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Stars. También hizo arreglos en el disco El campeón, de Joe Arroyo. Y tocó junto a Joe Madrid en la orquesta La Secreta, de Barranquilla. Entre los años 75 y 78, surfeando en la cresta, Pantera viajó muchas veces a Nueva York, donde repitió la misma dinámica de los amanecederos en Bogotá. Esas temporadas en Manhattan coincidieron con el mayor auge de la salsa como fenómeno de la música, la cultura y la sociedad. –Allá toqué con Andy Harlow, que hacía una música más fuerte, más underground. Él tenía mucho más talento que su hermano Larry. En esa época yo frecuentaba mucho El Corso, y otros sitios donde siempre estaban presentando orquestas. Vivía en Queens, y allá había otro bar que se llamaba Aretama. Ahí tocaba los miércoles Ismael Rivera. Los ambientes musicales de Bogotá y Nueva York tenían mucho en común. La década de los setenta fue en ambas ciudades la de mayor apogeo, y en ellas el fenómeno ocurrió por causas similares: las dos ciudades, sin ser caribeñas, estaban llenas de músicos que venían de costas lejanas. Y una vez instalados en la nueva tierra, la mejor opción que tenían para sobrevivir, casi la única, fue la salsa. UNA ORQUESTA IMAGINARIA
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