Paralelo 43 Número 10 Agosto 2015

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tro, mediante la que vamos dotando de significado a lo que nos acontece. Por ello, la cima que para un montañero supone un reto que le estimula y desafía, para el común de los mortales no significa más que un lejano e insignificante punto en el horizonte. Cierto es que el montañero puede perecer en el intento de coronarla o de vuelta al campo base, pero tampoco en el llano se vive eternamente. Además, en busca del cielo, quizá el montañero asuma con mayor conciencia su ser para la muerte (Sein zum Tode): “en busca de la victoria o la derrota final”. Porque, en última instancia, darse cuenta del carácter insustancial y efímero del mundo es el gran reto de la existencia, la cima del Everest de la

vida humana, que convierte al hombre en un ser humilde, al igual que la montaña empequeñece al montañero. Y sólo desde la humildad compartimos cordada y tendemos la mano, mucho más importante que hacer cumbre. Mallory era consciente de ello, y por eso asumió el reto aunque le costara la vida. Gracias a estos grandes hombres, arriesgados, aventureros y valientes, se abren nuevos caminos. No sólo en la montaña, sino en el pensar y el vivir. Y las cimas de las montañas dejan de ser lejanos puntos en el horizonte y se convierten en retos que nos desafían. Sin misteriosos visionarios como Mallory no sólo no hubiésemos llegado hasta allí, la cumbre del Everest, sino tampoco hasta aquí, en realidad a ningún lugar.

EL RETO SE LLAMA CUMBRE

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