Patria Roja - Octubre Noviembre del 2016

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[cultura]

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Pinglo, el bardo inmortal

L

I etras y melodías que estuvieron a la altura de su época, y que han trascendido las décadas transcurridas para convertirse en parte del alma de nuestro Perú, tal es el legado de Felipe Pingo Alva, que el Ministerio de Cultura, recientemente, ha declarado Patrimonio Cultural del Perú. Ello, podríamos señalar, es solamente extender un certificado y en el mejor de los casos entregar un diploma a un hecho que fue reconocido hace muchos años por el pueblo peruano: el mejor compositor de la música costeña. Lo cual ha sido refrendado por los mejores intérpretes, creadores e investigadores de este género musical. Prueba de ello es que Manuel Acosta Ojeda, uno de los más destacados entre los autores, compositores e investigadores de la música popular, le dedicó una investigación que llegó al público en un libro bajo el título Felipe de los pobres. Cabe preguntarse por qué esta unanimidad de opinión para considerarlo el más grande dentro de los grandes, y ello, a los pocos años de su trágica desaparición: 13 de mayo de 1936. Solamente señalaremos que teniendo como base las creaciones de los compositores de la denominada Guardia Vieja, cuyos inicios se ubican en las últimas décadas del siglo XIX, y que fueron los que popularizaron el vals cuando todavía no llegaba la radio a la ciudad de Lima; él fue el compositor que desarrolló el ritmo, la melodía y la letra de este género musical para que pudiera extenderse luego a nivel masivo por la radio y discos, que en las décadas del 40 y 50 alcanzaron su mayor esplendor.

II Hay que tener en cuenta que recién a principios del siglo XX Lima comienza a convertirse en una ciudad con la implementación del alcantarillado, la luz eléctrica, el asfaltado de las calles y la creación del transporte público. El Perú no había logrado la centralización poblacional y económica que en la actualidad padecemos, y la capital tenía un promedio de doscientos mil habitantes, similar a la del Cusco, Arequipa, Puno, Trujillo y Piura. Sus barrios más poblados eran el centro de Lima, los Barrios Altos, el Rímac y en menor medida La Victoria. En este contexto habitaban trabajadores, en su mayoría artesanos, con albañiles, carpinteros y vendedores ambulantes, entre otros; y, tímidamente, comenzaban a construirse las primeras fábricas apareciendo el proletariado. Lo que es ahora el distrito de Vitarte, comenzó a constituirse en esos años en un polo de la industria textil de Lima. La mayoría de las clases populares vivían en callejones y corralones, y los primeros tenían una cruz

y, algunos también un santo protector. Por ello, en mayo, en que se celebra la Fiesta de la Cruz, los domingos sus calles se convertían en una algarabía de personas de toda edad, que acompañaban sus cruces con bandas, cohetes, sahumerios y alcancías, a las que echando una limosna, se hacían acreedores a una escarapela de cartulina con un sello de la hermandad en el pecho. En este ambiente social, comienzan a surgir las primeras experiencias de valses generados por las clases populares, expresando un nuevo género de música, desde abajo, por los oprimidos, lo cual era practicado por las clases dominantes de la denominada República Aristocrática. El resultado fue nuevas formas de interpretación, sentimientos y coreografías. Muchas de estas composiciones no tuvieron autor, otras, como el famoso vals El guardián han quedado registradas bajo los nombres de Julio Flores y Juan Peña Lobatón, o, La Alondra, del recordado compositor Pedro A. Bocanegra. III Pinglo no solamente fue compositor, también practicó la guitarra y el canto, por lo cual de seguro era frecuente que en la semana asistiera a varios cumpleaños y serenatas, particularmente perteneciendo a los Barrios Altos, donde existieron abundantes y famosos callejones abanderados de la bohemia musical criolla de Lima. Igualmente, al visitar otros barrios tuvo oportunidad de conocer a intérpretes, músicos y compositores con estilos propios. Pocos tienen conocimiento que en esos años existían diversos tipos de interpretaciones de los valses según los barrios: así, se practicaron el estilo del Rímac, La Victoria o los Barrios Altos. Al llegar el cine parlante, la radio y los discos comenzaron a escucharse y expandirse la música extranjera, particularmente la norteamericana con el charleston y el one-step; la argentina con los tangos y la mexicana con las rancheras y los boleros. Felipe Pinglo compuso muchos one-step, siendo uno de los más famosos, y que se interpreta hasta ahora Llegó el invierno, siendo

la versión más conocida la cantada por Esther Granados. Este género musical tuvo gran influencia en sus polkas. La relación e influjo de los géneros musicales internacionales se mezcla con el predominio de la naturaleza de las haciendas, chacras y jardines que en esos años circundaban Lima. Buen número de sus valses han sentido su presencia, por ejemplo en la canción El bouquet: Las flores que he cogido del jardín/las he hecho un bouquet para mi amor/tiene jazmín del cabo y tulipán/también claveles rojo de ilusión…; o El huerto de mi amada: Si pasa por la vera del huerto de mi amada/al expandir tu vista hacia el fondo verás/un forestal que pone tonos primaverales/en la quietud amable que los arbustos dan… y, timo, por úl-

señalaremos Jacobo el Leñador, vals de un profundo contenido social, que retrata la vejez de un hombre que se gana la vida extrayendo leña de un bosque cercano a Lima, para venderla como combustible: Rendido por el infortunio/al pueblo avanza el leñatero/el peso del añoso leño/aumenta su sufrir tan cruento… Los temas amorosos, en algunos casos para la felicidad y en otros para el sufrimiento y el infortunio, se tiñen con aires de pradera. Cuando pinta musicalmente el físico de las limeñas se nota el influjo de la poesía modernista con aires pintorescos, que nos retraen a las acuarelas de Pancho Fierro o Mauricio Rugendas. Pobre obrerita nos ofrece otra imagen de la mujer, que en este caso es una imprecación por la injusticia y su visión de clase: Pobrecita la obrerita que trabaja/día y noche para salvar de la tragedia/ y no tiene más cariño ni otro amparo/ que su buena madrecita a quien mima con fervor/sumergida en sus sueños de pobreza/su casita es un palacio, la máquina es su pasión/y cuando alguien le promete mil grandezas/ responde que con su Singer tiene/en el banco un millón./ Quien fuera así también y pudiera decir/como la niña aquel, no me llama ilusión/dinero ni placer, solo quiero vivir si bello el mundo es,/ en este bacanal la virtud es un mal,/el oro es amo y rey, y no hay poder igual/ que lo pueda enfrentar/ni menos humillar ostentando honradez,/ tan rara es la virtud que al mundo mercader/se le hace duro creer que la pobre mujer/pueda ostentar su faz libre de delación/del vicio y la maldad. Su visión, influenciada por el medio en que se desarrolló y vivió, está más cerca de los artesanos q u e del

p ro l e t a r i a d o . Una máquina Singer vale como un millón depositado en un banco; y una sociedad donde todo se compra y vende y triunfa el vicio y la maldad, no podrá vencer los muros que rodean a una buena familia con fuertes cimientos morales y una máquina de coser de buena marca para ganarse la vida. Aquí, pues, estamos ante una visión de una sociedad semi urbana tratando de convertirse en ciudad, donde reinaba, según el historiador Jorge Basadre, una República Aristocrática. Nuestro autor fue un atento testigo del mundo social de su época, adhiriendo a una visión de los pobres, de los explotados. Por ello, muchas de sus canciones fueron prohibidas en su época. Algunos de sus títulos, además de los expuestos, nos dan una idea de sus ideales políticos sociales: El canillita, La oración del labriego, Mendicidad, entre otros. Su creación más popular, El plebeyo, es el paradigma musical de percibir la realidad limeña, cuando todavía no se había producido el aluvión poblacional producto de la migración serrana. Que también fue el arrinconamiento de un género popular, la canción popular costeña, que no supo ni pudo adaptarse a la misma. Transcribimos la letra completa, que muy pocos intérpretes la cantan, de esta melodía que hasta hoy, hacen vibrar nuestra alma popular. La noche cubre ya con su negro crespón/de la ciudad las calles que cruza la gente/con pausada acción / la luz artificial con débil proyección/ propicia la penumbra que esconde en su sombra venganza y traición. /Después de laborar, vuelve a su humilde hogar/Luis Enrique el plebeyo, el hijo del pueblo, el hombre que supo amar/y que sufriendo está esta infamante ley/de amar a una aristócrata siendo plebeyo él. /Coro: Trémulo de emoción, dice así en su canción, /el amor siendo humano, tiene algo de divino/amar no es un delito porque hasta Dios amó/y si el cariño es puro y el deseo es sincero/¿por qué robarnos quieren la fe del corazón?/Mi sangre aunque plebeya, también tiñe de rojo/el alma en que se anida mi incomparable amor/ella de noble cuna y yo humilde plebeyo/no es distinta la sangre ni es otro el corazón/¡señor por qué los seres no son de igual valor! / II/ Así en duelo mortal abolengo y pasión/en silenciosa lucha condenarnos suelen a grande dolor/al ver que un querer porque plebeyo es/ delinque si pretende la enguantada mano de fina mujer. /El corazón que ve destruido su ideal/reacciona y se refleja en franca rebeldía/que cambia su humilde faz. /el plebeyo de ayer es el rebelde de hoy/que por doquier pregona la igualdad en el amor/ Repetir coro.


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