Hojas de Café N°11

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Bogotá, Colombia. Número 11. 2015

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Jotamario Arbeláez El Cisne: cuartel general de los nadaístas En la biblioteca de su apartamento en el norte de la ciudad, rodeado de cientos de libros en perfecto orden y también de objetos del nadaísmo con los que sueña hacer un museo en Antioquia, un día de diciembre de 2014, antes de partir hacia Cuba, el poeta del movimiento nadaísta Jotamario Arbeláez accedió a hablar con Hojas de Café. ¿Los lugares de encuentro de los nadaístas, así como los de otros grupos literarios que los precedieron, fueron los Cafés? El Cisne fue como nuestro cuartel general. Lo digo desde mi perspectiva, que es la de un poeta del movimiento nadaísta, fundado precisamente en 1958 por Gonzalo Arango, con base en un manifiesto que se hizo en Cali y que luego detonó en Medellín en este mismo año. Allí el cuartel general era el Café Versalles, en la calle Junín. En Cali era el Café Colombia. Otro sitio importante fue el bar Metropol, en Medellín, un lugar de billares y de ajedrez donde también se encontraban los nadaístas y quedaba en la misma calle Junín, al frente del Versalles. Este lugar desapareció, al igual que el Café Colombia de Cali. Cuando llegamos a Bogotá, a finales de los años cincuenta, encontramos que el sitio ideal para nuestras reuniones era El Cisne. ¿Cómo fue el paso de los nadaístas por el Café El Automático? Existía, con mucha tradición, el Café El Automático, donde nos asomábamos tímidamente a mirar la figura egregia de León de Greiff. Había también pintores y otros escritores; recuerdo a Omar Rayo y a otros contertulios. Para ese entonces hicimos presencia allí con la presentación del nadaísmo; Gonzalo Arango llegó con una caja de embolar de la que sacó un rollo de papel higiénico en donde estaba escrito el manifiesto. Para ese entonces todos éramos muy jóvenes, no alcanzábamos los veinte años, a excepción de Gonzalo, que tenía un poquito más.

¿Por qué El Cisne? El Cisne se encontraba en la carrera 7.ª, cerca a la calle 26 que apenas estaba en construcción. A la vuelta quedaba también la Televisora Nacional, enseguida de la Biblioteca Nacional, y al frente había un sitio llamado El Telebolito, que era un bar interesante, aunque más que bar era una cafetería. Para ese entonces los actores también iban a El Cisne, pues era un lugar que tenía la particularidad de congregar a la intelectualidad y a la farándula. Se podían ver, entre muchos otros, a Marta Traba, al Chuli Martínez, a los críticos y a los periodistas de El Espectador y de El Tiempo. De modo que era casi un club, un conglomerado social de todas las clases. Claro, no es porque fuéramos de clase social baja los “poeticas” sin recursos. No, al contrario, éramos los que le dábamos auge y dimensión al sitio, y además un poquito al intercambio sensual de la época, pues también eso era un florilegio. ¿Cómo era El Cisne? Era más un restaurante de pastas que un Café. El espacio era amplio y muy iluminado. La puerta era modesta, era una puerta batiente de vidrio. Las mesas pegadas a la pared daban la vuelta y en la mitad había por lo menos tres juegos de mesas sueltas. Había musiquita de fondo de esa que ponen los Cafés como para estimular. El atractivo que tenía era sobre todo entre la gente joven, aparte de los intelectuales y la farándula que también era básicamente gente joven y muy “pintosa”. Igualmente, desde luego, iban los que no tenían cómo sobrevivir, los poetas que recién llegaban y ahí se conseguían con algún compañero dormida en la residencia de la Universidad Nacional, en la casa de algún pintor o en un bar de esos que cerraban a las dos de la mañana. De modo que era un “rebuscadero” y siempre se terminaba en unas fiestas estrepitosas. ¿Era atendido por sus dueños? Yo nunca me fijé. Sabía que eran italianos pero siempre

Jotamario Arbelaez. 2015.

veíamos a las meseras, que se lo tomaban como si fueran las dueñas y eran muy especiales. Por lo general eran gorditas, con su vestuario muy típico: delantales y cofias.

Entonces yo le eché carreta: “Sí, hombre, acaba de pasar por aquí y nos preguntó si habíamos visto a García Márquez, y como le dije que no, se fue con Gonzalo Arango”.

¿El Café era como un lugar de trabajo? Era un aglutinante, ahí cada cual decidía, pues no teníamos nada que hacer. Era ir a pulir los poemitas y a esperar que llegara el anfitrión del almuerzo, del cine o de la dormida.

¿Y luego de salir de El Cisne? El Cisne lo cerraban entre las doce y la una de la madrugada. De allí, luego de esas reuniones nocturnas se salía a unas rumbas espectaculares, no digamos orgías, pero casi. Terminábamos, por ejemplo, en unas casas en la Avenida de Chile de donde uno tenía que salir a caminar por las calles a “echar bombillo”. Descubrimos que un sitio fantástico para terminar, ya que no teníamos para ir al “desayunadero”, era la Funeraria Gaviria, que en ese tiempo no cerraba nunca. Entonces llegaba uno y había cigarrillos y tinto. También unos muy mullidos sofás, y uno se sentaba allí y había quien lo invitara a uno a un aguardien-

¿Cómo fue el encuentro con Gabo? Estaba precisamente en El Cisne tomándome un cafecito, cuando veo que entra por la puerta batiente un señor con un lunar y bigote, y se dirige hacia mí y lo descubro: era Gabriel García Márquez. Yo había acabado de leer su primera obra, La hojarasca, y estaba deslumbrado con él. Nos preguntó: “¿Ustedes han visto a Marta Traba?”.

te, uno de esos deudos doloridos, entonces terminaba uno con una huerfanita ahí dormida sobre el hombro, o alguna viuda alegre con ganas de alegría. Eso era una fantasía. Cuando yo escribí esta historia cerraron el servicio nocturno de la funeraria, y entonces ya quedó hasta las once solamente. ¿En El Cisne se conspiraba? Iba, pero no mucho, la gente de la izquierda. No era un Café que se caracterizara porque se confabulara; había otro tipo de cafeterías para eso. Existía, por ejemplo, otra que se llamaba El Excélsior, hacia la calle 18 abajo de la carrera 7.ª, que era algo así como el fortín de la gente de la revista Mito, principalmente Jorge Gaitán Durán, quien nos dedicó el último número de la revista a los nadaístas.

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