Correo querbes n 14

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Correo Querbes

LA REVOLUCIÓN DE 1848 Puesto que vivió de 1793 a 1859, el P. Querbes atravesó una buena mitad del siglo XIX, es decir un período de la historia de Francia que conoció un cambio de régimen cada 10-15 años, que no se hace sin dificultades. Lo que los historiadores han llamado la Revolución de 1848, como transición, no fue una excepción. El 24 de febrero de ese año, la rebelión pone fin en Vendedor de ilusiones, el tumulto, al reinado de Luis por André Biéler P. Luis Querbes, por Wilfrid Corbeil, csv. Felipe, sustituye rápidamente la monarquía por la república, instaura el sufragio universal y convoca a las urnas para el 23 de abril a no menos de 8 millones y medio de electores. Es lo que se suele llamar cortar por lo sano. El gobierno elegido, extraído sobre todo de la burguesía, decide perseguir una política centrada en el progreso, es decir al servicio del liberalismo económico, lo que lleva una vez más a favorecer a los fuertes a costa de los débiles. Hay ahí motivos para exasperar a la clase obrera, ya duramente explotada, hasta el punto que el 23 de junio, tiene lugar el asalto a las barricadas en París y la explosión de tumultos por todas partes, seguidos de una terrible represión que ocasiona más de 5.000 muertos y 11.000 encarcelados. Inicio pues, de una república que se supone para servir al pueblo, pero que para empezar, se fortalece aplastándolo sin piedad. Hay que advertir que Francia vive por entonces en los albores de la revolución industrial con la aparición del ferrocarril y del telégrafo, novedades que facilitan la circulación de personas y de información. Eso lleva al mismo tiempo, gracias al triunfo de la máquina, al desarrollo de sectores industriales hasta entonces descuidados, como la hulla y el textil. Este hecho da origen a concentraciones obreras importantes en centros urbanos poco preparados para recibirlas. Robert Bonnafous cita el caso de La Guillotière, suburbio urbano a la orilla izquierda del Ródano, que pasó de 7.000 a 35.000 habitantes en menos de 30 años.


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Por otra parte, el país no ha salido aún de dos años de hambre, 1846 y 1847, lo que no arregla nada. Este golpe del destino exige importaciones masivas, por tanto grandes desembolsos, con las consecuencias que implica: un abastecimiento condicionado, vida cara, menos productividad, más paro, servicios La tempestad, por Adrien Hébert con retardos, todo ello acompañado de una postración moral y de una alta tasa de criminalidad. En cuanto a la educación, la lucha por la libertad de enseñanza sigue persistiendo, e incluso aunque en 1833 la ley Guizot había abierto la primaria a los religiosos, había que trabajar bajo el control arrogante de la Universidad; de modo que el P. Querbes, por ejemplo, tenía que mantener sus fuerzas en límites territoriales restringidos, lo que le obligaba a rechazar ocasiones de desarrollo. Cuando el ministro Villemin en 1844 presentó un proyecto de ley con vistas a abandonar los religiosos las escuelas, nuestro fundador pensó seriamente en un repliegue de su mundo hacia el extranjero, incluido Canadá. En resumen, en estos años confusos, no faltan motivos de inquietud a los hermanos comprometidos en la empresa. En el verano de 1848, se ven en la necesidad, además, de arreglarse tras las consecuencias de los motines de junio. Los ingresos de dinero escasean; algunos padres, por falta de medios, anuncian que sus hijos tendrán que salir de la escuela. La reunión anual de Vourles se suprime y la Providencia San Ireneo, amenazada, se ve forzada a cerrar sus puertas. Este año de infortunio, 14 hermanos abandonan la comunidad – un record. En medio de esta tempestad, cuando parece que “todo puede ocurrir”, el P. Querbes en una circular manuscrita exhorta a sus hijos a la calma y a la fidelidad. Por encima de todo, les pide que eviten mezclarse en política. Les exhorta más bien a orar por Francia y a confiar en la Providencia. En caso de rechazo en un lugar, podría ser que se viesen obligados a continuar con la obra en otro sitio, cambiando la sotana por la levita. Ocurra lo que sea, que quede claro: de ningún modo se trata de disolver la sociedad. Bruno Hébert, c.s.v.

EN TIEMPOS DE TEMPESTAD Con fecha del 8 de julio de 1848, el P. Querbes escribe al P. Champagneur, manifestando la inquietud del pastor y su autoridad personal en semejante situación: 2


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“Se lamenta usted de mi largo silencio. Las tempestades que nos rodean lo explican todo. Lyon, al igual que París ha sido durante estos cuatro meses un inmenso foco de confusión. No nos hemos visto exentos. Gracias a Dios, y como por milagro, no ha corrido la sangre en esta última ciudad. Pero estamos aún bajo el “¿quién vive?”. No dejará usted de saber, sin admirarla, la heroica muerte de su compatriota de l’Aveyron, monseñor el Arzobispo de París. He ahí una hermosa página para la Historia de la Iglesia francesa. Ojalá que esta sangre generosa detenga la cólera divina y sea la última que haya caído en Francia. Actualmente los días malos parecen alejarse, y todo lleva a confiar que la religión atravesará esta crisis sin persecución violenta. Pero la fe y las costumbres languidecen en medio de este desbordamiento general de ideas alocadas y de malas pasiones. ¡Qué dichosos vosotros en Canadá! Querbes, presbítero

LA LEY FALLOUX Son muchos los que han tenido que sufrir los sucesos de este famoso año 1848. Todo se hubiera podido poner contra para la iglesia, pero no resultó así. El príncipe Louis Napoleón al frente de un nuevo gobierno, confió a su ministro de Instrucción pública, Fréderic de Falloux, el encargo de preparar, en los términos de una política de pacificación, una ley de educación capaz de construir con tiempo la paz social. Fue ayudado para llevarlo a cabo, por Montalembert, el sacerdote Dupanloup y Adolph Thiers. El 15 de marzo de 1850 se aprobó la ley Falloux y se confió a la Iglesia, por profesión pacificadora, un papel mayor en la animación de la educación. Ahora bien, esta ley extiende la libertad de enseñanza no sólo a primaria, sino también a secundaria. Lo que significa que acepta la escuela libre junto a la escuela pública y todo eso a los dos niveles. Por otra parte, retira a la Universidad su monopolio en la dirección de las escuelas y confía la supervisión de la educación al Comité superior de Instrucción pública. Este organismo nuevo estaba compuesto por 28 miembros, de los que, por cierto, ocho son universitarios, pero también hay algunos obispos, representantes de otras confesiones, de los defensores de las escuelas libres y de la administración. Presenta una seria reforma de las escuelas de Magisterio, da acceso para la formación de los maestros a las asociaciones religiosas, descentraliza el poder confiando el contrato de los maestros a los alcaldes de los pueblos y cierto Reunión, por M. Bashkirtseff

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control de la calidad de la enseñanza a los párrocos. En resumen, otorga un poco más confianza a los actores del lugar. Con el tiempo, esta ley permitiría una seria revisión del programa de religión y la eliminación de las restricciones territoriales a las que se veían sometidos los Viatores. Un año después de la adopción de la ley Falloux, “la asociación religiosa de los Hermanos de San Viator, reconocida como institución de utilidad pública, podrá usar del derecho de presentación a las plazas de profesores municipales vacantes en toda Francia” Esta insospechada apertura respecto a la Iglesia, no es efecto de cierta conversión de la administración, sino más bien la expresión de un gran temor ante el profundo deterioro de las relaciones sociales y el peligro siempre presente de las reincidencias. Se trata menos de servir a la Iglesia que de servirse de ella. Limitándonos por otra parte a la educación, las escuelas de Magisterio tenían muy mala reputación. Se comentaba que eran más propias para formar agitadores que maestros de escuelas. Bruno Hébert, C.S.V.

REALISMO Y ESFUERZO A lo largo de toda su carrera, el P. Querbes no dejó de enfrentarse a las situaciones con fe, confianza y sabiduría. Tal como ocurrió con ocasión de los desconciertos políticos de los años 1848. Para mantener la moral de sus discípulos, les ofrece en tales ocasiones las directivas que precisan en el momento. Insiste ante todo en la importancia de “mantenerse más fieles que nunca en el espíritu de su santa vocación, teniendo presente que es Dios el señor de los acontecimientos”. Esta indicación no excluye sin embargo una sana prudencia y las indicaciones se hacen más concretas. “Sed prudentes en las cartas” dirigidas a vuestros amigos y compañeros. La misma indicación respecto a sus salidas: “haced el menor número de salidas posibles y permaneced tranquilos y retirados en vuestra domicilio”. Si la revolución se endurece, prevé medidas oportunas: qué atuendo vestir si hubiese que dejar la sotana. Expulsados de vuestras escuelas, las abriríais privadas”. Finalmente, “si una medida general retira a San Juan en Getsemaní los religiosos de las escuelas, nada de todo eso disolverá la sociedad; seguiremos siendo lo que somos en cualquiera de las situaciones a las que nos veamos sometidos”. Maurice Marcotte, C.S.V.. Editado por la Provincia de los C.S.V. de Canadá - Traducido en la Comunidad viatoriana de España

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