don José Julio Alzate.

La Palestina

Estos galpones y muros, que hacían parte de las instalaciones de La Palestina, le dieron paso a zonas adyacentes de lo que hoy es la Biblioteca Central y el Bulevar del Estudiante. Foto: Archivo UPB.

Con más renombre y más fama, se vio un gran crecimiento en la institución y los 200 estudiantes no podían ser ya ubicados en ese edificio. Monseñor Manuel José Sierra recorrió desde Caldas

hasta Barbosa y en el sector conocido como “La América”, encontró una hacienda llamada “La Palestina”. Su aspecto descuidado y lleno de lagunas y pantanos no impidieron que monseñor adquiriera el predio de 460 000 metros cuadrados. Ese lote de cinco centavos el metro cuadrado se convirtió en la Universidad Pontificia Bolivariana y en 1947, los niños que cursaban primero y segundo de primaria, pasaron a la ciudad universitaria. José Fernando Montoya Ortega, sociólogo egresado de la UPB, recuerda que en 1959 ingresó a primero en el campus de Laureles; su padre, egresado de la Universidad, lo entregó de la mano a su primer profesor, don Gabriel Merino, quien lo recibió en “el kiosco”, la cafetería que estaba ubicada, en lo que ahora es Bienestar Universitario. Con gran emoción llegó a su primer salón, en donde el maestro había pintado un payaso con tiza en el tablero, lo que quería decir “Bienvenido a la UPB, donde usted va a aprender con alegría”. Los profesores eran fundamentales para la experiencia que vivían los niños en esta época del colegio, por esto, no es nada raro que recuerden todos los nombres de aquellos quienes les impartieron clase y los recuerden con gran cariño. El profesor don Enrique Barrera, un maestro muy inclinado a las ciencias naturales y la botánica, tenía una huerta al frente del antiguo edificio de primaria, que fue cultivada por sus mismos alumnos, estos aprendieron acerca de las plantas y fue allí donde vieron por primera vez la planta de algodón. El director de la primaria, don Fabio Valencia Rodríguez, al inicio de cada jornada, formaba a los niños en el patio y les enseñaba acerca de la historia de la Universidad, y, en algunas ocasiones, les preguntaba sobre las noticias de la prensa, “esto nos ayudaba a estar más atentos”, dice José Fernando.


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La UPB, el sol de Laureles La primaria del centro seguía funcionando, pero con miras al futuro, todos los miércoles eran de paseos a la nueva ciudad universitaria, donde los estudiantes se familiarizaban con las instalaciones en proceso de construcción. En 1961, la casona del centro se vendió al periódico El Colombiano y todos los estudiantes de la Universidad, bachillerato y primaria convivían juntos en la UPB. Por el deseo de los habitantes de Medellín de que sus hijos estudiaran en la reconocida Universidad, los barrios del rededor se empezaron a formar, así nació el barrio Laureles, Conquistadores y algunos barrios de Belén, aledaños a los terrenos. “La UPB fue pensada para ser el sol de Laureles, por eso está rodeada de circulares. Con esta fue que empezó el modernismo de Medellín”, dijo el profesor e investigador del Centro de Humanidades y egresado de la UPB, José Guillermo Ánjel. Con el gran nombre que se hizo la Universidad, ya no eran cinco los niños que se presentaban en una semana, ya eran familias enteras amaneciendo en la fila, para conseguir un cupo para sus hijos. Universidad, primaria y bachillerato estaban distribuidos a lo largo del campus, los niños se mezclaban con universitarios sin problemas, en la época en que no llevaban uniformes, el uniforme fue implementado años más tarde; un buzo rojo con el escudo, gorro de paleteros, pantalón blanco y tenis blancos. Los descansos del colegio se hacían en las múltiples zonas verdes que existían, donde los niños jugaban sus mejores y más memorables partidos de fútbol, los que preferían, salían a caminar por los barrios cercanos, una vez escucharan la sirena, debían regresar a los salones. Así vivió sus primeros años de estudio Gonzalo Bermúdez, ahora profesor de bachillerato. Las niñas todavía no habían sido integradas a este conjunto, ellas estaban en el barrio Boston, pero los sábados eran llevadas al campus, para la clase de Educación Física, a la que muchos estudiantes de la seccional masculina se sumaban para, de esta forma, poder conocer a sus futuras compañeras de estudio. Su uniforme era una falda con peto (jumper, como se conoce comúnmente) azul y blanco con un corbatín, y no fue sino hasta 1987, que las trasladaron al campus de Laureles. El día clásico bolivariano, el 15 de septiembre, es el día que se celebra su fundación. Anteriormente, era celebrada toda una semana, en la que los estudiantes no tenían clase, pero iban a las actividades propuestas. El acto principal era una misa en la Basílica

Esta era la casa principal de La Palestina, hacienda que ocupaba los predios de los que hoy es el campus de Laureles. Foto: Archivo UPB.

con todos los profesores y algunos estudiantes. Una orquesta tocaba desde las 7 de la noche hasta las 2 de la mañana en los parqueaderos, del que ahora es el bloque 6, juegos pirotécnicos, carreras de burros en las que estudiantes y profesores participaban, por último, se hacían desfiles por las calles y la comunidad salía a ver a los estudiantes caminar.

Los corazones de la UPB Muchos rectores han pasado por la universidad y cada uno ha dejado un poco de su conocimiento, para ayudar al crecimiento de esta y sus alumnos. Anteriormente, se tenía más cercanía con ellos, por lo que los estudiantes podían ver el lado humano de la cabeza de la institución. Monseñor Félix Henao Botero es de los más recordados, de su finca llegaba con bultos de

naranjas, que repartía al final de la jornada, tanto a profesores como estudiantes, en sus horas de descanso se sentaba con las alumnas que estudiaban Arte y Decorado y con los inscritos en las carreras de ingenierías y, según la doctora Clemencia Restrepo Posada, secretaria general de la Universidad, presentó a muchos de estos estudiantes, formando así parejas, que al final él mismo casó. Sus restos están en la tumba del templo universitario, tumba que él mismo mandó a construir durante sus años como rector. Su corazón se encuentra en la cripta del templo, junto con el de Monseñor Manuel José Sierra. Son muchas las historias que envuelven la vida de la Universidad Pontificia Bolivariana. Algunas crisis, momentos duros, muertes de estudiantes y profesores, celebraciones y personalidades importantes, que han marcado el camino de la Universidad. El paso por la UPB deja un vínculo especial entre quienes tuvieron como segundo hogar sus instalaciones, por esto muchos deciden volver y retribuir lo que algún día la UPB hizo por ellos. “Entre los bolivarianos de cualquier edad o condición, pobres o ricos, felices o caídos en desgracia, existirá la fraternidad que crea el haber vivido en los mismos claustros, sentido las mismas emociones y haber participado de la gran comunidad a que aspira ser la Universidad Pontificia Bolivariana”. Fragmento del Espíritu Bolivariano, escrito por Monseñor Manuel José Sierra.

“La UPB fue pensada para ser el sol de Laureles, por eso está rodeada de circulares. Con esta fue que empezó el modernismo de Medellín”. Edificio Bolívar, en el centro de Medellín, la sede de la naciente Universidad Católica Bolivariana. Foto: Archivo UPB.


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Cuando la guerra termina por decisión propia

LA LIBERTAD DEL DESMOVILIZADO Leonardo Botero F. / leonardo.boterofe@upb.edu.co

Desde hace dieciséis años, la ACR acompaña los procesos de reintegración de todos los colombianos que pertenecieron a algún grupo armado. Pero su trabajo no ha sido solo con ellos, sino con la sociedad, para que esta acepte y deje atrás los prejuicios. Cuando soltaron el fusil, Óscar y Carlos asumieron un compromiso sobre el que cuentan cómo se han esforzado en cumplir. Sus dificultades y logros hablan del ser humano que siempre hay bajo el uniforme de combate. A Óscar y a Camilo les dijeron lo mismo en los tres primeros meses que entraron a las filas paramilitares: el entrenamiento sería tan duro, que la guerra les parecería un descanso. Y ambos, uno en la sede de la Agencia Colombiana para la Reconciliación (ACR), donde trabaja y el otro en un parque del sector Tricentenario de Medellín, desde el que se ve la parte baja del barrio Santa Cruz en la comuna 2, cuentan, recuerdan y coinciden, a pesar de no haberse encontrado en la guerra. Carlos fue reclutado en Río Claro en 1993. Tenía 13 años y huía de Apartadó para no entrar a las Farc. Óscar ingresó a los 38 años, en 1997, al bloque Metro, después de ser amenazado y enfrentarse con un combo que tenía el control en su barrio en Medellín. Carlos dejó a su mamá y a sus cinco hermanos menores, a los que ayudaba a mantener. Óscar dejó a su madre, sus tres hijas y un empleo como mecánico. Ambos entrenaron, patrullaron y cantaron los himnos de las AUC. Himnos que profundizaban el odio y los radicalizaban. Himnos como aquel que decía: “Localizar y destruir/al frente guerrillero/y no dejar impune/la muerte del compañero/que fue caído en la ciudad”. Los dos tuvieron combates con la guerrilla, la fuerza pública —que también les ayudaba en algunas ocasiones, como asegura Carlos— y los mismos paramilitares, cuando el bloque Metro se enfrentó al Cacique Nutibara, liderado por alias don Berna, debido a que los primeros querían, como dice Carlos, “armar su rancho aparte”. Los dos, Carlos en el 2003 y Óscar en el 2004, se acogieron al programa de Paz y Reconciliación (conocido después como Alta Consejería para la Reintegración y, luego, Agencia Colombiana para la Reconciliación). Los dos, cuando se aprobó la Ley 1424 de 2010, que establece el mecanismo de justicia transicional derivado del proceso con las AUC, acudieron al Centro Nacional de Memoria Histórica, para participar en los Acuerdos de la Verdad, un ejercicio que busca recuperar, mediante testimonios no vinculados a procesos penales, los detalles de las situaciones del conflicto armado, para comprender el desarrollo, las dimensiones e impactos de los acontecimientos. Carlos y Óscar rehicieron sus vidas: estudiaron, volvieron con sus familias y rechazaron cada oferta que distintos grupos les hicieron para volver a delinquir. Ángela Villa es asesora de ruta en la Agencia Colombiana para la Reconciliación. Se encarga de guiar a los

Entre 2003 y 2006, se celebraron 38 actos en los cuales se desmovilizaron 34 bloques de los grupos de autodefensa, aquí, uno de los actos masivos coordinado por los entonces comandantes Salvatore Mancuso e Iván Roberto Duque, conocido como Ernesto Báez. Foto: León Darío Peláez. Cortesía Revista Semana.

21 reintegradores que son responsables del trabajo con las personas en proceso de reintegración (evitan llamarlos “desmovilizados”). Lleva dos años en ese cargo, pero durante otros ocho años fue reintegradora. Entró a Paz y Reconciliación, cuando se desmovilizó el bloque Héroes de Granada en el 2005. Además, es la jefa de Carlos. Cuenta cómo la ruta se ha diseñado, aprendiendo de los errores que la misma Agencia ha cometido, por no tener otros ejemplos en los que basarse, debido a lo particular del conflicto colombiano. Se ha llegado, después de contemplar diferentes posibilidades, a un modelo multidimensional para abordar los ámbitos: personal, familiar, de salud, habitabilidad, productividad, ciudadanía, educación y seguridad. Se busca que cada caso sea tratado desde su individualidad, puesto que cada uno tiene su contexto y características para tener en consideración. Cuando Carlos se desmovilizó, lo hizo por órdenes de un comandante. Lo único que le interesaba a su jefe era que le rebajaran su condena, por eso entregó armas y hombres como si la paz se tratara de un intercambio. Llegó a Paz y Reconciliación sin haber cursado ningún

grado del colegio, decidido a dejar atrás ese pasado armado. Para hacerlo, estudió desde primero de primaria, hasta terminar su formación con una técnica en mantenimiento y reparación de motos en el Sena, además de hacer varios diplomados sobre convivencia. Aunque tenía buenos resultados académicos, estaba deseoso de salir adelante y era talentoso, el estigma por ser desmovilizado hizo que, “muchas de las puertas que tocaba se mantuvieran cerradas”. A pesar de la falta de oportunidades y de que la oferta de 60 mil pesos diarios en un combo era mucho mayor, al subsidio mensual de $140 000 que da la ACR a los participantes en el proceso de reintegración, dijo que no a cada proposición de unirse a otros grupos. Y lo hizo, porque se había enamorado del estudio y, sobre todo, de la felicidad que le trae ser libre. “Yo me siento muy feliz, hermano, porque me puedo mover por donde quiera, sin deberle nada a nadie. Porque es muy gratificante llegar a la casa y tener a alguien que me esté esperando. Porque no portar un arma me da la tranquilidad de saber que me baño todos los días, como todos los días y puedo salir donde quiera”.

Obligado por la violencia, en una época en que era evidente el control territorial de las pandillas en las comunas de Medellín, Óscar tomó la decisión de ser paramilitar. Y servía para serlo. En repetidas ocasiones, el comandante del bloque Metro, Carlos Mauricio García, alias Doblecero, se lo dijo.

Cuando Carlos se desmovilizó, lo hizo por órdenes de un comandante. Lo único que le interesaba a su jefe era que le rebajaran su condena, por eso entregó armas y hombres como si la paz se tratara de un intercambio.


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Resaltaba como líder y estratega, aunque no pasara de ser un paramilitar raso. Sobresalía, por ejemplo, cuando realizaban el ejercicio de entrenamiento llamado “Marcha de la Muerte”. A las seis de la tarde iniciaba y terminaba casi doce horas después. Consistía en un recorrido de siete kilómetros, por los terrenos aledaños a la Escuela Corazón en San José del Nus, municipio de San Roque, Antioquia. Su fin era que quienes marchaban, guiados únicamente por la luz ocasional de unas bengalas, atraparan a los comandantes que les disparaban y tomaran los fusiles que estos cargaban. En más de una ocasión, Óscar estuvo a punto de atrapar a Doblecero, gracias a su capacidad de orientarse en la oscuridad. Aunque era estimado por los jefes gracias a su efectividad, decidió dejar atrás el paramilitarismo. Se había cansado. En un reentrenamiento en la escuela Corazón, a la que tenía que ir cada tres meses desde Medellín, la comida que le dieron lo enfermó, de tal forma, que tuvo que ser trasladado a la ciudad. Quince días después, Doblecero lo llamó para que retomara su entrenamiento. Óscar le respondió que no y botó la simcard del teléfono. Se había cansado de las mentiras, como cuando le decían que los paras no tenían relación con el narcotráfico, para luego darse cuenta de que la Policía había desmantelado varios laboratorios de cocaína en San Roque, pertenecientes a Doblecero. Se había cansado de verse involucrado en una guerra interna, entre su comandante y don Berna, por acumular más poder y dinero. Se había cansado de que secuestraran cuando eso, supuestamente, solo lo hacía la guerrilla. Y ese día que se deshizo de su teléfono, dijo: “ya no quiero más esta mierda”. Según el Histórico de personas desmovilizadas publicado el 9 de mayo de 2016 por la ACR, entre 2002 y 2006 se han desmovilizado 57 923 colombianos, suficiente como para llenar el estadio Atanasio Girardot y que varios miles no puedan entrar. De esa cifra, 11 866 son de Antioquia, lo que significa casi el doble de la población urbana en San Roque. Durante esos catorce años, se ha consolidado el trabajo de la ACR. De esa manera, el 25.58 % ha culminado el proceso y otro 17.63 % está realizándolo. A los que han ingresado a la Agencia, excepto los que delinquen de nuevo y pierden los beneficios que se les ofrecen, se les ha dado acompañamiento psicosocial, educativo, facilitado la búsqueda de un empleo digno y se ha trabajado con ellos, para que recuperen la confianza en las instituciones gubernamentales. También, por la Ley 1424 de 2010, se ha conseguido que el proceso sea cobijado por la jurisprudencia nacional. Esta norma, además, estableció la creación de los Acuerdos de la Verdad que, según el artículo 4, es: “un mecanismo de contribución a la verdad y la memoria histórica (…), que no podrá, en ningún caso, ser utilizada (la información declarada) como prueba en ningún proceso judicial”. María Luisa Cuéllar, del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), explica que la Declaración de Acuerdos de la Verdad es el relato de cada persona en línea cronológica. Los testimonios deben cumplir con tres

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componentes: demostrar que perteneció a un grupo del conflicto armado colombiano, hablar de su participación y relatar los hechos y actuaciones perpetrados durante su permanencia en el grupo armado organizado. La ley 1424 (también conocida como para desmovilizados), volvió a las Declaraciones de los Acuerdos de la Verdad (DAV), parte del proceso de reintegración. Los pasos de este, se volvieron entonces: presentarse en la ACR; hacer 80 horas de trabajo comunitario; ir a la cita para hacer su aporte a los acuerdos; comparecer, si es requerido, donde un juez para un monitoreo y observación del desmovilizado, y, por último, no volver a delinquir. El problema de esta normatividad es que reabrió, según Ángela Villa, los casos de muchos de los desmovilizados, que ya habían culminado su proceso en la Agencia Colombiana para la Reconciliación. Villa explica que, “cuando en el 2010 salió la 1424, estas personas tuvieron que volver, porque había quedado en el limbo todo el asunto jurídico”. Las DAV, de todas maneras, han resultado útiles, para que el Centro Nacional de Memoria Histórica pueda construir con los relatos, informes que permitan que las personas conozcan sobre el conflicto armado colombiano y se desmitifique a los desmovilizados. Para lograr esto, los mismos participantes también se han vuelto un ejemplo. Diez años después de dejar el bloque Cacique Nutibara, Carlos empezó a trabajar como promotor en la ACR. Su deber es mostrarse a sí mismo como un caso de éxito a las comunidades, los empresarios y las instituciones educativas, para que haya confianza en el proceso y que lo apoyen. Pero hasta el 2013, que fue empleado por la Agencia, más de una vez se preguntó por qué no volvía al conflicto. A fin de cuentas, siente que el mismo Estado que tanto se preocupa porque regresen a la vida civil, también se ha encargado de “marcarlos como

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Según el Histórico de personas desmovilizadas publicado el 9 de mayo de 2016 por la ACR, entre 2002 y 2006 se han desmovilizado 57 923 colombianos, suficiente como para llenar el estadio Atanasio Girardot y que varios miles no puedan entrar. De esa cifra, 11 866 son de Antioquia, lo que significa casi el doble de la población urbana en San Roque. ganado”, para que cualquier persona que mire su pasado judicial, sepa que perteneció a un grupo armado organizado. Y la desconfianza de la sociedad en los desmovilizados se mantiene. “Hay varios mitos de que no somos capaces de seguir órdenes”, dice Carlos. “Nos imaginan como unos manes malacarosos, en camuflado, sucios y oliendo maluco. Más de uno nos tiene temor. Pero, cuando comienzan a interactuar con nosotros, se dan cuenta de que somos iguales a cualquier otro ser humano. Que nosotros dentro de ese uniforme, también sentíamos dolor, hambre”. El trabajo de la Agencia no ha sido solo con paramilitares. Desde su creación en el 2002, también ha acogido a los desmovilizados individuales de guerrillas como las Farc y el ELN, que se han escapado y buscado beneficiarse del programa. Por tal motivo, por los aprendizajes en cerca de dos décadas de funcionamiento y por el reconocimiento de los participantes, es que Ángela Villa cree con ciertas reservas que, si se llega a un acuerdo en los diálogos realizados en la actualidad, se podrá afrontar la desmovilización de las guerrillas. “Todos estamos preparados. El asunto es que no sabemos dentro de

esos acuerdos cómo será el proceso. Porque si es muy claro y es que las AUC eran más urbanas; la guerrilla, no y posiblemente se queden en sus territorios. Entonces estamos preparados, pero no sabemos si los vamos a recibir”. Óscar también hizo todo el proceso con la ACR, incluyendo su Declaración de la Verdad. Pero, como tantos otros desmovilizados, no suele rememorar con frecuencia esos episodios. Habla de sus siete años como paramilitar, pero con reserva y cuidado. Prefiere no tomar riesgos innecesarios, por eso espera poder irse como refugiado a otro país en Norteamérica o Europa. Mientras aguarda para viajar a Canadá o Alemania, donde espera dedicarse a su oficio, volvió a aquello que le importa: la mecánica, haciendo varios diplomados en el Sena; a sus tres hijas y a esa nieta de la que habla con orgullo al contar que estudia Comunicación Social – Periodismo; a su deseo de alguna vez estudiar Ingeniería Electromecánica, Derecho o Medicina; a cuidar de su madre de noventa años, que está en un tratamiento para el cáncer. Cuando piensa en lo que hizo en esos años, solo responde: “le pido a Dios cabeza fría. Le pido perdón a él por mis actos”.

En un acto que tuvo lugar en la finca Brisas del Sardinata, corregimiento de Campo Dos, municipio de Tibú, Norte de Santander, los hombres del Bloque Catatumbo de las Autodefensas Unidas de Colombia, entregaron sus armas. Su entonces comandante, Salvatore Mancuso, entregando su arma a quien fuera comisionado de paz del Gobierno, Luis Carlos Restrepo. Foto: León Darío Peláez. Cortesía Revista Semana.


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La fibromialgia

NO ES UNA ENFERMEDAD HUÉRFANA, PERO NECESITA QUIÉN LA ADOPTE Juliana Gil Gutiérrez / juliana.gil@upb.edu.co

El paciente tiene que vivir con un dolor sin causa aparente, que no es mortal, pero sí persistente y del que no existe un solo especialista que conozca cómo tratarlo. “Cuando me da una crisis de fibromialgia salgo a caminar para distraerme…Y es que tampoco me gusta quedarme en la casa, para no molestar a la hermana con la que vivo, entonces salgo y doy vueltas por el barrio. Voy caminando y siento que los pies se me frenan y que no puedo seguir, es un dolor muy fuerte en todo el cuerpo. Aquí mismo, donde estoy sentada, me está doliendo la cadera por estar en la misma posición. Café Salud me mandó acetaminofén para controlarlo, pero eso no sirve para nada”. Blanca Nelly Gil Ávalo realiza su sesión de hidroterapia semanal, para tratar la enfermedad que llegó a su vida a finales de 2013, en una piscina de 1,40 metros con agua climatizada, pasamanos en los laterales y en compañía de otros 30 pacientes más, con afecciones músculo-esqueléticas. “Boca abajo, rodillas al pecho y extiende. ¡Seguido! ¡Seguido!”, les indica la terapista, al tiempo que todos los pacientes hacen el ejercicio. “¡Patada! ¡Patada!”, grita la terapista, quien no usa vestido de baño y tampoco se mete a la piscina, sino que da las órdenes desde la entrada a la zona húmeda. Los ejercicios varían entre movimientos de brazos y piernas, saltos y desplazamientos en la piscina, patadas, trabajos de resistencia y movimientos de las articulaciones superiores del cuerpo con una mancuerna. Blanca Nelly no solo padece de fibromialgia. En 2015 le diagnosticaron artrosis, enfermedad crónica degenerativa, que se produce por el desgaste de los cartílagos y se le ha manifestado, principalmente, en las manos. Antes no sabía en qué consistía la fibromialgia y menos que esta puede ser un diagnóstico de transición, hacia otras dolencias como el lupus, la artritis reumatoide o la artrosis, que hoy ella trata con ejercicio y medicamentos. Su entidad prestadora de servicios de salud (EPS), Café Salud, no le entrega la Duloxetina que le formularon para controlar el dolor, desde hace varios meses. El 11 de mayo de 2015 puso una acción de tutela para solicitar las pastillas. Cada mes las reclama, pero no se les entregan, porque se trata de un medicamento que Café Salud no tiene. Blanca Nelly carece de un trabajo formal y, cuando encuentra dónde laborar, no puede hacerlo, porque la fibromialgia es altamente incapacitante. Fibro hace referencia a los tejidos fibrosos del cuerpo y mialgia significa dolor muscular. Quien la padece sufre de un dolor generalizado en todo el cuerpo, fatiga, cansancio constante, déficit cognitivo y trastor-

En su tratamiento intervienen diferentes especialistas, pero no existe una formulación única para combatirla, ni un área de la medicina que esté completamente a su cargo.

Los medicamentos de primera elección para tratar la fibromialgia como la Duloxetina y la Ciclobenzaprina están por fuera del POS. Esto significa que los pacientes deben emprender acciones de tutela y llenar un papeleo especial para solicitarlos. Sin embargo, no son totalmente efectivos. Foto: Juliana Gil Gutiérrez.

nos de sueño, que se traducen en dificultad para conciliarlo y un descanso no reparador. La fibromialgia no es mortal, pero deteriora la calidad de vida, porque es crónica y el dolor siempre estará presente. Se desconocen sus causas y también cómo curarla. Sin embargo, los médicos han encontrados algunos puntos en común, cuando la diagnostican. Carlos Alberto Gallo Orjuela es especialista en Dolor y Cuidado Paliativo de la Universidad Pontificia Bolivariana y médico del Instituto Colombiano del Dolor, él cuenta que ha identificado diferentes grupos de pacientes: “unos de enfermedad autoinmune, otros son enfermedades de tipo psiquiátrico, algunos con trastornos en el metabolismo y un grupo más pequeño que es algo ficticio, o sea que caería en el contexto de lo que es un trastorno psicógeno.” En su tratamiento intervienen diferentes especialistas, pero no existe una formulación única para combatirla, ni un área de la medicina que esté completamente a su cargo. Médicos reumatólogos, fisiatras, psiquiatras, neurólogos y del dolor tratan al paciente; además, psicólogos, entrenadores, fisioterapeutas y expertos en medicina oriental. Asociaciones internacionales y grupos de universidades y hospitales estudian cómo la fibromialgia se manifiesta. El American College of Reumathology (Colegio Estadounidense de Reumatología) desarrolló en 1990 los criterios médicos que deben tenerse en cuenta para diagnosticarla y hoy siguen vigentes. En Colombia está la Asociación Colombiana de Reumatología y diferentes grupos de dolor de los hospitales, que reciben a sus pacientes. Ángela María Trujillo Moreno es psicóloga, magister en Salud Mental de la Universidad de León (Barcelona) y especialista en medicina tradicional de China. Cuenta que “cada paciente con fibromialgia es un caso individual y único” y resalta que se trata de personas a las que el estilo de vida les ha cambiado por los dolores.

M79.7: ¿Síndrome o enfermedad? La Organización Mundial de la Salud cataloga a la fibromialgia como M79.7 en la décima edición de su Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10). Sin embargo, comparte este código con otros tres trastornos: fibromiositis, fibrositis y miofibrositis. Para Miguel Mesa Nabas, reumatólogo de la Universidad de Antioquia y miembro de la Asociación Colombiana de Reumatología, no tener un código diagnóstico único, “hace que sea sumamente difícil tratarla”. ¿Por qué? M79.7 es el código que los médicos deben ingresar en el sistema, para hacer el diagnóstico del paciente y permite que su trastorno sea reconocido o no de forma oficial. Por otro lado, se considera que algunos pacientes pueden estar somatizando el dolor; es decir, convierten un trastorno psicológico en un síntoma físico y no hay un consenso respecto a si esta corresponde a una enfermedad o a un síndrome. El especialista en Dolor y Cuidado Paliativo, Carlos Gallo Orjuela afirma que esta “no cumple con los criterios de lo que significa una enfermedad”. Él explica que cualquier patología en medicina tiene una etiología que la justifica, un proceso psicopatológico que indica cómo es su curso y un cuadro clínico que corresponde a esa etiología y proceso. “Con la fibromialgia, lo que tenemos es un gran número de pacientes con los mismos síntomas, pero en contextos totalmente diferentes”, concluye Gallo. En contraste, el médico internista y reumatólogo de la Universidad de Antioquia, Carlos Jaime Velásquez Franco, afirma que, “sí existe como enfermedad”. Velásquez explica que, “para decir que hay una enfermedad se deben tener síntomas cardinales y una fisiopatología, cosas que explican por qué los


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pacientes tienen dolor y está claro que hay alteraciones neurológicas que la sustentan”. En otros términos, quien padece fibromialgia tiene una alteración en la percepción del dolor, a tal punto, que una actividad cotidiana como hacer aseo, causa dolor en todo el cuerpo. Cuando el paciente afronta una crisis de la enfermedad, puede sentir dolor con el simple hecho de que alguien los toque.

Un dolor que solo entiende el paciente La International Association for Study of Pain (Asociación Internacional para el Estudio del Dolor) define el dolor como una experiencia emocional originada en una lesión real o potencial del ser humano. La forma más sencilla de entenderlo en el contexto de la fibromialgia, es pensar en un dolor que da arriba y abajo, del lado derecho al izquierdo, por más de tres meses y sin una causa clara. A Piedad Estrada Núñez le diagnosticaron fibromialgia en 1995, cuando tenía 30 años de edad. Tenía 11 puntos de dolor, el ciclo del sueño dañado y unos anticuerpos alterados: “Se me caía el pelo y soñaba que caminaba con dificultad. Moverme era una proeza y sentía dolor en todas partes, sobre todo, en las muñecas… Era una debilidad impresionante”. Un médico cubano la formuló con Tryptanol por seis meses y los dolores desaparecieron. Pero, en 2009, después

“Un paciente con fibromialgia que no tiene acceso a un gimnasio puede hacer ejercicios con theraband, teratubos y elásticos o usando su propio peso en trabajos inestables como caminar en punticas, hacer desplazamientos levantando una pierna o laterales para fortalecer sus músculos”, asegura el Licenciado en Educación Física Gustavo Tabares Ortiz. Foto: Juliana Gil Gutiérrez.

de un cuadro de estrés, volvió a sentir ese dolor tremendo en todo el cuerpo, que no la dejaba respirar ni moverse. Tomaba pastillas para dormir, pero no conciliaba el sueño y se levantaba cansada: “Era incapaz de arreglar la casa o alzar las manos. Las cosas más cotidianas se te vuelven inmensamente grandes”. Tuvo una crisis de dolor que no la dejaba pararse de la cama y su mamá —Margarita Núñez, quien cuenta que hacía “lo que estuviera a su alcance para que mejorara”—, llamó al servicio médico de EMI a escondidas de su hija. Ese día solo la pudieron controlar con morfina. “La fibromialgia es de curso crónico e impredecible, puede mantenerse ahí quieta y no cambiar, desaparecer por un tiempo y después volver a aparecer”, asegura Jorge Alberto Arias Henao, fisiatra de la Universidad de Antioquia y médico del Hospital Pablo Tobón Uribe, adscrito al Grupo de Dolor de esta entidad. Eso le pasó a Piedad: 14 años después de su primer diagnóstico, recayó en la enfermedad. Sufrió de migraña y colon irritable. Tuvo dos cirugías: la primera para sacarle el apéndice; la segunda, para extraerle el útero, pero asegura que el dolor que siente en una crisis de fibromialgia es mucho mayor que cualquiera de estos: “Prefiero que me saquen el apéndice cinco veces o el útero, antes que tener una crisis”. Piedad cuenta que aprendió a convivir con la fibromialgia, porque “está ahí, pero yo la tengo y no ella a mí. No mata, pero sí es muy dura y si me quedo contemplándola, me tullo”. Al fin de cuentas, asegura que esta le dio una oportunidad de vida, porque la invitó a cambiar y ver las cosas de otra manera: “Yo soy más feliz después de la fibromialgia”. Para medir el dolor, los doctores usan una escala que va de 1 a 10, siendo 1 el dolor más leve y 10, el más fuerte. También aplican una serie de “caritas”, que van desde la más feliz hasta la más triste, con las cuales los pacientes señalan el nivel de la afección que sienten. El dolor es el punto de encuentro que la fibromialgia tiene con otras enfermedades, motivo por el que requiere un seguimiento constante para asegurarse de que el paciente no tenga otra alteración. Científicamente no se conoce cómo detenerlo, “el objetivo es controlarlo para lograr una calidad de vida aceptable”, según el reumatólogo Miguel Mesa. Porque, como lo afirma el fisiatra Jorge Arias, “ante una enferEl ejercicio es uno de los tratamientos que ha mostrado medad de origen desconocido, el tratamayores resultados en los pacientes con fibromialgia. Foto: Juliana Gil Gutiérrez. miento sigue siendo empírico”.

A Piedad Estrada Núñez le diagnosticaron fibromialgia en 1995, cuando tenía 30 años de edad. Tenía 11 puntos de dolor, el ciclo del sueño dañado y unos anticuerpos alterados.

Y, ¿quién trata la fibromialgia? Mesa asegura que “el problema con la fibromialgia es que no tiene un doliente que se especialice en ella y necesita de una cadena para que todo funcione”. Arias sostiene que, “ninguna área de la medicina se apersona de la enfermedad, porque en un tratamiento siempre se espera que el paciente no mejore de forma satisfactoria”. Y el médico Carlos Velásquez la considera como: “una enfermedad sin dueño”. Por fuera de la medicina tradicional hay alternativas que sí funcionan en algunos pacientes, como la terapia psicológica, hidroterapia, fisioterapia o el yoga. Incluso, el especialista en Dolor, Carlos Gallo, asegura que estas “han demostrado ser mucho más efectivas que los medicamentos, que solo funcionan en un 30 %”. La Liga Europea Contra el Reumatismo considera que la mejor forma conocida para tratarla es el ejercicio. La fibromialgia, sea enfermedad o síndrome, necesita varios esfuerzos para su tratamiento. “Lo ideal es que un paciente acuda a un grupo de apoyo, donde lo vean todos los especialistas y luego se haga un staff o una junta médica, en la que se tomen las mejores decisiones. Pero, el sistema no está preparado para eso y las instituciones tampoco”, concluye el reumatólogo Carlos Velásquez. Además, de acuerdo con el reumatólogo Miguel Mesa: “Todo el mundo quiere hacer algo, porque es un negocio que mueve dinero. El paciente con fibromialgia es ideal para vender medicamentos, porque nunca se aliviará y siempre dependerá de ellos”. Mientras no se conozca su origen, tampoco se sabrá cómo curarla. Y así, quienes conviven o intentan sobrevivir con ella, seguirán de especialista en especialista, tratamiento en tratamiento, buscando la mejor fórmula posible para curar el dolor que su cuerpo siente, pero al que la ciencia no le encuentra causa aparente, amparados en un contexto, donde aún no se tiene un consenso de quién es el más idóneo para recetar el tratamiento.

Una de las teorías más fuertes sobre su origen, indica que hay una afección en los neurotransmisores del cerebro que afectan la percepción del dolor.


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Septiembre de 2016

Las predicaciones de los testigos de Jehová se hacen desde hace más de 100 años

LA VISITA (IN)ESPERADA Natalia Tamayo Gaviria / nataliatamayogaviria@gmail.com

5 millones 200 mil horas cada día, aproximadamente, los testigos de Jehová predican su fe en Dios alrededor de 240 países, casa a casa, puerta a puerta. Todos visten con prendas formales, porque la Biblia dice que hay que tener “buen juicio y modestia”, deben de representar dignamente al Creador y por respeto a las personas a las que visitan, portan sus más presentables trajes y faldas. Llevé mi único vestido que cubre mis rodillas, para cumplir con el código de vestuario que pacté con los testigos, para salir con ellos al recorrido. Además, tuve que cubrir mis hombros con una chaqueta delgada, a pesar del sol que se insinuó en toda la ciudad, porque las mujeres deben conservar el recato y decencia con sus atuendos. La imagen que transmiten con su indumentaria es un mensaje para los que visitan. Se les llama testigos porque Dios designó así a quienes les sirven (Isaías 43). Pero, dentro de la explicación también cabe que, “el ser testigo cumple ese papel importante en el testimonio, que es básicamente como la forma de propaganda clave de los testigos de Jehová”, apunta María Antonia Arango, psicóloga y magíster en Antropología de las Religiones. Al promedio de horas que le destinan a la labor mundial de predicación y propaganda de su fe, yo solo aporté dos horas de un sábado en un recorrido por uno de los sectores de Belén Aguas Frías, un barrio veredal, a 15 minutos en carro de la Universidad de Medellín. El único transporte público que llega hasta la mitad de la montaña, que colinda con Altavista y San Antonio de Prado, es el alimentador del Metro. Iba preparada para sentir el rechazo de una puerta cerrada, hasta de baldados de agua o perros al acecho, como algunas de las anécdotas que contó mi guía, Alberto Jaramillo. No son ningunos desocupados, tal vez un poco insistentes, pero creen firmemente en que lo que hacen es porque así Dios lo quiere y no hay más compromiso que cumplir su voluntad.

La iniciación Antes de las 9 a. m., Javier, el testigo que se presentó sin apellido, estaba parado, muy cumplido, frente al Estadero Campo Alegre, para hacer su predicación semanal de los sábados, por el sector que le corresponde a su congregación, la de Aguas Frías, un sector con 70 testigos adscritos. Nos le unimos Alberto Jarami-

A unos cuántos metros, al tiempo que los predicadores concluían, sonó una ranchera seguida por el vallenato que sentencia: “Paciencia, paciencia, eso es lo que me dicen todos mis amigos”.

llo, anciano del mismo grupo de reunión, y yo, a la espera, antes de comenzar con el protocolo de la práctica. Los ancianos en realidad no todos son ancianos. Son hombres que tienen en sus manos la responsabilidad de pastorear sus congregaciones. La edad está supeditada al hecho de que deben estar casados, bautizados en la religión, por al menos 5 años y cumplir con unos valores que se dictan en los libros bíblicos de Timoteo y Tito. Javier, le presento a Natalia, ella estudia en la UPB Comunicación y Periodismo. La sucursal le dio permiso para hacer un recorrido con nosotros, va a escribir sobre la predicación. ¡Ah, qué maravilla!, bienvenida, Natalia. Estos recorridos son algo muy bueno. Alberto, el anciano, y Javier esperaron por lo menos a otras ocho personas más, entre ellas mujeres, jóvenes y niños. Ninguno se presentó. Otros motivos los alejaban de su convicción como creyentes, de salir a compartirles a los demás los mensajes de Dios. Los tres dimos inicio a la Consideración, charla previa de motivación. Leyeron Hechos, capítulo 17, versículo 30 y 31. Como a Javier se le dificulta leer en voz alta, fui yo quien lo hizo, mientras él me seguía el ritmo. Alberto dio la impresión de no necesitarlo, porque sin titubeos, ni pausas para pensar, recomendaba pasajes bíblicos sin ninguna pista: “Revelaciones 12, capítulo 12-10: le hablé sobre Jesucristo como representante del Reino”, “Revelaciones 14, 1, da al número 144 mil como la cifra de quienes gobernarán en el cielo”. Con su experticia en la Biblia le preguntó a Javier y este respondía literalmente, sin ninguna interpretación más allá a lo escrito. Educación divina es el gran problema que carecen los humanos, concluyeron a partir de los pasajes que leyeron y por eso, ellos se dan a la tarea, como compromiso cristiano, de predicar por toda la geografía del globo terráqueo. A unos cuántos metros, al tiempo que los predicadores concluían, sonó una ranchera seguida por el vallenato que sentencia: “Paciencia, paciencia, eso es lo que me dicen todos mis amigos”. ¿Qué mensaje implícito envió Dios con tanta casualidad en un solo escenario? Cinco minutos de oración, sin la bendición, en la que le agradecen a Jehová. Después del protocolo era hora de comenzar, a las 9 y 22 minutos, sin nadie más unido de la congregación, emprendimos camino, ese que ellos ya se saben de memoria, porque sagradamente llegan hasta allí los sábados.

Alfredo y don Amado durante la sesión de alfabetización, que hace parte de las actividades en los recorridos. Foto: Natalia Tamayo Gaviria.

La predicación “Natalia, ¿a usted le parece que vayamos donde una señora que la vez pasada nos pidió la revista, aunque donde ella vive no sería la zona que corresponde hoy para predicar?”. No me importó. El cambio dinamizó el recorrido y borró toda preconcepción que tenía. La singularidad de mi recorrido fue una suma de la ausencia de otros testigos, la recepción de un 90 % de las casas que tocamos y las conversaciones que se entablaron, como si se tratara de algún amigo que está de visita. Muchos de los caminos de acceso para las casas son difíciles: lomas empinadas, caminos pedregosos, empantanados, minados con excrementos de perro. El de Mary Luz, la vecina, lo es; para esos casos, los hermanos de edad o con algún problema para movilizarse pueden seguir la predicación por vía telefónica o correo electrónico. Para ellos no hay barreras para cumplir con las peticiones de Jesús: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del

Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado”, como se lee en el capítulo 28 el evangelio según San Mateo. A esto responden las estrategias de propaganda que se incluyen también en la traducción de su página web, en más de 800 idiomas, con apoyos audiovisuales para quien no prefiere leer.

Puerta a puerta Vecina, Mary Luz, ¿cómo me le va?, ¿cómo siguió su hijo de la quemadura? Mi esposa no pudo venir hoy, pero le manda saludos. ¿Recuerda que la vez pasada, que nos vimos, me dijo que quería la revista? Aquí se la traje, ¿me regala tres minuticos conversamos? En menos de tres minutos, Alberto la convenció de que los malos hábitos (tema del mes de la revista: ¡Despertad!) hay que cambiarlos, así como cuando su mamá, quien fumó durante 50 años, leyó la Biblia y entendió que eso no era lo que quería el Creador. Salimos del patio delantero de su casa, que por ser sábado, no era patio,


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sino tendedero de ropa, hacia donde doña Aracelly, a dos casas de allí. La casita de rejas azul cielo con blanco, combinó con la mañana despejada, que hacía caer el sol directamente sobre los poros, para hacer sudar a los peregrinos que transitábamos debajo de él. Los caminos son pendientes, estrechos o, por el contrario, abiertos, evocadores de la vida en el campo. Las fachadas de las casas son sencillas, iguales a quienes las habitan. Cada una de sus matronas aprovechó el día cálido, para secar la ropa, que estaba húmeda por el aguacero del día anterior. Tanto en la casa de Aracelly, Virgelina y Alberto, el anciano, que carece de timidez, pregunta por cada miembro de las familias con nombres propios, de alguna ocurrencia de la visita pasada o les cumple la promesa de llevarles la última revista. A Alberto Jaramillo no le falla la memoria. “Nos preocupamos por aprendernos el nombre de cada persona, porque eso dice que nos importan. Muchas veces los anotamos en una libretica e indicamos de qué casa son”. Los testigos de Jehová, además de predicar, ofrecen cursos gratuitos bíblicos y, si es el caso, de alfabetización, para motivar al alumno a leer la Biblia, encontrar el versículo de Juan sobre Dios es amor (1 Juan 4:8) y a escribir sobre Jehová y Jesús. Las clases se hacen por medio de arreglos anunciados, que se pactan con el estudiante que las solicitó. Natalia, Javier, vamos donde don Amado a ver si nos puede atender, aunque no hayamos hecho arreglo con él. Yo quiero que vea cómo son las alfabetizaciones. La casa de bahareque de Amado era la última del caserío, tenía la mejor vista, porque limitaba con el risco de la montaña. El aprendiz aceptó la visita inesperada, para practicar por 10 minutos las vocales y la escritura de su nombre. ¿”U” de qué?, don Amado. Uña. “O” de orar, como cuando nos acercamos a Jehová. En su cuaderno, con letra de niño de prescolar, escribió lentamente lo primero que aprendió: Amado Carriaza, pero su motivación para hacerlo es la segunda palabra que logró copiar: Jehová. El oriundo de Chigorodó y testigo en proceso, quería aprender para poder entender mejor lo que leían en las reuniones de la congregación, a las que iba con su esposa. La alfabetización no fue más que un repaso breve y una revisión a las planas consignadas en el cuaderno. Don Amado, ¿qué le parece si repasamos algún punto que lo anime espiritualmente? Natalia nos lee. Reflexionan acerca de la vida eterna (Rev. 21, 3-4) y Alberto se despide con una pregunta que confirma la labor de los testigos, no solo de alfabetizadores, sino de evangelizadores por medio de prácticas escolares. Don Amado, ¿a usted le gustaría predicar? Sí, pero cuando sepa leer para saber qué decir. Por fin nos acercamos a una vecina desconocida para el anciano. Los métodos que usa para congeniar con el otro, parecen sacados del libro Cómo ganar

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El foco del trabajo de los Testigos de Jehová es la divulgación de los mensajes contenidos en la Biblia, apoyados en un gran sistema de medios y herramientas de comunicación. Foto: Natalia Tamayo Gaviria.

amigos e influir sobre las personas de Dale Carnegie, desmiente mi hipótesis, aclarando que las aptitudes las trabajan dentro de las reuniones de la congregación. “Es difícil encontrar sonriendo a una persona hoy”. Con el cumplido, Nohelia, sin ninguna resistencia o mala cara, concedió su tiempo. Hablaron aproximadamente 10 minutos sobre los malos hábitos, la juventud, las buenas intenciones y hasta sobre el acento neutral de Alberto. Partimos por el mismo camino que nos llevó hasta allí. Tocaron en dos casas ‘amigas’, Alberto encomendó los saludos que envió su esposa, que no pudo predicar y a nombre de ella, prometió visitar dentro de una semana a Virgelina, a quien acababan de realizarle una cirugía de corazón abierto. Alberto, su tocayo, le contó sobre su matrimonio, familia, la inseguridad que está teniendo la zona los fines de semana, la juventud y los demás temas, que llevaba preparados el anciano gracias a las revistas. Tocaron la puerta de tres personas más, para dejar las revistas, solamente una se negó a escucharlos y recibirlas. En casos en que los inquilinos piden no volver a molestarlos, ellos los georeferencian en sus mapas y cumplen sus deseos, hasta pasados dos años, para intentarlo de nuevo. O si el caso incurre en que nadie se encuentra en casa, van preparados con una carta que tiran debajo de las puertas, en la que incluyen un folleto y el mismo discurso con que debían de predicar en

agosto: Alguna vez se ha preguntado: ¿Cree usted que la Santa Biblia es la palabra de Dios? La predicación terminó para esos dos testigos ese día, cumplieron con su compromiso de repartir las buenas nuevas de Dios, que se llevan haciendo desde hace más de una siglo, cuando se consolidaron como religión. “El contexto de la aparición de religiones como los testigos de Jehová es un desencantamiento por las religiones tradicionales. Estas personas buscaban nuevas alternativas que mejoraran sus relaciones con lo divino. Versiones actualizadas, mucho más cercanas, con un nuevo valor en lo sagrado”, precisa María Antonia Arango. Esto facilitó que un grupo de estudiantes en Pensilvania, liderado por Charles Taze Russell, entre 1860-1870, se inquietara por las enseñanzas del catolicismo sobre la Biblia y reexaminaran su evangelización. Comenzaron con la primera publicación del Atalaya, en julio de 1879, con el propósito de ser una organización sin ánimo de lucro. Evolucionaron, hasta tal punto que ahora son una religión, que nació sin pretensión de serlo, con presencia en 240 países y más de 8 millones 220 mil testigos, que siguen creyendo que “Dios quiere que el mensaje le llegue a todos, que todos los seres humanos se beneficien lo que él ofrece en la Tierra”. Terminó la jornada sin ningún imprevisto, sin eventualidades que yo supondría ver: personas con caras de “otra

“Es difícil encontrar sonriendo a una persona hoy”. Con el cumplido, Nohelia, sin ninguna resistencia o mala cara, concedió su tiempo. vez estos por acá” o de caras largas, que se hacen las que no están en casa. Por el contrario, al igual que los testigos, son gente amables, que su disposición es igual a la de sus puertas: abiertas. Por fin, después de más de dos horas de recorrido, expuesta al sol de 10 y 11 de la mañana, me quité la chaqueta que cubría mis hombros. Me despojé de los prejuicios y las ideas sin conocimiento de causa de todo católico y del recato del que explicita la Biblia, con el deseo de llegar a casa, para ponerme unos shorts. A pesar de que son propagandistas por excelencia, de todas sus predicaciones, en especial, el del vestir con moderación, para no “enviar un mensaje que no se quiere dar”, no lograron permearme.


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RASTROS

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Tras el rastro de “muelas”, “ladrillos” y “confites”

EL HOGAR DE LOS LIBROS LEÍDOS Cristian Camilo Cifuentes Salazar / cristian.cifuentes@upb.edu.co

Pasta gruesa, palabras intactas y hojas amarillas por los años, así son los libros que tras los pasares de páginas y de dueños, encuentran un sitio que será su hogar durante un tiempo, en el que se sentirán en familia. Centenares de capítulos, versiones, tomos y autores los recibirán con una historia por contar: la del Centro Comercial del Libro y la Cultura.

Fue el 15 marzo de 1991, el día en el que se fundó el Centro Popular del Libro; un espacio idóneo para los vendedores de libros informales, los libreros y los bohemios de finales de siglo; con esfuerzos de la Alcaldía de Medellín, Fenalco y la Asociación de Vendedores de Libros de Antioquia (Avelan), fundada en 1973 por los comerciantes, que estuvieron ubicados en la Plazuela Uribe Uribe y el parque Berrío, el cual luego abandonaron para trasladarse a Junín. Para finales de los 80, los comerciantes se convirtieron “en un problema de espacio público”, según cuenta Yeison Bedoya, representante legal de Avelan y dueño de la Librería 14, que aunque no vivió por experiencia propia estas situaciones, las conoce muy bien por boca de su padre. Para entonces, las organizaciones oficiales que se comprometieron en el proceso, dieron con un lote estratégicamente ubicado en el medio de las locaciones, a las cuales estaban acostumbrados.

Sin embargo, su legado aún se conserva en el pasaje y en un edificio construido en 1943, que responde a las cualidades de las construcciones que anteceden el movimiento moderno arquitectónicol que se vivió en Medellín, con la eliminación de la ornamentación de las fachadas, superficies lisas, llenos de luz y simplicidad. Entre ese segundo tramo, en el que se escogió la sede de los libros, también se encuentra el Restaurante Bar Colón, en toda la esquina de Ayacucho con La Bastilla. Desde afuera se alcanza a ver La Niña, La Pinta y La Santamaría pintadas en un cuadro. Otro punto de encuentro obligado para los amantes de una buena copa, una charla larga o una bandeja paisa. Así, entre historias de la Villa de La Candelaria y los caminares de ciudadanos apresurados, se ha agregado al Pasaje La Bastilla, como también se le conoce al centro comercial, a la lista de lugares para visitar en el centro de la ciudad.

La Toma de la Bastilla, el lugar para el hogar

Ampliación: llegada y abandono del centro comercial

Ese “solar baldío” como lo recuerda Augusto Bedoya Ángel, librero de oficio y dueño de la librería Pigmalión, está ubicado en el tramo medio de La Bastilla, entre Colombia y Ayacucho, siendo los otros dos entre La Playa y Colombia y Ayacucho y Pichincha. La calle fue bautizada así por el Café La Bastilla, fundado en 1920, en La Playa con Junín, sede de tertulias de escritores, como Tomás Carrasquilla; poetas, como León de Greiff; y artistas, como Pedro Nel Gómez y Efe Gómez, además, de ser vecino del teatro que le dio paso al edificio Coltejer. El café, en honor a la Toma de la Bastilla francesa, ocurrida el 15 de julio de 1789, se convirtió en uno de los sitios más visitados por los intelectuales, políticos y universitarios de la época, hasta finales del siglo XX, cuando cerró.

El lugar del viejo pasaje La Bastilla es un referente de ciudad. Foto: Cristian Cifuentes Salazar.

“Yo llegaba de estudiar y muchas veces mi almohada fueron libros. Mi casa hizo de bodega en muchas ocasiones y allí estaban, a mis pies”, cuenta Yeison, mientras recuerda que durante toda su vida estuvo rodeado de libros, gracias a Librerías Unidas, el local con el que su padre se comprometió hasta sus últimos días y en el que la historia del lugar era tema de conversación. En los inicios, eran 56 locales comerciales, 11 años después, en el 2002, cuando la Administración pasó a manos de Espacio Público, se buscaba un sitio en el cual reasentar a los comerciantes de artesanías. La ubicación escogida ya inspiraba arte: el Centro Popular del Libro. En el 2003, se terminó la ampliación para los artesanos, ofreciendo 44 oportunidades, en tres pisos adecuados para los venteros. Desde ese momento, el pasaje tomó el nombre con el que se le conoce actualmente. La propuesta no tuvo tanta acogida como se esperaba. Los nuevos habitantes del lugar empezaron a notar bajas ventas y tres años después, se trasladaron al Bulevar Artesanal San Antonio, donde se encuentran ubicados hasta el día de hoy. Fue por eso que se dio paso a la apertura de oportunidades para los libros en el centro comercial, llegando nuevos vendedores y libreros a ampliar la propuesta. Uno de los beneficiados

Un incendio reciente ha obligado al cambio de la madera que hace parte de las estructuras de los locales. Foto: Cristian Camilo Cifuentes Salazar.

fue Augusto, quien lleva seis años en el segundo piso, donde nació su librería, siendo anfitrión de conversaciones con universitarios, en donde “arreglamos el país y lo desbaratamos”. Su primera experiencia con los libros fue a través de sus padres, unos “lectores impenitentes”, que le transmitieron la inquietud por la lectura, que se vio reforzada con la “grata fortuna” de trabajar en la Librería Bolívar, hace 47 años, “una de las más destacadas de la ciudad, que entre otras cosas, eran tres”; una en Maturín, otra en Ayacucho y otra en Juan del Corral, “que se acabó hace poco, la última que quedaba”. Una vida ligada a la literatura, venta y compra de los impresos, además de los siempre recomendados, como las obras del escritor y periodista británico G. K. Chesterton —que no le duran nada en la librería—, es un ejemplo de lo que es vivir de los libros y amar lo que se hace. Gilberto Galvis, librero de tradición, es otro de los apasionados. Además, es dueño de El Peregrino, una de las librerías que se vieron afectadas por un incendio ocurrido en marzo de este año, que llevó a pensar en una remodelación de la infraestructura de los locales, cambiando la tradicional madera a un material mucho más resistente. Por ahora, tres locales, entre ellos el de Gilberto, sirven de modelo para la reestructuración, que “comenzará a mediados de septiembre”, apunta Yeison, a la vez que menciona dos de los retos a los cuales se ven enfrentados constantemente: dignificar el libro, “porque genera una experiencia de vida que no es superficial”; y dignificar el centro comercial, “frente a la desesperanza que vive la ciudad, al ver cerrar las mejores librerías”.

El futuro del histórico lugar está en manos de ellos: los venteros y libreros, además de las organizaciones oficiales. Desde la Gerencia del centro, Pilar Velilla, comenta que ante la falta de control de las administraciones municipales, actualmente se “está en la búsqueda de acciones que parten de un registro y una evaluación del comportamiento de estos centros, incluido el del Libro y la Cultura, intervenciones físicas, modelos de administración, entre otros aspectos”, para generar cambios antes de finalizar el año.

Un ritual para el recién llegado Empastar, encuadernar y lijar son algunos de los retoques por los que pasará el libro, al llegar al Centro Comercial del Libro y la Cultura, allí los vendedores de libros y libreros buscarán hacer de un clásico, todo un contemporáneo con las técnicas de recuperación y restauración, que entre ellos mismos se van transmitiendo. Las muelas, que son los libros más apetecidos por los asiduos compradores; los confites, esos tomos pequeñitos, que en su mayoría son cuentos y los ladrillos, que son robustos y de buen tamaño, van llegando a los estantes de los locales, producto de una experimentada transacción comercial. Y después de conocer lo que fue su hogar por algunos minutos, días o hasta años, el libro sale del pasaje La Bastilla, a veces en bolsa y otras veces no, pero siempre con una tarjeta interna, que recuerda cuál fue la librería que lo acogió durante ese tiempo.


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La cifra crece y el valor baja

CEROS A LA DERECHA Alejandra Ceballos López / Alejandra.ceballosc@upb.edu.co

Hace dieciséis años, los diferentes periódicos nacionales publicaban páginas enteras dedicadas a la emisión de un nuevo billete, el de 50 000 pesos. Se hablaba de la reacción de la ciudadanía, la posibilidad de eliminar tres ceros en las denominaciones del peso y de la preocupación general de las personas, ante la inseguridad y el “encarte” que supondría cargar con un billete de tal magnitud. Hoy la cifra es el doble y la historia es la misma.

Han pasado poco más de tres lustros, desde el momento en que se imprimió por primera vez el billete de 50 000 pesos. Hoy, Colombia cuenta con un salario mínimo e ingreso per cápita de más del doble que en el 2000. Por estas razones, el ex codirector del Banco de la República, en declaraciones para el diario El Tiempo, señaló la inminencia del primer integrante de una nueva familia de billetes. Las reacciones se repiten. Desde el día que se anunció la circulación del billete de cien mil pesos, la expectativa crecía. Todos se preguntaban qué iba a pasar, cómo sería tener uno en las manos. Los tenderos esperaban con miedo tener que recibir cien mil en una sola hoja de papel moneda. “¿Y si es falso?” “¡No!, y uno, ¿con qué devuelve?”. Eran las expresiones que se escuchaban en la calle constantemente. Por su parte, los economistas también opinaban. John Jaime Bustamante, profesor de economía de la Universidad Pontificia Bolivariana, afirma que en la teoría está dicho que una mayor cantidad de billetes o dinero en circulación, implica una mayor posibilidad de gastos, por lo tanto, aumenta la demanda y con la misma, la inflación. Pero, no es tan cierto. A la hora de la verdad, las personas no perciben el impacto que tiene este nuevo billete en la economía. “La macroeconomía es una cosa, pero uno se pone a ver y uno ni lo percibe. Por ejemplo, yo nunca he visto uno de los nuevos billetes”, dice Bustamante, mientras sus compañeros de oficina asienten reafirmando su postulado. Entonces, si ni siquiera se conoce el billete de cien mil, ¿cuál es el propósito del mismo?, ¿realmente afecta las finanzas de las personas? Hay que tener en cuenta que, uno de los argumentos del Banco de la República es que las transacciones que se hacen ahora en el país, se dan por sumas muy superiores a hace 16 años, lo que implica que serían necesarios billetes de mayor valor, para poder llevarlas a cabo con más facilidad. Pero, este aumento no se explica solo con el nivel adquisitivo, sino también con la inflación. Mientras en Estados Unidos, donde hace casi 100 años no se expide un billete nuevo, la inflación es inferior al 1 %; en Colombia, actualmente es del 6.7 %, la más elevada en siete años. Esto implica, que los billetes cada vez alcanzan para menos.

John Jaime Bustamante asegura que el valor psicológico de los billetes es cada vez menor. Sentimos que un billete alcanza para mucho menos de lo que alcanzaba antes. Por ejemplo, los estudiantes se quejan de que antes con $2 000 se lograba comprar la lonchera, pero que ahora no alcanzan para lo mismo. Son dieciséis años, pero el panorama es el mismo. Se habla de la eliminación de los tres ceros al peso colombiano, de la inseguridad de cargar con un billete de tan alta denominación en el bolsillo y del impacto psicológico que tiene para las personas, el hecho de que Personajes de la cultura, la ciencia y la política, además de elementos su sueldo se pueda resumir en poco de la biodiversidad colombiana, hacen parte de los diseños de la nueva más de seis billetes. familia de billetes. Foto: Banco de la República. Por otro lado, están la escasez y novedad del billete, que generan en las personas de plástico. El problema, es claro: la inseguridad y la ansias por poseerlo. Yesid Valencia Arboleda, posibilidad de recibir billetes falsos, que si existía con dueño de un bar de Medellín, por ejemplo, decidió billetes conocidos, mucho más fácil sucederá con billeque en el sueldo de cada uno de sus empleados tes que nadie conoce. incluiría al menos un billete de cien mil, para que los El caso de Yesid es uno entre mil. La mayoría de pudieran conocer. las personas siguen sin conocer el billete de cien mil Los reclamó en Bancolombia, envolvió el “fajo”, y, mucho menos, los de veinte o cincuenta mil, recién se lo mostró a todos sus conocidos antes de entregar- lanzados a circulación. Sí, muchos han tenido la oporlos y luego se los dio a los trabajadores. Él se quedó tunidad de verlos, pero no de utilizarlos. con unos, para realizar transacciones, para mostrársePor ejemplo, Mari Luz Ochoa, trabajadora de los a los demás y para guardarlos un tiempo. una papelería, dice que sí los ha tenido en sus manos, “Los tuve hasta que necesité usarlos, pero es pero es solo porque sus amigos se los han mostrado. muy complicado, por ejemplo una vez en un banco me “Son muy lindos, especialmente el de veinte, que palo rechazaron, era un BBVA y me dijeron que no habían rece como antiguo”, dice Ochoa. recibido la capacitación para recibir el billete, por lo Otros aseguran que son muy feos, que se que no me lo podían recibir”, cuenta Valencia recor- vuelven viejos muy fácil. Mateo Correa, barista de dando su experiencia. café Lienzo en Manizales, asegura que tampoco los Siendo así, sería más práctica la bancarización, ha visto, pero que le genera mucho temor recibir un que es el supuesto propósito del país. No habría que billete falso. preocuparse por billetes falsos, porque se los roben o Ante ello, el Banco de la República ha creado porque no haya devuelta. una aplicación llamada “la nueva familia”, que Sin embargo, volviendo a la comparación, en pretende, a partir de cinco pasos básicos, asegurarles a Estados Unidos, el 94 % de la población tiene cuentas los ciudadanos la identificación de los nuevos billetes. bancarias, mientras que en Colombia, esta cifra, según El procedimiento consiste en tocar los relieves; poner el Banco de la República, equivale únicamente al 74 % a contra luz, para observar marcas de agua; girar para de la población. Sin embargo, hay mucha gente que así observar cambios de color; observar la fluorescencia tenga la cuenta, evita usarla. y comparar el billete entregado con una imagen Para el presidente de Asoban- de la aplicación. caria, la emisión del billete solo obsEl billete de color verde, el rostro de Carlos taculiza la bancarización y promueve Lleras Restrepo y la imagen del Valle de Cocora han la ilegalidad y la informalidad. Pero, suscitado varias reacciones. Edgar Dario Ángel, por según Mauricio Reina, investigador de ejemplo, lo recibió en su almacén de camisetas en El Fedesarrollo, en declaraciones al dia- Hueco. “Me lo entregó un conocido, para pagarme vario Portafolio, la inexistencia del nuevo rias camisetas, fue solo porque me lo entregó él, o, si billete tampoco sería un impedimento no, no lo hubiera recibido. Sin embargo, fui donde vapara la ilegalidad o la informalidad, esta rios compañeros para que me dijeran si era de verdad, seguiría su curso normalmente. Por el ellos ya habían tenido algunos”, dice. contrario, medidas como el cuatro por También, cuenta que lo guardó un tiempo para mil, sí son algunos de los factores que “chicanear”, (dice mientras lamenta no haberle tomaobstaculizan la bancarización, pues des- do una foto) y luego, en otro negocio se lo entregó a motiva a la ciudadanía a tener el dinero un amigo. en el banco. Ya van tres billetes lanzados y muchos siguen Mientras tanto, siguen apare- sin conocer siquiera el primero. Parece claro que esciendo en Colombia lugares donde solo tos cambios no afectan mucho la economía a pequeña A la imagen del expresidente Carlos Lleras Restrepo, en cumplimiento de reciben efectivo o donde los descuentos escala. No quedan más que la expectativa y el miedo una Ley que ordena rendir tributo a su obra como mandatario y político, el solo aplican para aquellos que paguen a recibir un billete y poder entregarlo en una transacbillete de cien mil pesos retrata elementos del Valle del Cocora y la palma de con papel moneda, en lugar de dinero ción. ¿Pánico económico? cera. Foto: Banco de la República.


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GRÁFICO

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El cementerio libre de Circasia

LOS LIBREPENSADORES SE ENTIERRAN MIRANDO AL CIELO Manuela Gómez Walteros / manuelagomezw@gmail.com

En 1928, ante la prohibición de la Iglesia Católica de enterrar en sus cementerios a aquellos que no fueran fervientes devotos, se decidió crear un espacio para el descanso de los librepensadores: el Cementerio Libre de Circasia.

Busto del fundador del cementerio, Braulio Botero Londoño (1903-1994). “Alumbro cual antorcha vibrante el tortuoso camino de la libertad”, es la frase del escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal, que se puede leer en la base de la escultura. El busto está inspirado en la leyenda del ave Fénix: “el Fénix muere para renacer con toda su gloria”.

En el Cementerio Libre se prohíben las flores y las cruces. Son pocas las celebraciones de misas. No está adornado por santos y sus epitafios son escasos. El lugar es un homenaje a la capacidad que tiene el ser humano para obrar según su albedrío. Está ubicado en Circasia, Quindío; municipio conocido como la tierra de hombres y mujeres libres.

Las puntas negras ubicadas sobre los mausoleos, cuentan las horas en este lugar, un reloj de sol, que al juntarse formarían el símbolo masónico: una escuadra y un compás.

“Después de que Enrique Olaya Herrera ascendiera al poder en 1930, el Cementerio Libre de Circasia se convierte en un símbolo de identidad para los liberales. Si usted quería ser un buen liberal, usted debía ir al Cementerio Libre y allá dar sus discursos políticos”, explica Diego Bernal, secretario permanente de la Red Iberoamericana de Valoración y Gestión de Cementerios Patrimoniales.

Encuentre más detalles de este reportaje en la sección Gráfico de nuestra página Web: periodicocontexto.wix.com/contexto

“El Cementerio Libre es un monumento permanente a los librepensadores. Yo he sido siempre un librepensador. Elegí ese lugar, porque me permiten enterrarme parado, pues nunca he doblado la cerviz y no pienso doblarme después de muerto”, dice el escritor valluno Gustavo Álvarez Gardeazábal, sobre su deseo de ser sepultado en el Cementerio Libre de Circasia.


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