Oceanum. Año 2, número 7

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MOTÍN A BORDO

cían de la ciudad con sus familias y yo me aburría soberanamente. Sucedió entonces el milagro. Al no poder dormir por el calor, me acostaba con la radio puesta. Escuchaba a José María García. Nunca lo terminaba pues me quedaba dormido antes. Pero un día, o una noche, aguanté no sé cómo hasta el final y empezó a sonar una melodía tan extraña como hermosa que nunca me ha abandonado. Era la entrada a un mundo nuevo para mí, la entrada a Narnia, al país de las maravillas, era el programa “Polvo de estrellas”, de Carlos Pumares. Madre mía, cuántas noches maravillosas pasé escuchándole y aprendiendo de cine. Hasta me atreví a llamarle alguna vez. Prácticamente, la mayor parte de lo que sé de cine, por ejemplo, que John Ford es el más grande de todos los tiempos, lo aprendí de él. La alineación de los astros lo dije porque esos veranos la segunda cadena ponía los ciclos de cine. Una dualidad maravillosa. Los veranos me sirvieron para descubrir el bajón de calidad que se daba en las películas que estrenaban esos dos meses. Una maravillosa excepción fue Hoosiers, con Gene Hackman, un Dennis Hopper en estado de gracia y con música del siempre estupendo Jerry Goldsmith. Fue un regalo. Estaba tan deprimido y aburrido que sentí esa película como un regalo caído del cielo.

Por supuesto que compraba revistas de cine y, por supuesto que era Fotogramas. Cómo no iba a ser Fotogramas. Uno de mis más bellos recuerdos es el de llegar a casa y ver la revista sobre la cama cuando mi madre la compraba a principios de cada mes. Luego, con los años, la revista me fue cansando. No era más que un montón de páginas de publicidad en las que se hablaba algo de cine. Cuando descubrí la maravillosa Imágenes de actualidad no me lo pensé dos veces. En esa revista es al revés, un montón de páginas de cine, en el que, por algún error, se ha colado algo de publicidad. Una de las mayores alegrías que me ha dado la vida es, muchos años más tarde, poder traer a la semana cultural de mi colegio al editor jefe de la revista Imágenes de actualidad, el genial Tonio Alarcón. Mi adolescencia fue complicada, no porque sufriera acoso ni me marginaran. Más bien era yo el que me marginaba pues estaba lleno de complejos y, para colmo, era muy enamoradizo. Como no ligaba, me refugié en los libros y, cómo no, en las películas. El video club era el local que más frecuentaba cuando los chicos de mi edad empezaban a ir a los bares. Pasarme minutos y minutos eligiendo la película en el video club era de mis momentos preferidos de la semana, y no era fácil, pues tenía que elegir una que gustara a toda la familia. Fue entonces, cuando, en medio de mis complejos, una película vino a rescatarme. Recuerdo ser reacio a verla pues no me llamaba nada la atención. Pero mi madre, que ya había ido al cine a verla, me insistió tanto que acabé haciéndole caso. Se trataba de Regreso al futuro y, por supuesto, Marty Mcfly fue mi ídolo absoluto durante años. Ese personaje, su entusiasmo, su fortaleza, su falta de complejo, me insufló vida. La vi cinco veces en el cine. Una por semana. Los años noventa fueron mis años universitarios. Recuerdo que me había propuesto

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