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VIII. El Bosque Izquierdo

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Epílogo

Epílogo

Luz en un paseo al río. Ca. 1970. Fotografía de Ignacio Gómez Pulido.

Segundo Acto 89

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Si la infancia de Luz estuvo asociada al barrio Santa Inés y su juventud a Chapinero, la segunda mitad de su vida, tras su regreso de París en el 66, ocurrió casi toda en el Bosque Izquierdo. El barrio de calles curvas (del cual la calle principal de la Colina de la Deshonra era lindero) está en lo que hoy es el centro de Bogotá. Recostado, por metáfora, sobre las estribaciones de Monserrate, fue diseñado en los años treinta por el arquitecto y urbanista austríaco Karl Brunner, aquel al que los “modernos”, los otrora amigos de Luz de la revista Proa, odiaban como al enemigo, por considerarlo un “dinosaurio” que torcía las calles. Le acusaban de medievalista.

CARLOS NIÑO MURCIA: El Bosque Izquierdo era un sitio muy lindo; era la llegada de Brunner y la superación de la cuadrícula y esas calles que suben en curva, para seguir mejor la pendiente, llenas de árboles. Eran ya la idea de la ciudad jardín, del garden city inglés.

Tras un breve intervalo en las Torres Jiménez de Quesada (llamadas “Torres de Pekín” por la fama de sus vecinos comunistas de línea maoísta), donde vivió con su madre los últimos meses de su vida, para fines del 77 regresó al Bosque Izquierdo. Al edificio La Loma que, no se si por casualidad, había sido construido por la firma Cuéllar Serrano Gómez cuando Luz trabajaba

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allí. En ese apartamento vivió más de cuarenta años, hasta su propia muerte.

LUZ AMOROCHO87: Con Hernando Téllez y su mujer, los dos arquitectos, comenzamos a manejar los detalles económicos y legales para comprar un pequeño edificio de tres apartamentos dúplex (uno para mí, uno para mi hermana y el más grande para los Téllez) con garajes, un taller y un jardín. Comenzamos con 3 centavos, pero después de una larga y peligrosa danza en la cuerda floja logramos volvernos propietarios […] hay que aceptarlo, con una buena dosis de torpeza.

HERNANDO TÉLLEZ: La amistad de Luz fue inicialmente con mis papás. Ella apareció en mi casa de infancia, no me acuerdo a través de quién, e iba con alguna frecuencia los sábados, en la tarde, cuando usualmente iban intelectuales, escritores, amigos de mi papá, etc.… Un día, cuando yo tenía diecisiete o dieciocho años (o sea en el 54, 55), yo entré a la biblioteca y ahí estaba Luz, con mis papás, hablando de las relaciones, de las mujeres y todo eso88. Luz le dijo a mi papá “Mire, es que yo soy virgen y a esta edad ser virgen, es una vergüenza”. Ella después aseguraba que nunca había dicho eso, pero yo me acuerdo claramente, porque a uno de joven esas cosas se le quedan en la cabeza. El caso es que después, cuando yo crecí y Luz volvió de Francia, esa amistad siguió, especialmente cuando se murió mi papá. Seguimos siendo amigos —y vecinos— hasta el día de su muerte. Pero, en todo ese tiempo, intimidades Luz nunca tuvo conmigo, nunca habló de novios, nada.

El segundo y tercer piso de La Loma eran los de Luz y Leonor —que Luz reformó y sacó tres apartamentos— el cuarto y el quinto, de los Téllez, y arriba la terraza de tantos banquetes. En la foto, de la que espero no equivocar la fecha, se ve atrás el Edificio Bosque Izquierdo, conocido como Gozque Izquierdo. Ahí, en el piso 10, compraría años después su apartamento Leonor.

HERNANDO TÉLLEZ: Las relaciones de vecinos eran estupendas. Luz administró el edificio hasta que comenzó a perder la memoria. Era la que llevaba las cuentas. Algún día le propuse que redondeáramos, pero me respondió: “No. Un peso es un peso, cuentas son cuentas”. Ella, además, era muy independiente. Yo me acuerdo, a los pocos meses de habernos trasteado, salía Luz con su jeep, y me atreví a preguntarle para dónde iba. Me respondió:

87 Carta de Luz a Nicole, 22 de mayo de 1977. 88 “Asuntos del corazón”. Barrio Bosque Izquierdo, Bogotá, en los setenta. Archivo Maldonado-Tió.

Edificio La Loma, Bogotá. 1976. Archivo personal de la familia Amorocho, Federico Durán.

Segundo Acto 91

Luz en su edificio La Loma, en el apartamento de los Téllez, y con mi papá en las fotos, haciendo de diva, de campesina triste, de rockera, y quién sabe de qué más. 1982. Fotografía de Ignacio Gómez Pulido.

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“¡A ti qué te importa!”. Nunca más pregunté. En otra ocasión que llegó con el mercado y de imprudente me ofrecí a ayudarle. Me dijo: “No, yo no necesito que me ayudes y punto”. Se giró y se fue.

Yo para ese momento tenía seis años. En mis recuerdos de infancia siempre está ella: en las largas sobremesas de domingo en casa de mis papás, con Fernando Jiménez, Ernesto Lleras y algún invitado ocasional, o con los Téllez, o en sus visitas imprevistas, cualquier día, a cualquier hora, comentando algún suceso o renegando de algo que le acababa de pasar, en los cumpleaños, en las celebraciones, en las tristezas…

A la izquierda de la foto se ve una casita de juegos para niños. Mi mamá contaba que, cuando la estaban construyendo entre mi papá y un tío mío ingeniero, llegó Luz a supervisar, y furiosa les hizo levantar el tejado, corregir no sé qué y volver a techar. Esa casita sobrevivió al caserón de mis abuelos sin una gotera.

En 1978, año en que nació mi hermano Matías —“Maticos”, lo llamaba ella—, mis padres compraron, junto a Fernando y Ernesto, el edificio Palacete, a pocas cuadras de La Loma, también en el Bosque lzquierdo. Desde entonces, se convirtió en una especie de segundo hogar para Luz.

El apartamento de Luz en el Bosque Izquierdo. Bogotá. Ca. 1976. Archivo Maldonado-Tió. Luz y Rafael cuidando la carne, en Chía, en casa de mis abuelos. 1976, enero. Fotografía de Ignacio Gómez Pulido.

Luz en el Palacete. Ca. 1979. Archivo personal de la familia Amorocho, Federico Durán.

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Recorte del periódico El Tiempo encontrado entre los archivos de mi papá. Sin fecha, pero, por la edad que dice tener Luz, calculamos que es de 1977. Bogotá. Archivo Maldonado-Tió.

153. Luz con Lucas Maldonado y el Pato Donald. 1976. Archivo Maldonado-Tió. Dibujo de Lucas, 2 de octubre de 2021.

“La primera arquitecta colombiana”. Ella se ganó ese título, que también la hizo sufrir. Lo que recuerdo de ese artículo fue un comentario perverso de un arquitecto que dijo: “La primera, pero en el tiempo”. Para decir que no era la mejor sino la más vieja. En el mismo artículo, la periodista cuenta: “Lo primero que nos topamos en la puerta de su apartamento es un letrero de colores, garrapateado en letra infantil que dice: Esta casa es de Luz Amorocho, lo escribió Lucas. Lucas es el más pequeño de sus amigos, tiene 6 años y la visita con frecuencia”.

Yo soy ese Lucas, aunque equivocaron mi edad. De modo que el mismo artículo que la nombraba a ella la primera arquitecta me nombró a mí su escribiente. Bueno, no. Lo de la primera arquitecta ya lo traía ella tiempo ha nombrado.

En esta foto estamos ella y yo en un circo, en Chía, un pueblo cerca a Bogotá. Creo recordar la carpa toda destartalada en un potrero. En la foto, Luz me levanta la cara y yo siento que eso me hace un poco estúpido. Pero también se ve, o al menos yo creo ver, la delicadeza con que lo hace. Me está corrigiendo y haciendo una foto especial, porque nadie le levanta la cara a nadie para una foto. Me encanta que estemos Luz y yo, solos, con el pato Donald.

Ella me enseñó que su nombre se podía escribir así:

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