Hojas de Café N°2

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Bogotá, Colombia. Número 2. 2014

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Editorial

bogotá en un café En el marco del Plan de Revitalización del Centro Tradicional de Bogotá del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, el programa Bogotá en un Café, busca la puesta en valor de los Cafés del Centro Tradicional como lugares de encuentro y elementos de revitalización de la vida urbana. Entre los objetivos específicos están: la recuperación y difusión de la memoria asociada a los Cafés, la integración de estos con sus territorios y con los significados culturales y artísticos relacionados con el centro de la ciudad, la valoración y el reconocimiento del patrimonio cultural de estos lugares, y la conformación de la Red de los Cafés del Centro Tradicional. Bogotá en un Café empezó en Octubre de 2013 desarrollando hasta la fecha las líneas de acción que lo estructuran: la investigación, la valoración arquitectónica y patrimonial, la gestión con cafés del Centro Tradicional y con posibles alianzas externas y la realización con éxito, de 10 actividades de reactivación cultural en 6 cafés, con un total de 710 asistentes.

El conjunto de cafés tradicionales del centro de Bogotá debe ser entendido como patrimonio cultural significativo por los valores que en ellos se representan. Valores que están asociados a la memoria y testimonio de la primera mitad del siglo XX; el proceso de modernización de la ciudad, y las prácticas culturales, políticas, literarias, artísticas y sociales de gran importancia para el país. Los cafés tradicionales actualmente son referentes dentro del centro de la ciudad, se encuentran localizados en inmuebles con valores patrimoniales, y constituyen centros de reunión y de identidad de diferentes grupos sociales. El espacio interior, los objetos que contienen y las variadas tradiciones gastronómicas y de servicios forman parte de los valores patrimoniales de los cafés tradicionales. Algunos Cafés están actualmente en riesgo, por lo que su reconocimiento como patrimonio cultural de la ciudad es el primer paso para evitar que desaparezcan, y se produzca una gran pérdida para la ciudad y sus habitantes.

RAFAEL PARDO RUEDA Alcalde Mayor de Bogotá D.C. (e) CLARISA RUIZ CORREAL Secretaria de Cultura, Recreación y Deporte

PROGRAMA BOGOTÁ EN UN CAFÉ Coordinadora: Laura Pinzón Alfredo Barón, Nubia Lasso y Julieth Rodríguez Asesora: Olga Pizano Pasantes: Estefanía Almonacid, Alejandro Cano y Violeta Sánchez.

MARÍA EUGENIA MARTÍNEZ DELGADO Directora Instituto Distrital de Patrimonio Cultural ALEJANDRO BURGOS BERNAL Subdirector de Divulgación de los Valores del Patrimonio Cultural

Coordinación de publicaciones: Ximena Bernal Diseño gráfico: Yessica Acosta impresión: buenos y creativos s.a.

ruido de su habitual clientela, la música, los vapores y el humo del tabaco no contaminaran las oficinas que funcionaban en el segundo piso de la casona, como las del Expreso Colombiano Ribón que estaban en la casa desde 1906, o las de su propio despacho, que como abogado pudo haber tenido, a las cuales se accedía por la amplia escalera que se encuentra al costado derecho de la entrada del café. Hubo una época en la que en el San Moritz se fumaba, y se fumaba mucho. Cuando en 2012 se comenzaron las prohibiciones contra el consumo de cigarrillo dentro de los establecimientos, los clientes acostumbrados a tomarse un café, una cerveza o a jugarse un “chico” de billar y a fumar se disgustaron. El Café actualmente no cuenta con una zona de fumadores y es curioso porque parece que no la necesitara. Y como las leyes son las leyes, también una de estas prohibió los billares, uno de los deportes más característicos de los Cafés desde principios de siglo, representado en pinturas e ilustraciones y que se convirtió en una importante actividad para los visitantes de estos lugares. Hasta una actriz como Isabela Santo Domingo se tomó una foto en una mesa de billar del Café, lo cual se convirtió en orgullo para sus dueños. El San Moritz es el retrato más fiel y vívido de una ciudad perdida. Por eso directores de cine y de series de televisión, lo han utilizado como locación para recrear en especial la ciudad de los años cuarenta. En la serie de Revivamos Nuestra Historia: el Bogotazo de 1987, Jorge Alí Triana y Yolanda Naranjo utilizan al San Moritz para recrear un café de la época. En la escena se presenta a un frustrado Juan Roa Sierra, interpretado por Jairo Camargo, en una mesa del San Moritz, a quien se le acerca una coqueta copera, personaje muy común de los cafés de la época y le pregunta: - qué quieres mi amor, - ¿cuánto es? - Tinto y empanada, son diez centavos. ¿vas a tomar algo más? - Ya le dije que no. - Hay pero no se enoje, lo noto nervioso qué pasa. Ya le dije que no es nada maldita sea. En la escena se pueden apreciar los objetos originales del Café como las mesas, sillas y en especial la máquina expreso Faema traída desde Italia por su dueño y una rockola muy similar a la del actual Café Mercantil. Al fondo se escucha la canción Mano a Mano de Gardel que suena en

Salón principal del Café San Moritz. Fotografía Julieth Rodríguez 2014

Máquina de espresso Faema. Fotografía Julieth Rodríguez 2014

medio de un numeroso grupo de hombres vestidos de corbata, camisa, saco negro y sombrero. Más adelante vuelve a aparecer la misma copera, gritando una de las frases más inmortales que sobre un mortal colombiano se hayan dicho: ¡Mataron a Gaitán!. Luego en 2013 Andy Baiz retoma al San Moritz para mostrar a un solitario y obsesivo Roa Sierra en una de las mesas del Café mientras escucha una conversación ajena o mientras departe sin querer con un desconocido alias “el flaco” quien le vendería el revólver que mataría a Gaitán. Entre tanto en la historia del Baúl Rosado, la directora Libia Stella Gómez transforma al San Moritz en un elegante Café donde transcurren los encuentros entre el periodista Hipólito Mosquera y el corrupto detective Rosas. La escena de este Café tiene como protagonista el mesón con su máquina espresso que definitivamente es el elemento más importante del San Moritz, mientras todo transcurre inserto dentro del claroscuro ambiente que caracteriza al Café. El San Moritz está compuesto por dos patios cubiertos y un espacio intermedio entre ellos que conforman la estructura de tres salones del Café. Nadie percibe que su salón principal es un patio cubierto. A este se ingresa luego de cruzar el zaguán de la vieja casa y lo primero que se percibe es el tipo de música que lo carac-

teriza: boleros, rancheras, tangos y baladas. Luego viene la sensación más típica del visitante novato, el de invadir o transgredir un espacio masculino. Y es que la mayoría de los clientes del San Moritz son hombres mayores. Son muy pocas las mujeres que se encuentran allí a parte de la señora Hilda, una de las propietarias y de las señoras encargadas de preparar el café y de lavar la loza. En este aspecto radica lo que lo hace especial: en un claro contraste del lugar respecto a los cambios que la modernidad demanda. Los Cafés siempre fueron bastiones masculinos, permeados ocasionalmente por mujeres, porque su presencia en otra época en estos establecimientos estaba mal vista. Se decía que solo allí iban las “coperas”, como se les decía a las mujeres que atendían las mesas en los Cafés. Por eso el San Moritz nunca tuvo meseras, lo cual tuvieron por política sus primeros propietarios y los actuales. Siempre fueron meseros, los cuales no daban tanto de qué hablar. Una fotografía del Café Pasaje lo muestra asistido solo por hombres, pero hoy sería raro no ver mujeres allí. Los tiempos cambian, pero la clandestinidad del San Moritz alimentada por el callejón, lo ha mantenido un poco alejado de los cambios. Por eso allí el tiempo parece detenido en un lugar de encuentro todavía muy vigente.


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