24.2. Patio de la casa de Joaquín Gómez, actual hotel Florida, Obispo y Cuba
242
Otro factor de enorme trascendencia fue el arribo de numerosos artistas e individuos relacionados con la construcción, procedentes de distintos países, que renovaron el panorama artístico y arquitectónico insular. Los puertos cubanos se abrieron al mundo en 1818. Cuba estabiliza el importante intercambio comercial que desde la centuria anterior realizaba con los Estados Unidos, lo que unido al establecimiento en la Isla de comerciantes procedentes de ese país propició la entrada de las interpretaciones madereras de temas neoclásicos, propias de la arquitectura norteamericana desde fines del siglo xviii. Los tipos son los heredados de esa centuria, que se ofrecen según los rangos sociales: el «señorial» de dos plantas con entresuelo para las viviendas, reservado a las clases adineradas (ILUS. 24.2) ; el de una planta con zaguán para los sectores medios, y el de una planta sin zaguán, habitado por los de menos recursos. Dentro de este contexto se erige el palacio de Domingo Aldama Aréchaga, rico hacendado que tuviera numerosas propiedades e intereses en Matanzas y que se propuso fabricar la residencia más lujosa y moderna de su época. En 1838 su yerno Domingo del Monte le escribe a su concuño José Luis Alfonso para darle noticias sobre la adquisición de un terreno frente al Campo de Marte, en La Habana extramuros, donde «…ntro. padre político […] piensa hacer una casita de sencilla y elegante arquitectura, que si la hace p.r los planos que yo le he proporcionado será la mejor, la única de la Habana en la que se vean siquiera intenciones y barruntos de respeto y amor a las bellezas del Arte».2 Al año siguiente, el 1.º de marzo le confiaba: «…El plan de mi amo. [amigo] el ingeniero ha sufrido modificaciones p.r su costo…»3 —el ingeniero era Manuel José de Carrera, empleado del clan Aldama-Alfonso para la construcción de las líneas del ferrocarril de los ingenios de la jurisdicción de Cárdenas perteneciente a dicha familia. Sin embargo, en otra misiva, del 26 de mayo, Del Monte habla de unos libros regalados al ingeniero por la esposa de Aldama «…en retribución de unos elegantes planos que trazó p.a la casa de el Campo de Marte, aunque no se llevarán a cabo por su costo».4 Aldama tuvo la licencia de fabricación a finales del mes de enero de 1840. De inmediato se comenzó la construcción del edificio. Pero, a más de lo afirmado por Del Monte de que los planos realizados por Carrera se habían desechado por su costo, no se ha encontrado evidencia que lo vincule con la ejecución de la fábrica. La única relación entre el palacio de Aldama y la obra de Carrera es la similitud existente entre el portal de la estación del ferrocarril de Sabanilla, construida por él en la calzada de Tirry en Matanzas en 1850, y el del palacio habanero. Como afirmara Emilio Roig de Leuchsenring, es evidente que «…otra mano, la de un personaje afamado por su cultura y su gusto refinado intervino en el proyecto. […]».5 Pedro Herrera consideró los nombres de Francisco de Céspedes, concuño de Aldama, o el propio Miguel Aldama.6 El asunto queda dilucidado por los documentos —en copia facsimilar— donados por Rachel Filloux, nieta del arquitecto francés Julio Sagebien (1796-1867) al archivo de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, en los que se evidencia que fue su abuelo el director de la fábrica del palacio Aldama (ILUS. 24.3) .