PARSIMONIA 07, Verano

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PARSIMONIA JUNIO - JULIO 2019 / NÚMERO 07 / MÉXICO

La imagen de nuestros días

VERANO

Rene Torres, Martin Moya, Mónica Garrido, Paulina Zamora, Loops Martínez, Mary Gard Imanol López, Leonpáblo Barcenas, Gabriel Hörner,


PARSIMONIA

número: 07

PARSIMONIA número 07:

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ELENA Y LOS HOMBRES

Viajar contigo es como escuchar la vida secreta de las plantas

Cuando muera quiero que me entierren en el siglo XX

MIXTAPE

PAULINA ZAMORA Querétaro, México

LOOPS MARTÍNEZ Querétaro, México

instagram.com/paulinazamora.mx instagram.com/evaerendira

@lagartijilla83 https://www.facebook. com/lupilla.martinez.3

GABRIEL HÖRNER Querétaro, México

MÓNICA GARRIDO Querétaro, México @monicagarridomx Facebook.com/monicagarridomx


1.

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MIRAR A OTRO LADO

LA MIRADA COMO HORIZONTE

POBREZA, EXPERIENCIA Y VACACIONES

EL ANDAR COMO PRÁCTICA ESTÉTICA

rene torres Querétaro, México

Martin moya Querétaro, México

IMANOL LÓPEZ Querétaro, México

LEÓNPABLO BÁRCENAS Querétaro, México

@renetorresescoto www.renetorresescoto.com https://www.facebook.com/ rene.torres.965 FB

9. EL VERANO DE LA HISTORIA MARY GARD Querétaro, México


PARSIMONIA LA IMAGEN DE NUESTROS DIAS EDITORIAL

PARSIMONIA

número: 07

Verano

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El verano es considerado como la temporada más calurosa según la zona geográfica que se habite. La temperatura llega a ser tan alta, que puede bajar considerablemente nuestro rendimiento y productividad diaria, por lo que no es gratuita la idea de vacacionar justo en esta temporada del año. Así es como se produce la relación casi natural entre verano, calor, vacaciones. Por vacaciones podemos entender más de una cosa: viajes, descanso, ocio entre otros; Cada quien sobrevive a ésta temporada en tanto nuestras posibilidades lo permiten. Pensemos de forma positiva, regresemos cuando niños, reconózcanse los jóvenes, valoren esta circunstancia los estudiantes que pueden abandonar los salones y las tareas para entregarse a estos días llenos de sol, esos que como promesa parecen renovarse día a día para improvisar, para sorprendernos o para reclamar el derecho de no hacer nada. En este número PARSIMONIA quiere hacerles recordar algún verano, con todo su calor y sus días sin prisas ni obligaciones. Hoy queremos recordarles y motivarles a reclamar todo lo que el verano ofrece, pero que la mayoría de edad y los compromisos, nos van quitando de tanto en cuanto.

Es por eso que el número 7 de esta revista quiere echar un vistazo al trabajo de aquellos que han ido un poco más allá de lo que las obligaciones ordinarias nos permiten. Como fotógrafo invitado tenemos a René Torres, mochilero profesional y todo un experto en sobrevivencia en lugares ajenos. Sus criterios para viajar son: entre más incomprensible sea el lugar, mejor. No es un fotógrafo de viajes (de hecho, no viaja para hacer fotografía), en realidad las imágenes con que regresa, son retazos de sus viajes, y momentos en que él se permitió hacer alguna foto. En este número presenta un ejercicio que hace el esfuerzo por no repetir las imágenes tan conocidas de la India, tratando de esconder los lugares comunes, de evitar el estilo que esas revistas de viajes han impuesto como mirada. Como fotógrafo local contamos con el trabajo de Martín Moya, fotógrafo experimentado en el sistema análogo y el trabajo documental. Moya nos presenta paisajes de Europa, con una traducción del espacio que se apoya en enunciados que van del clima a la arquitectura, del ambiente a la experiencia. Martin nos hace recordar a aquellos fotógrafos viajeros que produjeron las primeras vistas de lugares ajenos y remotos, los primeros postales que le dieron a muchos la posibilidad de creer la existencia de un mundo más allá de las fronteras de cada uno. Y aunque tampoco se considera un fotógrafo paisajista y mucho menos de postales. Se repite la incesante necesidad de sacar la cámara en el momento que atravesamos un territorio novedoso para nuestros ojos. La fotografía vence nuevamente sobre los viajeros que quieren guardar celosamente la experiencia para sí mismos.


En galería podemos apreciar las propuestas de cuatro jóvenes fotógrafas que están haciendo de la fotografía su viaje. Es el caso de Paulina Zamora, artista que reúne la palabra con la imagen y con las posibilidades de la fotografía analógica, nos muestra fotografías sin tiempo, suspendidas, anacrónicas. Paisajes que el blanco y negro hace oníricas, de un pasado que no sabemos si pertenece a un segundo o a un siglo. Mónica Garrido se consolida en el retrato editorial, en la dirección de personajes y la proporción adecuada de paisaje. La distancia con que Garrido hace sus retratos nos permite reconocer los espacios abiertos y veraniegos, al mismo tiempo que produce el tacto de miradas cercanas, íntimas, a veces indiscretas, Mónica Garrido es una fotógrafa que sabe muy bien su trabajo y le sabe sacar provecho de momentos simples y al mismo tiempo significativos como los de esos días soleados, que los veranos nos regalan cuando pasamos por el jardín. Guadalupe Martínez es un caso particular cuando de viajes se refiere. Vive y trabaja para estar allá, donde quiera que eso sea. Una imposibilidad de calentar lugar, de permanecer por más de un mes sin probar carretera, aeropuerto o lancha, esta condición la ha llevado a recorrer diversos lugares del mundo. Ella no juega a ser turista, ella es turista de oficio y se detiene por unos días en Querétaro para trabajar, reponerse y cambiar maletas. Su trabajo fotográfico tiene que ver más con la manipulación de imágenes, archivo, el dibujo y sus salidas son en libro. Por último, contamos con la propuesta de la más joven de ellas, Marygard, estudiante de filosofía que ha acompañado el ejercicio reflexivo con la fotografía. En esta ocasión nos comparte un adelanto de uno de los proyectos que viene desarrollando en la modalidad de libro de artista. Marygard hace uso del álbum familiar, para establecer comparativos con los grandes enunciados que se han creado desde la historia del arte. Una historiografía de las vacaciones, una búsqueda del verano en otros tiempos.

Y para acompañar este menú, contamos con la colaboración de Imanol López quien nos cuestiona sobre las vacaciones como privilegio. También la participación de Leonpablo Bárcenas quien en esta ocasión nos comparte su análisis sobre el libro Walkspaces. El andar como práctica estética de Francesco Careri, quien sostiene las propiedades del andar como experiencia estética. Gabriel Horner nos sugiere lo mejor del séptimo arte en su colaboración de este número y nos platica del ciclo de cine llamado Homenaje a Gaumont. Como pueden ver, Parsimonia en su número siete, les ofrece también un viaje, unas vacaciones por las miradas de todos sus colaboradores. Esperando lo disfruten tanto como su verano favorito.

Consejo Editorial Junio de 2019. Santiago de Querétaro, Qro.


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MIRAR A OTRO LADO, VIAJE A LA INDIA EVADIENDO LA INDIA

PARSIMONIA

número: 07

RENE TORRES Querétaro, México

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De la India conocemos más sus mitos que sus verdades, es un lugar que se ha creado en el misterio y la complejidad de la mirada extranjera. En este asunto la fotografía ha jugado un papel bastante interesante como un ejercicio más de colonización, el trabajo del expedicionista cobró un nuevo sentido cuando se armó de un equipo fotográfico que fuera capaz de confirmar sus proezas. La fotografía se hizo viajera con los viajeros, y las imágenes resultantes nos hicieron viajeros también, al menos en ilusión. Pero regresemos al punto de la mirada que se extraña, la mirada que se asombra ante lo desconocido, y toda esa extrañeza parece dictar los resultados de esa fotografía. Los espacios, los ambientes, los personajes, sus dinámicas. Si la mirada ya sometía y confrontaba en los espacios reales, ahora se revestía de ese tanque de guerra llamado cámara fotográfica, que no solo ponía en evidencia el descaro de quien miraba, ahora lo protegía y hasta justificaba. De esta manera se sucedieron los registros más indiscretos, como los despojos más imprudentes. Las negociaciones previas a la toma fotográfica se fueron haciendo menos en tanto se creaban oficios y profesiones relacionados con la lente y la comunicación. Como si la pura presencia de un extraño no fuera lo suficientemente incómoda, ahora habría que recibirlo con cámara para formalizar el saqueo y

la invasión fuera justificada desde el pretexto de informar… pero seamos honestos, ¿reconocen esa extraña sensación de molestia ante la presencia de turistas? ¿No son esos entrometidos que en el mejor de los casos se hacen los graciosos y agradables con tal de meterse hasta la cocina para regodearse de las diferencias entre su mundo y el que visitan?. Hasta para eso es necesario tener gracia. Cuando los invasores han regresado a sus dominios, lo hacen con botines repletos de excentricidades y con historias de lugares raros. Entonces comienzan a renombrar las cosas, las personas y los lugares. Estas imágenes convertidas en tarjetas postales, en portadas de revistas, en álbum de aventuras, toman el lugar de sus procedencias y se dan por oficiales al resto del mundo que jamás pondrá un pie para constatarlo, en el mejor de los casos, visitarán estos sitios y correrán al encuentro de lo que según “ellos saben”. Así nos vamos haciendo de imágenes del mundo, imágenes que suplantarán la experiencia de ese mundo y alimentarán día con día, un imaginario que ha sido creado con la primer mentira, la fotográfica.


Pero que no se tome personal esta apreciacion del viajante, que no del turista. Necesitamos ver el mundo para creerlo, pues es suficiente suponer que existe lo otro. Es pertinente diferenciar al turista del viajante. El primero va donde nunca abandona su lugar de procedencia. No solo lo lleva consigo, busca imponerlo y dependerá de qué tanto se cumplan sus deseos para la selección de lugares; El segundo hace todo lo contrario, el viajante se abandona a los espacios nuevos, a las culturas diferentes, el viajante hace el esfuerzo por integrarse y aprender. La fotografía es para el turismo una práctica de robo mientras que para el viajante son testimonios. Entre estos dos personajes existe un elemento que los diferencia. La ética. Ambos generan pruebas, pero la ética difiere las aproximaciones, en el turista por ausencia, en el viajante como compromiso. Si cabe decir, estamos hablando de una ética de la mirada. René Torres es un fotógrafo pero también en un viajante. Su obra no descansa en sus viajes, pero sus viajes no han eludido al fotógrafo. Torres, cada ves más lejos, cada vez en un lugar más disonante que el anterior. Pasa temporadas largas perdido en los continentes, camina, come, duerme, se enferma, se enfrenta a lo extraño y lo distinto de las geografías territoriales y culturales. En esta última serie (inédita) que regala a Parsimonia, tan fresca que no ha sido bautizada, pero en el abuso que produce el afecto y la amistad, hoy llamaremos Mirar a otro lado y que surge en una entrevista en la que me ponía al día de este viaje (recién llegado), comentaba el accidente que fue llegar a la India. No era su lugar favorito, no estaba tan en sus planes, lo refiere como algo fortuito y que en ese momento tocaba. Pero estar en la India, ver la India, comparar a la India frente a sus ojos con la India repetida y reproducida hasta el cansancio por publicaciones que todos conocemos, ese era el conflicto. Ver, y evadir las imágenes producidas mucho antes de pisar ese país, fue el reto para Torres. Quien se dio los momentos para encontrar las situaciones y escenarios que estuvieran a salvo de los lugares comunes producidos por la mirada occidental, esa mirada colonizante, era el trabajo que

podía salvar la situación. Así René Torres nos muestra al TajMajal detrás de la robusta espalda de un residente, a contra luz y tímidamente sugerida en la toma. El templo de las ratas, quienes son veneradas, los Brahamanes, la incineración de los cuerpos, los faquires entre muchas otras historias que cobran mayor sentido en la mirada y la voz del viajante que es René Torres, a quien agradezco me rescate de las imágenes turísticas colonizadoras de revistas de naturaleza y culturas que escapan a la comprensión dominante. César Holm Consejo Editorial Parsimonia. Dirección Académica Aula del Centro Productor y Conductor de Nocturlabio.


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2. LA MIRADA COMO HORIZONTE

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MARTIN MOYA Querétaro, México

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La experiencia del mundo se desplaza por tres ejes fundamentales, cuerpo, espacio y tiempo. Vamos haciendo conciencia de nuestra vivencia en tanto reconocemos el cuerpo (objeto material), nos desplazamos con nuestra materia y podemos identificar el espacio que nuestra materia ocupa, todo esto se sucede también en el transcurrir del tiempo. La fotografía, ese invento maravilloso, trastocó lo que hasta el momento de su invención conocíamos por estos tres ejes. El cuerpo (y los objetos), se vieron fielmente registrados y copiados por la poderosa capacidad mimética de la fotografía. Los lugares, paisajes y demás espacios fueron delimitados y apreciados ahora desde las propiedades del medio, y ambos, cuerpos y espacios, fueron salvados de las garras de cronos. Es decir, la fotografía también había logrado trastocar en ese momento, lo que antes fuera imposible. Reproducirlos y mantenerlos en un tiempo detenido, permanente, un no-tiempo, el que no sucede más. La fotografía tuvo a bien afiliarse a la pintura como objeto de disfrute y contemplación. Y nos dimos a la tarea de registrarlo todo, de crearlo y hacerlo de nuevo, ahora para suspenderlo en el tiempo de lo fotográfico. El mundo era ahora en fotografías, porque hubo entusiastas que llevados por la curiosidad de verlo todo por segunda vez, ahora una vez eterna, registraron al mundo desde la cámara fotográfica. Pero el mundo no sólo eran los cuerpos y objetos inmediatos, no eran los lugares o paisajes cercanos, el mundo era aún más grande, y había no solo que recorrerlo, también fotografiarlo.

La historia de la industria nos contara una versión más dura que tiene que ver con los desarrollos de la técnica, las facilidades que presentaban sus avances, el abaratamiento de sus materiales, el nacimiento de nuevos oficios y mercados, la creación de marcas y servicios. Nosotros nos quedaremos en la parte romántica donde los fotógrafos viajeros salieron de sus ciudades para recorrer poblados y llevar la democratización de la imagen en el interior de sus modestos carretones. Y entre poblado y poblado, el fotógrafo viajero hacía pausas ante la belleza de los paisajes, las situaciones y los personajes que esos viajes le ofrecían. Haciéndose de un material cada vez más variado y de interés para los que gustaban de ver el mundo, ahora en fotografías. Con los fotógrafos viajeros se crearon las vistas más reconocibles, aunque muchos de quienes las afirmaran nunca hubieran estado ahí. Estos fotógrafos crearon las vistas, hicieron retratos, y ninguna imagen era desperdicio, lo que no se vendiera en un poblado, seguro se vendería el otro. la gente comenzó a aspirar a tener su propio retrato, a regalar postales y vistas, a coleccionar imágenes. Con el tiempo las cámaras fueron más accesibles, los procesos más amigables y la industria más competente. Las cámaras comenzaron a llegar a los hogares y se convirtieron en el objeto predilecto y también imprescindible para los momentos importantes de la familia.


Las vacaciones no fueron la excepción, los viajes fueron el motivo perfecto para tomar fotografías. En las clases altas se ampliaba el gusto y la práctica, era el hobbie por excelencia, los viajes se planeaban en medida de la espectacularidad, la extrañeza, el folclor de las culturas y países. Ningún sentido tenia viajar a lugares exóticos, si no se podrían mostrar al regreso del viaje, en una tertulia con amigos. Así, comenzaron los clubes de fotografía, reuniones de rotarios donde se compartían experiencias y conocimientos. Ese fue el nacimiento de la educación fotográfica. Compartían consejos, recomendaciones técnicas y de equipos, formulas, recetas, proveedores, mientras mostraban sus proezas fotográficas y reafirmaban su categoría y nivel social. Si, parece que la historia mantiene esa constante en la que la aventura sin cámara, no es comprobable. Lo cierto es que la fotografía se hará mientras dudemos de nuestra capacidad para recordar, mientras pensemos en nuestras experiencias como legado, mientras sigamos buscando la maravilla… aunque sea solo para fotografiarla. Martin Moya con la mirada en el horizonte, es ese viajante que reconoce la necesidad de ver el mundo con sus propios ojos. No quiere quedarse con las fotos de la enciclopedia, no se conforma con los relatos de otros, Moya quiere ver y lo hará hasta donde encuentre eso que valga la pena contemplar. Martin Moya tiene un trabajo de años en la fotografía, conocedor de su origen, sus espacios y el contexto de la ciudad de Querétaro, cuenta con un registro que va de la vida cotidiana al trabajo documental. Moya avanza con la velocidad de su mirada, a veces rápido y furtivo, a veces lento y paciente. Hace una fotografía que tiene un sentido desde lo físico y lo químico, tira como convenga al tema y la pieza, Moya hace la fotografía que más le gusta, porque la hace para su gusto.

La fotografía de Martin Moya está hecha a la medida de su experiencia y exigencia. No solo es un fotógrafo que se mide consigo mismo en cada nueva empresa, es un fotógrafo riguroso en la composición y el resultado impreso. En esta ocasión Moya nos comparte una serie de fotografías que realizo durante un viaje a Europa, donde lo más persistente en su mirada, fue sobre los paisajes. Como si en cada una de sus composiciones Martín buscara todas esas afirmaciones que se han hecho desde los libros de la historia del arte occidental. Una serie que nos habla de esos espacios que se componen desde la mirada (el espacio para mirarse). Un registro realizado en análogo y digital, con ediciones mesuradas que dejan ver el alcance técnico desde la toma. Aunque gran parte del texto pareciera estar pensado en describir la fotografía, en realidad ha sido una descripción de los parámetros que guardan a nuestro fotógrafo Queretano hoy citado. Los parámetros con que se ha marcado la fotografía en esta ocasión, son a la vez el retrato hablado de las propiedades y cualidades de Martín Moya, un fotógrafo que domina la técnica, que sabe de lo que fotografía y con la estética de quien ha mirado y contribuido a la belleza del mundo. César Holm Consejo Editorial Parsimonia. Dirección Académica Aula del Centro Productor y Conductor de Nocturlabio.


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POBREZA, EXPERIENCIA Y VACACIONES

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IMANOL LÓPEZ Querétaro, México

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Pobreza, experiencia y vacaciones La centralización y la megalomanía han creado una ciudad artificial donde el parisino [...] no está ya en su casa. Por eso, en cuanto puede, la abandona; nueva necesidad sobrevenida, la manía de ir de veraneo. Mas también, a la inversa, en la ciudad desierta de habitantes, el extranjero llega a fecha fija; es lo que ahora llaman “temporada”. Así el parisino, en su ciudad, encrucijada hoy cosmopolita, adopta el tipo del desarraigado. —Libro de los Pasajes, E 3 a, 6 ¿Para qué salimos de vacaciones y por qué nos llenamos de fotografías cuando lo hacemos? En este brevísimo texto intentaré, si bien no responder, pero sí plantear esta pregunta. Primero un poco de contexto. Según el escritor Joseph Pine II nos encontramos dentro de la economía de la experiencia. Esta consiste en una nueva etapa del capitalismo donde, además de bienes y servicios, se mercantilizan las experiencias. Una experiencia, en este sentido, consiste en una serie de elementos tangibles e intangibles que, en su conjunto, producen una vivencia única con alto valor agregado. Viajamos, salimos de vacaciones, consumimos, probamos cosas nuevas y pagamos un premium por todo lo anterior, gracias a una tremenda sed por hacernos de experiencias que no encontramos en el confort de la vida cotidiana. A diferencia

de nuestros padres o nuestros abuelos, cuyo objetivo fue hacerse de un patrimonio, nosotros (los “milenials”, si es que eso existe) aspiramos a vivir experiencias nuevas y emocionantes: saltar en paracaídas, aplicar a un voluntariado, hacer senderismo en la sierra o en kayak por el Cañón del Sumidero, perderse en Xilitla, viajar por el mundo, irse de mochilazo, etc. Y, sin embargo, al regresar de nuestras vacaciones miramos nuestro feed lleno de publicaciones y fotografías que atestiguan nuestro viaje: #travel, #wanderlust, #trip, #selfie llenan nuestras redes sociales, pero hay algo aquí que no cuadra. Aunque creemos que nos llenamos de experiencias, es posible que sólo estemos empobreciéndonos más y más, literal y figurativamente. Como usted, querido lector, sabrá mucho mejor que yo, Walter Benjamin es una figura harto citada en estos lares donde se cruza el pensamiento con la imagen fotográfica. Sobra repasar su biografía: judío alemán, filósofo, crítico literario, ensayista, coleccionista obsesivo y un largo etcétera. En definitiva, una figura excéntrica y enigmática. Y como usted asimismo recordará, tuvo la fortuna (¿o será infortuna?) de escribir sobre fotografía; incluso habría que decirlo, ser de los primeros intelectuales en reflexionar con seriedad sobre el fenómeno fotográfico.


Su famosa Breve historia de la fotografía, así como el ensayo de pomposo título La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica y El autor como productor figuran entre los textos clave para pensar fotografía en la actualidad.

Tal vez, como sugiere en cambio Giorgio Agamben, no se necesite ni siquiera de una gran catástrofe para comprender la imposibilidad contemporánea para la experiencia, sino que basta con analizar la apacible vida citadina.

Bueno, pues. Y se preguntará usted: ¿qué tiene que ver todo esto con las vacaciones y por qué leo esto en una revista de fotografía? Pues resulta que existe otro texto, escrito por los mismos años, tal vez menos leído y comentado, pero seguro que de igual importancia que los anteriores. Hablo del ensayo titulado Experiencia y pobreza publicado en Praga en 1933. En este texto Benjamin da cuenta de una pérdida análoga a la muerte del aura, es decir, la pobreza de la experiencia dentro de la Modernidad. Anteriormente la experiencia consistía en la fuente que dotaba de autoridad al conocimiento capaz de transmitirse a la siguiente generación. Lo que los padres les enseñaban a sus hijos, es decir: su legado, era justamente la experiencia de vida. Experiencia aquí significa todo lo contrario que en la economía de la experiencia: no consistía en una vivencia única e irrepetible, sino que era la autoridad emanada de una vida bien vivida. Por lo tanto, todo aquel que hubiera vivido lo suficiente, sin importar que su existencia fuera la más mundana y monótona, era potencialmente fuente de experiencia.

Pues la jornada del hombre contemporáneo ya casi no contiene nada que todavía pueda traducirse en experiencia: ni la lectura del diario, tan rica en noticas que lo contemplan desde una insalvable lejanía, ni los minutos pasados al volante de un auto en un embotellamiento; tampoco el viaje a los infiernos en los trenes del subterráneo, ni la manifestación que de improviso bloquea la calle, ni la niebla de los gases lacrimógenos que se disipa lentamente entre los edificios del centro […]. El hombre moderno vuelve a la noche a su casa extenuado por un fárrago de acontecimientos —divertidos o tediosos, insólitos o comunes, a troces o placenteros— sin que ninguno de ellos se haya convertido en experiencia. Es tal vez, la vida moderna y su tecnificación del mundo la que provoca que la tremenda devaluación de la experiencia. Y, por lo tanto, esta imposibilidad para la experiencia auténtica puede ser uno de los mayores motores de deseo que echan a andar a la economía de la experiencia. Es por la grandísima pobreza que tenemos en materia de experiencia, que ardemos en deseos de tener alguna y salir de nuestra asfixiante vida cotidiana cada verano. ¿Y dónde queda la fotografía en este revoltijo? Es interesante que estos autores concuerden que la fotografía es, posiblemente, uno de los dispositivos técnicos que más han influido en esta pérdida de la experiencia como posibilidad de conocimiento. Como José Pablo Concha afirma: Lo que debe pensarse con cuidado es que la imagen técnica potencialmente sustituye a la experiencia, […] la fotografía es capaz de entregar una reproducción tal de los entes que es como si estuviéramos delante de ellos; la interacción entre imagen y sujeto replica la relación entre objeto y sujeto. El como si no es casual, evidentemente este giro es el que pasa inadvertido en el consumo de la imagen.

La experiencia era transmitida “en términos breves, con la autoridad de la edad, en proverbios; prolijamente, con locuacidad, en historias; a veces como una narración de países extraños, junto a la chimenea, ante hijos y nietos”. Para Benjamin, su generación padecía de una pobreza de experiencia relacionada con el enorme avance técnico, cuyos estragos violentos fueron más que palpables con la Primera Guerra Mundial. Aquella generación que había vivido la experiencia más violenta y traumática de la historia, regresó de las trincheras sin poder pronunciar una palabra al respecto. Nada de la guerra se convirtió en experiencia para quienes estuvieron ahí.


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La imagen técnica, al presentarse como la reproducción fidedigna del objeto tal y como este se le re-presenta al sujeto, reemplaza la experiencia posible de este. Ya no es necesario experimentar nada en carne propia, el como si suplanta al estar-ahí. Para Agamben, esto queda evidenciado con la actitud turística dentro de los museos o en los monumentos: Frente a las mayores maravillas de la tierra […], la aplastante mayoría de la humanidad se niega a adquirir una experiencia: prefiera que la experiencia sea capturada por la máquina de fotos. Naturalmente no se trata de deplorar esa realidad, sino de tenerla en cuenta.

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En lugar de experimentarse en primera persona, la vida está mediada por el dispositivo fotográfico. Con el paso de la fotografía química a la numérica, este empobrecimiento se ha acelerado. En nuestras vacaciones podemos tomar miles de fotografías y pensamos que estas son la prueba de que tuvimos una grandísima experiencia; y, pese a eso, justo esos millares de fotografías nos impiden tener una verdadera experiencia de las cosas e incluso, por su sola cantidad y fugacidad, estamos impedidos a extraer cualquier tipo de conocimiento de las mismas imágenes. Sin embargo, no abogo aquí por un retorno a una época gloriosa donde la autoridad de la experiencia fuera restablecida. De forma similar a su posición frente a la pérdida del Aura, al propio Benjamin confiesa que la pobreza de la experiencia no debe de leerse como una pérdida terrible. En su diario parisino apunta que “un cuadro, pero especialmente una escultura, e incluso las obras arquitectónicas, se dejan «disfrutar» con mucha mayor facilidad en foto que en la realidad”. Así como la muerte del aura, la total pobreza de la experiencia puede leerse como una tabula rasa y potencialmente abrir otras posibilidades, dilucidarlas es la tarea.

No quiero aquí demonizar la falta de experiencia, sino sólo abogar por traer dicha falta a la conciencia. Dejemos de creer que lo que hacemos cuando vamos de vacaciones es vivir una experiencia, despertemos del sueño dogmático y asumamos la altísima pobreza en la que nos encontramos. Concretamente dejemos de buscar en las fotografías testimonio de nuestra vida y nuestras experiencias. No las hay. Emancipemos al dispositivo fotográfico de la tarea de mostrar a los entes como si, y comprendamos que la fotografía es el estandarte de la imposibilidad total de la experiencia moderna. Y, sólo tal vez, esta pobreza de la experiencia inaugure la posibilidad al experimento, posibilite otras formas de extraer conocimiento de lo vivido, nos sugiera nuevas potencias y otras formas de vida. Recordemos, siguiendo a Benjamin, que: Pobreza de la experiencia: no hay que entenderla como si los hombres añorasen una experiencia nueva. No; añoran liberarse de las experiencias, añoran un mundo entorno en el que puedan hacer que su pobreza, la externa y por último también la interna, cobre vigencia tan clara, tan limpiamente que salga de ella algo decoroso. Hacer que de nuestra pobreza salga algo decoroso. E ahí la apuesta.



4.

EL ANDAR COMO PRÁCTICA ESTÉTICA

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LEONPABLO BÁRCENAS Querétaro, México

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¿Qué clase de ciudad podrán producir estas personas que tienen miedo de andar? Francesco Careri

un valor simbólico. Son los primeros pasos de hacia la arquitectura y su evolución nos llevará a la escultura. En medio de estos se desarrolla el andar, el caminar errante.

Francesco Careri es arquitecto y profesor del Departamento de Estudios Urbanos de la Univesità degli Studi Roma Tre. Escribió Walkscapes. El andar como práctica estética en 2002 y el exitoso deambular de su libro por los diferentes territorios de la arquitectura, el arte y la reflexión lo llevaron a incluir una breve revisión al final de la edición de 2012.

En el siglo XX, las vanguardias indagan muy de cerca el movimiento y la velocidad. El readymade urbano de Dada quiere construir una acción estética en la vida cotidiana. París se convierte en la primera ciudad donde los dadaístas recorren los sitios sin interés o en proceso de destrucción. El 14 de abril de 1921 un grupo de ellos realizan una acción que otorga un valor estético a un espacio, no a un objeto, a diferencia de Duchamp. Hay una intervención urbana en un territorio antes exclusivo de arquitectos y urbanistas. La teoría de la deriva se explica con los antecedentes de la deriva escrita de los surrealistas y el “cadáver exquisito”.

El recorrido por el texto comienza con los surrealistas, un paso antes, con Dada, y avanza hacia los situacionistas. Para los surrealistas, el deambular es darle carta abierta al azar, a la sorpresa, al encuentro con lo no esperado para hurgar en el inconsciente de la ciudad. Careri explica el paso de la sociedad nómada a la ciudad del caos, Babel, acudiendo a los mitos fundacionales como el fratricidio de Abel en manos de Caín y su interpretación –el hermano nómada y el hermano sedentario– donde el nómada es el que interviene el paisaje con su presencia y acción versus el sedentario que construye un nuevo universo. Para el nómada, los grandes espacios no están vacíos, están llenos de huellas invisibles que señalan acontecimientos y les da nombre. El menhir es el primer acto de transformación del paisaje hecha por el hombre; es la piedra vertical que rasga la línea del horizonte y adquiere


En los años sesenta, artistas como Robert Smithson y Tony Smith en Estados Unidos, y Hamish Fulton y Richard Long en Inglaterra, recorren las periferias urbanas, “como metáfora de la periferia de la mente, de los despojos del pensamiento y de la cultura”; la aparición del land art como un retorno al neolítico, transforma físicamente el territorio con elementos de la arquitectura para crear nuevos paraísos artificiales. En la revisión 10 años después de la publicación, el autor detiene su reflexión en la nueva fisonomía de las ciudades: los espacios vacíos como una constante del tejido urbano, “se desplazan cada vez que el poder intenta imponer un nuevo orden”. Los términos caliente y entrópico como sinónimos de la efervescencia citadina encuentra en la caminata como acción una forma de ir en contra de la ciudad insegura. El autor insiste que para formar ciudadanos y producir espacios públicos debe haber gente en las calles, no en resguardo.

Careri es muy puntual al señalar que el miedo a deambular en la ciudad no corresponde a la posibilidad de perderse, sino al encuentro con el Otro; las personas no saben “cómo afrontar el conflicto con la diversidad”. La propuesta es entonces fomentar los tropiezos con el Otro, “detenerse como práctica estética para construir un espacio de encuentro con lo diverso”.

El texto principal viene acompañado de numerosas citas, esquemas, fotografías de proyectos y una buena cantidad de definiciones, tanto de los propios creadores como de teóricos y críticos del andar como práctica estética. Encontramos mapas, panfletos, incluso poemas sobre el transitar que modifica el paisaje, tanto por la irrupción física del cuerpo humano per se, como la transformación simbólica que va atribuyendo categorías a los recorridos. La abundante bibliografía al término de cada capítulo permite indagar sobre autores y textos específicos. En la introducción Gilles A. Tiberghien, filósofo y profesor de estética en La Sorbona, señala que el andar, en todas las épocas, ha producido arquitectura y paisaje. Al olvidarse esta práctica aun por los propios arquitectos, son los poetas, filósofos y artistas quienes reactivan la práctica al ser “capaces de ver aquello que no existe y hacer que surja algo de ello”.


5.

ELENA Y LOS HOMBRES GABRIEL HÖRNER Querétaro, México

PARSIMONIA

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Elena y los hombres (Elena et les hommes, 1956) Director: Jean Renoir. Guión: Jean Renoir y Jean Serge. Ayudante de dirección: Serge Vallin; Productor: Louis Wipf; Fotografía: Claude Renoir; Sonido: William Sivel; Montaje: Boris Lewin; Música: Joseph Kosma; Decorados: Jean André; Vestuario: Rosine Delamare y Monique Plotin. Elenco: Ingrid Bergman, Jean Marais, Mel Ferrer, Jean Richard, Magali Noël, Juliette Gréco, Pierre Bertin, Jean Castanier, Jean Claudio, Elina Labourdette, Dora Doll

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French Cancan decepcionó, en general, a los fervientes admiradores de Renoir. No es que está película les pareciera fallida, sino un poco po debajo de la ambición habitual en el autor. Y ello más aún puesto que recuperaba, simplificándolo en extremo, uno de los temas de La Carrose d’Or: la vocación por el espectáculo. Hacer pasar la comedia italiana por Teatro con T mayúscula, vale, ¿pero el cancán? Al abogar por el cabaret, Gabin abogaba también por Renoir, que no teníua otra intenci´pmn que la de hacer el trabajo más “comercial” posible. Popular, fácil, pero no por ello indigno de los precedentes, y capaz de seducir al mismo tiempo, y por las mismas razones, a los zafios y a los delicados. Este planteamiento orgulloso y modesto era ssólo la culminación de una evolución cuyo sentido no habíamos sabido entender bien desde La regla del juego. Renoir, que a comienzos de su carrera declaró la guerra a los tópicos y fue a contracorriente de los gustos del público, abandonó a otros sus conquistas para regresar a un conformismo estético o

moral. Para él, el cine ya no es un trampolín adecuado para hacer crecer las ideass nuevas, sino un terreno particularmente apropiado para alimentar los lugares comunes que a un espíritu paradójico como el suyo le gusta mimar. Renoir amó demasiado al cine para no aceptarlo tal como es, con su vulgaridad y, para decirlo todo, su necedad. Éste era el “mensaje” de French Cancan, si es que cabe hablar de mensaje. Elena y los hombres es más ambiciosa, pero esta ambición pasa por el pórtico de una modestia primaria tan complacientemente instalada como en la obra precedente. Concebida en forma de una fábula, conlleva una moraleja aparentemente mucho más simplista que la expresada por Boudu salvado de las aguas (1932) o La regla del juego (1939). Nos obliga, pues, aunque sólo fuera por preferencia a esas películas, a no conformarnos con las primeras apariencias. ¿Acaso no nos ha prevenido el mismo Renoir de que el cine es un arte difícil,y de que “en una sala grande como la del Gaumont Palace, quizás sólo hay tres personas capaces de comprender la película que desfila por la pantalla”?


¿Qué demuestra, pues, Elena y los hombres, puesto que, según el propio Renoir “una película no demuestra nada, aunque de todos modos demuestra alguna cosa”? ¿Qué lo que más cuenta en esta vida es comer bien y hacer el amor, y que la pereza vale más que cualquier acción? Esta norma de vida tiene padrinos nada despreciables: Diógenes y Epicuro. Lo que nos sorprende más bien es la forma brutal y lineal que le da Renoir. Al condenar a Rollan, el general fantoche, no sólo condena a los dictadores de pacotilla, sino a toda la política en sí misma. Al burlarse de Elena, nueva Filaminta o nueva Madame de Chevreuse, no hace más que ensanchar con un grueso trazo de lápiz esta caricatura que cierta tradición misógina que va desde Horacio hasta La Fontaine pasando por los cuentos de la Edad Media ha propuesto de mil formas diferentes. Lo sé: “Elena es Venus”. Pero ¿creemos todavía en Venus?

¿Renoir no hace más que repetir perogrulladas? Si lo hace es porque es necesario. Nuestro siglo, muy poco mojigato, tiene a pesar de todo sus tabúes. El trabajo es uno de ellos. “Pero de todos modos –dirán- predicar la holgazanería, ¿a dónde nos conduce?” “Están perplejos –responderá él-.Eso es el primer resultado”. Además una película no es un catecismo, la palabra “pereza”, por supuesto, es simbólica. Sonreímos cuando sale de la boca de un mendigo, pero ahí parece salir de la del autor, y eso es lo que nos fastidia. Ser perezoso en esta época apresurada es conservar todavía algo del gusto por la contemplación y el placer. Remito a nuestros clásicos, que tan bien comentamos pero que en el fondo olvidamos llevar a la práctica…

No es, pues, un mérito menor de esta película el saber volver a dar sentido a algunos lugares comunes. La prueba de que no es ocioso que no sorprenden de nuevo con unas máximas que nos resultan familiares cuando explicamos Epicuro o Montaigne. Todo el mundo es libre de utilizar otra clave. Yo tomo la que me proporciona Renoir cuando plante la palabra clasicismo. Es a esta sabiduría clásica, más que al nirvana hindú, a la que pretende remitirnos. Los campesinos, los bohemios del último acto, se convierten en vates de un buen sentido ancestral, que oponen a los espejismos de una civilización artificial. Esta película no es materialista, sino pagana, para ser más exactos. Y pagana, como se sabe, significa campesina.


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Vayamos más lejos, arriesguémonos incluso a ser imprudentes. Siempre hay cierta temeridad en la explicación de los símbolos. Por lo tanto me limitaré a la forma interrogativa. ¿Por qué nuestra rubia y clara Venus necesita, para ser adorada y revelada a sí misma, una sacerdotisa negra precedida de niños tristes con rostros embadurnados, que evocan los ritos de alguna francmasonería menos abierta a la ilustración que la de La flauta mágica? ¿Por qué el aspecto de todos los personajes masculinos, incluidos los “jóvenes” protagonistas Jean Marais y Mel Ferrer, tiene algo de simiesco? Decir simio es decir animal, pero al mismo tiempo fantoche. Lo que le interesa a Renoir es a la vez muestra corteza más superficial y nuestros vínculos más profundos con lo telúrico. No se niega el alma, pero se coloca donde quepa. El hombre quizás no es más que un animal que imita al hombre. Idea al mismo tiempo tranquilizadora y aterradora.

Optimismo y pesimismo se codean en Renoir, como la mueca se codea con la gracia, como la máscara es ahí verdad. Acordaos de aquella película de Hawks en la que un chimpancé

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no era el actor que ofrecía el rostro más repugnante. Hago esta comparación entre el sutil Renoir y el menos intelectual de los cineastas norteamericanos a propósito. Ambos, por caminos diferentes, uno llevado por el genio de su arte, el otro en plena conciencia del genio de su arte y del suyo propio, llegan a la misma evidencia de que el cine es más apto que ninguna para dar apariencia. Vivimos a la vez en el mejor y en el peor de los mundos, el más bello y el más feo posible. Por eso, Renoir se aleja cada vez más de lo pintoresco que le ofrece al mismo tiempo fealdad y belleza a espuertas. Prefiere descubrir al animal bajo el frac o el uniforme, la sátira en Adonis. No se trata de convertir a nuestro autor en un puritano. Los antiguos acoplaban justificadamente a Venus con Vulcano, y las ninfas con los faunos. Sin lugar a dudas, aquí se confiesa una obsesión muy propia de él, y que descubrimos en todo momento en el transcurso de su obra, aunque no ha dejado de darle una significación cada vez más cercana a lo universal. El arte burlesco, según los cánones clásicos del gran siglo, consiste en hablar “noblemente de las cosas pequeñas”. Parece que en esta farsa, Renoir haga exactamente lo contrario, puesto que transforma en irrisorias las cosas más serias. Pero, en verdad, trabaja menos con una realidad noble que con la caricatura que aquélla ha suscitado. Embellece sin empalagar un retrato estilo Caran d’Ache, eleva mucho el tono de una imagen de Epinal, que es su materia real. Este es, creo yo, su secreto en este caso. Lejos de esquematizar, confiere la libertad de la vida a una visión de entrada esquemática. Nada más fácil de mover para un cineasta mediocre que una marioneta, nada más opuesto al genio del cine que la mímica. Renoir lo sabe mejor que nadie, pero su maestría es tal, ha hecho una larga y brillante estancia en la escuela del realismo, que juega con la dificultad con la que tropiezan los demás.


Aquí, pues, es preciso captar el arte no en las grandes masas sino en las florituras, y es por ello que se necesitaría una segunda y una tercera visión. Poco a poco, estos títeres pierden su paso mecánico, y nos vamos haciendo sensibles a los mil matices de un juego que antes se nos había escapado y que comentan un diálogo de ángulos bastante cuadrados. No se trata de una profundización de los caracteres. Renoir nos sigue diciendo, a propósito de Elena y los hombres, “que no ha querido hacer psicología”. Psicología, se entiende, en el sentido que le daban los autores del siglo XIX. Sus personajes tienen reacciones tan bien determinadas de antemano como, pongamos, el Lobo y el Cordero de las Fábulas de La Fontaine. Al igual que para el fabulista, para él no hay género despreciable, si se sabe aportar “algo de novedad y de alegría”, y, por supuesto, de elegancia.

Esta comparación chocará posiblemente a los admiradores de uno y otro autor, y sobre todo, creo yo, a los del cineasta. Pero recordaré que Valery rehabilitó de manera bastante magistral al poeta de Adonis; entonces, pues, ¿por qué no coger el cable que nos lanza Renoir, incluso si es un tanto traicionero? Su clasicismo

no es espontáneo, como el de los antiguos o el de los norteamericanos de Hollywood, sino deliberado, como el de nuestros autores franceses, y sin embargo nada pedante. Como Molière, que trasladó la farsa de las tablas de Tabarin a las del Théâtre Français, se propone “hacer reír a la gente honrada” y al pueblo con una risa que tenga al mismo tiempo sonido. Esta labor ingrata, dirán, el cine la ha estado realizando desde Chaplin y Mack Senett. Renoir tiene además una clara noción de lo que hace, lo que le facilita el trabajo. No conoce ese humor despectivo bajo el que se esconden otros, menos inventivos y más amargos. Quiere hacer olvidar que conoce demasiado bien a los clásicos, los del cine y los otros, y cosa rara, lo consigue. No nos dejemos engañar por sus descuidos de gran señor, como esa desnudez actual de su estilo, Después de haber manejado magistralmente el travelling y la profundidad de campo, se divierte en presentarnos una imagen plana, cortada, discontinua, como para evocar el caleidoscopio casi contemporáneo de la acción. No os dejéis engañar… Una cuestión por ejemplo, ¿Cuál es el tipo de plano que predomina en Elena y los hombres? El plano de conjunto, contestan sin vacilar. Pues bien, precisamente los planos de detalle son mucho más numerosos que los de conjunto, pero por una justa dosificación, el director sabe crear, en todo momento, la ilusión de que vemos todo el decorado y al mismo tiempo los personajes están tan cerca de nosotros como deseamos. Otro ejemplo todavía: intentad reproducir el gesto del brazo con el que Pierre Bertin, al final, antes de sentarse a la mesa, expresa con tanto sabor la moraleja, una de las moralejas de la fábula, intentadlo, y comprenderéis porque Renoir es inimitable, y cuán ingrata es la tarea del crítico condenado a celebrar con palabras los méritos de un arte que ha sabido hacer de la mímica algo aún más sutil y más elocuente que la prosa más bella del mundo Eric Rohmer (Cahiers du cinéma, noviembre de 1956) Traducción: Josep Torrell Jordana


6. Viajar contigo es como escuchar la vida secreta de las plantas

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MÓNICA GARRIDO Querétaro, México

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7. Cuando muera quiero que me entierren en el siglo XX

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PAULINA ZAMORA Querétaro, México

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MIXTAPE LOOPS MARTINEZ Querétaro, México



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EL VERANO DE LA HISTORIA MARY GARD Querétaro, México



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SEMBLANZA Martin Moya Esquiroz (1954) De 1980 a 1983 estudié fotografía en el Instituto de Bellas Artes de la Universidad Autónoma de Querétaro con el maestro Arturo Pérez y Pérez. De 1983 a 1986 formé parte del grupo de fotografía “Imágenes”. En 1996 participé en el Coloquio Latinoamericano de Fotografía en el Distrito Federal. En 1997 participé en la Octava Bienal de Fotografía en el Centro de la Imagen. Exposiciones Colectivas: ·Dos participaciones con el grupo “Imágenes” ·1998 Visión 6. Temporada Foto-Septiembre ·1999 Esto es México en el Museo de la Ciudad Exposiciones Individuales: 1994 Danza de los Concheros en la Galería Libertad. La muestra recorrió el interior del Estado. 1995 Identidad en el Jardín del Arte y en San Miguel de Allende, Gto. 1996 Un Enfoque a lo Nuestro en la Galería Libertad. A petición de CONACULTA se presentó en las diferentes Casas de Cultura del Estado. 1997 Idiosincrasia del Mexicano ante la Muerte en la Casa del Faldón y Museo de la Muerte en San Juan del Rio, Qro. 1998 México Colonial en la Galería Libertad y en AGROASEMEX. 2000 Imágenes que se van con el Siglo. Temporada Foto-Septiembre en AGROASEMEX. 2001 Una Mirada a Europa en el Museo Regional de Querétaro. 2002 Una Mirada a Europa en San Miguel de Allende, Gto. 2004 Rincones de México en el Museo Regional de Querétaro. 2007 Retrospectiva: 25 años Capturando Imágenes en la Galería Libertad. 2010 Imágenes de México en el Museo Regional de Querétaro. Centenario y Bicentenario. 2014 Tumbas y Panteones en el Centro Cultural Casa del Faldón 2015 Una Mirada a la Antigua en el Museo Regional de Querétaro. Josué Imanol López Barrios (1996) Licenciado en Filosofía por la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) con un trabajo de tesis titulado Gubernamentalidad y dominación animal. Ganador de la Medalla al Mérito Académico 2018. Entre sus intereses de investigación se encuentra la filosofía política, la fotografía y los estudios críticos animales. Cuenta con dos artículos publicados en

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la Revista Latinoamericana de Estudios Críticos Animales. Ha presentado ponencias sobre estos temas de investigación en diversos congresos nacionales e internacionales. Asistió al Taller Construcción de estrategias para elaboración de proyecto documental en septiembre de 2015 impartido por Olivia Vivanco, y al curso Acompañamiento teórico para el autor de enero a diciembre de 2018, impartido por César Holm; ambos cursos en el Aula del Centro. Participó como fotógrafo invitado en la exposición “De Adobe y Cielo” en diciembre de 2013, en el Museo de la Ciudad. Consiguió primer lugar del segundo Concurso de Fotografía “Ricardo Pozas A.”, organizado por la Facultad de Ciencias Políticas de la UAQ en febrero de 2014. Participó la exposición colectiva “Biogénesis” en el Centro Queretano de la Imagen en septiembre de 2015. En febrero del 2018 participó en la colectiva Carbono 14, Arqueología del futuro del Aula del Centro. Ha impartido los siguientes cursos sobre fotografía y teoría de la imagen: Curso básico de fotografía: una aproximación teórica, técnica y estética en la Galería Municipal Rosario Sánchez de Lozada (2017), El poder y las imágenes en el Museo de la Ciudad (2018) y Archivo y Memoria: Verano del 68 en el Museo de la Ciudad (2018). René Torres Escoto (1980) nació en la Ciudad de México, de la que a muy temprana edad su familia partió, asentándose en Cuernavaca, Morelos; es licenciado en Psicología por la Universidad Veracruzana y ha realizado diversos estudios afines a las artes visuales. Se relaciona con la fotografía desde el arte contemporáneo abordando cuestionamientos generados a partir de la observación de individuos que viven en una sociedad en constante cambio. Entendiendo al sujeto como la construcción que resulta de sus interacciones con los espacios, con otros sujetos, con su cultura, con la tecnología y el tiempo, afronta una multiplicidad de puntos de interés que explora y descifra desde su propio contexto/intimidad, para trasladarlos después al cuerpo social. Así, los espacios íntimos por donde transita, se transforman en escenarios en los que la cotidianidad es cuestionada y puesta en evidencia. A través del ritual y la experimentación navega entre el documental y la ficción, generando piezas que registran la huella que los sujetos dejan en su entorno, y el entorno en los sujetos. Cuenta con diecisiete exposiciones individuales entre las que se encuentran: New Kingdoms, realizada en el Zhou B Art Center, Chicago, y en South Suburban College, Illinois, E.U.A. (2018); Reconstrucciones, en la Galería Ramón Alva de la Canal, en Xalapa, México (2018); Juegos de luz, en la galería Página en Blando en la CDMX (2017); Lo que queda, realizada en el Museo de la Ciudad de Querétaro (curada por César Holm),


y en el Museo de la Ciudad de Cuernavaca (ambas en 2015); Aluk, en el Centro de las Artes de Querétaro (2015); Capullo, llevada a cabo en el Centro Cultural El Nigromante INBA, San Miguel de Allende, Guanajuato (2015); y Primer casa compartida, en Punctum Galería, CDMX (2015). Es curador de la exposición de fotografía y objeto Antes de ayer, presentada en la Casa de Cultura de Celaya (2016), y en el Centro de Difusión Cultural Raúl Gamboa del Instituto Potosino de Bellas Artes, durante el Festival Fotovisión (2017). Ha participado en muestras colectivas en México, Argentina, Colombia, Perú, España y Estados Unidos, de entre las cuales destacan: Hábitos. La familia, la propiedad privada y el archivo, curada por Juan Antonio Molina para Foto Monumental Callao, en Lima, Perú (2018); la Séptima Bienal Nacional de Artes Visuales Miradas, en el Centro Cultural Tijuana (2016); Relatos sobre identidad, dentro del Encuentro de fotografía química y alternativa Lumens 2016, en la Galería Neebex, en Bogotá, Colombia; la II Bienal Héctor García, en la Galería Héctor García, CDMX (2015); y Ten Mexican Photographers a Select end-of-the Century Generation, en Du Bois Gallery, Lehigh University Bethlehem, Pennsylvania, curada por José Antonio Rodríguez, en 1999; Ha publicado en libros y revistas impresas, como: En Construcción (2016), primer fotolibro colectivo latinoamericano; Adiós TV (2015), editado por la Universidad Autónoma Metropolitana, del compilador Francisco Mata Rosas ; las revistas Mexicanísimo dentro del artículo 8 Jóvenes fotógrafos, visiones renovadas. La revolución de la fotografía mexicana contemporánea, escrito por José Antonio Rodríguez (enero del 2016); Tierra Adentro (número especial de fotografía contemporánea en México Agosto-Septiembre de 2000) y el número siete de NuWork (Canadá, 2014); así como en las revistas virtuales Encontraste Magazine número diez (México, 2014) y el dossier dedicado a la fotografía mexicana de BEX Magazine (Argentina, 2014), por nombrar algunas. Obtuvo la beca de Jóvenes Creadores del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Morelos (1999-2000); el primer lugar en el concurso Cantinas de México, organizado por la Fototeca de Zacatecas y la revista Cuartoscuro (2014); mención honorífica en la II Bienal Héctor García (2015), y fue seleccionado en la Séptima Bienal Nacional de Artes Visuales Miradas, en el Centro Cultural Tijuana (2016). Fue ponente dentro del 19 Encuentro Nacional de Fototecas SINAFO, en Pachuca (2018), II Encuentro de Fotografía de Querétaro (2017); el festival Fotovisión, del Instituto Potosino de Bellas Artes (2017); el Foro sobre Educación Fotográfica Mano a mano: Miradas Fotográficas Cruzadas Francia-México, organizado por el Centro de la Imagen, la Escuela Nacional Superior de Fotografía de Arles y el INBA (2015); el XIII Encuentro de Fotografía I Cuerpo, organizado por CONARTE en Monterrey N.L. (2015); y las presentaciones de Instructores de Santa Fe Photographic Workshops Instructor Presentations en el teatro Ángela Peralta de San Miguel de Allende, Guanajuato (2015), entre otras participaciones. Su obra forma parte de la Fototeca del Museo Comarcal Salvador Vilaseca de

Tarragona, España; la Fototeca de Zacatecas, el acervo de Casa Fugaz I Monumental Callao, Perú, la Secretaría Cultura de Morelos y colecciones privadas. Actualmente vive en San Miguel de Allende, Guanajuato, donde trabaja como fotógrafo e impresor, y es docente en el Centro Cultural el Nigromante del Instituto Nacional de Bellas Artes INBA. REDES SOCIALES: @renetorresescoto Instagram www.renetorresescoto.com web https://www.facebook.com/rene.torres.965 FB Mónica Garrido Artista visual egresada de la Facultad de Bellas Artes UAQ. En 2013 participa como asistente de Dirección del proyecto Visible Invisibilización. Ha sido docente del taller de fotografía de la Dirección de Innovación y Creatividad Cultural, UAQ. Desde 2010 ha participado en diversas exposiciones colectivas en el país y una en Alemania. En 2018 realiza su primer exposición individual, “Phantasieren”. Su trabajo se ha publicado en medios digitales como Vogue Italia. Ha trabajado en el campo de la fotografía independiente desde el año 2013 en México y en países como Roma, Portugal y Colombia. Redes sociales: Instagram: @monicagarridomx Facebook.com/monicagarridomx Gabriel Hörner García Nació en León, Guanajuato en 1963. Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Iberoamericana. De 1984 a la fecha ha fundado y coordinado diferentes Cine Clubes en las ciudades de León y Querétaro. De 1985 a 1987 publicó crítica de cine con frecuencia semanal en el diario A.M. de León. De 1989 a 1991 impartió las materias de Historia del Cine, Apreciación Cinematográfica y Lenguaje Cinematográfico en las carreras de Comunicación de la Universidad Iberoamericana Unidad León, ITESM León y Universidad del Bajío. De 1991 a 1993 fungió como encargado de Promoción y Relaciones Públicas de la Filarmónica del Bajío, hoy Filarmónica de Querétaro. De 1993 a 1995 trabajó como Administrador y Encargado de Difusión del Centro INAH Querétaro y Museo Regional. De 1995 a 1997 fue encargado de Proyectos Especiales y Nuevos Espacios del Patronato de las Fiestas de Querétaro. Desde 1998 es Director del Museo de la Ciudad de Querétaro. Desde 2001 ha colaborado con la programación de cine en el Cineteatro Rosalío Solano, hoy Cineteca Rosalío Solano.


Desde 2001 ha sido Jurado de Selección de Ficción del Festival Expresión en Corto, hoy Festival Internacional de Cine de Guanajuato y desde 2007 miembro de su Consejo Consultivo. En 2010 se diplomó en el PADEM (Programa de Alta Dirección en Museos) ofrecido por el ITAM, el Getty Institute y el MUAC.

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Guadalupe Martinez Olguin (Tula de Allende, 1983) Licenciada en Ingeniería Mecánica egresada del Instituto Tecnológico de Querétaro obtuvo el grado de Maestría en Diseño Mecánico de la Universidad Nacional Autónoma de México.

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Paulina Zamora (1988) Hago fotos y escribo. Mi trabajo fotográfico ha sido exhibido en el videomuro del Centro de la Imagen (2016, Cdmx), en la Galería Libertad (Qro) en forma colectiva (2017) e individual (2018) y formo parte de la Plataforma de Imágenes Contemporáneas (PICS Centro de la Imagen, Cdmx). Fui redactora y editora en Betazeta Networks y he sido colaboradora en ERRR Magazine, Revista Picnic, Ciudad Adentro y El Periódico de las señoras. Publiqué el fotolibro Episodios de nostalgia (Concordia Company, 2018). Los principales temas que abordo son la memoria, la autoficción y la resistencia a la inmediatez, buscando generar narrativas a partir de la fotografía análoga y recientemente con colecciones, archivos anónimos y la fotografía digital. Actualmente soy becaria del PECDA Querétaro 2018-2019. Mis redes sociales son: instagram.com/paulinazamora.mx instagram.com/evaerendira

Cursó el Programa de Producción Autoral bajo la tutoría de César Holm así como el Diplomado de Historia de la Fotografía en México con fotógrafos, curadores e investigadores de diferentes partes de México como Patricia Banda, Armando Cristeto e Irving Domínguez, ambos en el Aula del Centro de Especialización Fotográfica en el año 2014/2015. Su trabajo ha sido seleccionado para calendarios corporativos como el de la compañía General Electric México (2007), y en el Festival Internacional de Fotoperiodismo y Fotografía Documental Photofest (2013).

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Ha participado en exposiciones colectivas en espacios como la Galería Proal en Querétaro (2015), Santo Domingo Republica Dominicana en el marco de la VI Edición de Photoimagen, “Festival Internacional de Fotografía” (2015) y en la Galería Municipal Rosario Sánchez Lozada en la exposición colectiva “Alto Carbono” (2018). Actualmente continúa preparándose técnica y teóricamente en diversos talleres con artistas como Olivia Vivanco (2015), Gerardo Montiel (2015), Bruno Bresani (2016), Yvonne Venegas, Humberto Ríos (2016), Taller Panóptico (2015 y 2016), Cecilia Hurtado (2017), David Corona (2019). Además de haber pertenecido al Seminario en torno al cuerpo (2017) y al Laboratorio de Producción Visual. Máquinas Deseantes donde desarrolló una obra acerca de la demencia senil (2016), los primeros resultados de dicho taller fueron expuestos en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, en febrero 2017, aunque la obra sigue perfeccionándose. El libro de artista “Elefante”, el cual trabajo bajo la tutoría de la restauradora Analí Nuñez, fue ganador del tercer lugar del Premio Rosario Sánchez de Lozada (2017), el cual fue presentado el 27 de julio del mismo año en la Galería Municipal Rosario Sánchez Lozada en el marco del XV aniversario. Los temas de su obra están ligados principalmente a la fenomenología de problemas sociales como la vejez, enfermedades como el alzheimer entre otros. Además, tiene una gran influencia literaria, por lo tanto una de las salidas de sus trabajos son foto libros o libros de artista, comienza a explorar la parte de video y la apropiación. Trabaja principalmente cámara digital y de iPhone. Instagram: @lagartijilla83 Linkedin: https://www.linkedin.com/in/guadalupe-martinez-86b882a9/ Facebook: https://www.facebook.com/lupilla.martinez.3 https://www.facebook.com/Auladelcentro/ Directorio Cultural Querétaro: http://culturaqueretaro.gob.mx/iqca/sitio/Artistas/artista/78


León Pablo Bárcenas Clavel Originario de Atlacomulco, Estado de México, 49 años. Ingeniero Bioquímico Administrador. ITESM Campus Querétaro, 1992. Maestría en Administración. ITESM Campus Querétaro, 2002. Cursó en el Aula del Centro – Especialización Fotográfica los diplomados de Producción Autoral, Historia de la Fotografía en México, y el Laboratorio de Producción Visual en la ciudad de Querétaro. (2015 – 2016); el Seminario en torno al cuerpo “Las flechas de San Sebastián”, (2017); Acompañamiento teórico para el autor, I y II, (2016 y 2018). Ha cursado talleres de performance con Katnira Bello (2018) y Felipe Osornio (2019). Ha participado en las residencias artísticas de autores como Rosa María López M. de la “Cooperativa Ultramarinos cultura y arte”, (2018); Jazmín Calvillo (2018); Cecilia Hurtado (2017), Bruno Bressani (2016), Irving Domínguez (2016), Humberto Ríos (2016), Armando Cristeto (2016), Olivia Vivanco (2015), entre otros y ha estado en constante formación a través de los talleres coordinados por el Mtro. César Holm. Ha participado en proyectos de catalogación documental con el Instituto Estatal de Cultura de Guanajuato y de catalogación de bienes culturales muebles en el Museo Casa Diego Rivera, Museo del Pueblo de Guanajuato y el Museo José Chávez Morado. Participa desde 2014 en la Red de Divulgadores de la Ciencia en Querétaro. Ha publicado artículos de Divulgación de la Ciencia y temas de fotografía en medios impresos locales y virtuales.


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Consejo Editorial CESAR HOLM Darío Rodríguez RODRIGO CHACÓN Redes Sociales AXEL CHACÓN Colaboradores Leonpáblo barcenas gabriel hörner IMANOL LÓPEZ Artista invitado RENE TORRES

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En portada MARTIN MOYA En Galería MÓNICA GARRIDO PAULINA ZAMORA LOOPS MARTÍNEZ MARY GARD Ventas parsimoniarevista@gmail.com 442 2315991 442 1071138


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