CAZA DE SHOGGOTHS, COLECCIÓN GROTESCA Nelly Geraldine García-Rosas Para Clemente, Mario y Howard, con mucho respeto hasta donde se encuentren.
I Corremos entre los laberintos de piedra. A veces llegamos a una sala enorme donde duermen los Antiguos, entonces dejamos de correr y caminamos de puntitas hasta llegar a un pasillo para correr de nuevo. Uno de los pingüinos tiene “la roña”. Corremos. Mañana jugaremos rayuela.
II Partimos en una expedición a la Antártida para cazar shoggoths porque dicen que es de buena suerte usar uno de sus ojos como amuleto. Además aprovechamos el viaje para que la copia de Greta Garbo tome unas merecidas vacaciones lejos del bullicio hollywoodense y, de paso, regresar a su hábitat al pingüino albino que secuestramos.
III Roland Poe, nuestro guía, brilla verdoso bajo la aurora austral. Bebe otra copa de ajenjo a nuestra salud y toma su rifle; sin querer dispara contra Rodolfo Valentino, el verdadero, quien muere lentamente entre estertores, su rostro palidece mientras los melancólicos acordes de un chelo inundan el valle. Después todo se desvanece en bruma.
IV Llegamos a las montañas de la locura, ahí había shoggoths enormes pastando en las llanuras y Antiguos congelados en las cuevas. Un camarada babeante sugirió cazar al estilo de la vieja escuela. Así que nos quitamos la ropa y construimos lanzas de
7