Pastiche 7

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Alegraos Nuestras flores del tiempo de lluvia, fragrantes flores, abren ya sus corolas. Por allí anda el ave, parlotea y canta, viene a conocer la casa del dios. Solo con nuestras flores nos alegramos. Solo con nuestros cantos perece vuestra tristeza. Oh señores, con esto, vuestro disgusto se disipa. Las inventa el Dador de la Vida, las ha hecho descender el inventor de sí mismo, flores placenteras, con esto vuestro disgusto se disipa. Alegraos con las flores que embriagan, las que están en nuestras manos. Que sean puestos ya los collares de flores.

L

a Mesoamérica prehispánica fue un compendio de diferentes culturas que convivían en relativa paz y en mayor o menor grado de sometimiento a la civilización azteca. Desde la llegada de los aztecas y su asentamiento definitivo se expandió su cultura mezclándose con la de las civilizaciones anteriores, formando un pensamiento que se transmitiría de generación en generación por vía oral o escrita en los centros del saber, como eran los palacios o los templos. La religión vertebró, como en tantas otras sociedades, la organización social, económica y hasta militar de los aztecas y de los pueblos de su entorno; pero hay que diferenciar entre

la religión popular con muchísimos dioses y complicadas historias que los definían y explicaban el mundo, y la de los eruditos que, como veremos en este poema del siglo XV, tendía a un único dios que se presentaba con diferentes nombres según la ciudad. Este poema lo escribió el gran Nezahualcóyotl, “poeta, arquitecto y sabio en las cosas divinas y humanas”, de quien se cantaba que dentro de él vivía, pintaba e inventaba el Dador de la Vida. Fue el gobernante supremo de Tezcoco, la metrópoli de la cultura tezcocana, más antigua que la azteca, y consejero de Tenochtitlan. Fue un sabio existencialista que, como muchos otros en su época se valía de la poesía como medio de expresión. Los tezcocanos, que siempre habían sido un importante foco cultural, adaptaron su herencia milenaria, común a los demás pueblos de la zona, y la imprimieron un significado propio acorde a sus inquietudes. Así tópicos como las flores, los cascabeles, la muerte, la primavera, el corazón o el Dador de Vida, que para los aztecas son temas relacionados con la guerra, aparecen unidos a pensamientos más hondos por la inquietud ante el enigma de la existencia humana. Estas preocupaciones eran ciertamente comunes en el mundo azteca y fueron muchos los sabios poetas que, ante el peso y la presión de la religión oficial, viven con dolor y escepticismo. El propio Nezahualcóyotl se desvió de esta concepción caduca del mundo. Aunque desde el poder la mantuviese por su alianza con Tenochtitlan, en el ámbito personal, como muestran sus poemas, respetaba a Tloque nahuaque, “dueño de lo que está cerca y junto, el invisible como la noche e impalpable como el viento” y que además, es

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