Valdelomar, Abraham - La Ciudad de Los Tisicos

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mística actitud. Los dedos largos y armónicos, inseparables, como sus principios. Eternos en la forma como sus dioses. Más tarde llegue usted hasta los vasos pintados de los griegos. Piérdase en los templos góticos. Hasta allí las manos y las religiones son inmutables. Las mismas actitudes en las manos acusan las mismas creencias en los pueblos. La majestad de los dioses egipcios se encuentra en las manos plegadas de sus sacerdotes. La poesía de los ritos paganos vive en esas manos gráciles que se esfuman entre los velos y los perfumes de Alejandría. Más tarde se perdió aquel dominio que tenía la Iglesia; con la Reforma todo se hacía más a la desbandada. Todo tenía la forma que quería el artista y cada hombre pensaba según sus inclinaciones. Entonces las manos también decayeron. Dejaron de estar por derecho propio en las vírgenes y en los evangelistas y vinieron a exhibirse sobre la seda de las reinas, sobre el terciopelo de los reyes, acariciando cetros o guiando bridas. Allí fueron los comienzos de la pintura profana. Ya la discusión de un dogma estaba al alcance de los sabios y la representación de las manos iba en los primeros cuadros de los reyes. Pero aún más tarde apareció un hombre, Voltaire, que destruyó las creencias y luego fueron Goya y Gavarni. Las manos, como los cultos, estuvieron en crisis, perdióse la fe en las viejas formas; los dioses fueron sometidos al análisis y las manos al escorzo. Apareció en ideas el primer incrédulo y en los cuadros la primera mano con los dedos abiertos. Y de allí nació una nueva forma de filosofía con los ironistas y una nueva creación artística en las manos con los decadentes. En cuanto a los primeros, crearon un bello y maléfico arte; en cuanto a los últimos, no sé si han hecho un Arte supremo o una degeneración de las manos; no sé si han ascendido o han bajado de nivel; si han elevado la forma al conjunto estético o la han atormentado al capricho. Lo que sé es que han hecho un nuevo culto de la humanidad que sirvió para todos los cultos. Vea usted las manos de Gándara, las manos de Boldoni, las manos de Leandre el caricaturista. Dirá usted: manos, irreales y 29


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