Arquitectura y Espacio Urbano: Memorias del Futuro

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Este nuevo espacio urbano venía a resolver problemas sociales específicos en esa parte de la ciudad. Ello era subrayado por la prensa que destacaba que: (...) vive ahí un núcleo denso de población obrera que carece de la atracción de un paseo fácil y popular [por eso el paseo] viene a concederle un beneficios que no debe faltar a las clases humildes y que contribuye, por otra parte, a poner en las modestas viviendas inmediatas al barrio una nota de color y arte (“El ministro de gobierno proyecta la construcción de 160 viviendas destinadas a obreros”, junio 8, 1926: s.p.)

Es decir, que se contemplaba no solamente la función utilitaria, sino que se propendía por mejorar la calidad de vida mediante el arte y los espacios verdes. Este proyecto no fue llevado a cabo, sin embargo habían comenzado a realizarse una serie de mejoras en las zonas aledañas. En el predio de las ruinas se construyó un dispensario y un balneario público y frente a la plaza se edificó un matadero municipal con mejores condiciones de higiene, todos alrededor de 1923. Estos datos fueron publicados en la prensa local como muestra del adelanto propiciado por el municipio, en el sector este. Recién durante los gobiernos neoconservadores (1930-1943) esta plaza fue transformada en un lugar conmemorativo. Este partido ideológicamente estuvo signado por un marcado nacionalismo. Sus representantes políticos provenían de familias tradicionales de Mendoza o de inmigrantes prósperos que se habían posicionado socialmente gracias a los títulos universitarios obtenidos en distintas universidades nacionales (Brachetta et al., 2011: 126). Durante esta época comenzaron las gestiones para concretar la remodelación que finalmente trasformó la cancha de fútbol que funcionaba en el área fundacional, en una plaza que recordaría a Pedro del Castillo, Adelantado que llegó a la provincia. En las gestiones estuvo presente el Touring Club Argentino y la Liga Solidaria, ambas con participación ciudadana de convocatoria independiente, pero con fuerte carga nacionalista. Estos grupos intentaron restituir a la plaza su sentido histórico, para ello proyectaron la colocación de un monumento y su decoración que sería lleva-

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da a cabo con aire colonial a través del empleo de botijones. Estas transformaciones acompañaron el intento por recuperar el pasado nacional que caracterizó al periodo. Fueron una tentativa por recuperar, a través de lo simbólico, un espacio relacionado con la historia local (Raffa, 2012: 12). Posteriormente, durante 1980, comenzaron una serie de excavaciones arqueológicas que dieron lugar a la creación de un museo de sitio. En este sentido, en 1993, se creó el Museo del Área Fundacional que alberga cimientos y objetos de uso de la época colonial, virreinal, republicana y liberal (Moretti, 2010: s.p.)

LA ALAMEDA El paseo fue realizado en 1808 y en 1814 fue ampliado y forestado por la gestión del Gral. José de San Martín. Surcado por un canal de riego denominado Tajamar, fue lugar de encuentro, paseo y sociabilidad de los mendocinos durante la época colonial. Esto era destacado por numerosos viajeros que visitaron la ciudad: “los vecinos más respetables concurren a la alameda por la noche y hacen tertulia formando grupos, donde se toman sorbetes y confituras hasta hora muy avanzada” (Caldcleugh en Giamportone, s.f.: 6). De manera similar a lo que ocurriera con la Plaza Fundacional, fue desatendida por las políticas públicas luego del terremoto y reinsertada en la agenda a inicios del siglo XX. En 1914 aparecen noticias de distintas reformas menores en el paseo. Siguiendo las ideas academicistas preponderantes en la época, el diario Los Andes estaba en desacuerdo con las mismas por encontrarlas de “mal gusto”. La redacción proponía “una perspectiva de jardines siglo XVIII en “parterres” continuados de césped” (“Los jardines públicos”, Los Andes, enero 21, 1914: 5). Por el contrario, según la prensa, se había realizado un embaldosado con una mampostería “recargada” y “vulgar”. Con intenciones estéticas similares, el gobernador lencinista Orfila convocó en 1926 a Jaussely, un renombrado urbanista francés (M.Jaussely nos habla de la futura urbanización de Mendoza, 1926: s/p). A partir de su visita se adquirieron una serie de esculturas que se compraron en París que fueron colocadas en distintos puntos de la ciudad, entre ellos la Alameda (“La ornamentación de los parques y paseos públicos”, Los Andes, junio 9, 1927: 5). Estas


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