Reportaje
Boleras de San Lorenzo de Laredo, gran templo del Pasabolo del Siglo XX Primera parte
“Fue durante décadas, y con permiso de La Nogalera de Ampuero, el gran templo del pasabolo en Cantabria. La desaparición de las boleras de San Lorenzo supuso un gran paso atrás para este deporte”. Con esta rotundidad se expresaba una de las personas que nos ha hablado de lo que fue y lo que para la evolución del pasabolo significó la bolera laredana. Nuestro objetivo es bien simple: rescatar de nuestra memoria a aquellas míticas boleras, que durante al menos tres cuartos de siglo fueron, como queda dicho, epicentro del mundillo bolístico de la comarca, y permitió el primer acercamiento de miles de personas, los naturales de Laredo y también de aquellos primeros turistas de la Costa Esmeralda, a tan singular, y –para muchos, seguramente estrafalario- juego. Las páginas de esta revista son el medio ideal para rescatar del olvido, no sólo a las boleras, sino también a los personajes y acontecimientos singulares que tejieron su existencia hasta convertirlas en legendarias. Todavía hoy nos encontramos por los pueblos a los que acudimos, a jugar o como espectadores, a personas que nos cuentan con nostalgia que “yo jugué en San Lorenzo…”. Pero comencemos desde el principio. Texto por David del Río
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o hay constancia documental (o al menos nosotros no hemos podido acceder a ella) de cuándo fueron construidas las boleras de San Lorenzo. Obsérvese que en todo momento hablamos en plural, porque durante toda su existencia han sido dos (incluso en alguna época, tres) las boleras que formaban el complejo: una de pasabolo y otra de bolo palma. Ambas han sido parte de la misma historia. Y su destino fue nacer juntas y morir de la misma manera. La primera referencia a ellas la hemos encontrado en la Guía Ilustrada de Laredo de 1903. En este librito, el autor Benigno Rodríguez cita, entre los bienes municipales, “un cobertizo destinado a cantina en
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Las boleras de San Lorenzo “se esconden” entre los árboles de esta imagen de los años 60.