Arturo Robledo. La arquitectura como modo de vida

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La arquitec tura como modo de vida LA VIDA PROFESIONAL AL SERVICIO DE LA ACADEMIA Y DEL GREMIO DE LA ARQUITECTURA

na transmisión del oficio. La formación en las humanidades (entre las que figuraba la historia), quedaba a la iniciativa de cada profesor, y ello marcaba diferencias importantes entre los docentes responsables del curso. Los mejores docentes de la época eran aquellos que además de transmitir el oficio, situaban la obra en relación con la cultura.

de vivienda relacionados con el desarrollo de la ciudad, en la renovación urbana y en el desarrollo de los equipamientos.

… considero necesario insistir, con el mayor énfasis, en que la arquitectura puede y debe realizarse, con el mismo amor y la misma atención, en los niveles que tradicionalmente se han venido considerando como los más bajos de la sociedad; que la obra de arte no puede aspirar a la perfección sino en la medida en que deba vencer dificultades, y que aun los desheredados de la fortuna pueden aspirar al goce de la poesía del espacio, que les brinda el arquitecto68.

Las nuevas tendencias de la arquitectura llegadas a través de los profesores que venían del exterior y de los libros y revistas disponibles en la ciudad, alimentaban las discusiones internas. Entre éstas cabe recordar la que se dio desde mediados de los años cincuenta entre quienes defendían la arquitectura orgánica y aquellos que apoyaban el llamado racionalismo. A la par que se tenía información de la arquitectura finlandesa, especialmente de la obra de Alvar Aalto, algunos arquitectos que regresaron al país trajeron un mayor conocimiento de ella y en general de las tendencias organicistas. Fue el caso de Dicken Castro que recién llegaba de Estados Unidos, y de Rogelio Salmona que, si bien venía de trabajar con Le Corbusier, a su llegada proponía separarse de la tendencia racionalista impulsada por éste y acogerse a las posibilidades que planteaba el organicismo. Estos arquitectos, con Fernando Martínez Sanabria como uno de ellos, empezaron a centrar sus puntos de vista sobre esta tendencia. Rogelio Salmona, por ejemplo, a raíz de que en el concurso para el edificio del colegio Emilio Cifuentes, en Facatativa, no se le otorgó el primer premio al proyecto presentado por Fernando Martínez Sanabria, escribió una carta que a la luz de la mirada actual, se ha considerado como un manifiesto a favor de la arquitectura orgánica (G. D. Rodríguez, 2008).

Además de que la vivienda social se convirtió en tema central de diferentes talleres, muchos de los docentes participaron y se enriquecieron académicamente, en la realización de proyectos

Fue en este momento cuando la enseñanza del Taller empezó a profundizar en una arquitectura moderna ligada al paisaje circundante y construida con base en materiales tradicionales,

En su primera decanatura, Arturo Robledo propuso con gran convencimiento, la vivienda social como tema prioritario para los talleres. Esto lo proclamó en medio de la celebración de los veinticinco años de fundación de la Facultad, para la cual se preparó un gran evento que comprendía entre otras actividades, una exposición de proyectos arquitectónicos que fue preludio de lo que serían las bienales de arquitectura de la Sociedad Colombiana de Arquitectos iniciadas en 1962. En el discurso de inauguración del evento, Arturo Robledo resaltó el papel social del arquitecto y su obligación de atender el problema mencionado. Él dijo:

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sin negar las posibilidades de las estructuras en concreto. Con ello se emprendió en el ámbito profesional, la búsqueda de nuevos lenguajes para la arquitectura del país, que plantearon no solo la necesidad de reconocer sus condicionantes de orden socio-económico, sino también las posibilidades plásticas sugeridas por sus paisajes y los materiales tradicionales, y las bondades de las tradiciones constructivas para su materialización. De esas búsquedas y discusiones se alimentaron importantes realizaciones como las casas Wilkie y Calderón de Fernando Martínez Sanabria, el conjunto del Polo de Guillermo Bermúdez y Rogelio Salmona, y más tarde, las Torres del Parque de Rogelio Salmona. Arturo Robledo desde la decanatura apoyó y participó de la discusión con sus propios criterios. En su arquitectura siempre vinculó lo racional constructivo con lo sensible de la forma, que incluía el manejo de la escala y de manera específica de la proporción, además del cuidado por la calidad volumétrica y espacial. Sus realizaciones nunca dejaron de demostrar un diálogo abierto con la conformación de paisaje natural y urbano sin perder la sistematización y el rigor que exige la práctica del oficio. En las listas de la época, figuraban los siguientes profesores de Taller: José María Arboleda Duque, Ricardo Anzola Betancur, Guillermo Bermúdez Umaña, Rodrigo Bonilla Escobar, Edgard Burbano Pérez, Jaime Castell Centanaro, Dicken Castro Duque, Manuel García Camacho, José María García Amaya, Julián Guerrero Borrero, Hernán Herrera Mendoza, Gabriel Largacha Manrique, Roberto Londoño Domínguez, Fernando Martínez Sanabria, Eduardo Mejía Tapias, Luis Alfredo Pinto Ramírez,

ROBLEDO OCAMPO, Arturo. “Discurso en los 25 años de la Facultad de Arquitectura, 1936-1961”, en la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, octubre 19 de 1961 (Escala, No. 5, 1963).

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