PERIÓDICO ALMA MATER 575 ABRIL 2009

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Charles Robert Darwin 200 años después es un concepto surgido en medio de la Revolución Industrial y del optimismo del capitalismo y el imperialismo británico. Uno podría preguntarse si la evolución tiene algún sentido. El silencio de Darwin es pasmoso, más aún, el progreso, ¿en qué consiste? El tranquilo mundo de la época se vino a pique, pues ¿cuál es la finalidad de la existencia? ¿progresar? La manera de creer que la humanidad estaba destinada a ser feliz y vivir a plenitud en un mundo aburridamente tranquilo y predecible es cuestionada en sus cimientos por Darwin. La teoría del científico inglés arremete mordaz y contundentemente contra el mar de certezas en que se vivía y reduce toda explicación a los hechos materiales. El viejo adagio de que polvo somos y en polvo habremos de convertirnos, cobra sentido en la obra de Darwin, pues el científico nos recuerda nuestra conexión permanente y milenaria con la naturaleza: somos producto de ella. Por esto, Darwin fue inmediatamente acusado, una vez publicado El origen de las especies, de haber sido el principal agente y promotor de una filosofía excesivamente materialista y pesimista que destruyó los valores y creencias tradicionales y de haber sumido el mundo en una anarquía total al arremeter contundente y mordazmente contra el finalismo y la teología natural, paradigmas imperantes en la época.

Por Luis A. R. Vidal Profesor Departamento de Antropología Universidad de Antioquia luisvidales@gmail.com

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA • Nº 575 • Medellín, abril de 2009

Cultura

Si un hombre atravesara el paraíso en un sueño y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano… ¿entonces, qué? Samuel Coleridge.

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Este año se celebran 200 años del nacimiento de Charles Darwin y 150 años de la publicación de El origen de las especies, su obra más significativa. En Inglaterra se realizan festejos que han dado comienzo con el lanzamiento de una estampilla que conmemora al célebre científico, además de conferencias, seminarios y reedición de sus obras. A esta celebración se adelantó la Universidad de Cambridge al poner en la red el año pasado la página donde se pueden consultar todas sus obras y ver las aproximadamente 90.000 fotos sobre Darwin y su época. Un trabajo monumental que llevó años de trabajo*. Es importante decir aquí que nos encontramos frente a un genio, un hombre como pocos en la historia de la humanidad que llevó al extremo la observación y el trabajo; una figura vital para comprender nuestra época, nada más pensar que “las modernas discusiones sobre el futuro del hombre, la explosión demográfica, la lucha por la existencia, la finalidad del hombre y del universo, y el lugar del hombre en la naturaleza, se basan en Darwin”, anota Janet Browne, la biógrafa oficial y definitiva del célebre científico inglés.

¿Quién fue Charles Darwin? Los orígenes de Darwin son conocidos, bien por lo que dijeron los otros de él, bien por lo que nos cuenta el propio Darwin en la autobiografía que escribió para sus hijos en 1887 y que fuera publicada cinco años después de su muerte por su hijo Francis. La autobiografía nos recuerda a un niño travieso al que el padre le reprochaba ser eso: un holgazán que se la pasaba cazando y haciendo travesuras, un lastre para la familia. Los biógrafos de Darwin han recalcado lo suficiente sobre su parentesco por línea paterna, y se desdeña con aterrador silencio la línea materna. Susannh Wedgwood, su madre, era hija del famoso ceramista Josiah Wedgwood. El dato podría resultar baladí, pero no lo es a juzgar por la polémica que alentó la publicación de El origen de

las especies. En efecto, últimamente se ha dicho que uno de los objetivos del libro fue servir de acicate para acabar con la esclavitud de la que fueron víctimas aproximadamente 25 millones de africanos. La conexión con Josiah Wedgwood es la siguiente: el ceramista fue un apasionado devoto de la abolición de la esclavitud en todo el imperio, de hecho diseñó un botón en este material para llevarlo en los atuendos de la época como se llevan hoy día insignias contra las corridas de toros o el consumo de carnes. La idea de que Darwin fuera sensible a la esclavitud no se presta a dudas, nada más leer en su diario a bordo del Beagle el profundo dolor que sintió cuando al levantar la mano en Brasil para pedir un favor a un esclavo, éste se arrojara a sus pies pidiendo perdón; pero que ésta fuera la razón para la publicación de El origen de las especies, está aún por probarse. Charles Robert Darwin nació el 12 de febrero del 1809 en Shrewsbury1. Médico frustrado que huyó del hospital de Edimburgo apenas ver la operación a un chico, dice él que mal hecha. Hasta ahí las ínfulas de ser médico como su abuelo Erasmus. De este primer fiasco Darwin recordaría: “Tras haber pasado dos cursos en Edimburgo, mi padre se percató, o se enteró por mis hermanas, de que no me agradaba la idea de ser médico, así que me propuso hacerme clérigo” (1993: 24) ¡Cuánto hubiera dado la Iglesia porque Darwin se hubiera hecho clérigo a juzgar por los acontecimientos que habría de desatar la publicación de El origen de las especies! Él mismo comentaría en la Autobiografía: “Considerando la ferocidad con que he sido atacado por los ortodoxos, parece cómico que alguna vez pensara ser clérigo” (1993: 25)

Darwin, darwinismo y evolución Generalmente se suele pensar en evolución y darwinismo como si se trata de lo mismo, y la verdad no es así. Digamos que el darwinismo es una de las muchas teorías para explicar la evo-

lución y el cambio de los organismos. Cuando se dice darwinismo realmente no se dice gran cosa porque el darwinismo no es una teoría unificada. El darwinismo se ha entendido también como anticreacionismo por una razón aparentemente simple: Darwin, tal vez muy a su pesar, atacó los cimientos del creacionismo al proponer que las diferentes especies de seres vivos, todos, tenemos un origen común y que el ser humano, el bicho más amado y perfecto del rebaño judeo-cristiano, difiere poco de otras bestias y seres de la tierra. Podríamos acordar en principio que el darwinismo es la teoría de Darwin para explicar y dar cuenta de la evolución, que puede ser entendida como una antiideología en la medida que desafiaba, y desafía, el status quo, al socavar la supuesta superioridad y desigualdad entre los humanos. De ahí que muchos sostengan que Darwin trataba de fundamentar científicamente la igualdad de la especie humana, y que las diferencias entre negros, mestizos y blancos, y entre mujeres y hombres era absurda. Otro punto importante en esta discusión es la relación que se suele trazar entre darwinismo y evolucionismo entendidos como progreso. Éste

Darwinismo, creacionismo y El origen de las especies Es un hecho que la iglesia anglicana, y seguramente la católica, apostólica y romana, tuvieron, y tienen en Darwin una figura incómoda y molesta, un contrincante sin igual y en todo el sentido de la palabra: seguro que más de un sacerdote y teólogo ha perdido noches enteras buscando la piedra filosofal para responder a algunos de los planteamientos hechos por Darwin y sus seculares discípulos, en especial la nueva trinidad que se formó en torno a él: Lyell, Huxley y Hooker. ¿Pero fue Darwin consiente de ello al publicar El origen de las especies? Con seguridad que esto no fue algo que él hiciera adrede, pero como no podía ser de otra manera, tocó de forma directa el campo de la iglesia anglicana y romana. Los terrenos de la fe, tan celosamente cuidados por siglos, comenzaron a tambalear abruptamente después de la publicación en 1859 de El origen de las especies. Sin inquisidores, ni brujas a quien echar a la hoguera, la nueva herejía ocupó las mentes más brillantes de la época, pues prácticamente después de la publicación de El origen de las especies, toda una sociedad se vio discutiendo al unísono del evolucionis-


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