River 00

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JUDE DEVERAUX

SWEETBRIAR

Capítulo 12 Sweetbriar, Kentucky Abril de 1787 El trampero dejó caer el fardo de pieles sobre el mostrador y se aproximó a la chimenea para calentarse las manos. Era la primera vez en dos años que pisaba Sweetbriar y se le antojó que había cambiado mucho. La extensión del asentamiento se había casi duplicado, y él ya no conocía a muchas de las personas que allí vivían. Se preguntó dónde estarían Mac y Gaylon, y aquel hombre mayor que solía sentarse frente al fuego; Doll era su nombre. El trampero echó un vistazo alrededor del almacén y percibió que también había variado. Mac solía mantenerlo bastante limpio, o al menos se aseguraba de que Gaylon lo hiciera, pero ahora parecía como si dos osos hubieran pasado todo el invierno en el lugar. Zeke se sentó y estiró las piernas, orientándolas hacia el fuego. Tal vez tuviera algo que ver con aquella chicuela que había visto en el pueblo del Terrateniente. Le asombró verla allí, jugando con un grupo de niños, algunos tan altos como ella. Le intrigó porque la ocasión anterior en que la había visto, ella vivía en Sweetbriar y tenía a todo el gallinero revuelto. Zeke no pudo más que sonreír recordando a Mac, enfurruñado con la chica, observándola todo el tiempo y fingiendo no mirarla. Él era igual que Mac a su edad pero, gracias a Dios, Molly tuvo bastante sentido común para ver más allá de las apariencias. Hubo de utilizar su enorme barriga para arrastrarlo al altar y, aún después de aquello, él la trató bastante mal por un tiempo, pero ella le enderezó. Durante diez años, fue el hombre más feliz sobre la capa de la tierra. No le agradaba pensar en la muerte de Molly, ni en sus consiguientes problemas con la bebida, ni en cómo, finalmente, tuvo que enviar a sus hijos al este, mientras él se entregaba a la vida en el bosque. Zeke agitó la cabeza para espantar los malos recuerdos y su memoria se transportó a los primeros años con Molly. A Mac, pensó, le pasaba igual que a él mismo: le aterrorizaba lo que sentía por la chica. Algo se trastorna en un hombre cuando ama a alguien con tanta intensidad, pues acaba renunciando a gran parte de sí mismo. Mientras Zeke se recreaba en estos pensamientos, la puerta se abrió y entró Gaylon, con los hombros gachos y con un aspecto bastante más envejecido que la última vez que Zeke lo vio. —Buenos días, Gaylon —gritó el trampero. Gaylon le clavó los ojos. —¿Quién eres tú? —¿No me recuerdas? Zeke Hawkins. Os he traído algunas pieles. —Um... —el viejo apenas las miró. —¿Qué ha ocurrido aquí? —preguntó Zeke—. ¿Dónde está Mac? ¿Y aquel hombre que siempre solía sentarse junto al fuego? Gaylon alzó la mirada con una expresión de sorpresa. —Vaya, hace tiempo que no vienes por aquí, ¿eh? Las cosas han cambiado. Ahora, el almacén Macalister lo regenta un demonio. No permite nada que no sea trabajo —escupió una sustanciosa bola negra de tabaco de mascar en el suelo. En ese momento, la puerta se abrió con un golpe y Mac entró a toda prisa en la tienda. Zeke soltó un grito sordo al verle. Había perdido mucho peso, sus ojos estaban hundidos, como si no hubiera dormido en días, y llevaba la ropa y el cabello sucios.


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