Taggert 20

Page 153

Además del desagradable aspecto del lugar, un olor a desinfectantes y medicamentos invadía el ambiente. Samantha se preguntaba cómo la gente lograba que un lugar oliera a medicamentos. ¿Acaso vaciaban en el suelo las píldoras de esos frascos marrones y luego las machacaban? Mike, que la tenía cogida de la mano, vio su expresión de desagrado. -Este es uno de los mejores asilos -afirmó-. Hay otros que huelen a orines. Samantha hizo un gesto con la cabeza y miró al techo. El «diseñador», o profanador, había conseguido disimular que el asilo ocupaba una vieja mansión, pero ahí en lo alto se divisaban las bellas molduras, y observaron que las paredes estaban recubiertas de esa gruesa capa de yeso que volvía insonoras las viviendas antiguas. Además, los muros estaban recubiertos de fotocopias horribles de normas y horarios: no encender las luces después de las nueve de la noche, nada de música a gran volumen, y desde luego, nada de rock; no bailar en el comedor, no correr, no mascar chicle. Mientras Mike se acercaba al mostrador para preguntar por la mujer que venían a ver, Samantha se puso a leer esas prohibiciones, intentando imaginar qué podría haber sucedido para desplegar tantos avisos contra el chicle y el rock and roll. -Sí, Abby -decía la enfermera, sonriendo levemente. Era el tipo de sonrisa que se dedica a alguien travieso que se mete en líos, si bien se merece cierta simpatía. La enfermera atendía detrás de una mesa de formica, mellada y marcada con rayas de miles de bolígrafos-. Abby está bien ahora. Durante un tiempo pensamos que la perderíamos, pero consiguió salir adelante. Vengan, los acompañaré donde está ahora, pero no se sorprendan si se muestra un poco testaruda. Es una buena pieza. Samantha caminaba junto a Mike, siguiendo a la enfermera por el pasillo y pensando que Abby sería una anciana de pocas entendederas o con demencia senil. La enfermera abrió una deprimente puerta de color gris, y entraron en una habitación tan fea como lo que ya habían visto, pero tan limpia que Samantha pensó que un poco de polvo daría un toque decorativo. Los tubos fluorescentes zumbaban con monotonía insistente y las luces remarcaban la desnudez de las baldosas grises, las paredes impecablemente blancas y los muebles de acero inoxidable. -Hemos llegado -dijo la enfermera en tono animado-. Espero que se sienta bien esta noche porque tenemos visita. -Que te trague la tierra -dijo la mujer que estaba en la cama, con voz fuerte y poderosa. -Venga, Abby, no debe decir esas cosas delante de sus amigos. Han venido a verla desde muy lejos. -Del East Side, ¿eh? -El tono de la mujer estaba cargado de sarcasmo. Mientras la enfermera reía entre dientes, Samantha miró a su alrededor y observó que la cama metálica era de color blanco y que las sábanas también eran blancas. El único «color» en toda la habitación eran las baldosas grises. La mujer, pequeña y delgada, tenía un tubo que le salía del brazo y un cable bajo la sábana, todo conectado a una máquina llena de pantallas que armonizaba con el resto de la decoración. La mujer era muy vieja y tenía las mejillas hundidas, la piel de un color gris verdoso muy poco

153


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.