planetas prohibidos

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Hubo unos momentos de silencio hasta que él gritó:

Ella se giró y sonrió al ver a una compañera con la que había coincidido en varios rodajes. Catalina. La saludó efusivamente.

—¡Acción!

—Y bien, ¿qué toca hoy? —preguntó Fayna, curiosa.

Fayna comenzó con su papel, así que arreglaba un poco las flores. Disfrutaba de ello de verdad, puesto que eran frescas y hermosas. Por el rabillo del ojo vio como el protagonista se acercaba. Una dama agarrada de su brazo miraba hacia los lados, sonriendo y asintiendo con la cabeza. Admirando la conversación de su acompañante.

La amiga se acercó a ella para susurrarle. —No sé, pero creo que hoy nos han llamado para hacer de figurantes en una gran superproducción… —¡No jodas! —exclamó Fayna sorprendida y alegre. —Psssshh —le indicó Catalina con un dedo en los labios—, no levantes la voz. —¿Y sabes de qué va el argumento? —Bueno, no me hagas mucho caso. Pero algo he escuchado. Se rumorea, según otra figurante que es amiga del director de fotografía, que la película trata sobre una máquina del tiempo. —¡Joder! —exclamó ella bajito y abrazándose a su compañera.

Cuando llegaron a su puesto ella levantó el rostro. Su corazón comenzó a palpitar violentamente y sus ojos se abrieron como platos. Era él. El gángster del anterior largometraje en que había colaborado. De cerca le pareció mucho más bello. —Buenos días, señora —le dijo el protagonista con un tono educado aunque varonil— ¿Tendría usted la amabilidad de venderme una de sus preciosas rosas rojas?

No tardaron mucho en pasarle parte del guión, más en concreto la escena en la que ella aparecería. De nuevo su corazón se llenó de alegría. Tenía que interpretar a una florista con un puesto ambulante de flores al que se acercaría el protagonista con una bella actriz del brazo y le comprarían una flor. Ella sólo tenía que decir ―gracias‖. Pero, ¿y qué? Era lo más importante que había hecho en su vida y sonreía como una colegiala ante el primer beso de su primer novio.

Ella le preparó una y con todo el autocontrol que pudo reunir se la entregó dándole las gracias de manera cálida. Él la miró brevemente. Algo pareció cambiar en su rostro. Ella se consideró una estúpida pero durante unos instantes había pensado que él la había reconocido.

—¡Bueno, bueno, vamos ocupando nuestros sitios, señores y señoritas! —gritó el ayudante de dirección con el magnetófono.

La actriz tiró un poco de su brazo y los dos se retiraron para seguir paseando bajo una femenina sombrilla.

Ahora ella temblaba de pies a cabeza. Tenía que darlo todo de sí. Aparentar ser una agradable florista y que la única palabra que tenía que pronunciar sonara de manera convincente. No querría ni imaginar la bronca del director si lo hacía mal.

Fayna siguió arreglando las flores, se encontraba algo ruborizada. Y eso que jamás pensó en lo que le iba a ocurrir. El protagonista se zafó delicadamente del brazo de su acompañante y se dirigió de nuevo al puesto de flores.

Al poco llegó el director. Dio algunas directrices y todos ocuparon su puesto. Tanto detrás como delante de las cámaras.

—Perdone, ¿cómo se llama? —le preguntó con una gran sonrisa.

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