30.2. Residencia de Juan Pedro Baró y Catalina Lasa, El Vedado
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Las primeras décadas del siglo xx fueron «…un momento crucial para las naciones americanas en la definición de un pensamiento y una praxis tendiente a cristalizar una “identidad nacional”, a la vez que sentar las bases para una comprensión identitaria del carácter americano».1 En arquitectura lo «nacional» se identificó con elementos formales hispánicos, lo que condujo inevitablemente a reconsiderar el pasado colonial. Este fenómeno, por paradoja, tuvo lugar a partir del eclecticismo, tendencia estilística caracterizada por su carencia de aprecio a identidades específicas. En Hispanoamérica, la vuelta a las raíces se facilitó por la disminución de los rencores incubados durante las guerras de independencia contra España. El reclamo de progreso afincado en valores propios, virtud y elevación de los conocimientos sin utilitarismo del Ariel de José Enrique Rodó, se constituyó en la esperanza de un futuro mejor, y en arquitectura la utopía «euríndica» de Ricardo Rojas, pese a su artificio, fue tomando la fuerza de un ideal.2 Pero lo hispánico también fue asumido por los Estados Unidos de Norteamérica, donde tuvo lugar a fines del siglo xix y principios del xx un acercamiento a formas españolas —el neoplate resco—, de lo que se derivó hacia el denominado Mediterranean Style, síntesis de lo español, lo italiano y de otras culturas de la cuenca del mar Mediterráneo. Del contacto con lo hispano-mexicano surgieron el Californiano, Mission Style o Spanish Co lonial, y finalmente los estilos llamados Puebla, Territorial y Monterrey Revival. El período ecléctico preparó el camino al adiestrar a los profesionales cubanos en el dominio de programas arquitectónicos complejos y dirigir la atención hacia la tradición constructiva del país. La obra de Evelio Govantes y Félix Cabarrocas es representativa de la búsqueda consciente de lo nacional a partir de los recursos estéticos brindados por el eclecticismo, el proto-racionalismo art déco y el movimiento moderno. Y dentro del eclecticismo, fueron tal vez los más destacados exponentes del neocolonial. Hacia mediados de la década del 20 estaba sólidamente establecida la sociedad Govantes y Cabarrocas: participan en el concurso para la erección del Capitolio Nacional, a cuyo proyecto aportaron soluciones definitivas, y entre 1922 y 1930 construyen algunas de las más sobresalientes residencias habaneras. Entre otras, vale destacar la de Juan Pedro Baró, acaudalado hacendado, y la de Orestes Ferrara, importante político de origen italiano (ILUS. 30.2 y 30.3) . La residencia de Juan Pedro Baró y Catalina Lasa es «un palacio del renacimiento» cuya construcción se inició en 1922; en el transcurso de su fabricación se fueron incorporando las novedades de lo que con posterioridad se denominaría art déco, traídas por esta pareja de París en 1925. El palacio quedó terminado hacia 1927, y sorprende la conjunción de estos dos lenguajes en un mismo edificio, sin dudas pionero en acoger la novedosa corriente; por primera vez Govantes y Cabarrocas se pusieron en contacto con la nueva tendencia, bajo cuya