Edición 152 Agosto 2019

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un trapo amarrado en la cabeza con hojas de cacao. Se volvió a enfermar la embarazada y el señor no fue capaz. Mandó a decirle a mi esposo que le prestara los obreros de la finca para sacar a la señora enferma, pero no se podía porque ese día terminaban el trabajo. Me senté en la cama, Parmenio me apretó el trapo y me fui. Del puesto de salud se ve una finca, allá vivía la señora. No sentí nada, se me quitó de sorpresa el dolor. El señor de Antioquia estaba sentado en el caño, y me dijo que no me metiera con la señora porque se iba a morir. ¿Por qué?, le pregunté. Porque ese niño ha nacido dos veces y ella no hace fuerza pa que salga, me dijo. Voy a mirar a ver, le respondí. De carrera me puse los guantes, esa señora [estaba] que se reventaba. Lo que se asomaba era la fuente. Búsqueme la cuchilla para romper el cordón umbilical, le dije al esposo. Le rompí la fuente y salió pa fuera, era una niña. Nació normal, un poquito pasadita, [pero] la [hice volver] en sí. Otro de los casos que tanto recuerdo fueron dos mellizos. La primera nació a las dos de la tarde. La otra se queda, se queda y yo hágale a ver, y a las cuatro de la tarde vino a nacer la otra. No entiendo ese proceso. En ese año, asistí cinco casos de puros mellizos, incluyendo una hija mía a quien mató una culebra.

E

l arte de recibir bebés es tan noble como exigente. Las parteras, tan tradicionales en nuestras comunidades, han visto nacer a más de medio pueblo. En El Paraíso, corregimiento de Simití, municipio ubicado en el Sur de Bolívar, vive Berta Oliva Quintero, quien ha visto nacer bebés en Tolima, Antioquia, Valle del Cauca y el Sur de Bolívar. Berta Oliva, oriunda de Armenia, capital del Quindío, cuenta que desde muy niña le gustaban los partos, la maternidad, y por eso en la escuela decidió aprender ese oficio. Allí le enseñaron a aplicar inyecciones, a poner suero, a usar el termómetro, entre otras cosas. Con la tranquilidad de una abuela, sentada frente a la mesa, dándole la espalda al lavadero, va contando su experiencia como partera: “Cuando viene de pie el bebé, se saca con los dedos índices ubicados en los lados de la cara, [hay que] acomodarlo de manera que el mentón se baje para que pueda ajustarse por la cavidad vaginal, mientras que se sube el puente que está sobre la cavidad para mejorar el paso del bebe. Si sale ahogao, se voltea boca abajo rápido, se sopla por el culito y se le chupa por la boca, se le saca baba, sangre, agua fea y esto se repite hasta que respire. Así se previene que sufra de asfixia porque le queda agua de la fuente. Cuando viene atravesado saca una manito por la vagina, se le mete y [toca] voltearlo rápido, porque si se pasa de nacer corre el riesgo de morir”.

–Doña Berta, cuénteme sobre un caso que nunca se le olvide. “Mi marido Parmenio me prohibió que asistiera a una señora porque su esposo le había matado una marrana de cría dándole yuca envenenada por dañarle la yuquera. En ese entonces, tuve un libro [que] enseña cómo recibir un bebé. Se lo presté a una sobrina y se animó a asistir a la señora, pero el problema fue que se enfermó en pleno parto. Era primeriza. La niña se les vino de pie, uno aprendiendo y un caso de esos, eso es duro. No tuvieron más salvación que venir a buscarme. Pero mi marido insistía en que no fuera. Entonces le dije que era mi deber asistir a la señora y su bebé. Llegué allá, [y] ahí mismo me puse los guantes, y saqué la niña porque sé cómo se saca. Pero ya estaba muerta. Nació con la lengüita afuera, los ojitos brotaos y moradita. Pero menos mal la saqué, porque querían sacar a la mamá con la bebé adentro en una hamaca por este camino de siete horas hasta el hospital. Eso hubiera sido un fracaso. Me alegro porque la señora quedó bien. Volvió a quedar embarazada esta señora al poco tiempo. En ese momento llegó por aquí un señor de Antioquia diciendo que sabía asistir a embarazadas. Gracias a Dios, dije yo. Pero primero él le dijo a la señora que fuera donde mi para que yo la sobara y recibiera al bebé en buenas condiciones. Cuando llegó el día, yo estaba enferma de sinusitis, mi esposo me tenía

He tenido partos de pie. A una hija mía se le vino el bebe de nalgas. Ahí toca meter la mano y estirar los pies. No me da problema, porque ya sé el proceso [para] sacarlos de allá. Aquí han venido muchas que llegan de pie y los he volteado. Hay una soba que hay que hacer: aquí en la cintura, toca sobarles duro para moverlos, los voltea, suben los pies y se vuelve a sobar para que se acomoden. Yo me sobo, me doy cuenta cómo está el pelao. Cuando está en proceso de nacer, sé cómo hacer para no tener dificultades. Los tengo arrodillada. Para uno solo es más fácil así. He asistido señoras que les cuesta acostadas, las arrodillo y nacen. Todos mis hijos los tuve así. Con Reinel tuve problema porque la suegra quería asistirme y yo no quería. Yo detenía el parto, entonces le dije a mi esposo que le pidiera matar una gallina pa' hacerme un caldo y coger fuerzas. Cuando ella estaba echándole maíz pa' coger la gallina ahí nació el pelao. Me tocó soplarlo porque nació ahogadito”.

En este rato conversando y tomando tinto endulzado con panela, doña Berta comparte con alegría su conocimiento como si el suyo fuera un arte menor. Esta abuela se da el lujo de conocer el corregimiento como la palma de su mano, no solo por ser una de las primeras pobladoras, sino por ser la partera oficial que recibió al resto de la comunidad que empezó a crecer a partir de 1970. En materia de salud, doña Berta es la ciencia viva del campesinado colombiano. Al igual que ella, son miles las campesinas que protegen y cuidan la vida, su comunidad y el territorio.









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