Santiago Sebastián: estudios sobre el arte y la arquitectura coloniales en Bogotá

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l a or na mentación arquitectónica en l a n ueva gr a nada

17 Columna de la Casa de los Mancipes. Tunja (c. 1597)

la metropolitana burgalesa; no deja de ser curioso que el mismo motivo se repitiera casi un siglo más tarde en la lejana Tunja (no olvidemos que en la portada de los Mancipes consta la fecha de 1597). El capitel de la interesante columna muestra las cabezas de un animal que parece ser un simio, con guirnalda vegetal pendiente de la boca; los capiteles animados son frecuentes en el plateresco español, y, si el animal aquí representado fuera un mono, sería la primera muestra de la influencia americana en el arte neogranadino. El tópico del simio no se debe considerar insólito, ya que en la misma ciudad, en los repertorios pictóricos de las casas de don Juan de Vargas y de don Gonzalo Suárez Rendón, decoradas poco después, aparece el mismo animal. En cuanto al que trabajó la columna cabe pensar que fuera un cantero español, posiblemente contagiado por el medio americano, pero no hay que deducir que fuera castellano por la semejanza que hemos anotado con respecto a la escuela burgalesa. Las restantes columnas del patio de los Mancipes nos evocan un plateresco arcaico en su fuste estriado, falto de proporciones, en las basas decoradas con zarpas y en los capiteles bárbaros que remedan al corintio o al compuesto. Otro tanto puede decirse de las columnas del patio, de la casa de Juan de Vargas, cuyas columnas inferiores presentan en la basa un recuerdo del gótico isabelino con las típicas bolas abulenses, que se repiten en los esquemáticos capiteles, alternando con rosetas; estos capiteles esquemáticos, bárbaros y caprichosos, nos recuerdan en su arcaísmo las creaciones de los canteros prerrománicos: A tal punto llegó la libertad del artífice del plateresco. En la galería inferior apoyó las basas en plintos estriados y diseñó unos capiteles que pretenden ser compuestos, aunque toscos; parecen tener el vaso muy estriado, con volutas muy rudimentarias. La portada de la Catedral de Tunja está fechada en 1598. Gracias a los documentos conservados podemos apreciar hasta qué punto el plateresco se mantenía pujante, aunque las cláusulas del contrato abogaban por un creciente clasicismo: Iten es condición que la altura de la dicha portada ha de tener la proporción que hubiere menester según su anchura, de tal manera que si fuese necesario aumentar el altura que anchura lo ha de tener de manera que en todo quede proporcionada.35

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Ulises Rojas, Juan de Castellanos, op. cit., pág. 333.

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