Cántico “San Isidro Labrador, quita el agua y pon el sol”... Para atraer las lluvias y regar las semillas. Se rezaba, se lanzaban voladores, se comía cabrito y se tomaba chichita. Era una gran celebración. Después de los rituales –por supuesto que sí–, llovía...
ORIGEN MÍTICO DEL RÍO TUNJUELITO Se dice que fue entonces cuando San Isidro dejó que caprichosamente sus bueyes formaran el curso de los ríos Bogotá y Tunjuelito. Las muchas curvas del río fueron tan difíciles y tortuosas, porque el santo no tenía quién le “cabrestiara” los bueyes del arado... Por hibridación sincrética se le dan las gracias a san Isidro por todas sus labores de canalización que salvaron la Sabana de las inundaciones, encauzando las aguas de los ríos, quebradas y afluentes hacia el Salto de Tequendama, tal como lo hiciera Bochica según el mito mhuysqa.
EL SALTO DEL TEQUENDAMA Para los Muiscas el Salto de Tequendama fue otro oratorio natural donde acostumbraban hacer peregrinaciones. Allí se apareció Bochica, el enviado del Sol, sobre el arco iris e hiriendo la roca con su varita de oro contuvo la tempestad. El cielo se aclaró y abrió las montañas para permitir que las aguas que habían inundado la Sabana de Bogotá, salieran precipitadas por el abismo formando el Salto de Tequendama. Con la llegada de los españoles a la Sabana y de acuerdo con las ordenanzas españolas respecto a la fundación de las ciudades, en las cuales estipulaban la necesidad de procurar “tener el agua cerca y que se pueda conducir al pueblo y heredades si fuere posible, para mejor aprovechamiento de ella”, el sitio ideal para vivir fue la cuenca que recorre el río Bunza o Funza, llamado luego Bogotá, el cual recorría apaciblemente la Sabana. El Salto de Tequendama fue desde la época de los primeros pobladores, una belleza natural y hasta hace unos años paseo obligado de bogotanos. Desafortunadamente, con la contaminación del río Bogotá y la utilización de sus aguas con fines hidroeléctricos, se perdió el “encanto sagrado” del lugar. 52