Investigación
Nº 663, UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Medellín, abril de 2017
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Un estudio realizado por Tatiana Correa Herrera, candidata a Doctora en Ciencias del Mar, revela no solo la importancia ecológica de los hábitats estuarinos del delta del río Atrato, sino también la presencia de microplásticos que denota la contaminación acuática de este valioso ecosistema para los peces y las comunidades que viven en los pueblos costeros del golfo de Urabá.
Por LINA GALLO BENÍTEZ
Periodista de la Corporación Académica Ambiental comunicacionesambiental@udea.edu.co
E
s frecuente encontrar troncos de árboles amarrados flotando en el delta del río Atrato o encallados en las playas de municipios como Turbo, que revelan la extracción forestal intensa en el Chocó. “Viajan” por el río, que nace en una de las regiones más lluviosas del mundo, en la estrella hidrográfica de los Farallones del Citará, y que atraviesa casi todo el departamento chocoano y recorre la cordillera occidental andina mientras 150 cursos de agua acrecientan su caudal, a lo largo de más de 700 kilómetros, hasta desembocar en el golfo de Urabá con alrededor de 4.900 m³ de agua por segundo. Sus aguas aportan nutrientes y organismos al golfo, pero también unos 11 millones de toneladas de sedimentos al año. Gracias a la ubicación de la desembocadura en sentido sur-norte, amortigua los oleajes generados por los vientos alisios, tomando el delta del río Atrato la peculiar forma de pata de ave.
Ecosistema estuarino En el ecosistema estuarino que se forma abundan los peces y fluctúan factores como la salinidad, la temperatura, la transparencia y la saturación del oxígeno, debido al intercambio de las aguas dulces y marinas. Para identificar los hábitats, las condiciones y comportamiento de los peces que nacen, se reproducen o llegan hasta este punto, la ecóloga de zonas costeras y magíster en biología, Tatiana Correa Herrera realizó el estudio Ecología de peces en el sur del delta del río Atrato en el mar Caribe: ensamblaje, reproducción y crianza. Entre los hallazgos más valiosos del trabajo, que hace parte de la tesis del Doctorado Interinstitucional en Ciencias del Mar que ella
Foto: Tatiana Correa Herrera
El viaje del río Atrato adelanta, la investigadora destaca la importancia ecológica de otros hábitats estuarinos además del manglar —considerado la sala cuna del mar—, como el arracachal, que son asociaciones de arbustos, y el eneal, que son asociaciones de pastos. “También analicé los fondos lodosos y el hallazgo es que no solamente el manglar cumple funciones importantes en la crianza de los peces; los otros hábitats también”, observa Correa Herrera y resalta que estos conocimientos son vitales para generar estrategias que permitan la conservación de la biodiversidad del delta del río Atrato, donde el estudio arrojó un total de 84 especies de peces —30 de ellas de importancia comercial—, que usan los habitats estuarinos en alguna etapa de crecimiento de su ciclo de vida.
Otros riesgos Pero el estudio también entregó datos preocupantes, como los microplásticos hallados en la columna del agua analizada. “Medimos variables ambientales como la clorofila a y el zooplancton, que nos indica la cantidad de alimento disponible para los peces, y encon-
tramos pedazos de plástico con tamaños inferiores a 5 milímetros”, señala Correa Herrera, y precisa que pueden ser residuos de bolsas o pitas tan pequeños que los peces los pueden confundir con alimento y al consumirlos les pueden obstruir el tracto digestivo. “Los hábitats arracachal y manglar presentaron una mayor densidad de microplásticos, ya que están formados por arbustos y raíces inundadas que permiten la retención de sólidos”, agrega, y asegura que es necesaria la continuidad del estudio de los microplásticos en otras partes del golfo, teniendo en cuenta que la costa oriental tiene mayor presencia de población humana. Pero a la bióloga, como a los demás estudiosos de la problemática en la zona, le preocupan otras prácticas que pueden convertirse en amenaza no solo para los peces del delta del río Atrato, sino para el medio ambiente y los habitantes del territorio. En proyectos de investigación adelantados por el Grupo de Estudios Oceánicos de la Corporación Académica Ambiental se ha identificado, mediante talleres con los pescadores, el uso de redes de
nylon de 2 y 2.5 pulgadas que atrapan peces muy pequeños; tal práctica es especialmente empleada por pescadores foráneos, pues los locales saben que usar tales redes reduce el tamaño de las especies. Otra práctica que han reconocido los investigadores en este diálogo de saberes con las comunidades es el “zangarreo”, que consiste en hacer un encierro y golpear el agua con los remos, técnica que también afecta notoriamente a los peces. Además, advierte la investigadora, pese a que no existe mucha información publicada al respecto, en el ámbito académico se sabe de la presencia de metales pesados como plomo, cadmio y mercurio tanto en las columnas de agua, como en los sedimentos y peces. Para los investigadores —subraya— tal situación no es una sorpresa dada la intensa actividad minera formal e informal que se realiza en el Chocó, cuyos contaminantes son finalmente vertidos en las aguas del río. Anota que varios grupos de investigación de la Universidad de Antioquia se encuentran estudiando la problemática, que puede tornarse más compleja si se tiene en cuenta que las sustancias tóxicas