Bogotá fílmica

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Esta nueva arremetida de la modernidad trajo como consecuencia una paradoja para nuestra investigación: la aparición de varias salas de cine que se convirtieron en los íconos del Chapinero cinematográfico contemporáneo, remplazando así un patrimonio por otro, uno reconocible en la actualidad, los cinemas, y otro desaparecido y olvidado, las quintas, que sin duda son una inmensa pérdida. Chapinero ya contaba con cuatro teatros emblemáticos de la primera mitad del siglo XX: el Caldas (1912), el Imperio (1941), el Palermo (1946) y el Aladino (1948). En 1950 apareció el Cinema el Prado, el teatro que desfiguró la fachada del legendario Teatro Caldas. Desde entonces se empezarían a construir sobre la carrera Trece las emblemáticas salas de cine de Chapinero que se fueron cerrando poco a poco a partir de los noventa y que una generación de bogotanos nacidos entre 1980 y 1985, logró visitar. Con algo de dificultad, hay quienes recuerdan haber visto una película en ellas, convirtiéndose así en la última generación de bogotanos que alcanzaron a ver una película en una sala de ese tipo. Algunas salas de Chapinero que aparecieron en los años sesenta, fueron construidas en torno a “circuitos de cine” que manejaban algunos empresarios bogotanos y empresas dedicadas al cine.14 Entre ellos tenemos al empresario, comerciante y abogado de origen árabe Camilo Akl, quien fue el dueño de famosos teatros como el Ópera (1964) y el Radio City (1965), ambos ubicados sobre la carrera 13 –el primero en la calle 27 y el segundo en la 41–, y quien, rumbo a Chapinero, concibió el Teatro Libertador (1965) y el Scala (1966). El Teatro Libertador estaba ubicado en el pasaje comercial frente a la iglesia de Lourdes, que comunica la carrera 13 con la Aveni14 ver nota al pie no. 7.

164_ CINE Y PATRIMONIO

da Caracas. Como se había mencionado en la primera parte de este ensayo, el Libertador, junto con el Teatro Variedades (1908) y el San Carlos (1952), eran una fusión entre pasaje comercial y sala de cine, lo cual se puede tomar como un antecedente de los actuales centros comerciales que integran a sus servicios salas de cine. Camilo Akl tomó en arriendo este espacio ubicado en el primer gran edificio de oficinas particulares de Chapinero, el de la compañía de Seguros Bolívar –de ahí el nombre del teatro–, y creó ahí una de las primeras salas de cine con una gradería en declive que acogía 824 sillas, donde proyectó hasta el año 2005 películas especialmente de acción, como la saga de James Bond, y de artes marciales. La sala se caracterizaba por no tener una fachada propia, pues estaba dentro del pasaje comercial, pero si por los grandes carteles pintados a mano que se ubicaban en la entrada de la Avenida Caracas. La sala logró proyectar películas durante el primer lustro del siglo XXI, pero luego fue cerrada y finalmente, como muchas otras salas de cine, se convirtió en un sitio de entretención nocturna. Allí funciona el bar Vinacure (“luciérnaga” en quechua), uno de los sitios más populares de la ciudad tanto para heterosexuales como para población LGBTI, propiedad del artista plástico Germán Arrubla, quien logró incorporar a su negocio algunos elementos de la antigua sala, como la taquilla, las carteleras iluminadas, las puertas de entrada, la registradora, las grandes cortinas del escenario y algunas sillas originales. Por otra parte, Akl construyó el Scala en la avenida calle 72, media cuadra arriba de la Caracas. Para la época, la calle 72 era el extremo norte del Chapinero antiguo. Ahí se localiza el barrio Quinta Camacho, un sector de interés cultural de Bogotá, famoso por su arquitectura inglesa y porque sobre la calle 72,


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