Albom Mitch, Las Cinco Personas Que Encontraras En El Cielo, The five people you meet in heaven in s

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Mitch Albom Las cinco personas que encontrarás en el cielo hombre dejó el puro y sonó como el trueno, al tiempo que le pegaba en la cara con el dorso de la mano. -Deja de echarme el aliento -dijo. Eddie se echó a llorar y su madre le atrajo agarrándole por la cintura. Miró enfadada a su marido. El niño nunca volvió a ponerse tan cerca. Otras noches, cuando las cartas eran malas, las botellas se habían vaciado y su madre ya estaba dormida, su padre entraba como un trueno en el dormitorio de Eddie y Joe. Se abalanzaba sobre los pobres muchachos y los lanzaba contra la pared. Luego hacía que sus hijos se tumbasen boca abajo en la cama mientras él se quitaba el cinturón y luego les azotaba el trasero al tiempo que les gritaba que estaban gastando su dinero en porquerías. Eddie rezaba para que se despertara su madre, pero incluso las veces que se despertaba, su padre le advertía que «no se metiera en aquello». Verla en el pasillo, agarrándose la bata, tan impotente como él, hacía que Eddie se sintiese aún peor. Las manos que atendieron a Eddie en su infancia, pues, fueron duras, callosas y rojas de ira, y pasó sus años de niño golpeado y azotado. Aquél fue el segundo daño que le hicieron; el primero después del descuido. La violencia. Esto fue así hasta tal punto que Eddie podía predecir por el sonido de los pasos que avanzaban por el pasillo la dureza de los golpes que iba a recibir. Aun así, a pesar de todo, en secreto Eddie adoraba a su padre, porque los hijos adoran a sus padres aunque se porten mal con ellos. Es el modo en que aprenden a querer. Antes de que quiera a Dios o a una mujer, un chico quiere a su padre, de modo insensato, más allá de cualquier explicación. Y ocasionalmente, como para avivar las débiles brasas de un fuego, el padre de Eddie dejaba que un destello de orgullo rompiera la dura capa de su desinterés. En el campo de béisbol del colegio de la Avenida 14, su padre se detenía detrás de la cerca para ver jugar a Eddie. Si al batear su hijo mandaba la pelota fuera del campo, su padre asentía con la cabeza, y cuando hacía eso, Eddie daba saltos al recorrer las bases. Otras veces, cuando Eddie volvía a casa después

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