Como suprimir las preocupaciones y disfrutar la vida libro

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Dale Carnegie

Cómo Suprimir las Preocupaciones y Disfrutar de la Vida

http://www.liderazgoymercadeo.com/ el lago Erie. Rockefeller se preocupó tanto por la posible pérdida del cargamento que, cuando su socio, George Gardner, llegó a la oficina por la mañana, lo encontró allí, paseándose. -¡Corre! - gritó Rockefeller - Trata de contratar el seguro ahora, antes de que sea demasiado tarde... - Gardner corrió a la compañía y obtuvo el seguro, pero, cuando volvió a la oficina, encontró a John D. en un estado de nervios todavía peor que el de antes. Había llegado entretanto un telegrama: el cargamento había sido desembarcado sin que la tempestad lo afectara. Y Rockefeller estaba más enfermo que antes, porque había "perdido" 150 dólares... Estaba tan enfermo que tuvo que irse a casa y meterse en la cama. ¡Piensen ustedes! En aquella época, su firma hacía medio millón de dólares por año... ¡pero perder 150 dólares lo afectaba a tal punto que debía meterse en cama! No tenía tiempo para distraerse, para divertirse, para nada que no fuera hacer dinero y enseñar en la escuela dominical. Cuando su socio, George Gardner, compró por 2000 dólares un yate de segunda mano con tres amigos suyos, John D. se horrorizó y se negó a subir a él. Un sábado por la tarde Gardner lo encontró trabajando en la oficina y le dijo: —¡Vamos, John, vente a dar un paseo en el yate! Te hará bien. Olvídate de los negocios. Diviértete un poco. John D. lo miró enfurecido. —George Gardner - le dijo - eres el hombre más dispendioso que he conocido. Estás dañando tu imagen y tu crédito ante los bancos... y también mi imagen. En un abrir y cerrar de ojos nos arruinarás a los dos. No, no subiré a tu yate. ¡Ni siquiera quiero verlo! Y se quedó trabajando en la oficina toda la tarde del sábado. La misma falta de sentido del humor, la misma ausencia de sentido de la perspectiva caracterizaron toda la carrera de John D. como hombre de negocios. Años después dijo: "Nunca me he acostado sin recordarme a mí mismo que mi éxito podía ser sólo transitorio". Con millones a su disposición jamás se acostaba sin el miedo de perder su fortuna. No es extraño que la preocupación quebrantara su salud. No tenía tiempo para el recreo; nunca iba al teatro, ni jugaba a las cartas, ni iba a una fiesta. Hacía sus cuentas todas las noches y no podía dormir hasta saber cuánto dinero había amasado durante el día. Como dijo Mark Hanna, era un hombre loco por el dinero. "Cuerdo en los otros aspectos, era loco por el dinero". Rockefeller confesó una vez a un vecino de Cleveland, Ohio, que "deseaba ser estimado"; sin embargo, era tan frío y receloso que pocas personas lo querían. En

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