Ibsen, Henrik - El Pato Salvaje

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El pato salvaje

Henrik Ibsen

HJALMAR. - (Choca su vaso con el de Relling.) Sí, por el sportman al borde de la tumba. RELLING. - Por los cabellos grises. (Bebe.) Oye, dime, ¿,tiene el pelo gris o blanco? HJALMAR. - Ni lo uno ni lo otro. Por lo demás, le quedan pocos cabellos va. RELLING. - Al fin y al cabo, con peluca también se puede ir por el mundo. Tú sí que eres un hombre feliz, Ekdal; tienes una misión por la cual luchar. HJALMAR. - Y lucho, te lo advierto. RELLING. - Y para colmo, tienes tu mujercita, que sale y entra con suelas de fieltro, moviendo las caderas y cuidándote,... HJALMAR. - Sí, Gina. (Con un gesto afectuoso para ella.) Eres una buena compañera en el camino de la vida. GINA. - ¿,Queréis hacer el favor de no cotorrear acerca de mí? RELLING. - Y a tu pequeña Hedvigia, Ekdal. HJALMAR. - (Emocionado.) ¡La niña, sí; la niña sobre todo! Hedvigia, ven aquí conmigo. (Acariciándole el pelo.) ¿Qué día es mañana? HEDVIGIA. - (Rechazándole.) ¡Oh! no digas nada. HJALMAR. - Siento punzadas de cuchillo en el corazón cuando pienso que todo se reducirá a tan poca cosa; sólo una fiesta sencilla en el desván. HEDVIGIA. - ¡Pues eso será lo delicioso! RELLING. - Tú espera hasta que sea un hecho el magnífico descubrimiento, Hedvigia. HJALMAR. - Sí, ya verás... Hedvigia, he tomado la decisión de asegurar tu porvenir. Serás feliz mientras vivas. Exigiré algo para ti..., sí, algo. Va a ser la única recompensa del pobre inventor. HEDVIGIA. - (Con un brazo alrededor del cuello de su padre.) ¡Ah, querido, querido papá! RELLING. - (A Gregorio:) ¿Y qué, no le agrada, para variar, estar sentado a una mesa bien repleta en el círculo de una familia dichosa? HJALMAR. - Francamente, yo aprecio bastante estas horas de la mesa. GREGORIO. - Pues, por mi parte, no soporto los miasmas de pantano. RELLING. - ¿Los miasmas de pantano? HJALMAR. - ¡Oh! no insistas en esas bobadas.. GINA. - Le aseguro, señor Werle, que aquí no hay ningún olor a pantano, pues ventilo a diario las habitaciones. GREGORIO. - (Abandona la mesa.) El hedor a que me refiero no lo ventilará usted. HJALMAR. - ¿Hedor? GINA. - Sí. ¿Qué dices a eso, Ekdal? Página 47 de 84


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