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CINE Y PATRIMONIO_
ubicadas en la calle 67 arriba de la carrera 13, en el extremo sur del barrio Quinta Camacho (Martínez Polo, 2004). Fue la última sala construida del circuito Sefair con el objetivo de proyectar cine de calidad o cine arte (Castellanos, 2008). Era la sala más grande de todo el circuito, tenía un total de 1040 sillas y se destacaba, al igual que sus salas hermanas, por tener una fachada en granito blanco enorme, muy sobria, donde se resaltaban tan solo un vano horizontal en la parte inferior y unas enormes letras con el nombre del teatro: Astor Plaza. En una de las oficinas del teatro sesionó por diez años la Comisión de Censura Cinematográfica de Colombia, que seleccionaba el tipo de películas que podían ver los colombianos. Poco a poco se fueron apagando las luces de las salas de cine de Chapinero y del barrio de Las Nieves construidas en la segunda mitad del siglo XX. La crisis llegó en los años noventa; cerraron y empezaron a desaparecer el Trevi y el Palermo en 1993, el Lucía en 1994, el Scala y el Metro Riviera en 1995, el Aladino en 1999, el Astor Plaza en 2003, el Libertador en 2005, el Radio City en 2007 y el Cinelandia en 2008. Hoy en Chapinero, sobre la carrera 13, no hay ninguna sala que proyecte cine. Aparentemente, las nuevas tecnologías de entretenimiento en casa –la televisión, el betamax, el VHS y el DVD–, junto con las tiendas de alquiler de películas en los barrios –como la desaparecida Betatonio– y la piratería hicieron mella en la asistencia a cine, pero el deleite no era el mismo; el plan de ir a cine no es remplazable. La verdadera culpa de la desaparición de las salas de cine de avenidas como la Séptima o la Trece, la tuvo la aparición de los centros comerciales, sustituyendo el espacio público por el privado, el abierto por el cerrado. Es significativo que sea prácticamente nula la instalación de salas de cine
sobre la nueva avenida comercial de Bogotá, la carrera 15. En el eterno errar del comercio bogotano hacia el norte, la carrera 15 vivió su auge en los años setenta y ochenta. Lo interesante de esta avenida es que cerca a ella solo se encontraban la sala del Centro Comercial El Lago en la calle 77 y el Cine Almirante en la calle 85 con carrera 16. Este último contaba con un mural del artista Luis Alberto Acuña, y se prestaba también para conciertos de bandas de rock bogotanas de los sesenta y setenta (Ospina, 2010). Sin embargo, ambos teatros fueron demolidos, el Almirante en 1990 para construir un centro médico, y el de El Lago hacia la misma época para la ampliación de un centro comercial especializado en computadores.15 La carrera 15 se proyectó desde la calle 72 hacia el norte hasta la calle 127 para dar acceso a las nuevas urbanizaciones del Antiguo Country y de la gran Hacienda de El Chicó (Borrero Ochoa, 2005), y sobre todo para llegar a un novedoso proyecto urbano que, como un nuevo elemento de la sociedad de consumo bogotana, modificaría y establecería las actuales costumbres de uso del tiempo libre, del entretenimiento y del ocio en la ciudad: el Centro Comercial Unicentro. Este centro comercial se inauguró en 1976 con 360 locales, más de 78.000 metros cuadrados y 2500 parqueaderos al aire libre. El centro comercial se demoró varios años en atraer a su clientela debido a que la gente pensaba que era un lugar costoso y exclusivo para estratos altos. Pero poco a poco, en los ochenta, el modelo del comercio cambió y el centro comercial se impuso; así, el público 15 Del Almirante por lo menos se salvó el mural del maestro Acuña que se encuentra en el nuevo edificio, lo cual recuerda también que en el Teatro Arlequín de la carrera 25 No. 41-64, en el barrio La Soledad, se encuentra un mural que David Manzur hizo para pagarle una deuda al dueño del teatro (Ospina, 2010).