Oceanum, Año 2, Número 6

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Arthur Charles Clarke en su casa de Colombo (Sri Lanka) en 2005. Fotografía tomada por Amy Marash.

De los restos de las explosiones de las estrellas primigenias surgieron los sistemas solares como el nuestro —hoy sabemos que no solo no es una rareza en el catálogo del universo sino que constituye la norma habitual— y todos ellos contienen los mismos elementos, de modo que si el tiempo durante el que se mantienen unas condiciones específicas es el suficiente, lo más probable es que se desarrolle la vida en alguno de sus mundos; y, si ese tiempo es aún más largo, también es posible que primero aparezca vida inteligente y luego, alguna forma de civilización. Tendrán mucho en común con el ser humano, puesto que como nosotros, también serán hijos de esas estrellas primigenias, pues de ellas todos habremos surgido. “¡Cuidado!”,—nos gritó Hawking— asumiendo que se parecerán mucho a nosotros y que los hermanos pueden no llevarse bien.

res que nuestro Sol, pero que se mantienen estables durante más eones. Un planeta que orbite una de esas estrellas a una distancia compatible con la existencia de vida será, con más probabilidad, un mundo viejo y, por tanto, si ha conseguido surgir una civilización y superar los retos de la supervivencia, es muy posible que vayan muy por delante de nosotros. Y nos pide que guardemos silencio. No hagamos que pongan los ojos en nuestro planeta... Incluso Clarke coincide con esa misma idea en cierta medida o, por lo menos, manifiesta sus reservas, aunque los alienígenas que nos presente en sus obras puedan parecer buenos chicos. Tarde o temprano, tendremos en nuestras manos las pruebas de esa existencia, siempre que nuestra especie no se quede por el camino en el ínterin. Mientras, miramos a Marte con la esperanza de encontrar alguna forma de vida, aunque sea la de una simple bacteria. Incluso nos basta la de su cadáver fosilizado. Es probable que la hubiera y también es posible que la haya; lo que es seguro es que la habrá. Entonces, el ser humano habrá empezado de verdad el primer movimiento de conquista y el tiempo verbal en que se conjugue tal existencia carecerá de importancia. Por entonces, otro Arthur Charles Clarke escribirá novelas de ciencia ficción, pero no se planteará las mismas preguntas, sino otras que aún no podemos imaginar. ¿O sí?

Nos sugiere que prestemos especial atención a las enanas rojas, pequeñas estrellas meno19

DENTRO DE UNA BOTELLA

dades es más próxima a esa eventual realidad futura.


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