River 02

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La Mujer Perdida

Jude Deveraux

En la cubierta se oyó el golpe de la ola mezclado con otro sonido: un crujido de madera. Regan contuvo el aliento y esperó lo que le pareció una eternidad. Cuando al fin el agua se despejó, levantó la vista con temor hacia el peñol al que David seguía aferrado con tenacidad. Cuando finalmente pudo ver, sonrió porque el peñol seguía intacto. Sin embargo, su sonrisa duró muy poco, pues pronto vio lo que se había roto: por encima de la cabeza de David estaba la cofa mayor, una ancha plataforma que se usaba para montar guardia. De esa plataforma se había desprendido un costado, en parte justo encima de la cabeza de David, y a juzgar por la inmovilidad del joven, parecía haberlo golpeado. Regan aferró a Travis con más fuerza mientras observaba la figura pequeña e inmóvil de David. No tenía idea de que Travis la miraba y advertía el terror que reflejaba el rostro de la muchacha. Regan no tuvo conciencia de nada hasta que Travis la apartó ele sí, la hizo acuclillarse y sujetarse al pesado cañón. — ¡Quédate aquí! —le ordenó. Luego tomó una cuerda que estaba atada al cabillero y se la arrolló a la cintura. Una nueva clase de terror se apoderó de Regan, un terror tan profundo que le impedía hablar, y sus manos se pusieron blancas por la fuerza con que aferraba el cañón. Atreviéndose apenas a respirar, observó cómo Travis subía por el cordaje con manos y pies mucho más seguros que los de David, con una agilidad notable para alguien tan corpulento, o quizá fuera que necesitaba todas sus fuerzas para resistirse a la tempestad. Cada vez que una ola le impedía ver a Travis, Regan se sentía morir un poco. Cuando lo vio llegar al peñol, el cuerpo de la muchacha estaba tan rígido como el cañón al que se aferraba. Con cautela, Travis avanzó por el peñol. Cuando alcanzó a David, se ubicó a horcajadas sobre él y se inclinó; obviamente le gritaba, pero el viento feroz se llevó las palabras. Cuando David se incorporó y miró a Travis, varios de los marineros les gritaron palabras de aliento. Pero Regan no sintió alivio alguno. Travis y David hablaron largo rato hasta que Travis empezó a avanzar. Todos se asustaron mas al verlo ir más allá de David sobre el angosto peñol. Con destreza y rapidez, lo aseguró con la cuerda que llevaba. En dos ocasiones tuvo que detenerse y aferrarse al palo para que las olas no lo arrastraran al mar. Cuando terminó, retrocedió hasta David. Este le entregó la cuerda que llevaba atada a la cintura y Travis ató el extremo a la suya. Así quedaron unidos para cualquier destino que les aguardara en el largo descenso a la cubierta. Durante un momento más siguieron hablando, pues aparentemente Travis trataba de convencer a David de que abandonara el sitio al que se aferraba con todas sus fuerzas. El corazón de Regan casi se detuvo al ver que Travis tiraba de la cuerda para que David retrocediera hasta el palo mayor. Era como si Travis tuviera todo el tiempo del mundo, por la paciencia con que esperaba que David empezara a moverse. Lentamente, moviendo un músculo por vez, David empezó a retroceder y Travis guió los pies del muchacho hasta el cordaje. Como si se tratara de una criatura, Travis lo ayudó; le colocó las manos y los pies en los lugares adecuados y en un momento lo sostuvo con sus brazos contra el inestable cordaje. Cuando pasó la ola, reiniciaron el descenso. Regan empezó a respirar un poco cuando los vio a unos seis metros de la cubierta. Vio que Travis gritaba a David, que meneaba la cabeza; volvió a gritarle hasta que David asintió. El muchacho empezó a descender solo mientras Travis lo sostenía con la cuerda y ataba un extremo al cordaje. Regan se puso de pie y comprendió que Travis se cercioraba de que David estuviera a salvo, bien sujeto, de modo que si la siguiente ola lo arrastraba, no se llevara también a David.

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