Edición ENPaís 16-12-2016

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4 / -- VIERNES 16 de Diciembre de 2016

OPINIÓN

Este país se pregunta... ...El canje manual de billetes de 100 bolívares en el BCV, ¿se deberá a la improvisación del gobierno que no se percató de adaptar los nuevos billetes al sistema bancario nacional?

RAFAEL SIMÓN JIMÉNEZ

*** 2017 tiene que ser el año de la transición hacia un verdadero gobierno de unidad y salvación nacional.

Tiempo de verdades

Reformular y afinar su estrategia para viabilizar la urgente transición, ampliar y solidificar su base de apoyo política y social, amén de buscar mayor coherencia y consistencia en la implementación de sus iniciativas, son objetivos que deben acaparar las tareas de la unidad Democrática de cara al 2017. El chasco del diálogo debe servir para los momentos cruciales por venir. No se trata de decir que el diálogo está cancelado o negarse a volver a cualquier escenario de búsqueda de acuerdos, de lo que se trata es de entender que esa iniciativa a quienes tienen un credo democrático no debe implicar renunciar a las demás formas de luchas presentes en la problematizada y martirizada Venezuela. El dilema no puede ser diálogo o calle, diálogo o cumplimiento cabal de las funciones legislativas, sino empujar con la misma fuerza todos los frentes de la confrontación democrática en un país que hace aguas en medio de la incompetencia oficial. El reciente error constatado alrededor de las negociaciones facilitadas por el Vaticano o Unasur no estuvo en sentarse a la mesa con el gobierno, pese al poco crédito de sus palabras o compromisos, sino en renunciar a mantener la presión y la movilización de calle, en detener la agenda parlamentaria así como la campaña de denuncias de arbitrariedades y satrapías del gobierno ante la comunidad internacional. La solución no puede ser decir no al diálogo, sino combinarlo con

iniciativas en los demás escenarios. La MUD, en aras de su cada vez mayor legitimidad, liderazgo y capacidad de movilización, está obligada a ampliar y profundizar su composición y dirección. Nadie es capaz de cuestionar el rol principalísimo de las organizaciones políticas en su integración, pero para que su papel sea cada vez más protagónico tienen que abrir espacios a la incorporación de organizaciones sociales, liderazgos populares y comunitarios, sectores de la producción, el trabajo, la academia, gremios. En fin procurar que la MUD sea reflejo fiel de esa inmensa y diversa mayoría nacional que se opone a la continuidad del actual desastre. Descartar radicalismos, provocaciones y todo cuanto desde dentro o fuera pretenda torcer el camino cívico y democrático que permitió construir la fuerza que se expresó contundente en las pasadas elecciones parlamentarias y que hoy se siente y pronuncia en todos los rincones de Venezuela. 2017 tiene que ser el año de la transición hacia un gobierno de unidad y salvación nacional que ponga término a la tragedia y abra las puertas a la reconstrucción productiva, social y democrática del país. Eso solo será posible si aprendiendo de los errores somos capaces de estar a la altura de las exigencias y aspiraciones de un pueblo.

*** El diálogo ha tenido partidarios y detractores en ambos lados. Entre los discrepantes destaca la Conferencia Episcopal de Venezuela. La lucha por el poder entre las fuerzas en pugna en Venezuela alcanzó en 2016 un elevado grado de intensidad, luego de pasar la Asamblea Nacional a manos de la oposición y en razón de la grave situación económica y sus efectos sociales en términos de inflación y escasez. El acontecer político ha estado marcado por la pugna de poderes y por la decisión de la oposición de poner fin al mandato del Presidente en el transcurso del año. El enfrentamiento se fue profundizando en el transcurso del año y adquirió la dimensión de un conflicto con potencialidades de violencia, por lo que se hizo necesario el uso de

mecanismos de diálogo. Para ello se tomaron iniciativas desde el segundo trimestre del año que condujeron a la creación de la Mesa de Diálogo en octubre, con la presencia de Unasur y del Vaticano. Este escenario de negociaciones, sustentado en el acuerdo mínimo inicial de procesar las diferencias por métodos pacíficos, permitió que las tensiones se aliviaran. A lo que debe añadirse la decisión en octubre del sector dirigente de la Mud de dar un viraje en su estrategia, y pasar del esquema de rebelión inicialmente adoptado, a otro diferente que apunta a las elecciones de gobernadores en 2017 y presidenciales en 2018.

La iniciativa de diálogo ha tenido avances y retrocesos. Sobre una posible salida del Presidente en 2017 no hay acuerdos, pero sobre otras materias sí ha habido entendimientos. Sin embargo, ha faltado sentido práctico para implementarlos. Un ejemplo de ello es lo relativo a la liberación de los presos. Lo mismo ocurrió con las designaciones en el CNE. De las dos plazas vacantes se hubiera podido escoger uno de cada sector, sin plantearse la búsqueda de nunca acabar de "un independiente". El diálogo ha tenido también partidarios y detractores en ambos lados. Entre los discrepantes destaca la Conferencia Episcopal de Vene-

zuela. Al parecer, en ese sector tiene mucha fuerza el planteamiento del sacerdote Luis Ugalde, quien es partidario de un alzamiento militar para derrocar a Nicolás Maduro. Es una opción que implica, como lo muestra la experiencia, estimular un clima de agitación social y la realización de un trabajo en el seno de la Fanb para captar oficiales dispuestos a actuar. También hay que considerar que en el cuadro actual se trataría de una acción cruenta. De adoptarse este esquema se rompería, obviamente, con el acuerdo mínimo de procesar el conflicto por métodos pacíficos. Queda una pregunta, ¿Está el Papa a favor de la línea de Ugalde?

*** El Gobierno no cumplió con lo pactado en la Mesa de diálogo y su reacción desmedida denota su falta de voluntad política sincera en dar soluciones.

BALTAZAR PORRAS La crónica menor Es una verdad de Perogrullo que vivimos una crisis que altera las dimensiones de la vida del venezolano en lo económico, social, político y hasta religioso. La razón es obvia: se quiso imponer un sistema cercano al marxismo fracasado de mediados del siglo pasado, queriendo convertir al Estado-gobierno en el único actor y rector de la vida de la ciudadanía. El resultado es el acaparamiento de todas las funciones y responsabilidades públicas, la desaparición de la empresa privada, la estatización e ideologización de la educación. En momentos de crisis y desencuentros no hay otro camino sino el diálogo, que es mucho más que sentarse sin más en la misma mesa. Supone y exige el reconocimiento del otro y la escucha de los planteamientos y reclamos, con el afán compartido de encontrar una plataforma común de consenso. En los últimos cincuenta años todos los Papas desde Pablo VI hasta el Papa Francisco han insistido en la necesidad de conversar, ceder, pactar, para que gane el colectivo, es decir, el bienestar material y espiritual de la población, teniendo como privilegiados a los más débiles de la cadena social. Por eso, a la solicitud de las partes de la presencia del Vaticano para sentarse a dialogar, tanto el Papa y sus colaboradores inmediatos como la jerarquía local, la Conferencia Episcopal, han estado dispuestos a participar como facilitadores para que las partes se pongan de acuerdo. Como no se trata de ser un invitado de piedra, sino un actor imparcial pero no neutral, hubo la exigencia de algunos puntos que demostraran la buena voluntad de avanzar en la búsqueda de soluciones. La reciente carta del Cardenal Pietro Parolin no añade nada nuevo. Reclama el que se cumpla con lo pactado. El árbitro en un encuentro deportivo es imparcial pero no neutral. En un momento dado señala una falta o saca una tarjeta. Es su papel y es el que el Vaticano exige. La reacción desmedida del oficialismo denota la falta de voluntad política sincera en dar soluciones. Más aún, las medidas que se siguen tomando marcan un único camino: aquí no cabe sino el esquema gubernamental y quien no lo acepte es objeto de persecución. Si alguien ha sido consecuente con Venezuela es el Cardenal Pietro Parolin, quien en su estadía como Nuncio entre nosotros conoció y admiró el comportamiento y fe del pueblo. Ahora en su alta investidura sigue de cerca dando de sí lo mejor para que la paz y la armonía reinen en Venezuela. Como buen creyente, dispuesto siempre a poner la otra mejilla por la verdad, el bien y la paz de nuestra patria. Gracias, querido Cardenal y reciba el reconocimiento de la inmensa mayoría de nuestros conciudadanos. Que el Niño Dios lo llene de su ternura y amor.

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