El impúdico brebaje. Los cafés de Bogotá. 1866-2015

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216 EL IMPÚDICO BREBAJE. LOS CAFÉS DE BOGOTÁ (1866-2015)

era buen negocio cambiar por francos los dólares que le habían dado para la beca. Emma los cambió, los empacó entre dos maletas y zarpó feliz en uno de los primeros barcos que salía de América Latina rumbo a Europa, pues acababa de terminar la Segunda Guerra Mundial. Durante la travesía conoció al médico de la tripulación, Jean Perromat, quien años después sería su esposo, y a un “judío misterioso y un poco espía”, que se enamoró platónicamente de ella. Al llegar, en la Aduana la detuvo la Policía, pues eran francos falsos que los nazis habían emitido durante la ocupación. En la cárcel, sin hablar francés y sin conocer a nadie que certificara que no era contrabandista, después de muchos interrogatorios la dejaron libre. Ella siempre pensó que había sido gracias a la intervención del judío misterioso, a quien bautizó “mi ángel guardián”, sobre todo cuando al salir de la cárcel con sus maletas vacías, porque le habían decomisado todo el dinero, repentinamente él apareció y se ofreció ayudarle, prestándole un apartamento que nunca utilizaba en Montmartre, barrio de los artistas y de la vida bohemia parisina. Pero le puso como condición que no le diera a nadie la dirección y que por ningún motivo entrara a un cuarto que estaba cerrado con llave. Por esos días, Emma se enteró de que una colombiana muy distinguida se había partido una pierna y estaba sola en el hospital Salpêtrière. Le llevó rosas y unas naranjas, y así Emma y Emilia se hicieron amigas y juntas compartieron el apartamento. Una noche, picada por la curiosidad, Emilia convenció a Emma de forzar la chapa prohibida y entrar al cuarto misterioso. A la luz de una vela, entre telarañas, cuadros, vestidos, cortinas y un penetrante olor a formol, vieron al fondo una cama cubierta con velos y encima un pequeño bulto, que resultó ser el cuerpo de una mujer momificada. Después se enteraron de que era la esposa de “el ángel

guardián”, quien nunca se había resignado a perderla. Este tétrico hallazgo probablemente inspiró a Emilia para escribir una novela de misterio basada en crímenes sucedidos en la vida real, que fue presentada así en El Espectador, el 1º de mayo de 1951: Tal como estaba anunciado, ayer apareció –en magnífica edición de Kelly, con portada de Enrique Gómez Campuzano– la novela policíaca titulada Un muerto en la legación, de Emilia Pardo Umaña (Emilia), la admirable cronista bogotana. Toda una novela policíaca, desde la presentación: 116 páginas, carátula amarilla, texto a dos columnas y un epílogo que saca de dudas a los incautos o lerdos. Además, dizque se va a vender a solo $2 el ejemplar… Este libro lleva todas las de ser el “hit” del año. La novela tuvo buena acogida entre el público y agrias críticas de los maestros del detectivismo literario, “por la enredada confección de la intriga”. Muchos la alababan y reconocían sus dotes de periodista y escritora, pero también tuvo demandas por calumnia, que nunca prosperaron, como a raíz de una crónica que escribió sobre la seguridad en la capital, que terminó diciendo: “Bogotá es la ciudad más ladrona del mundo… En la que roban por igual ladrones y detectives”. Y estos pegaron el grito en el cielo, pero no pasó nada. Por otra parte, sus detractores la atacaban por ser una veleta política: primero Emilia había sido tan recontragoda, que durante el frustrado golpe del 10 de julio del 44, en el que fue detenido el presidente López Pumarejo, fue sorprendida en su Ford repartiendo propaganda subversiva por las calles de Bogotá. Acusada de


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El impúdico brebaje. Los cafés de Bogotá. 1866-2015 by Instituto Distrital Patrimonio Cultural - Issuu