Educación a Distancia con efoque en las Tecnologías de la Información y Comunicación

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El reto que nos impone la sociedad del conocimiento como educadores es el de lograr que nuestros estudiantes aprendan a construir su propio destino. A pesar de la importancia de este "nuevo" profesor, uno de los roles menos definidos y más discutidos de la modalidad a distancia es justamente el del docente, que ha dado en llamarse tutor, orientador, instructor, asesor, pedagogo a distancia, etc

En principio, el tutor-orientador es el que se encarga de realizar las orientaciones de los alumnos, a fin de que logren alcanzar los objetivos que se plantean en el curso a distancia y desarrollen toda su potencialidad. Hasta ahora, a pesar de que es un rol fundamental, ya que de él depende no solamente el aprendizaje, sino también la permanencia o deserción de los alumnos, no hay un acuerdo claro sobre la definición de su trabajo ni sobre el perfil que debe caracterizarlo. En términos generales, consideramos que el papel de los orientadores es actuar como facilitadores del aprendizaje acompañando, asesorando, informando, elaborando estrategias para el trabajo individual y grupal de los alumnos y orientando sobre el uso y manejo de los materiales. "Su objetivo principal es lograr que el alumno se convierta en autogestor del aprendizaje (...) El gran desafío para los orientadores es cuidarse de no fortalecer vínculos de dependencia y fomentar el aprendizaje autónomo" (Cataldo y Alén, 2000); además, todo docente a distancia debe "...encontrar nuevas maneras para acceder y para representar conocimientos, desarrollar estrategias eficaces para comunicarlos y consolidar habilidades complejas para lograr transferirlos de manera positiva en las prácticas" (Libedinski, 1999).

Otro aspecto que debe tenerse en cuenta es que, a pesar de la supuesta distancia, el docente de esta modalidad debe tener una gran capacidad para tratar con sus alumnos. Aunque se supone que ambos no tienen una comunicación directa, en realidad el trato es mucho más individual, mucho más personal, con mucha más atención a las características particulares de cada alumno que en una clase presencial, en la que el profesor muchas veces ni siquiera conoce a todos sus estudiantes. La modalidad a distancia exige que el orientador conozca a la perfección a cada uno de sus alumnos, sepa qué necesidades, qué limitaciones y qué capacidades tiene, para poder orientarlo mejor.

La función del docente a distancia es múltiple y mucho más compleja que la de un docente presencial. Podemos sintetizarla, siguiendo a Castillo Arredondo (1995), a Cataldo-Alén (2000) y a Herrera Sánchez (2001), de la siguiente forma:


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