Nº 642, UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Medellín, mayo de 2015
8
A propósito de la reciente avalancha del río Tapató
Olvido y fallas socioculturales, * constantes en eventos catastróficos
C
olombia es vulnerable a múltiples amenazas de tipo antrópico y natural, y muchas de éstas últimas son cíclicas, con períodos largos (como los lahares en la zona de Armero) o medianos y cortos (como avalanchas y sismos). Los colombianos olvidan dichos eventos adversos, lo que afecta la percepción del riesgo en el individuo y en las comunidades, en el mediano y largo plazo. Sólo se conservan en la memoria por algún tiempo, los eventos donde se han presentado víctimas, y la información pasa a las siguientes generaciones por tradición oral. En la madrugada del 11 de abril de 2015 se presentó una inundación en el río San Juan y algunos tributarios. A las 5:15 y a las 7:45 de la mañana, dos avenidas torrenciales descendieron por el cauce principal del río Tapartó, luego de una intensa precipitación en la parte alta de la cuenca. Destruyó dos casas, afectó la vía veredal y arrancó los espolones de un puente, con lo cual quedaron incomunicadas varias veredas. Por fortuna, en esta ocasión no se registraron pérdidas humanas en la creciente, cosa contraria a lo ocurrido en la noche del 25 al 26 de abril de 1993, cuando resultaron gran cantidad de viviendas arrasadas, 120 muertos, 320 personas damnificadas, 9 puentes afectados, 6 kilómetros de vías destruidas y más de un millar de pesos en pérdidas (Piedrahita, I., y Hermelin, M., 2005). En la memoria de los campesinos todavía está la historia de un deslizamiento, hace cerca de cien años, cuando también llovió bastante, pero nada comparable a lo ocurrido en 1993. De eventos anteriores, se tiene registros de rocas que fueron relocalizadas a 80 metros por encima del cauce actual, evidenciando de la fuerte dinámica y periodicidad de estos flujos (Piedrahita, I., y Hermelin, M., 2005). El río Tapartó que desemboca en el río San Juan, es límite administrativo de los municipios de Andes y Betania, Suroeste antioqueño. En una distancia de 27 kilómetros en línea recta desciende cerca de 3.000 metros, convirtiéndolo en una corriente natural propensa a avenidas torrenciales, es decir, a crecientes súbitas del
nivel del río, con un consiguiente aumento en la velocidad de flujo y arrastre de material sólido (Departamento Administrativo de Planeación de Antioquia, 2009).
Antes y después Las avenidas torrenciales tienen la capacidad de introducir modificaciones notorias al paisaje en cortos periodos de tiempo. El arrastre de material de diferentes tamaños, el socavamiento del cauce y la apertura de nuevos canales para evacuación del flujo hídrico son factores que hacen de las avenidas torrenciales eventos extremos con una importante huella física. En el caso de la cuenca del Tapartó, luego de la avenida torrencial de abril de 2015 esa evidencia física es tangible en varios puntos del cauce, en especial en aquellos donde las condiciones hidráulicas del cauce principal configuran puntos críticos como curvas, abanicos aluviales y llanuras inundables. Uno de los cambios físicos más importante luego de la creciente del 11 de abril de 2015 es la que ocurrió en la llanura de inundación ubicada aguas arriba del casco urbano del corregimiento de Tapartó, entre las veredas Palenque (Betania) y La Rochela (Andes). En este punto del cauce, dada una
curva natural del río, a un cambio de pendientes fuertes a pendientes más moderadas y a que el flujo pasa de estar confinado por el relieve a un llanura de inundación, se produjo un evento de socavamiento de las dos orillas que significó inclusive la pérdida de banca de la vía que conduce hacia la vereda La Rochela. Adicionalmente se produjo una agradación de rocas en un ancho aproximado de 15 metros. Según datos recogidos en campo, la altura de la lámina de agua en este punto superó los 6 metros sobre el nivel actual del río. En general, en otros puntos visitados se observaron cambios en las zonas adyacentes a todo el drenaje principal como el arranque de la vegetación ribereña, el arrastre de rocas del lecho (de hasta 2 metros de diámetro), la pérdida de bases de estructuras metálicas de protección de la vía construida sobre la margen izquierda del río (en el sentido oriente-occidente), la destrucción de estructuras de contención tales como jarillones y espolones, el socavamiento de ambas márgenes del río, la acumulación de material sólido a causa del evento fluvio-torrencial y cambios en la profundidad del canal (disminución para la zona media y aumento en la zona baja
Fotos: cortesía grupos de investigación Salud y ambiente y GeoLimna.
de la cuenca). Las consecuencias de tales cambios para las poblaciones asentadas en la cuenca son afectación de cultivos, viviendas, animales y demás elementos que se encontraban en la zona de inundación del río.
Recuerdos de un olvido Gracias al aviso que dieron los caballos, no hubo víctimas, ya que fueron los animales los que sirvieron de sistema de alerta temprana y permitieron que la población se pusiera a salvo, no así fue la suerte de los animales. Los pobladores afectados tienen en sus recuerdos, que donde estaban edificadas sus viviendas, por allí pasó el evento de 1993, y que las habían reconstruido allí mismo “porque la tierra es de ellos y no del río”, sin que ninguna autoridad hubiera controlado los retiros que por ley le corresponden a las fuentes de agua, ni capacitado a la población en gestión del riesgo. Inclusive algunos de los pobladores llegaron a afirmar que les habían dicho que el evento de 1993 era el último de esa magnitud, que sucedería en la cuenca del Tapartó, desconociendo por completo la dinámica hidrológica y la topografía de la cuenca. En las afectaciones en los puentes, similares al evento de 1993, se observa claramente que no cuentan con protecciones en sus cimentaciones, además que las barreras de protección están colocadas aguas abajo de las estructuras del puente y no por lógica, agua arriba. Lo más seguro es que en el futuro vuelvan a ocurrir y sigan ocurriendo episodios de inundación, de diferente intensidad y diferente magnitud de afectación. No basta con tener normas de retiro, ni saber que las llanuras de inundación están sometidas precisamente a eso, a inundaciones periódicas. La principal falla es de tipo sociocultural materializada en la ignorancia, la pobreza, necesidades básicas insatisfechas, el abuso de algunos propietarios de las tierras que destinan zonas de riesgo al uso en viviendas y cultivos, exponiendo el capital y la vida. *Análisis de profesores y estudiantes de las facultades Nacional de Salud Pública e Ingeniería, del Semillero Guarda Ríos Seccional Suroeste U. de A., integrantes de los grupos de investigación Salud y ambiente y GeoLimna.