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La no-violencia y el rechazo de llevar armas
hasta con el Presidente del Reich, no le hace. Debemos amarlos, y únicamente cuando los amemos de verdad seremos capaces de darles el testimonio de la verdad. Para esto estamos aquí. 1 7
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L a experiencia nos ha enseñado que existen dos clases de relaciones humanas y que ambas tienen poderosa influencia sobre nosotros. Una es la amistad; nos sentimos afines con aquellos en quienes intuimos sentimientos parecidos a nuestros más profundos y sagrados impulsos y a nuestra vocación. El otro es de hostilidad, y nos afecta con la misma intensidad. Los que se oponen a nuestra forma de vida, y nuestros enemigos personales nos afectan y nos provocan en todo lo que es lo más sagrado en nuestra vida. 9
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N o importa quienes son nuestros enemigos; Dios ama a cada uno de ellos, y no tenemos ningún derecho de pronunciar un juicio final sobre ellos. Es verdad que hemos de condenar el mal que han hecho, pero son enemigos a quienes amamos sinceramente. 2 5
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D eberíamos dar gracias por nuestros enemigos! Hemos descubierto que el mandamiento de Jesús “Amad a vuestros enemigos”, no exige lo imposible, ni es exagerado. Nos hemos dado cuenta de que la demanda del Espíritu, “¡Ama!” vale lo mismo para amigos y enemigos. Así nos encontremos con un amigo o un enemigo, queda nuestro corazón estimulado en lo más hondo. Si estamos llenos del Espíritu de Cristo, todo lo que conmueve nuestros corazones no puede sino causar un eco solo: ¡el eco del amor! 9
La revolución de Dios
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