Ibsen, Henrik - La Dama Del Mar

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E N R I Q U E

I B S E N

WANGEL. (Con resignación dolorosa). -¡Lo veo, Ellida! Cada vez te alejas más de mí. El deseo de lo infinito, del ideal irrealizable, concluirá por sumergir tu alma en las profundidades sombrías de la noche. ELLIDA. -Dices bien: siento cernerse sobre mí grandes alas negras y silenciosas. WANGEL. -Basta, Ellida; no hay más que una salvación para ti, y te dejo en libertad de seguir el camino que quieras. Eres libre, completamente libre. ELLIDA. (Mirándole un momento con profunda satisfacción). -¿De veras? ¿Es sincero lo que dices? ¿Consientes? WANGEL. -Con todo mi pobre corazón desgarrado, consiento. ELLIDA. -¿Tienes fuerzas para consentir ? WANGEL. -Sí, por amor a ti. ELLIDA. (Trémula y a media voz). -¿Tanto lugar ocupaba entonces en tu corazón? WANGEL. - ¿No hemos vivido juntos durante años? ELLIDA. (Juntando las manos). - ¡Y yo que nunca he comprendido a ese hombre! WANGEL. -Tus pensamientos estaban en otra parte; pero ya estás completamente desligada de mí y de los míos, y puedes, por consiguiente, buscar y se158


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