Premio Latinoamericano de Arquitectura Rogelio Salmona

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Efectivamente, desde sus inicios este arquitecto expresó conceptos que lo llevaron hacia este tipo de intervenciones respetuosas y generosas para con la ciudad: “Lograr rítmicamente el espacio libre y exterior, o encuadrado poéticamente fue la búsqueda de siglos de arquitectura… El lugar, el paisaje, los volúmenes funcionalmente necesarios son los elementos de base que, organizados, van a crear, por un lado, ese espacio intencional y, por otro, la integración del conjunto al lugar” (“Notas sobre el concurso para el Colegio Emilio Cifuentes”, 1958). Por ello, posteriormente, en una entrevista con Alberto Petrina de 1988 expresó, entre otros, que: “mi interés ha permanecido ligado a esta búsqueda del equilibrio entre el espacio público y el privado, que constituye la esencia del diálogo entre un edificio y la ciudad… Para que ciertos lugares... puedan ser ocupados y utilizados por todos los habitantes y no solo por los que concurren expresamente a ellos”. De cierta forma, estos fueron los principios que guiaron a los organizadores de la parte conceptual del citado premio, mismos que nos rigieron tanto dentro de la búsqueda de candidaturas como en la selección final. Por ello, el haber sido jurado del Premio Rogelio Salmona, en lo personal, me dio la valiosa oportunidad de reflexionar sobre el espacio ciudadano y la arquitectura. Como se trata de un premio con características muy particulares, de allí su novedad e interés, hay que tomar en cuenta que las obras seleccionables debían de contar por lo menos

con cinco años de vida para poder aquilatar cabalmente su desempeño. Asimismo, se debía considerar la calidad dentro del diseño y la realización, además de la cualidad referente al servicio a la comunidad. Cabe agregar que el SAL 15, organizado también por la Fundación Rogelio Salmona en asociación con diversas universidades, se muestra como un excelente antecedente. En efecto, bajo el título de “Arquitectura y espacio urbano: memorias del futuro”1, a lo largo de cuatro días en el mes de septiembre de 2013, se analizó el tema bajo diversas ópticas, dejando en claro la importancia de los ámbitos urbanos proyectados por los arquitectos, cuando aquellos son coherentes y generosos. No obstante, el Premio no pretendía señalar acciones urbanas y paisajísticas en sí, independientemente de los variados beneficios que aportan; en este sentido, el gran abanico de iniciativas para ocupar espacios urbanos preexistentes o que plantean parques y paseos, si bien es encomiable, no estaba dentro de las miras de la Fundación. La idea era destacar más bien las obras arquitectónicas que proponían estos ámbitos independientemente de las acciones de los gobiernos. Por mi parte, en cuanto a la nominación de las obras, en primer término se requirió de una reflexión individual, que partía de las obras y su calidad arquitectónica para valorarlas en el contexto más amplio de la urbe y sus habitantes. Posteriormente, estas meditaciones e investigaciones fueron enriqueciendo y ampliando las ideas al compartirlas con colegas de México, de Centroamérica y 1 En 1985 el propio Rogelio Salmona había dicho: “Sin memoria no puede haber arquitectura”.

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