Mujeres Rebeldes por la Patria

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MUJERES REBELDES POR LA PATRIA Roberto Paredes 2


INDICE GENERAL Presentación Prólogo del autor

PARTE I MUJERES DE ACERO 1- Dora Molas de Maidana 2- Esther Ballestrino 3- Gladys Sanneman 4- María Margarita Báez

PARTE II MILITANTES DE ALMA 1- Carmen Casco de Lara Castro 2- Diana Bañuelos 3- Ligia Prieto de Centurión 4- Mina Feliciángeli 5- Sonia Aquino

PARTE III TEMPLE DE COMBATIENTES 1- Carmen Soler 2- Celsa Ramírez 3- Gloria Estragó 4- Guillermina Kanonnikoff

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PARTE IV MUJERES EN ARMAS 1- Adalita del Puerto Schaerer 2- Apolonia Flores 3- Nidia González Talavera 4- Soledad Barret

PARTE V LA REBELIÓN DE LAS PALABRAS 1- Gloria Giménez 2- Gloria Muñoz 3- Raquel Rojas 4- Teresa González Meyer

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PRESENTACIÓN Desde la Secretaría de la Mujer, impulsamos la Colección “La Mujer Paraguaya en el Bicentenario”, pero dentro de lo ecléctico de esta colección, no vi ninguna autora que escribiera sobre las mujeres de la resistencia a las dictaduras coloradas, sobre todo a la última la de Alfredo Stroessner, así las cosas le pedí a Vidalia Sánchez de Servilibro que buscara alguien que estaba trabajando el tema, pero ni ella ni yo encontramos, entonces llamamos a Roberto Paredes, con quien yo había trabajado ya a 4 manos en “Espiral de Tormento” y le propusimos hacer las entrevistas, el aceptó gustoso integrarse al equipo, comenzamos a pensar como haríamos, yo propuse hacer 10 preguntas iguales a 30 mujeres, hicimos también una lista tentativa de las futuras entrevistadas; él dijo que sí a todo lo propuesto, pero al final hizo a su manera sin tener en cuenta el formato original de las 10 preguntas iguales sin repreguntas y el resultado es este libro de entrevistas que 21 mujeres valiosas, valientes, comprometidas; pero yo no soy la coautora sería deshonesto poner mi nombre en esa categoría, apenas fue una idea original mía el resultado es trabajo de Roberto Paredes “letra y música” como quien dice, y muchas de las mujeres sugeridas por mí no están aquí y otras que están, yo no las conozco, pero todas son o fueron valientes luchadoras por la libertad del Paraguay. Cuando termine mis funciones como ministra y tenga más tiempo, trabajaré más de cerca por el tomo 2 de esta zaga, por ahora les invito a leer estas páginas llenas de fuerza femenina, testimonio que ha sido recogido por el autor, yo solo di la idea que debíamos en el Bicentenario hacer visibles a algunas de estas heroínas del siglo XX. El libro no estará en la Colección “La Mujer Paraguaya en el Bicentenario”, ya que fue escrita por un hombre, lo presentaremos con los auspicios de Itaipú, área de comunicación, en otra colección Kuña Reko que reúne otro tipo de obras, como la compilación de Verónica Serafini “Economía Feminista” que presentaremos en breve.

Gloria Rubín Ministra, Secretaria Ejecutiva de la Secretaría de la Mujer de la Presidencia de la República del Paraguay Asunción, Julio 2011

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PRÓLOGO DEL AUTOR Cuando Gloria me propuso escribir sobre “las mujeres de la resistencia” o “las mujeres militantes” admito que la idea me sedujo de inmediato. Me pareció que convertir el proyecto en un producto resultaría incluso fácil. Había conocido a muchas de las mismas; había compartido con varias de ellas inquietudes y sueños. Sin embargo, cuando comenzamos a elaborar lo que finalmente se presentaría ante la opinión pública, pude dimensionar -recién ahí, en ningún momento antes- la envergadura del desafío. La cuestión era más compleja de lo que parecía en primera instancia; y en ciertos aspectos, bien más compleja. A mí me cupo, en rigor, describir los contextos históricos-concretos en que se había desarrollado la vida de cada una de ellas, y aunque parezca mentira apenas ahí comencé a conocerlas, aprendí a valorar el real alcance de sus acciones, la verdadera dimensión de sus renunciamientos. Y en primer lugar tengo que confesar que si bien las respetaba en general, no lo hacía en la medida ni en el sentido correcto. Se trataba, sin disminuir a nadie, de personas especialmente relevantes, que desistieron de tentadores beneficios y de placenteras comodidades para dedicar sus vidas a la construcción de una realidad distinta, mejorada. Vinieron a convertirse en el tipo de personas que Bertolt Brecht caracterizaba correctamente como “imprescindibles”, en personas que hacen posible que se viva mejor día a día, en personas que eran una suerte de piezas claves en el rompecabezas de la vida. Por supuesto que tenían otras opciones, que no estaban condenadas previamente a ser militantes, a ser combatientes. Y es por eso, justamente, que este trabajo busca rescatar en algunos aspectos esenciales lo que fue la vida de estas “rebeldes por la patria”. Hoy, de hecho, la patria se pone al día con ellas, aunque sea mínimamente, con este oportuno homenaje, del cual hice parte gracias a Gloria. En algunos casos tuvimos que sacrificar referencias biográficas (No muy esenciales) para otorgar espacios más generosos para los contextos, lo que se hizo con la expresa intención de re-crear ciertos momentos históricos, marcos en que se desarrollaron las vidas reseñadas. Fueron más las “rebeldes por la patria”, sin lugar a dudas, pero las comprendidas en este trabajo están entre las más representativas. Espero que las experiencias de las mismas sirvan de paradigmas a militantes de ambos sexos de hoy y de mañana.

Roberto Paredes

Agradecimiento especial: A María “Maní” Ríos, quien realizó las entrevistas y acopió los materiales biográficos.

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PARTE I MUJERES DE ACERO Hay mujeres que no se doblegaron ni en condiciones de tensión extrema; mujeres que soportaron de todo, sin ceder ante la crueldad de sus adversarios ni ante la ferocidad de las fatalidades. Son de esas mujeres que con su comportamiento hicieron que el mundo de hoy sea mejor en aspectos esenciales. 1. Dora Molas de Maidana 2. Esther Ballestrino 3. Gladys Saneman 4. María Margarita Báez

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DORA MOLAS DE MAIDANA Siendo la segunda hija de un total de diez hermanos, el 8 de marzo de 1919 nacía en la ciudad cordillerana de Tobatí Juana Dora Molas de Maidana, una mujer sensible y dedicada, a la que la dura vida política del Paraguay la convertiría en una “mujer de acero”. Eran tiempos complicados, los de su niñez y de su juventud, pues cuando apenas cumplía 3 años, entre 1922 y 1923 el país soportara una de las más terribles guerras civiles, conocida por todos como “Revolución de 1922”, confrontación que tuvo como protagonistas centrales a dos facciones del partido dominante, “gondristas” y “schaeristas” del Partido Liberal. Dora era apenas una adolescente cuando entre 1932 y 1935 se desarrollara la Guerra del Chaco, contienda internacional que enfrentó a Paraguay con Bolivia, presuntamente por territorio, aunque de acuerdo con las investigaciones últimas se dieron conflictos severos por el control de espacios territoriales ricos en petróleo. Dora (Como se la conocería siempre) se mudó a la ciudad de Encarnación siendo muy joven, al igual que su otra hermana mayor. Allí vivían con una tía, Teodora Ramírez, quien se desempañaba como vice-directora de una institución escolar. Esto sería muy relevante e dos aspectos, pues: -

Por una parte, Dora seguiría los pasos de la tía que la criara, tomándose docente, y

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Por otra parte, allí, en Encarnación y en el marco de la enseñanza conocería al que sería su compañero de toda la vida, Antonio Maidana.

Dora recordaba muy vivamente esos momentos, pues testimoniaba; “Conocí a Antonio Maidana en Encarnación, en una escuela donde mi tía Teodora Ramírez, se desempeñaba como vice directora. Mis padres nos habían enviado a mí y a mi hermana a Encarnación, las dos mayores, a vivir con ella... Después deje de verlo a Antonio por mucho tiempo y nos volvimos a ver en 1946, cuando volvieron al país todos los dirigentes políticos; él venía del Uruguay. Se había vuelto comunista siendo muy jovencito, en Encarnación... ” En los años 40, sobre todo después de la muerte del general José Félix Estigarribia, se había implantado una férrea dictadura en el país, lo que apenas se superó cuando un año después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial (1939/1945), se derrocó al sector político-militar dominante, el “Frente de Guerra”, de orientación nazi-fascista, y el país inauguró el 9 de julio de 1946 el rico proceso de apertura política que se conocería como “primavera democrática”, en cuyo marco habían vuelto también los exponentes del Partido Comunista, entre los cuales Antonio Maidana. El joven dirigente había ganado posiciones relevantes al interior del partido, debido a sus especiales cualidades sobre todo para relacionarse con la gente. En ese tiempo, el principal referente partidario era Oscar Creydt, un intelectual de extendida ascendencia en el período, que influenció en la formación de Antonio Maidana de manera decisiva. Durante la “primavera democrática” el Partido Comunista apostó a ganar adeptos, impulsando la realización de concentraciones en varios puntos del país, pero sobre todo en la capital, donde en el

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período casi todo se decidía. El trabajo de los comunistas no fue fácil, pues la sociedad paraguaya, en amplios segmentos, estaba ya muy familiarizada con la propaganda anticomunista que impulsaran los liberales. Así, por ejemplo, hay testimonios que refieren que en ese tiempo, subiendo por la avenida Colón, militantes cristianos marchaban al grito de: ¡Viva Cristo Rey! Oscar Creydt Ndo mba'aposéi! El lema rimado se traducía del siguiente modo: Viva Cristo Rey / Oscar Creydt / No quiere trabajar. Los sectores políticos conservadores apostaban a reducir al mínimo la expresión política de los comunistas. Después de la “primavera democrática”, abruptamente cortada por el golpe colorado del 13 de enero de 1947, se produjo la guerra civil del 47, que tras el triunfo del Partido Colorado instaló un régimen de partido único, de intolerancia extrema, en cuyo contexto fueron apresados muchos políticos disidentes, entre los cuales el esposo de Dora, el dirigente comunista Antonio Maidana.

El inicio del terror Dora se había formado como docente y en el campo de la enseñanza venía desempeñando diversos papeles. Todo indicaba que tenía una larga carrera por delante, ya que incluso llegó a ser designada como Directora de la Escuela General Díaz. No obstante, la llegada al poder del general Alfredo Stroessner vendría a cambiar para peor su situación. En mayo de 1954, al derrocar al presidente Federico Chaves, el general Alfredo Stroessner se convirtió en el nuevo árbitro del país. En agosto asumió como presidente constitucional para concluir el mandato, que fenecía en agosto de 1958. Era encarnaceno, al igual que Antonio Maidana, lo cual fue más una desventaja que una ventaja, pues el nuevo presidente recibía informaciones -chismes, rumores, agravios,...- sobre todo de las personas oriundas o residentes en la capital de Itapúa. Así, Stroessner rápidamente fue hasta con pormenores sobre Antonio Maidana y su vínculo con el Partido Comunista; eso le costaría caro a Dora, quien aún en 1954 fue despedida del cargo de Directora de la Escuela General Díaz. El año 1958 fue particularmente conflictivo, pues si bien Stroessner había conseguido reelegirse como presidente, en el campo sindical se presentó un grave problema, pues la Confederación Paraguaya de Trabajadores, CPT, solicitaba un fuerte reajuste salarial, del orden del 50%, para reponer el poder adquisitivo de las remuneraciones, convertidas en insuficientes debido a la inflación persistente y progresiva. Antes de desencadenarse la huelga, pensando que era posible abortar el movimiento, el Gobierno procedió a la detención de algunos dirigentes comunistas, entre los cuales Antonio Maidana. Dora se enteró de inmediato, pues fue avisada por un amigo del matrimonio esa noche; además, le había precisado que Antonio había sido recluido en la Comisaría Tercera (3ra).

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Al día siguiente, Dora se presentó en la repartición policial, lo que se convertiría en una rutina, pues Dora se impondría un ritmo que de por sí constituiría una presión sobre las autoridades: visitaría a Antonio, su marido, tres veces por día, de mañana, de tarde y de noche. El pretexto era cualquier cosa, como por ejemplo acercarle comida. De ese modo, Dora siempre sabía algo de su marido. Los recuerdos de Dora sobre ese período eran tan fuertes, que el testimonio directo tiene un peso imposible de reemplazar: “Yo tenía 39 años y él 41 cuando lo apresaron. En ese momento Antonio y yo teníamos dos hijas, una de 7 años y otra de 5... Detenido él y sin ingreso regular yo, me dediqué a la enseñanza particular, porque era profesora de Matemáticas, entre otras materias, y tenía muchos alumnos. Así me sostuve, y así mantenía a mis hijas”. La huelga general de 1958 se desató entre agosto y setiembre, terminando con un endurecimiento de la política represiva. La central sindical fue intervenida por el Gobierno y los principales referentes vinculados al movimiento obrero fueron presos y torturados, otros consiguieron salir del país. Antonio Maidana, esposo de Dora, fue condenado a 5 años por presunta violación de la ley 294, que castigaba la difusión de las ideas comunistas. Cumplió la condena en la Penitenciaría Nacional de Tacumbú, pero en vez de ser puesto en libertad, fue de nuevo llevado a la Comisaría Tercera (3ra), de donde apenas saldría en 1977. Al igual que otras mujeres que soportaban similares adversidades, Dora hizo parte de una pequeña agrupación: “Familiares de presos políticos”, realizando sistemáticas denuncias y repetidos pedidos de libertad. A causa de ello, justamente, en 1961 Dora Molas de Maidana fue a parar a la prisión, concretamente a la Comisaría Cuarta (4ta), juntamente con las esposas de otros referentes importantes del Partido Comunista, como las esposas de Alfredo Alcorta y de Julio Rojas. Tres semanas después, fueron puestas en libertad. Los hechos eran recordados por Dora de manera muy vivida: “Mis hijas quedaron con mis hermanas y hermanos, porque cuatro mujeres fuimos desterradas del país, arrojadas a Clorinda, Argentina. Ahí, Martín Valiente Gómez y su esposa, ambos ex alumnos míos, nos dieron alojamiento. Luego me enviaron a Europa para hablar sobre lo que estaba pasando en el Paraguay. Eso se dio durante dos o tres meses, en el año 1962. Me llevaron a conocer otros países y cuando estuve en la Unión Soviética, me posibilitaron hablar de todo. Luego regreso al Paraguay ese mismo año y seguimos -con mis hijas y los familiares de los demás detenidos- peleando por la libertad de los presos políticos”.

Condiciones carcelarias Hasta cierto punto Dora supo de las condiciones carcelarias impuestas a su marido y a los demás prisioneros que se encontraban con él: visitas espaciadas y muy limitadas en tiempo, falta de camas y

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de colchones, comida de mala calidad e insuficiente, ausencia completa de materiales de lectura. Esto se extendió por muchos años. En los años 60 ya se los conocía como “los presos políticos más antiguos del continente”. La situación de los presos antiguos recién mejoró después de la visita de la Cruz Roja Internacional, que se interesó en los mismos a partir de las fuertes denuncias internacionales. Stroessner cedió de todo: -

los presos pasaron a dormir en camas, con mantas suficientes para abrigarse en los periodos de frío, consiguieron poder hacer sus necesidades en sanitarios apropiados,

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tuvieron acceso regular a sus familiares, una vez al mes, después cada 15 días, después cada semana,

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pudieron acceder a todo tipo de publicaciones, inclusive diarios viejos, no del día, y

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hasta conquistaron la posibilidad de leer un libro marxista por mes, pues consideraban que como comunistas tenían derecho a hacerlo.

Esto, desde finales de los años 60, es decir, después de 10 años de haber sido sometidos a condiciones infrahumanas de cautiverio. Antonio Maidana, Alfredo Alcorta y Julio Rojas, sin desmerecer a los demás presos antiguos ni a los demás militantes socialistas, se convirtieron en figuras legendarias para la izquierda; eran personajes paradigmáticos. Los tres tenían personalidades y temperamentos bien diferentes, que se complementaban perfectamente, como si se tratase de un plantel ideal: Antonio Maidana era el político; Alfredo Alcorta era el intelectual; Julio Rojas era el hombre de pueblo. Antonio Maidana era un político extremadamente hábil y talentoso. Con un profundo conocimiento del marxismo, poseía una sólida formación doctrinaria, que le daba lo que él mismo llamaba de “fortaleza ideológica”. Hombre de mirada firme pero afectuosa, era poseedor de un carisma especial, que seducía a sus interlocutores, cualquiera fuera. Cuando se lo trasladó al Campo de Concentración de Emboscada, en 1976, los campesinos lo rodeaban para escuchar sus lúcidos análisis y sus sabias orientaciones. Inspiraba confianza. En una oportunidad, en Emboscada, el monseñor Ismael Rolón visitó a los presos políticos. Ni bien ingresó al Campo de Concentración, el entonces Arzobispo de Asunción manifestó su interés de que le presentasen a Antonio Maidana. Los presos lo acompañaron hasta donde se encontraba el líder comunista. -

Hace mucho que quería conocerlo y ahora tengo el placer-, le saludó Ismael Rolón y se abrazó con él.

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Antonio Maidana le saludó muy afectuosamente, se separó del monseñor como un metro y dijo en voz alta: -

El Partido Comunista Paraguayo tiene muchas coincidencias con la Iglesia paraguaya...-.

La gente siguió expectante el discurso de Maidana, que no perdió la oportunidad para promover sus ideales con gestos y clase que los prisioneros apreciaron. En las reuniones de celdas, que se realizaban cotidianamente, Maidana tenía la costumbre de escuchar con atención todas y cada una de las intervenciones. Nunca se precipitaba, ni se angustiaba; parecía tener toda la paciencia del mundo para escuchar hasta los debates aparentemente más pueriles. Cuando ya nadie hablaba sobre el tema, intervenía él, retomando partes de las opiniones de los otros que recordaba con una asombrosa memoria- y ofrecía la solución definitiva, invariablemente la más correcta, prudente y mesurada. No era una cuestión mágica, sino lógica, y el hecho de escuchar con atención y paciencia todas las opiniones sobre el tema, le daba claridad y totalidad a la hora de intervenir. Casi todos los días, Maidana conversaba a solas con uno de sus camaradas. El tema de la conversación era generalmente un problema que enfrentaba el interlocutor. “Te noto nervioso y me gustaría hablar sobre ello...”; “me da la impresión de que andas decaído...”; “me preocupa tu relación con el camarada x....”. De ese modo, el líder comunista resolvía situaciones, por una parte, y conocía mejor a sus camaradas, por otra. Se interesaba en todo: un camarada que tenía discrepancias con otro; un camarada que no era visitado por sus familiares; alguien que estaba pasando por un mal momento. De manera casi natural, al entrar en contacto con todos y cada uno de sus camaradas, conquistó en el Campo de Concentración de Emboscada el apoyo sin reservas de los mismos. No fue un liderazgo impuesto, sino que la condición de jefe del partido lo conquistó a través de gestos y actitudes oportunas. Cuando salió de la prisión, en 1977, Maidana se hizo referente para todos los comunistas paraguayos pro-soviéticos. Designado secretario general en una Conferencia del partido, se dispuso a trabajar por la reorganización partidaria, lo cual prometía mucho, pues con él a la cabeza pareciera que todo podría funcionar. La esperanza no era infundada; se trataba del político de izquierda más completo de la historia del país. Un combatiente dedicado, pero no precipitado; determinado, pero no ansioso; preparado, experimentado, templado,..., un dirigente de izquierda completo, carente de vicios y malas intenciones, llamado a jugar un papel trascendental en el futuro político del país. Dora no lo acompañó a Antonio durante el primer preliminar de su exilio, pero se juntó a él en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, donde se daría lo peor.

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“Operativo Cóndor” La actividad de Maidana inspiró tanto temor en el stronismo, que se decidió secuestrarlo en Buenos Aires, Argentina, en el marco del “Operativo Cóndor”. Corría el mes de setiembre de 1980 y Maidana ya estaba con el esqueleto partidario repuesto, en condiciones de avanzar hacia otras alianzas. Alfredo Alcorta -el teórico del Partido Comunista- no era un intelectual simple y común, que se sentaría frente a un escritorio a producir, encerrado entre cuatro paredes. Era un teórico y militante, listo para la “praxis”, para la acción pensada y re-pensada. Por eso vino a ocupar un puesto prominente en la conducción partidaria en el proceso de reorganización. Cuando secuestraron a Antonio Maidana, con Alfredo Alcorta se pretendió hacer algo similar, pero desmontó la maniobra, con lo que apenas evitó lo peor. Fue apresado en Buenos Aires y mantenido en la cárcel de Villa Devoto por un año. Después, en libertad, murió de un derrame cerebral. El proyecto político liderado por los tres ex presos políticos más antiguos del Paraguay, Antonio Maidana, Alfredo Alcorta y Julio Rojas, era recomponer el Partido Comunista Paraguayo, PCP, de manera que pudiese contribuir al desplazamiento del general Alfredo Stroessner del poder. El aparato represivo paraguayo apuntó a los tres en setiembre de 1980, pero Julio Rojas se fugó, Alfredo Alcorta hizo un escándalo y terminó siendo apresado, mientras que Antonio Maidana resultó víctima completa del “Cóndor”. Dora Molas de Maidana siguió luchando por la aparición con vida de su marido, pero las investigaciones concretas nada aportaron para esclarecer el caso. Dora falleció en Asunción, sin saber nada de Antonio. Dejó entre todos el dulce recuerdo de una mujer serena, capaz de enfrentar con energía incluso adversidades extremas, como las que se vio forzada por las circunstancias a resistir.

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ESTHER BALLESTRINO Esther Ballestrino nació en la República del Uruguay, en el año 1918, pero creció en el Paraguay, por lo que se la caracteriza normalmente como “militante uruguaya-paraguaya”. Es más, sin salir del tema de la nacionalidad, se puede sostener que nació en Uruguay, creció en Paraguay y desarrolló una de sus principales luchas en la Argentina, de donde debería ser caracterizada como “militante uruguayaparaguaya-argentina”. Esther se instaló en el Paraguay durante los gobiernos liberales, siendo muy joven aun cuando se produjo la caída del Partido Liberal del poder, en 1936, por lo que existe constancia testimonial y documental sobre que militó políticamente desde finales de los años 30, cuando Esther contaba con un poco más de 20 años. Desde el punto de vista de la escolaridad, Esther primero se recibió de maestra, docente, pero después se formó de química farmacéutica. Desde un poco después del derrocamiento del coronel Rafael Franco, Esther se declaró partidaria del febrerismo, si bien el febrerismo, propiamente, no tenía definiciones claras en ese tiempo. De todos modos, la sensibilidad social de la joven militante le llevaba a coincidir con las corrientes más progresistas del nuevo movimiento, que por cierto convivía con corrientes internas bien más conservadoras. En el año 1940, Esther participó centralmente de la fundación del “Movimiento Femenino del Paraguay”, una organización de mujeres que se propuso corregir las situaciones marcadamente adversas que soportaban las féminas en ese tiempo. Sin embargo, tras la muerte temprana del general José Félix Estigarribia, presidente constitucional, dio lugar para que implante en el país una férrea dictadura, encabezada por el general Higinio Morínigo, que se basó en una controvertida medida: “la tregua política”, para limitar severamente todas las actividades. Como a nivel internacional, el proceso fundamental entre 1939 y 1945 fue el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, en todos los países de América Latina, incluyendo al Paraguay, la discusión estribaba en decidir apoyar a “los aliados” o al “eje”. Bajo el gobierno de Higinio Morínigo de ese período 1940/1945), el sector dominante en la política de denominaba “Frente de Guerra”, una agrupación de clara orientación nazi- fascista, liderada por el coronel Victoriano Benítez Vera, comandante de la Caballería. Toda la militancia democrática y progresista de la época centró sus actividades para combatir al “Frente de Guerra”. Esther, obviamente, actuó de manera coherente con respecto a la cuestión. Sin embargo, el “Frente de Guerra” apenas fue definitivamente derrotado entre junio y julio de 1946. El derrocamiento del “Frente de Guerra” tuvo como efecto fundamental el impulso del primer proceso de apertura política, que se denominó “primavera democrática” y que consistió sobre todo en la plena vigencia de las libertades públicas. Y en el marco de ese proceso de apertura, precisamente, es que se daría la experiencia política más importante de Esther Ballestrino en territorio paraguayo. Esther acompañó a un grupo de febreristas que lideraba un legendario dirigente de izquierda, Benigno Perrota, que recorrió parte del interior del país, con la expresa finalidad de organizar a las fuerzas progresistas en el campo. Después de concluida la llamativa experiencia, que se extendió por seis

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meses, la misma se recogió en una publicación de Benigno Perrota, denominada “Seis meses de febrerismo en el campo”. Desde julio de 1946 el país estaba gobernado por un Gabinete de Coalición, integrado por militares, colorados y febreristas. Sin embargo, por desacuerdos entre los coaligados, el febrerismo decide retirarse del Gobierno el 10 de enero de 1947, y el 13 de enero, contra todo pronóstico, por la vía de un golpe de Estado el Partido Colorado se alza con el poder, lo que llevó inevitablemente a una contienda, la Guerra Civil de 1947. En la contienda de 1947, que se dio entre abril y agosto, se enfrentaron: -

Liberales, Febreristas, Comunistas y Militares Institucionalistas, contra

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Colorados y una minoría de las Fuerzas Armadas.

Para asombro de propios y extraños, sin embargo, los revolucionarios terminaron siendo derrotados, lo que dio lugar a una feroz dictadura, de intolerancia extrema, que llevó a muchos paraguayos al exilio, entre ellos a Esther Ballestrino.

Militante y madre Ante la represión sistemática que se desató contra los derrotados en el Paraguay, en 1947 Esther, al igual de decenas de miles de paraguayas y paraguayos, emigró a la Argentina, donde se vivía un complejo proceso bajo la Presidencia del general Juan Domingo Perón. Las movilizaciones sociales eran frecuentes y masivas, y por lo general en apoyo al carismático caudillo argentino. Raymundo Careaga, prominente dirigente del febrerismo, del sector progresista, también se encontraba en la Argentina. Este terminó casándose con Esther y del matrimonio de ambos nacieron tres niñas: Esther, Mabel y Ana María. Esther Ballestrino pasó a ser madre y militante. Desde su perspectiva de militante política de izquierda enfrentó el primer gran desafío en 1951, apenas 4 años después de concluida la contienda cívicomilitar de 1947, cuando en el marco de la fundación formal del Partido Revolucionario Febrerista, tuvo que decidir sumarse al mismo o salir, postura promovida por varios militantes de izquierda, que sostenían que debían sumarse más bien al Partido Comunista Paraguayo, PCP. Esta posición, solamente para citar a un prominente dirigente, fue propiciada con energía por Miguel Ángel Soler, cuyo padre del mismo nombre, adhiriera al febrerismo desde el inicio. Soler (Padre) fufe embajador del febrerismo en 1936 y ministro de Relaciones Exteriores por el febrerismo en 1946/47. Soler (h), sin embargo, se abrió del febrerismo en 1951 y desde comienzos de los años 70 fue el máximo jefe de los comunistas paraguayos. Esther -probablemente por respeto a su marido, Raymundo Careaga, que no salió del febrerismo- se mantuvo en una “franja confusa”, pues si bien existen referencias abundantes sobre su simpatía con

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respecto a la postura de salir del febrerismo, no adhirió al Partido Comunista de manera activa, en cuyo caso es casi seguro que en poco tiempo se convertiría en una de las jefas de mayor arrastre. El desarrollo histórico-concreto fue dándole la razón, pues a mediados de los años 60 el Partido Febrerista pasó a legitimar al stronismo, participando de cuestiones municipales primero, en 1965, después en la Asamblea Nacional Constituyente, en 1967, y después en las elecciones generales de 1968, con representantes en las cámaras de Diputados y de Senadores. Esa capitulación ante el stronismo, de hecho, causaría divisiones más fuertes al interior del febrerismo, y como consecuencia directa en la segunda mitad de los años 60 algunos referentes de la izquierda febrerista se había comprometido con propuestas políticas más radicales, como el caso del Movimiento Paraguayo de Liberación, MOPAL. Esther no experimentó frustración especial a partir del hecho, si bien compartió el profundo dolor que por ello sufrió el marido, debido a que sus posiciones políticas eran más definidamente marxistas. Hay testimonios, por ejemplo, que refieren que la combatiente paraguaya había cultivado una amistad digna de resaltar con el legendario guerrillero argentino-cubano Ernesto “Che” Guevara. Esto es más que probable que haya sido así, pues cuando el “Che” Guevara vino al Paraguay, en la segunda mitad de los años 60, colaboraron para ello los militantes de la izquierda febrerista y, con seguridad, también Esther Ballestrino. Esther, de hecho, formó a todas sus hijas, sin excepción, en y con los valores del marxismo revolucionario. Ellas -las hijas- militaron en el Partido Revolucionario de los Trabajadores, PRT, de orientación marxista y con un brazo armado, el Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP. Ellas, las hijas, tuvieron como parejas comprometidos militantes de izquierda, que después del golpe de Estado argentino de 1976 serían severamente golpeados. Muy resumidamente habrá que dejar constancia sobre que sus dos yernos, Manuel Carlos Cuevas e Ivés Domergue fueron secuestrados y desaparecidos. El 13 de junio de 1977 la represión le tocó aún más directamente, cuando su hija Ana María Careaga, con tres meses de embarazo, fue secuestrada y después llevada y torturada en el centro de detención clandestino Club Atlético.

Madres de Plaza de Mayo Detenida Ana María, su hija menor, desde junio de 1977, Esther tomó contacto con los familiares de otros presos y desaparecidos, impulsando las rondas en la Plaza de Mayo, una pequeña movilización de protesta, pero de altísima significación en dos sentidos: por una parte, llamaba la atención internacional por el abierto desafío a la salvaje dictadura militar argentina que se impusiera desde marzo de 1976; por otra parte, estimuló a los demás argentinos, padres y madres de presos y desaparecidos, que al perder el temor se sumaron a las movilizaciones. Esther se constituyó en una de las más animadas y lúcidas fundadoras de la organización denominada “Madres de Plaza de Mayo”, que durante años se tomó la peor pesadilla para las cúpulas militares que lideraban el régimen dictatorial. Además, Esther pasó a cooperar activamente con la organización

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llamada “Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas” y con la “Liga Argentina por los Derechos del Hombre”. Esther era consciente de una cosa: como la llamada “Guerra Sucia” había causado alrededor de 30.000 desaparecidos, en su inmensa mayoría jóvenes, la tarea central era rescatar a los mismos con vida de las garras de los represores. Y en esa línea trabajó sin descanso. En octubre de 1977 Esther recibió un regalo del cielo: la liberación de su hija Ana María. Sin siquiera dudar un segundo, Esther se refugió de inmediato en el Brasil, con sus tres hijas, pese a que el destino final de todas fue Suecia. La determinación fue muy correcta, pues en Argentina -escenario central de la “Guerra Sucia”- no existía la menor garantía, y Brasil, aún bajo el control de una dictadura militar, tampoco era un espacio seguro. Llevó a sus hijas hasta Suecia, un lugar seguro. Pero Esther estaba hecha con una fibra especial, por lo que en poco tiempo decidió volver a la Argentina para acompañar la lucha de las otras madres por la liberación con vida de sus hijos. Todas las integrantes de “Madres de Plaza de Mayo” coincidieron sobre que resultaba altamente peligroso que quedara en la Argentina, por lo que la instaron a retomar a Suecia. Más adelante, Ana María, su hija menor, comentaría que la respuesta de Esther fue única y contundente: -

No, voy a seguir hasta que aparezcan todos.

Las demás madres desistieron, pues sabían que cuando Esther se proponía algo, resultaba prácticamente imposible hacer que cambie de idea. Obviamente, pasó a tener el mismo dinamismo de antes, como si cada uno de los miles de desaparecidos fuese su propio hijo.

“El Ángel de la Muerte” Con ese nombre entró por el portón trasero a la Historia de Argentina el oficial de las Fuerzas Armadas de nombre Alfredo Astiz, quien entre el 8 y el 10 de diciembre dirigió a un grupo de militares que procedió a secuestrar a 12 de las “Madres de Plaza de Mayo”. En la Iglesia Santa Cruz, localizada en el barrio San Cristóbal de la ciudad de Buenos Aires, las “Madres de Plaza de Mayo” solían realizar reuniones, para acordar acciones a desarrollar. Era el 8 de diciembre de 1977, justamente, cuando Astiz y un grupo de militares ingresó violentamente a la Iglesia Santa Cruz y secuestró a tres de las fundadoras de “Madres de Plaza de Mayo”. Se trataba de Esther Ballestrino, Azucena Villaflor y María Ponce. Además, “el Ángel de la Muerte” ordenó que también fuesen secuestradas dos monjas francesas: Alice Domon y Léonie Duquet. De acuerdo con las investigaciones posteriores, todas -incluyendo a Esther- fueron llevadas a uno de los centros clandestinos de detención de más triste memoria: la Escuela de Mecánica de la Armada, ESMA, repartición que dependía directamente de la Marina de la República Argentina. Esther quedó recluida en un sector denominado “Capucha” y durante 10 días corridos, sin interrupción, fue sometida a salvajes sesiones de tortura.

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Se tiene la firme versión sobre que entre el 17 y el 18 de diciembre de 1977 Esther y las demás detenidas en la Iglesia Santa Cruz fueron llevadas hasta el aeropuerto militar ubicado en el extremo sur del Aeroparque de Buenos Aires. En ese local, también de triste memoria, las detenidas fueron sedadas y alzadas en un avión de la Marina. La aeronave llevó a las detenidas y las arrojó frente a la costa de Santa Teresita, muriendo todas a chocar contra el agua. Desde que fuera detenida, su esposo, Raymundo Careaga, y su hija mayor, también de nombre Esther, que en ese momento estaba con un embarazo de 7 meses, realizaron todas las gestiones imaginables para localizar a Esther y rescatarla con vida. Todos los esfuerzos fueron en vano. Se presentó un recurso de “Habeas Corpus” y no resultó; se entrevistaron con autoridades civiles y militares y nada. Se hicieron denuncias en todo el mundo, con amplia respuesta y repercusión, pero no arrojaron resultados concretos. Insólito: una de las mayores luchadoras por la aparición con vida de los desaparecidos estaba a su vez desaparecida. Su marido, sus hijas, siguieron buscándola, pues el vigor de Esther hacía pensar que se encontraba viva, en algún lugar de ese inmenso país castigado sin razón por las fuerzas más oscuras.

Democracia incompleta Cuando Raúl Alfonsín asumió la Presidencia de la República Argentina todo indicaba que se caminaría a pasos firmes en dirección al esclarecimiento de todos los casos de asesinatos, desapariciones, torturas y detenciones ilegales de decenas de miles de activistas políticos de la izquierda argentina. Sin embargo, la historia le daría un mentís a esta infundada presunción. Hubo avances, por supuesto, en el sentido de que se restablecieron las libertades públicas y se abrieron espacios importantes que posibilitaron la investigación de los numerosos casos y permitieron la persecución de algunos de los principales responsables. No obstante, la presión de los sectores conservadores por poner “punto final” al tema llevó confusión al seno de la ciudadanía, y así como se dieron avances, también se soportaron retrocesos, sobre todo bajo el Gobierno de Carlos Saúl Menem. Carlos Menem fue sucedido por Fernando de la Rúa, pero la experiencia terminó en una de las peores crisis políticas. Es más que obvio que el telón de fondo de la inestabilidad política argentina fue la violenta represión de los años 70. Y solamente después de la Presidencia de Néstor Kirchner es que el proceso logró cierta estabilidad, lo que permitió, a su vez, avanzar con pasos más firmes en dirección al esclarecimiento de muchos de los crímenes políticos.

Hallazgo clarificador Una muestra de sangre de Esther (h) permitió identificar a Esther (Madre). Se hizo un análisis de ADN a través del cual se pudo saber que los restos óseos hallados en el cementerio de General Lavalle, Sector B, Lote 3, sepultura 23, inhumados a fines de diciembre de 1977, correspondían a Esther Ballestrino de

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Careaga. Esto se dio en abril del 2005, con lo que se puso fin a una búsqueda que se prolongó durante largos 28 años. Se ha establecido con precisión que los cadáveres aparecidos entre diciembre de 1977 y enero de 1978 en las playas de Santa Teresita, Las Toninas y Mar del Tuyú se enterraron como NN (Desconocidos, sin nombres) en el Cementerio de General Lavalle. Las “Madres de Plaza de Mayo” habían sospechado en ese tiempo que podía tratarse de las que habían sido secuestradas en diciembre de 1977 en la Iglesia Santa Cruz. Resultó impresionante, de hecho, cómo coincidió la sospecha con la realidad. Apelando a engaños de todo tipo las autoridades consiguieron eludir las requisitorias de las “Madres de Plaza de Mayo”. No obstante, en el 2005, y gracias a la persistencia de los organismos de Derechos Humanos, así como a las tareas cuidadosas del plantel de antropólogos, se pudo establecer con precisión incuestionable que los cadáveres eran de las que habían sido secuestradas en la Iglesia Santa Cruz, una de las cuales Esther Ballestrino. El 11 de diciembre de 1977, a tres días de su desaparición, Esther volvió a ser abuela, pues Ana María tuvo una niña en Suecia, a quien llamó Ana Silvia. Varios nietos más iría a tener, pero ya no los conocería; incluso Ana Silvia, la hija de Ana María, hace pocos años tuvo a Ramiro, primer biznieto de Esther Ballestrino. Raymundo Careaga falleció a fines de 2000, sin conocer el destino de su esposa.

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GLADYS SANEMAN De padre alemán y madre paraguaya, el 3 de mayo de 1929 nacía en la ciudad de Encarnación Gladys Meillenger. Eran años difíciles, pues la política en el país estaba dominada por el conflicto territorial con Bolivia, que llevaría pocos años después a una confrontación bélica. Gladys se encontraba al Sur del país, lejos del escenario de la contienda, pero ningún paraguayo, de cualquier edad o sexo, dejó de percibir (y de sufrir) la guerra que se desarrolló entre 1932 y 1935. A poco de finalizar la guerra, en febrero de 1936 se produjo la caída de los liberales del poder, pero la llamada “revolución febrerista” fue sucedida por un complejo proceso, en cuyo marco las Fuerzas Armadas se ubicaron como el factor político decisivo. En tiempos de la Presidencia de Higinio Morínigo, en 1945, Gladys aún no contaba siquiera con 16 años cuando tomó la determinación de afiliarse al Partido Colorado; el mérito de su actitud fue grande, pues en ese momento, abril de 1945, el partido estaba en la llanura. Concluidos sus estudios secundarios, Gladys optó por estudiar medicina, carrera que cursó en la Universidad Nacional de Asunción, por lo que pasó a vivir en la capital. Poco después de concluir la carrera, en 1957, hizo su pasantía en el Policlínico Policial Rigoberto Caballero”, donde se dio un conflicto con el Jefe de Policía de entonces, el coronel Ramón Duarte Vera, a partir de la muerte de un humilde albañil, a consecuencia de torturas que le fueron practicadas por el comisario Carlos Schreiber. Duarte Vera presionó a los médicos para que se afilien al Partido Colorado y menoscabó a los “mediquillos sin conducta y sin moral” que allí hacían su pasantía. Gladys, afiliada desde 11 años atrás al partido, cuestionó por la vía de un “Memorándum” que dirigió a la Junta de Gobierno del Partido Colorado el hecho de que alguien con “padres liberales” (Duarte Vera) exigiese la afiliación, refirió el caso de muerte por tortura y presentó su renuncia al cargo en el Policlínico Policial. El general Alfredo Stroessner estaba ejerciendo su primer mandato presidencial y era su firme propósito reelegirse el año siguiente, por lo que escándalos de ese tipo se ocultaban, pese a que los propios jóvenes del Partido Colorado repudiaban la presencia del coronel Duarte Vera en la cúpula de la Policía. El escándalo en cuestión explotó mal, pues el gremio de los médicos denunció que se practicaba la tortura en las comisarías policiales del país, lo que a su vez generó el anuncio de movilizaciones de organizaciones estudiantiles contra ese tipo de hechos. Al año siguiente, en 1958, Gladys Meillenger se puso a trabajar en el Hospital Barrio Obrero, pero a mediados de año participó de una jomada de protesta de los estudiantes de la Facultad de Medicina, por lo que terminó siendo detenida y mantenida sin comunicación alguna durante tres días en el Departamento de Investigaciones. Pudo ver con sus propios ojos, en esos días, cómo resultaban torturados algunos paraguayos notables, como Abelardo Cárdenas y Rafael Núñez Fernández. En ese año de 1958, a poco de asumir el general Alfredo Stroessner su segundo mandato presidencial, se desencadenó la huelga general obrera, convocada por la Confederación Paraguaya de Trabajadores, CPT, y Gladys fue ganando conciencia sobre el carácter cuestionable del stronismo. De hecho, la CPT estaba controlada mayoritariamente por referentes del Partido Colorado.

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Al año siguiente, 1959, desde la perspectiva política Gladys tuvo mejores definiciones, pues en la primera mitad, el presidente Stroessner levantó el Estado de Sitio, bajo presión de los demócratas colorados, y una simple medida anti-popular, la suba del pasaje, llevó a una serie de manifestaciones de protestas juveniles, primero, y después el conflicto pasó a mayores, pues los parlamentarios demócratas del Partido Colorado cuestionaron las medidas represivas y exigieron la destitución de Duarte Vera (Jefe de Policía) y Edgar Ynsfrán (Ministro del Interior), colisión que terminó con la clausura del Congreso por parte del presidente Stroessner.

Esto se definió a mediados de año y a finales, dos novedades de peso se dieron en la vida de Gladys: 1. En noviembre contrajo matrimonio con Rodolfo Saneman, “Roy”, con quien tendría sus dos hijos: Martín y Ruth María, y 2. A fines del mismo año, ambos fueron confinados a la ciudad de Coronel Oviedo, Departamento de Caaguazú.

Represión y exilio En la ciudad de Coronel Oviedo, por los servicios que la pareja prestaba a la comunidad, se convirtieron en personas muy queridas. De algún modo, para el stronismo el confinamiento de Gladys y Rodolfo presunta medida de castigo- se convirtió en un boomerang, ya que la pareja pasó de maravillas en la pequeña localidad, ganándose el cariño y el respeto de la gente. Y fue precisamente durante el confinamiento que nacieron sus dos hijos: Martín y Ruth María. Todo estaba bien para Gladys y Rodolfo; ellos convirtieron la “medida de castigo” en momentos de goce sereno. Desde la perspectiva política, sus definiciones eran claras: militaban dentro de una corriente del coloradismo, el Movimiento Popular Colorado, MOPOCO, de oposición frontal al stronismo. El régimen había enfrentado varias situaciones críticas: la huelga general de 1958; las movilizaciones estudiantiles de 1959, en cuyo marco Stroessner clausurara el Congreso; las incursiones guerrilleras, sobre todo entre 1960 y 1961. En la agenda se había colocado la eventualidad de la reelección del general Alfredo Stroessner para un nuevo período presidencial, el correspondiente a 1963/1968. Y en función de ello trabajó el oficialismo. Y fue en el marco del proyecto reeleccionista, justamente, que los asesores del presidente Stroessner inventaron que él apenas había cumplido un mandato: el de 1958/1963, pues el anterior 1954/1958 no fue propiamente un mandato, sino que se completó el de otro. La Constitución de 1940 apenas otorgaba dos mandatos, por lo que se tuvo que inventar la inexistencia de mandatos anteriores para que la elección de Stroessner en 1963 no implicase una dictadura abierta. Es más, como faltaba un “chiche” para coronar lo que los adulones de Stroessner consideraban “una salida maestra”, se inventó también que en adelante no solamente participaría de las elecciones el Partido Colorado, sino que habría pluralismo. Y el stronismo procedió, de ese modo, a seducir a un

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sector del Partido Liberal, el encabezado por los hermanos Carlos y Fernando Levi Ruffinelli, para sumarse al proceso. Para sectores colorados como el MOPOCO, sin embargo, el general Stroessner tenía proyectado incursionar en una dictadura abierta. El oficialismo desató un poco después de la asunción del nuevo mandato presidencial, hacia fines de 1963, una feroz represión, hablando de una conspiración impulsada por los colorados disidentes, entre quienes militaba Rodolfo Saneman, esposo de Gladys Meillenger, por lo que Rodolfo tuvo que vivir clandestinamente durante unos meses, sospechando que en poco tiempo dejarían de buscarlo. Sin embargo, como la búsqueda prosiguió después, a mediados de 1964 Gladys y Rodolfo decidieron salir al exilio, concretamente fueron a vivir en la ciudad fronteriza brasileña de Foz de Iguazú. Por una enfermedad que afectó a Gladys, sin embargo, entraron clandestinamente a Asunción y ella se internó en el Hospital Español. La Policía Política se empeñó por apresar a Rodolfo, por lo que de nuevo tuvieron que salir rumbo a Foz de Iguazú. De la ciudad fronteriza brasileña, Gladys y Rodolfo se mudaron a una ciudad argentina, localizada apenas a 20 kilómetros de la ciudad fronteriza argentina de Posadas. Eso se dio durante la primera mitad de 1965, cuando se instalaron en Candelaria, donde vivirían el exilio por largos 11 años.

Secuestro frustrado La vida de los Saneman-Meillenger transcurrió en la ciudad de Candelaria de modo más bien apacible, durante el primer período. De hecho, por el carácter servicial de ambos, se habían ganado el respeto y el cariño de la comunidad. Los vecinos apreciaban la actitud cooperadora de ambos y sobre todo de Gladys, médica, pues estaban dispuestos siempre a auxiliar a los necesitados. Por otra parte, el número de exiliados paraguayos en la Argentina era muy grande y la casa de los Saneman-Meillenger era visitada con frecuencia. Esto se explicaba por un hecho simple de comprender: debido a la prohibición de ingresar al país, el grueso de los exiliados residentes en la capital argentina, Buenos Aires, organizaban encuentros familiares en las ciudades fronterizas como Posadas o próximas a la frontera, como el caso de Candelaria, ubicada a 20 kilómetros de Posadas. Durante esos años era lógico que prosiguiesen las conspiraciones, los encuentros de discusión y la elaboración de planes para terminar con el stronismo. Y ambos, tanto Gladys como Rodolfo, no solamente tenían interés en favorecer el fin de la dictadura; era un sueño de los dos vivir en Paraguay, trabajar en el país y ayudar a que los problemas del país se superen. Eso, lastimosamente, pasaba en ese entonces por la deposición de la dictadura. En ese contexto, justamente, la calma de Candelaria se rompió un día del año 1971, en que se frustro un intento de secuestro de Gladys Meillenger de Saneman. El operativo estuvo bien montado, por cierto, pero un jefe policial que tuvo conocimiento del macabro plan, alertó a la pareja para que tomasen medidas especiales de seguridad.

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El jefe policial apenas actuó bajo el estímulo de la gratitud, pues Gladys, en su condición de médica, había prestado servicios invalorables a la comunidad; era muy querida.

Secuestro concretado Ninguno de los contendientes abandonaron sus planes, o sea, Gladys no dejó de conspirar con el fin de terminar con el stronismo; y la Policía Política de Stroessner no abandonó el proyecto de secuestrar a la militante política. Los años 70 habían sido especialmente represivos en el Paraguay: -

En 1974 se desmantelaron dos organizaciones de izquierda: el Ejército Paraguayo Revolucionario, EPR, y el Movimiento Paraguayo de Liberación, MOPAL.

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En 1975 se abortó el intento de reorganizar en el país el Partido Comunista Paraguayo “prosoviético”.

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En 1976 se desmanteló a la Organización Primero de Marzo, OPM, y en una medida que tocó muy de cerca a los Saneman-Meillenger, se desmontó al Partido Obrero Revolucionario Armado, PORA, operante en la frontera entre Argentina y Paraguay, entre Misiones e Itapúa.

Además, desde marzo regía en la Argentina una feroz dictadura militar, presidida por el general Rafael Videla, y en ese marco se venía dando la denominada “Guerra Sucia”, equivalente a asesinatos, desapariciones y torturas indecibles que tenían como víctimas sobre todo a los militantes de izquierda. En ese contexto, el 24 de marzo de 1976, un grupo de civiles armados cercó la residencia de la familia Saneman-Meillenger en Candelaria. Gladys se encontraba en la misma, cuidando de sus hijos. Los que invadieron la casa la encañonaron con armas de fuego y la obligaron a abordar un vehículo sin matrícula. No se trató de policías, precisamente, sino de efectivos militares de la Argentina, lo que se concluyó por el lugar de reclusión de la misma: un puesto militar de la zona. Esto, de por sí, fue muy relevante, pues la represión política hasta entonces la desarrollaba el sector policial, concretamente la Policía Política, de donde revestía suma gravedad que las Fuerzas Armadas, como institución, no simplemente sectores, se involucrasen directamente en operaciones de represión política. Más adelante se probó que los secuestradores de Gladys conformaban una fuerza conjunta de la Policía Federal y del Ejército. La casa de los Saneman- Meillenger fue literalmente rapiñada, sobre todo en cuanto a materiales de lectura, como cartas, periódicos y libros. Gladys permaneció incomunicada en el puesto militar desde el día de su secuestro, el 24 de marzo hasta el 28 de julio de 1976; es decir, durante cuatro meses y cuatro días. Ese mismo 24 de marzo del 76, en que secuestraron a Gladys, se procedió al secuestro del marido, Rodolfo Saneman, en el domicilio del doctor Faustino Centurión. Al igual que su esposa, terminó secuestrado por un grupo de civiles.

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El secuestro de los esposos Gladys y Rodolfo sacudió a la pequeña comunidad de Candelaria; ellos eran muy apreciados. De inmediato se realizó una campaña internacional para que apareciesen vivos y en libertad. La Asociación de Médicos de la Provincia de Misiones se manifestó con fuerza, pero también lo hicieron Amnesty Internacional y la Organización Regional Interamericana de Trabajadores, ORIT. “Operación Cóndor” Con este nombre se designó al tenebroso programa de cooperación represiva intra-regional, que comprometió en ese triste período a los aparatos de represión política de los países del Cono Sur de América Latina. Concretamente, la “Operación Cóndor” salpicó a las organizaciones militares y policiales, tema nunca aclarado (y castigado) debidamente. El 28 de julio de 1976, Gladys Saneman, prisionera hasta entonces en un puesto militar de Misiones, Argentina, fue trasladada en un avión militar al Paraguay, siendo recluida en la Comisaría Primera durante una semana, hasta que se la llevó al Departamento de Investigaciones (Policía Política) donde permaneció sin comunicación. Después fue llevada al Campo de Concentración de Emboscada, y de ahí de nuevo al Departamento de Investigaciones, sin comunicación alguna hasta el 28 de marzo de 1977. Como a través de diversos medios periodísticos se supo de la detención de la misma, la Embajada de la República de Alemania en Asunción, pidió la liberación de Gladys, argumentando que era hija de un alemán. De hecho, la Cámara de Diputados de Alemania Occidental y la Cancillería del mismo país (Cuando entonces regía la división de Alemania en Occidental y Oriental), presionaban por la aparición con vida y el viaje de la pareja Saneman-Meillenger a Alemania. Hacia fines de marzo se le dijo a Gladys que sería llevada a Alemania. Ella pidió por su hija, quien la acompañó. En el Departamento de Investigaciones fueron alzadas a un vehículo, que las llevó hasta el aeropuerto internacional de la ciudad de Luque. Al llegar ahí las luces se apagaron; el vehículo hizo una rápida maniobra y volvió a salir. Gladys y su hija fueron llevadas al Cuartel Central de Policía. Al día siguiente, de mañana, de nuevo fueron hasta el aeropuerto internacional “Presidente Stroessner”, donde se las forzó a abordar un avión de la Marina Argentina, de la Escuela Mecánica de la Armada, la tenebrosa ESMA. Al llegar a Buenos Aires, capital argentina, se procedió a alojar a Gladys y a su hija en un oscuro calabozo de la Escuela Mecánica de la Armada, ESMA. Por una de esas extrañas coincidencias de la vida, un guardia que ingresó al día siguiente, a cuya madre Gladys la había tratado médicamente, le reconoció y le posibilitó que utilizara el teléfono. Gladys le avisó a su hermana, residente en Formosa, que ella y su hija estaban presas. De inmediato la hermana movilizó a la Embajada de Alemania, que sin poner en duda la versión se puso a trabajar en la liberación con vida de ambas prisioneras. El 31 de marzo las dos salieron en libertad y fueron acompañadas por el embajador hasta el aeropuerto; fueron a Alemania, donde la familia Saneman vivió hasta 1979. De ahí fueron hasta Venezuela, pero en 1983 ya se encontraban de nuevo en una ciudad fronteriza con Paraguay, Foz de Iguazú. Desde la segunda mitad de los años 80 retomaron al país varios exiliados políticos, proceso a cuyo amparo el matrimonio Saneman-Meillenger regresó al Paraguay -su país- en setiembre de 1988. Por

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supuesto que por tratarse de “colorados disidentes” tuvieron el permanente acompañamiento de guardias o informantes. Después de que fuera derrocado el general Alfredo Stroessner, Gladys Meillenger de Saneman publicó un libro: “Paraguay bajo el Operativo Cóndor”, en el que se relata con detalles las peripecias de esta valiente mujer en manos de dos aparatos represivos durante los años 70. Los que la conocieron en el Campo de Concentración -entre finales de 1976 y comienzos de 1977ofrecen valiosos testimonios sobre la solidaridad sin reservas que caracterizó en todo momento su vida en la prisión. Ella se encargó de atender no solamente los problemas de salud de más de 500 prisioneros; cuidaba del agua y de los alimentos que los presos consumían. Uno de los hijos de Gladys, Martín, se afilió al Partido Liberal y llegó a ser diputado, primero, y gobernador de Central, después.

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MARGARITA BAEZ María Margarita Báez Romero militaba en el Partido Comunista Paraguayo, PCP (pro-chino), cuando fue víctima de la represión stronista, primero en 1976, en que fue bestialmente torturada, y después en 1982, en que se la castigó con inusual brutalidad. Nunca aportó informaciones a la Policía Política y la presente semblanza -por cierto, no autorizada- rescata aspectos esenciales de la vida de esa admirable mujer. En un informe del Departamento de Investigaciones, de setiembre de 1976, consta que se encontraba recluida María Margarita Báez, sospechada de pertenecer al Partido Comunista Paraguayo, PCP, pero “que no habla”. En rigor, María Margarita hablaba fluidamente, pero en el lenguaje de la Policía Política se quería resaltar que no colaboraba, que no cooperaba, que no accedía a entregar informaciones. De hecho, tal como refieren varios testimonios del período, María Margarita había asumido el comportamiento de una heroína ante los que la interrogaban, con lo que preservó la vida y la integridad de todos sus compañeros. Así, el interrogatorio de la misma consistió en el siguiente diálogo: Policía: ¿Dónde usted está viviendo? María Margarita: Vivo en la calle, no tengo casa. P: ¿Pero dónde duerme? M M: Duermo donde me toma la noche, en los corredores, en las veredas. No hace falta realizar esfuerzo alguno para imaginar la bronca que despertaba en los interrogadores este tipo de respuestas. Y la bronca llevaba al castigo sin freno, a torturas inenarrables, que no conseguían doblar, quebrar la voluntad de la militante de alma, dispuesta a dar la vida, si fuera necesario, antes que “entregar informaciones al enemigo”. María Margarita fue brutalmente torturada. Pero lo que mayor ira desencadenó en los agentes policiales fueron sus respuestas con respecto al embarazo. Ella había sido detenida con meses de embarazo; un embarazo visible, que ella cultivaba en silencio, soñando con lo que vendría a ser su criatura. Policía: ¿De quién estás embarazada? María Margarita: De un soldadito, un marinero, al que conocí en las cercanías del Puerto, me gustó y me acosté con él, sin suponer que podía quedar embarazada. P: ¿Cómo se llama el marinero, cómo lo encontramos? M M: No tengo la menor idea. Yo apenas lo vi. Y me gustó; no le pregunté su nombre, ni dónde vivía... No tengo la más mínima idea sobre cómo se lo podría encontrar...

Nunca antes la Policía Política del general Alfredo Stroessner se había enfrentado a tan poderoso adversario, a tan temible mujer. Nada dolía ni podía doler más a un torturador que la negativa del

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prisionero o prisionera a cooperar. Para más, se sumaron dos hechos altamente negativos para los torturadores, por lo general excesivamente machistas. La que marcaba el paso del proceso de investigación policial. Los represores montaron en cólera y se ensañaron con María Margarita, quien en el contexto de las interminables torturas perdió a su hijo. Nada le dolió tanto como eso; ni el látigo, ni la picana, ni la pileta,..., la pérdida del ser más querido representó algo mucho más doloroso que una simple mutilación. Fue mutilada de hecho, pero de modo múltiple y miserable: le arrancaron la vida que portaba dentro de su propio vientre, la de la persona que aún antes de nacer ya había aprendido a amar. El 28 de setiembre María Margarita fue trasladada al Campo de Concentración de Emboscada, de donde poco después saldría en libertad, en el marco del acto de despedida más emotivo que hasta entonces se viviera en la prisión. Una sonrisa nerviosa y lágrimas irrefrenables acompañaron a María Margarita, mientras que decenas de prisioneros cantaban para ella, acompañados por Arnaldo Llorenz, quien ejecutaba la guitarra. Fue un tributo muy simple, por cierto, pero una demostración de cariño sincero y de profundo respeto, por haber señalado a sus contemporáneos y a las generaciones futuras de militantes cómo se comportó una mujer valiente ante los criminales.

Reorganización partidaria María Margarita Báez Romero estaba participando en ese entonces del más relevante proceso de reorganización del Partido Comunista Paraguayo (pro-chino). El sector en el que ella militaba era liderado por un legendario político de izquierda, Oscar Creydt, quien comandó por décadas al PCP, pero quien después de la división partidaria, pasó a liderar el sector denominado “pro-chino”, haciendo alusión a su adhesión a las teorías del también legendario líder izquierdista chino, Mao Tse Tung. Esta precisión es doblemente importante, pues: 1) En 1975 había sido desarticulado casi por completo el Partido Comunista Paraguayo (pro- soviético), que desde años atrás apostaban a reorganizarse en el país. 2) Los años 70, desde el 74, sobre todo, se caracterizaron por ser especialmente represivos. Habían desarticulado varias organizaciones: Ejército Popular Revolucionario, EPR, Movimiento Paraguayo de Liberación, MOPAL, Partido Comunista Paraguayo (pro soviético), PCP, Organización Primero de Marzo, OPM, Partido Obrero Revolucionario Armado, PORA. Resumiendo: en un marco esencialmente represivo, el PCP pro-chino venía realizando esfuerzos por reorganizarse en el Paraguay, lo que de por sí era altamente significativo; era expresión de mucho coraje. Y sin desmerecer a ninguno de sus integrantes, pocas dudas existen sobre que María Margarita -pieza esencial en el proceso de reorganización partidaria- fue la muestra más clara de coraje y bravura. Esto

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templó a muchos militantes de izquierda y era motivo de fundado orgullo de sus compañeros más directos. ¿Por qué no la mataron? Porque su detención se dio en un marco internacional por entero renovado, en que los Estados Unidos de América promovían la redemocratización de los países de América Latina, en el marco de lo que ellos mismos denominaron “la política de los Derechos Humanos”. Una coyuntura favorable, un suceso histórico de peso, salió al encuentro de María Margarita para tenderle un puente de vida.

Segunda mutilación Ella se encontraba en libertad, justamente, cuando hacia fines de 1977 resultó detenido su compañero, su amado compañero, Gumercindo Brítez Coronel, también miembro del Comité Central del Partido Comunista Paraguayo (pro-chino), militante hecho de la misma madera de que había sido hecha María Margarita. Gumercindo Brítez Coronel (“Del PCP - que no habla”), recuperó su libertad en 1978, en el marco del proceso de desmontaje del Campo de Concentración de Emboscada, que expresaba la reculada del stronismo ante las crecientes presiones internacionales, que exigían mayores libertades públicas, menos torturas y abusos. De inmediato, el militante se sumó a las luchas de los activistas de la Juventud Paraguaya por los Derechos Humanos, JPDH, que reclamaban la liberación de todos los presos políticos. A poco de salir en libertad, Gumercindo, esposo de María Margarita, estaba acompañando con todas sus energías la campaña “Por una Navidad sin Presos ni Desaparecidos”. En julio de 1979, se sumó de lleno al júbilo juvenil que despertara el derrocamiento del general Anastasio Somoza en Nicaragua. Entre octubre y noviembre, Gumercindo acompañó al carismático líder campesino Victoriano Centurión, llamado a liderar pocos meses después un alzamiento campesino que terminaría en tragedia. El 7 de marzo de 1980, veinte campesinos salieron de la colonia Acaray-mí y tomaron por asalto un ómnibus que trasportaba pasajeros. Los comandantes fueron Victoriano Centurión y Gumercindo Brítez. El 11 de marzo, en el marco del enfrentamiento con tropas de las Fuerzas Armadas, Gumercindo Brítez fue muerto de manera cobarde, pues conforme diversos testimonios fue tomado prisionero vivo. María Margarita sufrió de nuevo una gran pérdida; la de su amado compañero, el hombre con quien había compartido las mayores alegrías y con quien había planeado los más audaces sueños.

Testimonio fundamental Se reproduce íntegramente el testimonio de María Margarita Báez Viuda de Brítez, presentado ante un juez, en el que la prisionera política describe de manera escalofriante por lo que tuvo que pasar en manos de los agentes de la Policía Política del general Alfredo Stroessner:

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El 16 de febrero de 1982 fui secuestrada en la vía pública por cuatro policías vestidos de civil, quienes me amordazaron, me encapucharon y esposaron, para conducirme al Departamento de Investigaciones en un vehículo particular, sin señas oficiales. Sin conocer las acusaciones que pesaban sobre mí he sido llevada directamente junto al jefe de esta repartición policial, quien luego de cerciorarse de mi identidad ordenó de esta manera: -Háganle lo que quieran, descuartícenla. (...) Luego me colocaron de cara a la pared y quince minutos después el comisario inspector y torturador Lucilo Benítez me vendó los ojos, y esposada los brazos hacia atrás me conduce a otro edificio, en una de las habitaciones de los Oficiales, donde actualmente funciona el Casino de los Policías. Una vez allí fui colgada por la reja de una ventana de hierro, en el sol... Fui mantenida así durante seis días (esto pude comprobar escuchando las campanadas de la Catedral, que se oía desde allí) sin comida y despierta (para el efecto me derramaban constantemente agua helada). Una vez por día me bajaban para practicarme otras torturas, consistente en quemarme las manos y otras partes del cuerpo, posiblemente con brasero, golpes en la cara y en los senos. En el sexto día me bajaron un piso abajo. Ahí fui atada y colocada en posición fetal. Percibí el funcionamiento de un aparato que despedía gas, que congelaba hasta mis huesos, dejándome en un estado de adormecimiento. En ese estado me inyectaron una sustancia en la columna vertebral, que por sus efectos posteriores, no podía tratarse de otra cosa que de una droga. Durante mi permanencia en esa habitación (48 días en total) venía verme el Director de Política y Afines, el comisario general Alberto Cantero, quien me exigía que le firmara unos papeles que posteriormente serían mi supuesta declaración. Ante mi negativa a esto, continuaban los tormentos físicos y psicológicos. Las torturas psicológicas consistían en traer y mostrarme una tabla, diciéndome: “A esta tabla te vamos a atar más tarde para tirarte al río Paraguay” Y que traerían también a mis hermanos para torturarlos... Habiendo transcurrido doce días en aquella habitación llegaron ante mí nueve militares, cuyas identidades desconozco, quienes se burlaban del estado físico en que me encontraba. El 3 de abril fui llevada esposada a un calabozo y mantenida allí hasta el 27 de mayo. Allí recibí continuamente amenazas de ser nuevamente torturada y que me dejarían en ese lugar por muchos años. En esa situación de incertidumbre, sin comunicación, me he visto obligada a realizar una huelga de hambre que duró diez días, reclamando ser trasladada a otro sitio donde pudiera ejercer mi derecho a la defensa y a la réplica ante las acusaciones de la Policía. El 28 de mayo fui trasladada a la Guardia de Seguridad, donde también permanecí incomunicada. Las consecuencias de estas torturas físicas y psicológicas son innumerables. Lo más resaltante han sido las alucinaciones visuales y auditivas, trastornos motores, fuertes dolores de cabeza y de la columna

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vertebral, adormecimiento del cuerpo, taquicardia, problemas de presión arterial, etc., como efecto de la sustancia que me ha sido inyectada en el Departamento de Investigaciones. Mi vivienda, que fue allanada seis días después de mi secuestro, sin orden judicial, se encuentra aún ocupada por la Policía y posiblemente saqueada, como se ha hecho en otras casas. Le solicito, señor Juez, el desalojo del Policía que ocupa mi vivienda para poder así disponer de ella.

Reorganización abortada Pese a que la represión contra el Partido Comunista Paraguayo (pro-chino) se iniciara en la segunda mitad de febrero de 1982, recién el 15 de marzo la Policía de la Capital anunció ante la prensa que logró desbaratar una célula del PCP del sector Pro Chino que respondía al histórico dirigente Oscar Creydt, quien vivía en el exilio. Fueron allanadas viviendas en los Barrios San Vicente y Panambí Retá de Asunción, y en la ciudad de San Lorenzo, además de algunas detenciones en el departamento del Guairá. Los detenidos fueron brutalmente torturados y estuvieron en incomunicación total. El 24 de mayo los detenidos iniciaron una Huelga de Hambre para que se les pueda trasladar a la Justicia Ordinaria. Una semana después, el 1 de junio fueron trasladados al Penal de Tacumbú y a la Casa del Buen Pastor. El 7 de junio el abogado del Comité de Iglesias, Diego Bertolucci denuncia los apremios físicos que había soportado María Margarita Báez, quien se encontraba trastornada psíquicamente por los efectos de las brutales torturas. El Juez de Primera Instancia en lo Criminal condenó a Roque Ruiz Díaz, Antonio González Arce, Emilio Asterio Lugo y María Margarita Báez Romero a cuatro años y ocho meses de prisión; otras 16 personas fueron condenadas a dos años cuatro meses. En junio de 1984, 14 procesados consiguieron la compurgación de sus penas. En diciembre de 1984 el Tribunal de Apelación absolvió de culpa y pena a Margarita Báez, quien increíblemente recién fue liberada el 13 de abril de 1985, cinco meses después. Los demás condenados lograron su libertad en diciembre de 1985. Después de esa experiencia, María Margarita pasó a vivir en el exilio, sin nunca recuperar por completo sus mejores condiciones físicas y psíquicas. De hecho, pocos prisioneros habían soportado tan tremendos ensañamientos. Había ingresado a la Historia del Paraguay como una de las mujeres de acero, condenadas a soportar lo insoportable. Pocos años después caería el general Alfredo Stroessner, terminando la pesadilla de la férrea y represiva dictadura. Al enterarse de los hechos, María Margarita salió a caminar por las calles de Buenos Aires, e hizo un rápido repaso de su vida. Creía entender la felicidad de todo un pueblo, que en su patria ganó las calles para festejar el fin de la dictadura; sin embargo, aún estaba prisionera de una profunda tristeza.

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PARTE II MILITANTES DE ALMA No existe predeterminación; existe, sí, la libre posibilidad de elegir entre un camino u otro. Hay mujeres que escogieron senderos de vida cargados de peligros y amenazas, conscientes de que transitarlos, era esencial para poder transformar las penosas realidades del presente en preciosas oportunidades para el futuro. 1. Carmen Casco de Lara Castro 2. Diana Bañuelos 3. Ligia Prieto de Centurión 4. Mina Feliciángeli 5. Sonia Aquino

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CARMEN CASCO DE LARA CASTRO Carmen Casco de Lara Castro, “Coca”, quedó conocida como la mayor defensora paraguaya de los Derechos Humanos, precisamente porque su militancia más resaltante se dio en condiciones muy especiales: -

de persecución sistemática de la dictadura contra los opositores,

-

de defensa hasta si se quiere temeraria de presos políticos contra quienes hubo ensañamiento,

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de un contexto de intolerancia extrema.

“Coca” desafió ese sistema de extrema intolerancia, en que oposición real equivalía a comunismo, precisamente en el período en que desde el exterior de promovía la defensa del “modo occidental y cristiano” contra “la amenaza roja” por la vía de la promoción de las dictaduras más viles y sanguinarias. Pero no fue una “militante de alma” apenas por eso, sino por toda una trayectoria de lucha que otorga méritos más que suficientes para dar a conocer los detalles de una vida cargada de coraje, detalles de la vida de una mujer capaz de servir de paradigma para las luchadoras del presente y del futuro. “Coca” nació el 17 de junio de 1918, siendo sus padres de filiación política liberal, por entonces en el poder. Su madre, Lydia era hermana de la esposa del Mariscal José Félix Estigarribia, Julia Miranda Cueto. Sus padres, Fermín Casco Espín y Lydia Miranda Cueto tuvieron un total de 7 hijos, de los cuales 5 fueron mujeres y 2 fueron varones. Carmen cursó sus estudios primarios en el Colegio María Auxiliadora, responsable, en última instancia de los valores cristianos que siempre profesó. Luego de concluir su formación elemental, optó por el profesorado, desempeñándose más adelante como docente del Colegio La Providencia. Siendo muy joven, tuvo que soportar la ausencia de su padre, quien fuera convocado para sumarse a las fuerzas paraguayas que combatirían en la Guerra del Chaco. Cuando se inició la contienda (1932) Carmen apenas tenía 14 años. Concluida la guerra, en febrero de 1936 el presidente Eusebio Ayala fue derrocado, con lo que su tío, el general José Félix Estigarribia terminó siendo apresado. Contando con apenas 17 años visitó al mismo en reiteradas oportunidades, antes que de que fuera desterrado, experiencia que la marcaría de por vida. Pocos años después, en 1940, Carmen se casó con Mariano Luís Lara Castro, naciendo de la unión sus seis hijos, todos varones: Luís, Jorge, Fernando, José, Fermín y Martín. El año en que Carmen se casó fue muy especial, pues en setiembre murió el entonces presidente José Félix Estigarribia, su tío, iniciándose de inmediato la dictadura del general Higinio Morínigo. Más por convicciones que por tradición, tanto Carmen como su marido adherían al Partido Liberal, y grande fue su frustración cuando en 1942 el dictador Morínigo proscribió al Partido Liberal, bajo la grave acusación de “traición a la patria”.

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Carmen no renegó de sus ideales políticos, manteniéndose leal a los mismos, pese a las adversas condiciones de ese tiempo. En 1946 se produjo el corto período de amplias libertades públicas que se conociera como “primavera democrática”, entre julio y comienzos de enero. El 13 de enero de 1947 se produjo el golpe de Estado que llevó al Partido Colorado al poder, pero sobre todo llevó inevitablemente al país a una guerra civil, que además de violenta dejó secuelas profundas y dolorosas.

Militancia feminista Después de que se produjera el golpe de Estado que llevara al general Alfredo Stroessner al poder, Carmen “Coca” de Lara Castro, se decidió a hacer política, pero no política partidaria, sino de género, pues la precaria condición en que se encontraban las mujeres de su tierra la sensibilizaron profundamente. Las mujeres en general, y en particular las madres solteras, vivían en condiciones de total desamparo, por lo que “Coca” se propuso prestarles todo tipo de asistencia, desde apoyo jurídico hasta material. Con la expresa intención de dotar de mayor cuerpo y relevancia a tan noble propósito, conversó con un grupo de amigas, lo que terminó creando en 1962 la asociación cultural “Amparo a la Mujer”. Esta agrupación tuvo un local central en Asunción y entre las figuras que motorizaron la iniciativa se destacaron por su dedicación y coherencia, María Campos Cervera, Beatriz Méndez de Prieto, Mary del Pino y María Elena de Pérez, además de “Coca” de Lara Castro. Quienes tuvieron la oportunidad de analizar a fondo las acciones de la agrupación concluyeron que las ideas sobre los derechos de la mujer que propugnaba esta asociación culminaron, finalmente, en una serie de leyes incluidas en el código laboral como la igualdad de salarios y derechos de maternidad, valores que en épocas pasadas no eran reconocidos. En términos concretos, las pocas conquistas referidas fueron esenciales para las mujeres. Solamente para tener una idea habrá que referir que las mujeres apenas conquistaron su derecho al voto en el año 1962, lo que resultó, a su vez, de la presión ejercida por grupos de mujeres, que pretendían participar activamente de las tomas de decisiones. A “Coca” siempre le pareció más que legítima tal reivindicación, por lo que la apoyó con energía. De ese modo, Carmen “Coca” de Lara Castro realizaba sus primeras experiencias en el campo político. Aún estaba lejos de siquiera imaginar el relevante papel que vendría a desempeñar en el futuro político de su país. En 1963, “Coca” fue directora de la revista “Cuñataí”. Aunque parezca superfluo habrá dejar plena constancia sobre que al margen de estas actividades más bien de género, “Coca” acompañó con entusiasmo y coraje las actividades que su marido y otros exponentes del Partido Liberal desarrollaban con la intención de promover la democratización del país.

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La represión política Los años 60 fueron particularmente duros en cuanto a violencia represiva, sobre todo en sus comienzos. De hecho, en ese luctuoso período se habían producido las incursiones guerrilleras del Movimiento 14 de Mayo y del Frente Unido de Liberación Nacional, FULNA, que llevaron a decenas de paraguayos a la muerte y a centenares a la prisión. Conforme cálculos oficiales, las incursiones armadas habían terminado con la muerte de alrededor de 100 guerrilleros y de aproximadamente 50 soldados de las fuerzas públicas. Sin embargo, cálculos de opositores al régimen de Stroessner estimaban que los muertos habían sido bien más numerosos. Sin entrar en el debate puntual, que escapa al objetivo de esta semblanza, 100 o más era una barbaridad, así como 500 prisioneros o más de 1.000 resultaban igualmente preocupantes. De ahí que paralelamente a su actividad en las filas del Partido Liberal, Carmen de Lara Castro participó activamente de la fundación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, entre cuyos exponentes centrales se destacaron los profesores Jerónimo Irala Burgos y Luís Alfonso Resck, ambos dirigentes del recientemente fundado Partido Demócrata Cristiano. Carmen Casco de Lara Castro fue electa presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, desde que se creara la organización, el 17 de junio de 1967, hasta después de la caída del general Alfredo Stroessner. Por una cuestión de rigor histórico habrá que dejar plena constancia sobre que la creación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos se dio en el marco de la instalación de condiciones renovadas en el Paraguay: en 1967 se realizó en el país la Asamblea Nacional Constituyente, que dio nacimiento a una nueva Carta Magna, la Constitución de 1967, cediendo el stronismo previamente ante uno de los reclamos más sentidos de la oposición democrática paraguaya, la separación de sus cargos del Jefe de Policía, Ramón Duarte Vera, y del ministro del Interior, Edgar L. Ynsfrán. En ese marco histórico renovado -no satisfactorio, pero renovado- “Coca” Lara Castro realizó dos tareas políticas fundamentales: 1) 2)

Luchar por la liberación de todos los prisioneros políticos, lo que hizo sobre todo desde la Comisión Nacional de Derechos Humanos, y Luchar por el restablecimiento de las libertades públicas, lo que hizo sobre todo desde la Cámara de Diputados, donde ocupó una banca en representación del Partido Liberal Radical.

Por una cuestión de orden, se desarrollará la mención a ambas labores de manera separada, si bien se dieron en el mismo tiempo y de una u otra forma estaban estrechamente vinculadas.

La lucha por los presos Aún desde antes de las incursiones guerrilleras de 1960, un grupo de dirigentes comunistas se encontraba privado de su libertad. Entre los mismos se destacaban los tres principales exponentes del sector en el país: Antonio Maidana, Alfredo Alcorta y Julio Rojas, presos desde 1958, incluso desde

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antes de la huelga general de agosto de ese mismo año. Estos se encontraban recluidos en la Comisaría Tercera (3ra), en condiciones sumamente precarias. El caso de los prisioneros mencionados fue especialmente importante, pues si bien a la altura de la creación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos habían transcurrido ya 9 años, ellos pasarían una década más en prisión, hasta 1977. De hecho, los tres dirigentes comunistas quedarían conocidos en todo el mundo como “los presos políticos más antiguos de América Latina”. Pero a los comunistas en cuestión se sumaron los dirigentes y activistas de los movimientos guerrilleros, desde 1960, y después de estas experiencias decenas de prisioneros más, de las más diversas extracciones políticas y doctrinarias. En los años 60 -con interrupciones provenientes de medidas represivas, por supuesto- funcionaban algunos pocos medios de prensa que cuestionaban la dictadura, entre los que se destacaron tres: “Comunidad”, de la Iglesia Católica; “El Pueblo”, del Partido Revolucionario Febrerista; y “El Radical”, del Partido Liberal Radical (Clandestinamente, y sin regularidad, circulaba el periódico “Adelante”, del Partido Comunista) Todos estos medios posibilitaron denunciar las pésimas condiciones en que se encontraban los presos políticos paraguayos. “Coca” desarrolló una actividad múltiple con respecto a los presos y a sus familiares. Por una parte, los asistía materialmente, apostando a minimizar las adversas condiciones de reclusión; por otra parte, asistía material y moralmente a los familiares de los presos; y finalmente, reclamaba en la arena política la necesidad de liberar a todos los presos. Para hacer un corte: aún durante la segunda mitad de los años 60, los presos no contaban con camas ni colchones, ni con retretes, ni con alimentos suficientes. Solamente después de una fuerte y sistemática campaña y con la ayuda de instancias multilaterales como la Cruz Roja Internacional, desde comienzos de los años 70 esa situación se modificó, mejorando gradual y progresivamente las condiciones de reclusión de los presos políticos. Pero recién desde que cambiara la política de los Estados Unidos, que pasó a promover la redemocratización de los países de América Latina, en la segunda mitad de los años 70, que la situación realmente mejoró, creándose las condiciones para la concreción de uno de los mayores sueños de “Coca” Lara Castro: vivir en un Paraguay sin presos políticos. Como los años 70 (1974/75/76/77) fueron de sistemática represión, el Gobierno de Stroessner había habilitado el Campo de Concentración de Emboscada, donde se llegó a recluir a más de 500 personas, entre varones, mujeres y niños. El papel de la Comisión de Derechos Humanos, en esas circunstancias, ganó dimensiones redobladas. Y el papel de “Coca” Lara Castro en el marco de las actuaciones de la Comisión, ganó mayor fuerza. Con la ayuda de la Juventud Paraguaya por los Derechos Humanos, JPDH, una instancia juvenil muy dinámica y consecuente, además del apoyo sin reservas de los sectores políticos democráticos y progresistas, la campaña por la liberación de los presos avanzó a pasos firmes, desmontándose primeramente el Campo de Concentración de Emboscada, y reduciendo el número de presos políticos a una ínfima cantidad, con un elemento positivo central: desde 1979 ya no había presos antiguos.

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O sea, y concluyendo, desde la perspectiva de la lucha por la defensa de los Derechos Humanos, se puede decir que “Coca” Lara Castro fue una mujer realizada, coronando su lucha ya después de la muerte de Stroessner, cuando promovió la abolición de las llamadas “leyes liberticidas”.

Por las libertades públicas Liberal, como ya se había señalado, habrá que precisar que después de que el partido se dividiera en 1962 entre el Liberal y el Liberal Radical, “Coca” adhirió sin reservas al sector que desarrollara una política de frontal oposición al stronismo. De todos modos, al igual que sus demás compañeros de lucha, en 1967 cayó en el engaño de la presunta democratización que se llevaría adelante bajo el régimen stronista, cuando se promovió la elaboración de una nueva Constitución Nacional. En realidad, la finalidad de Stroessner era apenas posibilitar su reelección. De todos modos, “Coca” Lara Castro se desempeñó como diputada durante dos períodos presidenciales, utilizando su banca como tribuna para denunciar los abusos contra los presos políticos y contra los sectores sociales más castigados de la sociedad paraguaya. De hecho que al reclamar la liberación de los presos, “Coca” planteaba la necesidad de incorporar el pluralismo político e ideológico a la política del país, pues de nada serviría que simplemente estuvieran en libertad; según ella, debían estar en libertad y con plenos derechos políticos para promover sus actividades. Los compañeros de lucha de “Coca” Lara Castro, dentro del Partido Liberal Radical, fueron muchos, pero sobre todo se destacaron Carlos Alberto González, Miguel Ángel Martínez Yaryes, Juan Manuel Benítez Florentín y Juan Carlos Saldívar, entre otros. Con ellos compartió momentos claves de su rica vida política; y con ellos asumió la drástica determinación de volver a enfrentar al stronismo desde una postura más férrea. En 1977 Stroessner convocó a una nueva Constituyente, con la expresa intención de cambiar la Carta Magna para viabilizar su reelección indefinida. El Partido Liberal Radical ensayó un gesto amplio (pero ambicioso) al invitar al Partido Liberal a unirse en el marco del Partido Liberal Unificado. El resultado político fue contundente: el stronismo realizó la Constituyente con la exclusiva participación de los representantes del Partido Colorado. No obstante, por medio de miserables maniobras el stronismo consiguió resquebrajar al Partido Liberal Unificado, PLU, por lo que se crearon 5 partidos: Liberal, Liberal “Teeté”, Liberal Radical, Liberal Radical Auténtico y Liberal Unido. “Coca” acompañó la propuesta más firme, la del Partido Liberal Radical Auténtico, que desde 1978 hasta el final del stronismo, llamó al abstencionismo electoral “para aislar a la dictadura”. Entre finales de 1978 y comienzos de 1979 acompañó activamente el proceso de creación del Acuerdo Nacional, iniciativa pluripartidaria que apostó a crear un frente anti-dictatorial. Cuando los presos políticos dejaron de constituir el problema político más urgente, Carmen Casco de Lara Castro, “Coca”, se lanzó de lleno a apoyar con vigor las movilizaciones de la segunda mitad de los años 80, que apostaron a abrir la política paraguaya a todos los sectores. “La calle es de la gente” era el

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lema bajo el cual la gente salió de sus hogares para hacer posible un desarrollo democrático en el Paraguay. Entre el 2 y el 3 de febrero de 1989 un golpe de Estado puso fin a la dictadura del general Alfredo Stroessner, con lo que se colocó en la agenda la necesidad de presionar por las más amplias libertades públicas. “Coca” fue electa senadora en las elecciones de mayo de 1989 y desde esa tribuna peleó sin descanso por la más amplia libertad política. Retomaron los exiliados, pudieron organizarse los obreros y los campesinos, se respetaron, en lo fundamental, las movilizaciones sociales. Desde esa perspectiva, por tanto, “Coca” también puede ser considerada una mujer realizada. Su sueño de un país con libertades se había concretado. Un verdadero “ajuste de cuentas” realizó “Coca” cuando promovió ante el Congreso Nacional la derogación de las leyes 209 y 294, de presunta “defensa de la democracia”, pero bajo cuya vigencia la dictadura había llevado a decenas de demócratas a la prisión. Obviamente, las leyes llamadas “liberticidas” fueron derogadas. La iniciativa tuvo todo el peso del respaldo moral y político de una de las mayores luchadoras paraguayas por el respeto a los Derechos Humanos. Corría la última semana del mes de abril del año 1993 cuando Carmen Casco de Lara Castro, “Coca” fue internada en un sanatorio asunceno a causa de las complicaciones de una diabetes que le afectaba desde años atrás. El combate contra la terrible enfermedad dejó a Carmen Casco de Lara Castro, “Coca”, sin condiciones de resistir; falleció el sábado, 8 de mayo de 1993, a las 9:00 de la mañana. Sus restos fueron velados en la sede del Congreso y posteriormente fueron depositados en el cementerio de la Recoleta.

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DIANA BAÑUELOS El nacimiento de Diana Rosa Bañuelos se produjo el 21 de diciembre de 1955, el mismísimo día en que se produjera en el Paraguay uno de los cambios políticos más relevantes de comienzos del stronismo: la destitución del poderoso jefe político colorado, Epifanio Méndez Fleitas, a quien incluso se atribuyó con sobradas razones haber sido el principal responsable de la llegada del general Alfredo Stroessner al poder. Diana nació en el barrio Ciudad Nueva, Asunción, siendo sus padres Domingo Antonio Bañuelos y Juana Pastore. Tuvo un hermano que la precedió, Domingo Antonio, y dos menores que ella: María Celeste y Juan Carlos. Los padres de Diana eran militantes políticos de alma, ambos en el febrerismo, de donde ella sacaría inclinaciones que después se manifestarían con nitidez. Domingo Bañuelos, su padre, pertenecía al Bloque de Liberación Nacional, un movimiento interno que fue purgado dentro del febrerismo por ser muy de izquierda. Sus miembros fueron expulsados de ese partido, entre los cuales Bañuelos. Juana Pastore, la madre de Diana, contrajo nupcias por primera vez con otro prominente dirigente febrerista, Eusebio Quintana Franco, quien fuera asesinado en pleno combate en el marco de la revolución de 1947. Viuda en su juventud, Juana apostó a recomponer su vida con Domingo Bañuelos, otro dirigente del febrerismo progresista. Diana cursó sus estudios primarios en la Escuela República Argentina, ocasión en que ya mostró una clara inclinación por las ciencias humanísticas. Más adelante, hizo sus estudios secundarios en el Colegio Experimental Paraguay-Brasil, pero un poco antes de concluir la carrera se desató una masiva represión política-policial, afectando directamente a Diana, quien se vio forzada a llevar una vida clandestina, para después salir del país.

Temprana militancia Los años 70 fueron especialmente propicios para la militancia de izquierda, pues desde la segunda mitad de los años 60 habían surgido los grupos denominados de “la nueva izquierda”. Los primeros pasos de Diana en el campo de la militancia se dieron en el Colegio Experimental Paraguay-Brasil, donde con algunos de sus compañeros fundaron un mural llamado Augusto Roa Bastos. La actividad era estrictamente cultural, pero ya muchos sospechaban que había algo más. De hecho el mismo nombre provocó represalias de parte de las autoridades, pues los inquietos jóvenes publicaban poemas de Elvio Romero, otro escritor paraguayo prohibidísimo. “Teatro, teatro / teatro y compromiso” coreaban en reuniones de estudiantes secundarios durante concentraciones, quedando claro que las posiciones políticas ya enfilaban hacia la causa anti dictatorial. Empezaban a moverse los estudiantes con el pretexto de la cultura. Eran los inicios de los años 70 y si bien no en todos los colegios de la capital, en muchos de ellos se pusieron a funcionar “Academias Literarias”, las que por lo general ponían en contacto a los jóvenes con ideas progresistas.

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Diana se destacaba en las actividades, mostrándose consecuente y sistemática. En 1973 tuvo la oportunidad de viajar a Italia, al Norte de Italia, donde en el marco del intercambio estudiantil tuvo la oportunidad de vivir allá durante todo un año. Pero coincidió que ese año 73, en setiembre, por la vía de un violento golpe de Estado se depuso al presidente de Chile, Salvador Allende. Si bien toda Europa fue sacudida por el lamentable episodio, en Italia las jomadas de protesta contra el golpe militar fueron especialmente fuertes, lo que en gran medida se explicaba por la existencia dentro del país de una izquierda muy extendida, masiva. Diana se sumó con entusiasmo a las repetidas movilizaciones de solidaridad con Chile, militando con italianos y latinoamericanos que allí vivían, que se manifestaban con energía en contra de la implantación de una dictadura militar en el país andino. Poseedora de cualidades musicales, sobre todo para el canto, ayudaba a animar las movilizaciones con cantos que después enseñaría también a los militantes paraguayos: “Avanti Pópulo”, “Bella Ciao”, “Bandera Rosa” y otras canciones de protesta, comprometidas con la suerte y las luchas de los pueblos. Cuando Diana retomó al Paraguay el ambiente soportaba una situación muy especial, pues fue el período de auge de los movimientos armados en el Cono Sur. En rigor, había signos de reveses y señales de avances, coexistiendo, pero al margen de ello lo que sí existía es lo que popularmente se llamaba “garra”, voluntad inquebrantable. En setiembre se había derrocado a Salvador Allende en Chile (Negativo) y desde 1972 se soportaba un golpe militar en Uruguay, para combatir a los “Tupamaros” (Negativo), pero en la Argentina los movimientos “Montoneros” y “Ejército Revolucionario del Pueblo”, ERP, estaban en auge, lo que estimulaba a muchos paraguayos a organizarse para desarrollar la lucha armada. Para la izquierda nueva de ese tiempo, el stronismo solamente podía entender el lenguaje de las balas, por lo que muchos jóvenes se dispusieron a sumarse a las diversas iniciativas. Diana, concretamente, fue invitada a integrarse al Ejército Paraguayo Revolucionario, EPR; aceptó sin reservas, contenta sobre todo porque la organización incorporaba a hombres y mujeres en igualdad de condiciones. Era jefe de la célula en la que militó Diana un joven que poco después sería protagonista de importantes pasajes en la historia política del Paraguay, Carlos Mancuello, quien juntamente con los hermanos Rodolfo y Benjamín Ramírez, así como con Amílcar Oviedo, iría a “desaparecer” el 21 de setiembre de 1976.

Un rápido exilio En noviembre de 1974 la represión alcanzó de llevó al Ejército Popular Revolucionario, EPR, organización en la que Diana estaba militando. Evasio Benítez Armoa, uno de los dirigentes fue detenido en el marco de gestiones que venía realizando para la compra de armamentos de la Marina, y tras esa detención se desató la furia policial stronista. Obviamente, Benítez Armoa no sobrevivió al proceso. Los principales dirigentes del Ejército Popular Revolucionario, EPR, fueron detenidos y brutalmente torturados: Carlos José Mancuello -jefe de la célula en la que militaba Diana- Amílcar Oviedo, “Tato” y

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Benjamín Ramírez. La Policía se ensañó sobre todo con Rodolfo “Tato” Ramírez, considerado jefe militar de la organización. Durante el proceso de investigación saltaron informaciones sumamente relevantes, las que explicaban, en última instancia, la furia de la Policía Política de Stroessner: Los cuadros del EPR habían intentado ya una vez ajusticiar al general Alfredo Stroessner, y pese al fracaso, no se desistía del propósito. En la casa de Carlos José Mancuello y su esposa, Gladys Ríos, se encontró un sótano, preparado para servir de “Cárcel del Pueblo”; había planes de realizar secuestros. El EPR manejaba una lista de jerarcas del stronismo que debían ser ajusticiados. Por supuesto que la Policía Política de Stroessner dejó de dormir durante casi un mes, procediendo a detener y a torturar a todos los que engrosaban las listas de sospechosos de estar involucrados en el caso puntual. Así, por azar los investigadores descubrieron que existía otro movimiento clandestino de izquierda, el Movimiento Paraguayo de Liberación, MOPAL, cuyos dirigentes y activistas resultaron detenidos y torturados. También la Policía Política detuvo a personas que no estaban relacionadas con el caso puntual, pero que tenía “antecedentes”. Sobre todo resultó ilustrativo el apresamiento de Heriberto Florentín Peña, colorado, quien años antes había ayudado a Agustín Goiburú a fugarse. Diana, con menos de 19 años de edad, se vio forzada a solicitar asilo político en la Embajada de Venezuela, dirigiéndose a ese país después de que se le otorgara el status correspondiente. Como le faltaba una materia para concluir sus estudios secundarios, era propósito de Diana seguir estudiando en Caracas, la capital venezolana, pero esto no fue posible, pues las autoridades públicas de todas las reparticiones estatales se resistían a cooperar con los familiares de personas con “antecedentes políticos”, como era el caso. Cuando la calma retomó al país -años después- los padres de Diana realizaron todas las gestiones pertinentes para posibilitar su regreso al país. Recién en esas condiciones pudo regresar y de inmediato rindió la materia de secundaria que le faltaba y se inscribió en el curso universitario de Sociología, en la Universidad Católica de Asunción, UCA. Insólito. Diana apenas estaba superando la adolescencia y ya cargaba con una trayectoria política importante. Cuando retomó, apenas tenía 22 años.

Militancia consecuente Cuando Diana Bañuelos retomó al Paraguay, el contexto histórico dominante en el país y en la arena internacional era muy especial. De lejos, lo más relevante aportó el drástico cambio de política de los Estados Unidos de América, que de sostener regímenes dictatoriales, pasó a cuestionarlos, promoviendo incluso la redemocratización. La dictadura de Stroessner, pese a tener como antecedente favorable ante el coloso del Norte su obsecuencia invariable, también estuvo en la lista de los sistemas a ser removidos.

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Por otra parte, localmente un sector de la oposición democrática se “radicalizó”, ensayándose aproximaciones entre diversos partidos para la eventual formación de un frente anti-dictatorial. Finalmente, la juventud paraguaya estaba estimulada para lanzarse al combate frontal, pese a los duros golpes que se recibieran en 1974, 1975, 1976 y 1977. De ahí que en el marco de la intensa militancia, Diana fue víctima directa de uno de los prejuicios que en ese entonces predominaba en la izquierda. Los que privilegiaban su carrera profesional antes que la suerte de los compatriotas eran traidores. Eso hizo que Diana, al igual que toda una camada de activistas, dedicase más tiempo a la militancia que a los estudios. Los jóvenes del período nada perdonaban, pues se mostraban disconformes con casi todo: programas de estudios, “que mantenían a los jóvenes lejos de la realidad económica, política y social del país”, profesores, “que cuando no eran directamente reaccionarios, eran acomodados”. Entre los jóvenes circulaban abundantes libros de comercialización prohibida, como las obras de Carlos Marx, Federico Engels, Antonio Gramsci, Marta Hamecker, Althouser,... Se formaban círculos de lectura y discusión. Varios de sus ex compañeros de secundaria se mostraron especialmente solidarios después de su retomo al país, como Ernesto Heisecke, Víctor Báez Mosqueira, Oscar Rivas y Pedro Céspedes Ruffinelli. Diana acompañó con entusiasmo y coherencia las campañas encaminadas a sacar a todos los prisioneros políticos del Paraguay en libertad. Así, cuando a fines de 1978 la Juventud Paraguaya por los Derechos Humanos, JPDH, organizó la campaña “Por una Navidad sin presos ni desaparecidos”, ella asumió incluso compromisos de dirección. En ese mismo período se había planteado la formación de una suerte de frente anti-dictatorial, que acompañaron el Partido Liberal Radical Auténtico, el Partido Revolucionario Febrerista, el Partido Demócrata Cristiano y el Movimiento Popular Colorado. A fines de 1978 ya se había constituido lo que dio en llamarse “Acuerdo Nacional”; al año siguiente, los entendimientos se formalizaron.

Militancia y “Dictablanda” También fue hacia fines de los años 70 que Diana Bañuelos contrajo matrimonio con otro militante febrerista, Víctor Duré. De ese matrimonio nacerían los hijos de Diana: Soledad, Juan Carlos y Víctor. Cuando la dictadura stronista ingresó a su fase crítica, desde comienzos de 1980, se habló en el Paraguay de “Dictablanda”; una dictadura más blanda, que pese a parecer un contrasentido, explicaba con un único término el perfil del régimen en que se había convertido el stronismo en esa fase crítica. Dos casos tuvieron, sin embargo, un trato que escapó totalmente a esta caracterización: la represión al “caso Caaguazú”, que arrojó como saldo trágico la muerte de 11 guerrilleros campesinos, en 1980; y la represión al Partido Comunista Paraguayo (pro-chino), en 1982, en cuyo marco sobre todo los policías se ensañaron con la heroína María Margarita Báez.

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Las movilizaciones se sucedían casi a diario y variaban en cuanto a su envergadura; los actos en el exterior se tomaron muy frecuentes. También fueron frecuentes -aunque siempre pasajeras- las detenciones. Templada como combatiente en decenas de luchas, nada más resta sino destacar que esa mujer, que siempre fue “de armas tomar”, se mantuvo fiel a sus posturas democráticas y progresistas a lo largo de su militancia. Queda para su propio testimonio su paso por la militancia feminista.

Testimonios directos Exilio: “Viví tres años en el exilio. Allí formé parte de agrupaciones solidarias con el pueblo chileno, argentino, uruguayo. Conocí a muchos compañeros exiliados, que venían totalmente destrozados por la atroz represión militar en los países del sur. Luego volví gracias a una gestión familiar-política”. “Al rato de volver ya me incorporé a la Juventud Febrerista donde conocí a Pelusa Villagra, Víctor Duré, Roberto Paredes, Rodrigo Zelada, Sonia Aquino, Aníbal Carrillo y otros más. Integré con todos ellos también la Juventud Paraguaya por los Derechos Humanos. Luciano Gutiérrez, un compañero concepcionero me invitó a militar nuevamente. Empezamos a retomar lazos internacionales”. “Viajamos mucho al Uruguay y a la Argentina donde se desarrollaban encuentros juveniles. En el Brasil, concretamente en Foz de Iguazú, realizamos con compañeros/as del lugar varios eventos. Una compañera, Mirta Báez, fue una de las artífices de estos encuentros que se realizaron con la presencia de personalidades regionales, como Pérez Esquivel”. “En España estaba el PSOE, que nos invitaba a menudo para damos su apoyo. Viajábamos y al retomar al país surgían problemas de todo tipo: Éramos demorados, coaccionados, a veces detenidos, interrogados en el propio aeropuerto. Una de las detenciones se produjo en la Delegación de Gobierno de Encarnación con la estimada compañera Soraya Saúa, Víctor Duré y otros. Otra de ellas ocurrió frente al edificio Balmoral, donde residía el compañero Aníbal Carrillo. Esa vez estuve con la compañera Graciela Araujo, alojada en Investigaciones y después en la Comisaría 12”.

Periodismo: “Formé parte del plantel de redacción del periódico “El Pueblo” en algún momento de la militancia, bajo la dirección de Humberto Pérez Cáceres, gran periodista y orador. Escribí bajo mi responsabilidad el artículo titulado “Perdí a mi hijo en Investigaciones”, donde se consignaba las penurias sufridas por María Margarita Báez, compañera del Partido Comunista pro-chino, bárbaras torturas. Después de esa publicación me sugirieron esconderme un buen tiempo”. “Así y muchas veces más me tocó abandonar mi casa; entonces mis hijos se iban a la casa de los abuelos. En esas circunstancias, vivieron mis hijos, como se dice comúnmente a la de Dios es grande. En esa época también había que esconder a los compañeros, o había que hacerle el aguante, porque éramos muy pobres. No podíamos trabajar porque nadie quería comprometerse”.

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Febrerismo: “Formé parte del Movimiento Interno del Partido Febrerista, “Unidad y Modernidad Para el Cambio”, con Euclides Acevedo, Enrique Sánchez, Carlos María Lezcano y otros. Fui Secretaria Nacional de la Juventud Revolucionaria Febrerista en un momento clave en la lucha anti dictatorial. Formamos un movimiento interno denominado MHAS (Movimiento Hacia el Socialismo) donde militaba también Carlos Martini. Con Enriquito Riera, Felino Amarilla, Martín Saneman, María José Rolón, Luchi Guanes, Hilda Granado, Hugo Lovera, el Ing. Medina y otros formamos la Juventud del Acuerdo Nacional y llevamos a cabo numerosas movilizaciones anti dictatoriales, en la capital y en el interior del país”. “En Encarnación y en Concepción por ejemplo. En esos lugares teníamos permanentemente amenazas, fundamentalmente si salíamos a las calles a marchar. Cuando nos reuníamos, la policía cercaba nuestras casas. La consigna era elevar cada vez más el nivel de la lucha callejera, a través de movilizaciones donde los dirigentes teníamos que ir al frente, para dar el ejemplo. En una de mis detenciones también le apresaron a mi esposo Víctor Duré, quedando mis hijos solos. Las integrantes de la agrupación Mujeres por la Democracia solidariamente les asistieron”.

Feminismo: “El feminismo fue un capítulo aparte dentro de la militancia. Nos marcó a fuego, creo que a todas, porque nos removió cuestiones internas. Esto provocó roces entre varones y mujeres, porque empezamos a reunimos solas, sin ellos. Además, empezamos a criticarles y a plantear otra forma de relacionamiento. Algunos compañeros no nos perdonan hasta hoy esa rebeldía. Fue dura la lucha, nuestras compañeras fueron a prisión, pero fue una experiencia enriquecedora. Un material que en aquel entonces se leyó mucho fue “Nuestros cuerpos, nuestras vidas”.

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LIGIA PRIETO Era un 24 de noviembre de 1928 cuando naciera Ligia Flora Prieto de Centurión, en San Pedro del Paraná. Su padre fue un prominente dirigente del Partido Liberal, Justo Pastor Prieto, quien en Itapúa había desarrollado una gran amistad con uno de los máximos exponentes del Partido Colorado en la zona, Epifanio Méndez Fleitas. A poco de nacer Ligia, el país se vio sacudido primero por una contienda bélica internacional, la Guerra del Chaco (1932/1935), la única gran confrontación armada que se diera en América durante el siglo XX, después por la revolución febrerista, que el 17 de febrero de 1936 puso punto final a la hegemonía del Partido Liberal en la política, iniciando el período hegemonizado por los militares. No obstante, Ligia desde muy pequeña - aunque sin comprender a fondo todavía las cuestiones doctrinarias- se declaraba partidaria del liberalismo, que entendía no solamente reclamaba las más amplias libertades públicas, sino que había desarrollado una elevada sensibilidad social, que lo llevaba a colocar en el centro del debate político las cuestiones sociales más acuciantes. Desde la perspectiva aún personal, habrá que dejar constancia sobre que Ligia Prieto es madre de cuatro hijos, dos varones y dos mujeres, siendo especialmente fuerte para ella los recuerdos sobre una de sus hijas, también de nombre Ligia, que había sido brutalmente torturada en una ocasión en que fuera reprimida por la Policía Política de Stroessner.

Diferencias tácticas Cuando se implantó la dictadura del general Alfredo Stroessner, en 1954, Ligia apenas contaba con 26 años. No obstante, y pese a la situación de proscripción del Partido Liberal, se dispuso a dejar en alto el legado de su padre y militó durante todo el tiempo del que pudo disponer, alternando las cuestiones políticas con las tareas propias de la crianza de varios hijos. La década del 60 fue de abierta diferencia en el seno del Partido Liberal con respecto a las cuestiones tácticas, sobre todo en los primeros años, en que un sector, liderado por los hermanos Carlos y Fernando Levi Ruffinelli, decidió deponer toda y cualquier actitud de oposición frontal al stronismo, prestándose a participar de la “farsa electoral” de 1963, año en que el general Stroessner logró su segunda reelección, su tercer mandato. La decisión de los hermanos Levi Ruffinelli dio lugar a la formación de dos organizaciones partidarias al interior del liberalismo: el Partido Liberal, de los Levy, y el Partido Liberal Radical, que mantuvo la línea de oposición frontal. Sin embargo, no pasaron muchos años para que el otro sector liberal pasase a hacer parte del sistema de legitimación del stronismo. Primero, en 1967, el Partido Liberal Radical participó del proceso constituyente; al año siguiente, en 1968, participó de las elecciones generales, con candidatos a presidente, senadores y diputados.

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Hay que precisar, para entender mejor la situación, que de ese proceso de capitulación también participó el Partido Revolucionario Febrerista, tanto en la Asamblea Nacional Constituyente, como en las elecciones generales del 68. Ese debate abierto en ese período complejo dio pie para la emergencia de varias organizaciones nuevas, pero sobre todo de izquierda. También dio especial fuerza al Partido Demócrata Cristiano, PDC, que adoptó una línea de oposición frontal, sacando el máximo provecho del apoyo de amplios sectores a esa orientación. En la fase final de la década del 60 era hasta aceptable (con reservas) la política de convalidación del stronismo, pero en la década posterior, dos situaciones se alzaron en invitaciones abiertas para el enfrentamiento a la dictadura: 1. La firma del Tratado de Itaipú, en condiciones francamente lesivas para los intereses del Paraguay. 2. Las sucesivas represiones, a partir de 1974, en cuyo marco varios luchadores democráticos y progresistas fueron muertos. Esas cuestiones de fondo dividían aguas al interior de los propios sectores políticos de oposición, aunque como los espacios de debate estaban muy restringidos, por lo que primaron las decisiones guiadas por cuestiones afectivas, antes que por resultados de cuestiones serenas, productos de discusiones racionales. Desde esta perspectiva, Ligia Prieto tuvo decisiones demasiado claras y evidentes, por lo que capturó con rapidez la simpatía y el apoyo de muchos jóvenes militantes, que pasaron a verla como una “compañera”, apta para velar por los más sentidos intereses del país y del castigado pueblo.

Un salto de mujer Pero antes de ser liberal, y mismo antes de ser paraguaya, Ligia Prieto era mujer, una mujer hecha y derecha, consciente y orgullosa de su género, pero consciente de que sus congéneres, las demás mujeres, tanto en el Paraguay como en muchos otros países, estaban con sentidas carencias. Al encuentro con la necesidad de dar un corte final a esta situación, justamente, es que surge con fuerza en los años 70 las ideas del feminismo. En rigor, los ideales feministas son anteriores, pero sin herir la susceptibilidad de nadie se puede asegurar que sí los años 60 se caracterizaron por la radical condena a las diferencias sociales de clase, los años 70 fueron marcados a sangre y fuego por la condena a las diferencias sociales de género. Hacia finales de los años 70 las banderas de las luchadoras experimentaron un salto muy particular, pues de reclamar las libertades públicas, la reducción de los contrastes sociales, ..., pasaron a dominar la escena las banderas de igualdad de género, de igualdad real -no de discurso, no solamente en los papeles- entre hombres y mujeres. En ese período se amplían las ofertas doctrinarias, pues juntas, y con mucha fuerza, irrumpieron en el Paraguay las propuestas doctrinarias feministas y ecologistas. Al margen de cualquier otra

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consideración quedaba más que claro que sobre todo las mujeres irían a dar batallas importantes con sus ampliadas banderas. Esa oleada arrastró a muchas militantes democráticas, progresistas y de izquierda, que crearon -a la par de las estructuras políticas, propiamente- estructuras de género. Entre las más destacadas y unitarias estuvo la Unión de Mujeres Paraguayas, UMPA. La UMPA levantó banderas de género, específicamente, pues para sostener las demás banderas políticas las otras estructuras sobraban. O sea, la UMPA apostó a organizar a las mujeres para encarar iniquidades de otro orden, que se presentaban en todas las esferas: -

En lo político, el protagonismo femenino era mínimo, para no decir inexistente, por lo que se impulsaron discriminaciones positivas, como cuotas reservadas sí o sí para las mujeres. En lo económico, lo más chocante era que además del protagonismo esencialmente varonil, las mujeres eran pasivas de una discriminación arbitraria. En lo social, las mujeres tenían no simplemente menos protagonismo o ninguno; eran víctimas de una irritante discriminación. En lo social, además de ganar bien menos que los varones, la mayor cantidad de víctimas de la violencia doméstica era de mujeres.

Había mucho que cambiar, mucho que combatir, y Ligia, al igual que otras valientes mujeres, como Perla Yore, Sonia Aquino, Diana Bañuelos,..., se armaron de coraje y evitando herir susceptibilidades, impulsaron una lucha tan justa como necesaria, la lucha contra la discriminación de la mujer. La Unión de Mujeres Paraguayas, UMPA, lideró las principales luchas de género a lo largo de los años 80, además de propiciar incluso en su propio seno un importante debate sobre el carácter peculiar de las luchas propiamente feministas.

Lucha por los Derechos Humanos Ligia Prieto se erigió en un fuerte referente en la lucha por los Derechos Humanos en el Paraguay, a partir de su fuerte vínculo con mujeres militantes de izquierda, que apostaron a imprimir a la consigna de “Respeto a los Derechos Humanos” una dimensión distinta, más amplia. Ligia Prieto, al igual que las feministas con formación progresista, incorporaban cuestiones sociales y económicas en sus reclamos. Así, dos casos paradigmáticos marcaron ese período final de los años 70: 1. Un problema de tierras en el Departamento de Cordillera, Compañía Pedrozo, hasta donde fueron varios referentes jóvenes, además de Humberto Pérez Cáceres, febrerista, y Ligia Prieto de Centurión, liberal y presidenta de la UMPA. El problema ciertamente no se resolvió favorablemente para los agricultores, pues de acuerdo con la opinión de los abogados, no se tenían los títulos de propiedad, lo cual imposibilitaba por completos sostener la ocupación. Es muy probable, analizando retrospectivamente, que se haya cometido un error de apreciación; tal era el momento para forzar una salida.

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2. Otro problema sindical se presentó en la fábrica taninera Casado, en Puerto Casado, donde aún se operaba la fábrica pese a que drásticamente se había reducido la actividad general del sector. En este caso se perdieron algunos puestos de trabajo en el marco del despido de algunos sindicalistas. La delegación incorporó a dos activistas, uno de los coordinadores de la Juventud Paraguaya por los Derechos Humanos, JPDH, y un abogado, quien resultó ser justamente un hijo de Ligia Prieto de Centurión, Armando Centurión Prieto. La gestión tampoco terminó favorablemente para los trabajadores; se estaba pagando lo que normalmente se denomina “derecho de piso”, no había experiencia anterior. De todos modos, los ejemplos muestran de nítida la orientación muy peculiar que se apostaba a imprimir a las actividades por los Derechos Humanos desde una perspectiva de izquierda; no era simplemente el tema restringido de los prisioneros políticos, por cierto de radical importancia, sino que se militaba bajo un enfoque más amplio. Ligia Prieto acompañó esas iniciativas directamente, no por curiosidad, sino por convicción. De hecho solía decir que la violencia social apenas cesaría o se reduciría a niveles ínfimos en la medida en que se fuese capaz de crear una sociedad más equitativa; y a la construcción de esa sociedad más justa estaba comprometida.

Por las libertades públicas De todas maneras, en el terreno político es que se dieron las principales disputas en la década del 80. El stronismo enfrentaba una crisis severa y como agravante para el régimen desde los centros internacionales de poder se exigía el retomo de sistemas democráticos de control político. Durante la primera mitad de los años 80 ya estaban todos montados los esquemas fundamentales de resistencia a la dictadura, incluso ya denominada “Dictablanda”, debido a sus limitaciones para reprimir. Ese fue el caso del Acuerdo Nacional, una suerte de frente anti-dictatorial, en lo político, y el Movimiento Intersindical de los Trabajadores, MIT, en lo social. Desde la perspectiva de género, como ya se mencionó, operaba la Unión de Mujeres Paraguayas, UMPA. Más adelante, sin embargo, surgieron nuevos actores, los que no expresaban otra cosa, en última instancia, sino que se avanzaba rápidamente hacia el final del stronismo. El propio Partido Colorado se había divido en dos: “Tradicionalismo” y “Militancia Stronista y Combatiente”; la izquierda impulsó el surgimiento del Movimiento Democrático Popular, MDP; después del retomo de los exiliados se apostó a crear un Frente Anti- Dictatorial, más definido que el Acuerdo Nacional; en vísperas de la última reelección de Stroessner se realizó la “Campaña por las Elecciones Libres”,... En ese contexto, un evento significativo fue la realización de la “Marcha por la Vida”, en diciembre de 1988, oportunidad en que la Iglesia convocó a los ciudadanos a marchar silenciosamente. La respuesta fue más que formidable, concurriendo masivamente la gente. Varios dirigentes fueron detenidos en la ocasión, entre las cuales Liga Prieto de Centurión, a quien apresaron el 6 de diciembre y la liberaron el 20 de diciembre, 14 días después. Fue recluida en el Departamento de Investigaciones, donde se la sometió a diversas torturas, por lo que quedó con problemas de audición, y después trasladada a la Comisaría 12. Dos de sus hijos fueron rescatados por la embajada Argentina.

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De todos modos, si bien Ligia Prieto de Centurión sufrió en carne propia los efectos negativos de la dictadura, lo que mayor dolor le produjo fue la detención de su hija (Detenciones, en rigor, porque se dieron en dos oportunidades), lo que le marcó a sangre y fuego. Ella acumuló mucha bronca contra quienes pudieron haber ayudado en ese entonces y no lo hicieron: “¡Jamás voy a olvidar esa página de la historia! Luís María Argaña era presidente de la Corte Suprema de Justicia cuando apresaron a mi hija y no le concedió el Habeas Corpus ” La hija, de nombre Ligia, al igual que la madre, fue detenida en una primera oportunidad en el marco de una “Asamblea de la Civilidad”, las que no eran sino pequeñas concentraciones pasajeras, con las que la oposición hostigaba al Gobierno del general Alfredo Stroessner en la última fase de la dictadura. La Policía Política reprimía son saña y violencia, si bien las detenciones no se daban por espacios prolongados, como en el pasado. Las “Asambleas de la Civilidad” se realizaban en esquinas céntricas y en esa ocasión se realizó en la esquina del tradicional negocio conocido como “La Negrita”. En el marco de la violenta represión Ligia Centurión fue golpeada en el abdomen con brutalidad, lo que le causó la fractura de tres costillas. Estuvo detenida durante tres semanas. En la segunda oportunidad de apresamiento de Ligia Centurión, la policía se ensañó contra la hija de Ligia Prieto. Le lesionaron el riñón derecho con la picana. Hasta hoy tiene la marca de los dos puntos. Ligia Prieto, hurgando en sus archivos encontró una esquela que le mandara la hija desde la prisión, escondida en la base de un termo de café. Ahí le decía: “Fuerza mamá. La libertad no es barata. La libertad tiene un precio muy alto y nosotros estamos pagando. Un día llegará la libertad... ”.

Testimonio revelador La admiración de Ligia Prieto por su hija Ligia Centurión gana su verdadera dimensión en sus propias palabras: “¡Ah... esa mi hija Ligia es una líder! Era la que iba conmigo a todas partes”. Cuando fuimos a una “Asamblea de la Civilidad”, en 1987, una señora, muy indignada, me contaba: “A una chica de pantalón vaquero y suéter celeste la están golpeando”. Yo decía en mis adentros: “Pobre chica”, sin saber que era mi hija. Luego caminé unos 5 metros y fue cuando vi a mi hija”. “Se veía mal. Le ordenaron ponerse contra la pared con las manos en alto, ahí mismo, frente a La Negrita. No hubo forma de sacarla de ahí. Desde ese instante comenzó mi peregrinar por todas las comisarías. Eran tan cínicos que nadie informaba nada. A las cansadas la ubicamos a ella y a Beatriz Romero en la comisaría 12. Allí me enteré una semana después que necesitaba analgésicos y supe que tenía las costillas rotas. Le llevé, pero nunca le dieron los analgésicos. No le permitieron acostarse en el camastro; estuvo tres semanas. Yo no le vi en todo ese tiempo a mi hija... ” “En ese momento, no renegué contra esa gente; más bien creció mi orgullo de madre, si es que no se agigantó. Porque yo he sembrado en mi familia la conciencia de la lucha por la libertad. ¿Usted cree

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que a mí me produjo un miedo, un susto? No. Mi orgullo como madre creció. Me acuerdo que le decía a radio Cáritas, que en aquellos meses era la única radio que todavía funcionaba y que se animaba a hablar con nosotros, que estaba orgullosa de la hija que tengo, porque esto es historia y así se escribe la historia de un pueblo que quiere ser libre...” No tenía dudas, tenía certezas. Sarita Rivas de Vasconcellos me decía: “Lo mismo vamos a presentar un recurso de Habeas Corpus”, y se presentó. El silencio fue la respuesta. Yo recuerdo que pedí repetidas veces entrevistarme con Luís María Argaña, presidente de la Corte. No me respondió nunca, hasta que un día me llamó su secretario para anunciarme que me iba a recibir al otro día. Esa misma tarde del llamado salió mi hija. Así procedían siempre estos fascistas. Si a uno le convocaban era porque ya recibieron la orden”. “¡Jamás voy a olvidar esta página de la historia que los jóvenes de nuestra patria escribieron con su sacrificio para que hoy haya libertad! Esta libertad de hoy no fue barata. Costó vidas, sacrificios, opresiones, marginaciones, represiones...”

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MINA FELICIÁNGELI Durante los primeros 13 años de existencia, la vida de Mina Feliciángeli fue un intenso peregrinar, pues si bien nació en Asunción, concretamente en el barrio La Encarnación, en poco tiempo fue a vivir en Ponta Porá, Brasil, frente a Pedro Juan Caballero, y después a Corrientes, Argentina. Fueron años duros en toda la región, pues en 1964 Brasil soportó la irrupción de la dictadura militar que quedaría por más de dos décadas- y en Argentina, desde que Ilía cayera, se enseñorearían dictaduras de todo tipo, entre las que se destacaron las de Juan Carlos Onganía (1966/1971) y la de Alejandro Agustín Lanusse (1971/1973). Cuando Mina era muy joven raras veces escuchará el cántico de los manifestantes, pero cuando grande mucho se divertiría al escuchar: “Lanusse y Onganía / son la misma porquería”. Hija de Eladio Feliciángeli y Chiquita Lofruscio, Mina -de nombre completo María Herminia- nació el 17 de agosto de 1959 y tuvo cuatro hermanos, todos mayores: Silvio, Gilda, Olga y Lalo. Muy pequeña, Mina hizo parte de sus estudios primarios en la Escuela Perpetuo Socorro, de Pedro Juan Caballero, pero cursó la parte complementaria, hasta el séptimo grado (Primer curso de la Media, antes), en el Colegio Nuestra Señora de la Misericordia, Corrientes, Argentina. En 1972 la familia regresó a Asunción y Mina siguió sus estudios secundarios, hasta concluir, en el Colegio Internacional. Ni bien concluyó sus estudios, la inquieta joven fue atrapada por los ideales de cambio, que parecía que iban a recuperarse en ese período. La segunda mitad de los años 70 fue marcada a sangre y fuego por las presiones que ejerciera el Gobierno de los Estados Unidos de América contra la dictadura del general Alfredo Stroessner. El presidente del coloso del Norte, Jimmy Cárter tenía en Stroessner a un sólido aliado contra el avance de la “amenaza roja”, por lo que en el Paraguay, los partidarios del stronismo y el propio Stroessner pensaron que la denominada “política de los Derechos Humanos” era pasajera, coyuntural. Ese error de caracterización le costaría mucho al stronismo, pues desde comienzos de los años 1980 el régimen ingresaría a una fase crítica, la que finalmente concluiría con su caída. Algunos sectores vieron la oportunidad de radicalizar sus posturas, como los liberales radicales, pero jóvenes como Mina sintieron que era el momento de asumir un compromiso más definido con respecto al futuro del país. Con menos de 19 años, desde 1978, Mina se propuso asumir todos los desafíos que implicaban la militancia política. El mérito es doble, pues: -

Los años 70 fueron de violentas represiones contra sectores de izquierda, y Se estaba comenzando a desarrollar en el país, actividades alternativas a la militancia, como ser los trabajos en las entonces novedosas Organizaciones No Gubernamentales, ONGs.

De hecho, Mina tuvo una fugaz presencia en una de las primeras ONGs, en la institución denominada Banco Paraguayo de Datos, BPD, de donde juntamente con Blanca Mazare, amiga y compañera de militancia, terminaron siendo despedidas tras levantar las primeras reivindicaciones laborales en ese tipo de instituciones.

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De inmediato Mina se sumó al sector político juvenil más dinámico de entonces, la Juventud Paraguaya por los Derechos Humanos, JPDH, que lideraba las luchas anti-dictatoriales desde dos perspectivas: la elaboración de propuestas y el activismo público. Los años 1978 y 1979 fueron de fuerte militancia en la legalidad, en dos grandes batallas: la que apostaba a dejar en libertad a todos los presos políticos, por una parte, y la constitución de un Frente Anti-Dictatorial, por otra parte. En ambos combates se alcanzaron logros trascendentales, pues para 1979 ya se había desmantelado casi por completo el Campo de Concentración de Emboscada, trabajando la JPDH con los familiares de los presos y con los propios prisioneros políticos, además de coordinar acciones con la Comisión Nacional de Derechos Humanos y los partidos políticos de oposición democrática. La otra batalla, la de la creación de una instancia frentista para combatir a la dictadura de Stroessner, terminó también relativamente bien, pues se creó el Acuerdo Nacional, entre finales de 1978 y comienzos de 1979, integrando el mismo los partidos Liberal Radical Auténtico, Revolucionario Febrerista y Demócrata Cristiano, además de una facción del coloradismo: el Movimiento Popular Colorado, MOPOCO. Mina se inició en la militancia política en el marco de esos importantes combates, lo que templará su carácter para enfrentarse a cualquier tipo de desafío; poco faltaba, de hecho, para que asumiera posturas más definidas desde el punto de vista doctrinario.

Convicciones socialistas Mina inició sus estudios universitarios en la Universidad Católica de Asunción, UCA, donde cursó la carrera de Psicología hasta el tercer año. Abruptamente abandonó la carrera, pues conforme decía descubrió después que su vocación era Economía. Con el tiempo quedó en claro, sin embargo, que la consigna de estudiar Economía provenía del sector concreto en que comenzara a militar políticamente, la Organización Socialista Revolucionaria, OSR Como el propósito era constituir una corriente independiente al interior de la Facultad de Economía, el primer año a Mina ya se le encomendó disputar la elección de la delegada de carrera. Sin experiencia anterior, pero con las ganas cargadas de la intención de contribuir al avance de la lucha contra el stronismo y a favor de la transformación social, Mina realizó una corta pero efectiva campaña, resultando electa como delegada de carrera para representar nada menos que a 1.000 alumnos. Los exponentes del oficialismo stronista, así como las autoridades de la Facultad no terminaban de superar su asombro, pero grande fue la sorpresa de propios y extraños, cuando al año siguiente -y como directa consecuencia de lo anterior- se le negó la inscripción a Mina para proseguir la carrera. La Organización Socialista Revolucionaria, OSR, era de inclinación trotskista, y compartían con Mina los ideales de esa corriente, entre otros, Benjamín Livieres, Tomás Zayas, Julio López, Margarita Mussi, Estela Rufinelli y Darío Zaldívar. Varios de los mencionados acompañaron a Mina en la incursión en la

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Facultad de Economía, que antes que opción profesional fue una misión política, pese a que el proyecto fue interrumpido. Un hecho particularmente significativo en la vida de Mina data de esos tiempos duros. Se había casado con Eduardo “Coco” Arce, de cuya unión nacería su única hija: Valeria. Mina perteneció a la generación que con mucho coraje se propuso llevar adelante la doble tarea histórica de derrocar a la dictadura del general Alfredo Stroessner (1) y promover transformaciones socialistas (2). La tesis de la doble tarea se apoyaba con firmeza en experiencias bien anteriores, como las revoluciones de Rusia, China o Vietnam; en experiencias cercanas, como la revolución en Cuba; y en una experiencia reciente: la revolución de Nicaragua, que llevara al Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, al poder, tras el derrocamiento del general Anastasio Somoza. Anastasio Somoza lideraba en Nicaragua una férrea dictadura y resultó derrocado en julio de 1979. Cuando se lo depuso en el Paraguay se festejó su derrocamiento, en acto organizado por la Juventud Paraguaya por los Derechos Humanos, JPDH, realizado en el local del Partido Revolucionario Febrerista, la “Casa del Pueblo”. Por ironía de la historia, Somoza terminó refugiándose en el Paraguay, donde encontró la muerte por la vía del ajusticiamiento en setiembre de 1980.

Doble militancia El año 1982 fue particularmente rico en manifestaciones de disconformidad social, pues se sucedieron dos grandes movilizaciones: primero, la de la fábrica de bebidas Coca Cola, que arrastró a toda la militancia progresista y de izquierda, después, la de la Fábrica Paraguaya de Vidrios, de menor relevancia, pero trascendental para fijar una tendencia central. Los sectores más pragmáticos se propusieron crear una organización sindical central, caminando en dirección a la fundación del Movimiento Intersindical de Trabajadores, MIT, mientras que un sector de la militancia definida como más de izquierda caminó en dirección a la creación de una estructura gremial más combativa. De ese rico proceso de justamente participó Mina, quien desempeñó un papel central en la fundación de la Agrupación Independiente de Trabajadores, AIT. En esas condiciones, Mina desarrollaba una doble militancia: en el campo estudiantil y en el campo gremial. En rigor, las dos esferas de actividad apostaban a una única finalidad, la de crear un vigoroso movimiento político de izquierda, con bases bien establecidas en los sectores sociales llamados a liderar un proceso de cambios generalizados. El sector apostaba a contar con el respaldo de los campesinos, los obreros y los estudiantes, de lejos los sectores mayoritarios de la sociedad paraguaya.

Dos detenciones Mina Feliciángeli estuvo detenida en dos ocasiones. La primera vez fue en 1983, en el marco de lo que se conociera como “el caso del Banco Paraguayo de Datos (BPD)”, una Organización No Gubernamental

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(ONG) al que la represión stronista había vinculado con un presunto proyecto de reorganización de un sector de izquierda, la Organización Primero de Marzo, OPM. En ese entonces, un compañero de Mina, Benjamín Livieres trabajaba en el BPD. Ella fue a visitarlo y como habían allanado el lugar y llevados presos a todos los que estaban trabajando ahí, e incluso a un canillita que sólo fue para vender periódicos, también la detuvieron a ella. Durante 15 días estuvo en el Departamento de Investigaciones de la Policía, siendo liberada apenas después de que se decidiera quiénes de los detenidos serían procesados, para lo que fueron trasladados a la Cárcel del Buen Pastor y al Penal de Tacumbú. En la segunda ocasión, que fue en el ’86, Mina fue apresada por su actividad sindical, nuevamente con su compañero, en ese entonces su pareja, Benjamín Livieres. Primero fue llevada a la Comisaría Tercera (3ra), luego a la Comisaría 12, donde se llevaban a todas las mujeres que cometían delitos comunes para luego trasladarlas a la Cárcel del Buen Pastor.

Casi desaparecida: Durante la primera semana de esta segunda detención, sin embargo, Mina se vio forzada a soportar una traumática experiencia, pues la Policía Política no había asumido que la tenían detenida, de donde se presume que estaba en sus intenciones desaparecer a ella y a su pareja. Los familiares de ambos recorrieron durante esa terrible semana casi todas las comisarías de la capital, pero la respuesta de todos los oficiales consultados era invariable, pues negaban que ambos estuviesen detenidos. La práctica de las desapariciones de los militantes políticos de izquierda fue común en el Paraguay y en los demás países del Cono Sur sobre todo en los años 70, pero no se podía descartar la eventualidad de que se repitiera en esas circunstancias, ya que el stronismo enfrentaba una crisis terminal, de la que de hecho no se recuperaría. Tanto Mina como Benjamín, su compañero, sabían bien de qué se trataba la cuestión. En la Comisaría 12 a Mina la dejaron sola en un cuarto; era evidente que dobles intenciones existían detrás de esa llamativa actitud. Como mínimo, era propósito de los policías mantenerla sin contacto alguno, ni siquiera visual, con las otras detenidas por delitos comunes. En la celda vecina había gente. En una de las oportunidades en que los policías le arrimaron comida, Mina no devolvió la cuchara deliberadamente. El soldadito ni siquiera se percató. Con la misma, dio unos golpecitos en la pared y desde la celda vecina ellas le respondieron del mismo modo. Entonces, Mina se puso a raspar la pared, pacientemente, y la estimulaba escuchar que desde el otro lado también se raspaba. Se hacer de ese modo en la pared un pequeño agujero, que permitió primeramente una mínima comunicación. Mina envió una nota por ese medio y se publicó en el Diario Hoy sobre la detención de ambos; de ese modo, el Gobierno se vio forzado a asumir que tanto Mina como Benjamín estaban presos.

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Hecho público el caso, la Policía trasladó a Mina Feliciángeli a la Cárcel de Mujeres del Buen Pastor y a Benjamín Livieres al Penal de Tacumbú. Pudieron recuperar su libertad apenas tres meses después, luego de una tenaz lucha de sus compañeros por liberarlos. De hecho, se vivía en el período de la llamada “Dictablanda”, en que las detenciones se tomaron más bien cortas.

Una mujer destacada En plena época en que la participación de la mujer en las actividades eran limitadas, Mina ganó especial destaque al convertirse en la lideresa incuestionable del sector al que estaba vinculada. Ella adhería a las ideas del trotskismo, una vertiente de la izquierda mundial que se reclamaba seguidora de los ideales trazados por su principal exponente, León Trotsky, quien juntamente con Nicolás Lenin encabezara la revolución rusa en octubre de 1917. No solamente por su tenacidad y dedicación se había ganado el respeto de sus compañeros, sino que inspiraba simpatía y adhesión entre la gente común y corriente, lo que la convertía en una figura con mucha potencialidad. Esas consideraciones, precisamente, fueron las que estuvieron en la base de una determinación bastante renovadora para la época, finales de los 80, pues se eligió a Mina Feligiángeli presidente del Partido de los Trabajadores, PT, organización que se procedió a crear rápidamente tras el derrocamiento del general Alfredo Stroessner. Pero Mina no solamente fue la primera mujer que presidió un partido político en el Paraguay; también fue la primera mujer en candidatarse para la titularidad de la Intendencia de Asunción, después de que bajo la administración del general Andrés Rodríguez se decidiera elegir a los intendentes a través del voto popular. Obviamente que los reclamos cambiaron después de la caída de Stroessner, pues de la doble tarea histórica, de promover la liberalización política y simultáneamente los cambios socioeconómicos de fondo, se pasó a promover la profundización de la democracia, al tiempo que el sector que lideraba Mina reclamaba una revolución social. No cabe dudas sobre que independientemente de los aciertos y de los errores que pudo haber cometido Mina a lo largo de su rica trayectoria política, lo cierto es que estuvo a la altura de los desafíos de su tiempo. Sus aportes fueron claves y notables.

Testimonios de coraje ¿Desaparecida?: “Yo me encontraba sola en mi celda y ellas eran más o menos 20 detenidas. Les conté mi situación y una de las detenidas me pasó por el agujerito un papelito con una birome y escribí una esquelita que decía: “Estoy en la comisaría 12 e inicio hoy una huelga de hambre y sed por mi libre comunicación”. Firmé y le pedí a una de las mujeres que tenía que hablar con su abogado, que le entregara la esquelita

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que había escrito a él y que lo publicaran en el Diario HOY, ya que yo trabajaba ahí en la parte administrativa y Benjamín como periodista. Por suerte, el abogado llevó la notita y el diario la publicó”. “Esa publicación logró que tuvieran que reconocer nuestro apresamiento y a partir de ahí mis familiares vinieron. Después nos pasaron a la justicia ordinaria y nos procesaron por presunta violación a la famosa ley 209. Me trasladaron al penal del Buen Pastor donde no había presas políticas, solo yo y las presas comunes, pero que de igual manera fueron muy solidarias conmigo porque sabían que se trataba de una injusticia”. “Mi familia hizo todo lo posible para liberarme, al igual que con Benjamín, pero la condición era que teníamos que exiliamos del país y nosotros no aceptamos. Fuimos liberados a través de una campaña fantástica a favor de nuestra libertad que hicieron los compañeros no solo de la Organización Socialista Revolucionaria, sino también de la Agrupación Independiente de Trabajadores, AIT,.. “Lograron hacer sellitos con la consigna de “Libertad para Mina y Livieres” de cubiertas de autos viejos; compraron tinta y los sellaban en todos los billetes de cien guaraníes, ya que nadie desecharía la plata y así fue corriendo la denuncia y el pedido de nuestra libertad. En esa época nadie haría un sello con esas características entonces apelaron a la creatividad para hacer la campaña”.

Su tiempo: “A mí me tocó militar en la época de la Dictablanda, desde el ‘80 hasta el ‘89, año del derrocamiento de Stroessner, excepto la del caso Caaguazú, que fue una tremenda y horrible represión por la que pasaron los compañeros de allá. Seguía la represión, pero ya eran más individualizados, y menos agresivos, pero sí, continuaba el temor y de todas formas perdimos nuestra libertad por mucho tiempo”. “...Una frase que marcó mi vida es la del “Che” Guevara en la que dice: “Hay que endurecerse sin perder la ternura, jamás. ” Y mi compañero que estaba en Tacumbú y yo desde el Buen Pastor, nos comunicábamos por medio de cartitas y él me ponía: para mi compañera de pólvora y azúcar. Porque creo que hay que mantener la firmeza en todo pero sin olvidar el lado humano que es lo más importante”.

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SONIA AQUINO Por ironía del destino, el nacimiento de Sonia Aquino se dio en tiempos muy convulsivos para la República del Paraguay: por presión de los sectores democráticos del Partido Colorado, sobre todo, se había levantado el Estado de Sitio en marzo de 1959 y una medida administrativa aparentemente irrelevante, la suba del pasaje del tranvía, desencadenó una oleada de protestas juveniles que concluyó a fines de mayo de ese año con la clausura del Congreso Nacional y la abierta persecución. El nacimiento de Sonia se había dado el 16 de mayo. Fedebrina Suárez, la madre de Sonia, deseaba desde el fondo de su alma que su hija no siguiese los pasos del padre, Arsenio Aquino, cuyas travesuras políticas lo habían llevado varias veces a la prisión y más de una vez al exilio. Los descendientes de Arsenio Aquino y Fedebrina Suárez fueron cinco: Arnaldo y Gustavo, mayores que Sonia; Jorge y Hugo, menores. Mientras niña realizó sus estudios primarios en la Escuela General Díaz, destacándose como una alumna aplicada y sistemática. En la pre-adolescencia y durante la adolescencia, Sonia cursó sus estudios secundarios en el Colegio Presidente Franco. Pese a las naturales confusiones de los primeros años, faltando más de dos años para concluir el bachillerato, Sonia ya tenía claro lo que quería estudiar desde la perspectiva profesional: Economía o Ciencias Contables. El 16 de mayo de 1974 Sonia cumplió 15 años y sus inquietudes políticas y sociales estaban a flor de piel. Desde un año atrás, de hecho, el país soportaba momentos de inestabilidad y de agitación, debido a que el Gobierno de Alfredo Stroessner firmara el Tratado de Itaipú, el 25 de abril de 1973, que si bien prometía convertir al Paraguay en co-propietario de la mayor represa hidroeléctrica del mundo, comprendía normas abiertamente lesivas para los intereses del país. Los jóvenes se sacudieron ante lo que consideraron inaceptable, realizándose debates y movilizaciones, festivales y marchas, ante los que el Gobierno respondía con fuertes medidas represivas. Sonia había escuchado bastante sobre el tema, ya que su padre compartía casi todas las críticas que se hacían contra el denominado “tratado leonino”. Con algunos de sus compañeros del Colegio Presidente Franco, Sonia compartió sus cuestionamientos, pero al poco tiempo tuvo que rendirse ante algunas circunstancias: la gente tenía miedo para opinar, optando por refugiarse en el estudio, a veces; la mayoría optaba por gastar su inmensa energía en inocuas actividades de distracción, otras veces. Era evidente que ese no iba a ser el ambiente más propicio para canalizar sus inquietudes. Los años posteriores: 1974, 1975, 1976 y 1977 fueron especialmente duros en el país, pues la Policía Política del stronismo había desarticulado casi por completo varias incipientes organizaciones de izquierda, cuyos militantes en su mayoría eran jóvenes. Una rápida descripción del período es fundamental, porque describen el contexto en el que Sonia tomó la difícil determinación de lanzarse a la militancia política. En 1974 la policía arremetió contra dos agrupaciones: el Ejército Popular Revolucionario, EPR, y el Movimiento Popular de Liberación, MOPAL.

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En 1975 se frustró el intento más relevante de la década por reorganizar el Partido Comunista Paraguayo (Pro- soviético), ocasión en que la baja revolucionaria más importante se tradujo en el cobarde asesinato del jefe del PCP, Miguel Ángel Soler, y de otros dos dirigentes de peso: Derlis Villagra y Octavio Rubén González. En 1976, en el marco de una extendida represión, centenares fueron a parar a los calabozos de Stroessner y casi 20 fueron asesinados, en el marco de la represión que tuviera como blanco a la Organización Primero de Marzo, OPM. Ese año también se reprimió al Partido Obrero Revolucionario Armado, PORA. En 1977 se desarticuló la iniciativa del histórico Movimiento Independiente, MI, que apostaba a un desarrollo político autónomo de los partidos políticos tradicionales. En 1977 Sonia contaba con 18 años de edad; había concluido sus estudios secundarios y se sentía madura para comenzar a militar, para ponerse a tono con el más duro desafío de su tiempo, para pugnar por la reforma radical del cerrado y represivo sistema político. Fue una decisión difícil, pues los años inmediatamente precedentes mostraron ante los ojos de propios y extraños el lado más violento del stronismo. El stronismo había asesinado a casi 30 militantes; había torturado a centenares de hombres y mujeres; tenía en cautiverio a más de 500 personas en el Campo de Concentración de Emboscada, desde ancianos hasta criaturas, varones y mujeres. Sabiendo de eso, con plena conciencia de eso, con total conocimiento de a qué riesgos se exponía, Sonia decidió desafiar al régimen stronista, persuadida de que era mejor ser víctima eventual de un enfermizo latigazo de la dictadura, antes que ser una dócil ciudadana. Es interesante notar que si bien el período estuvo cargado de adversidades, muchos jóvenes enfrentaron al régimen con valentía. Así, ante el empleo de la picana eléctrica -pieza cara para el violento sistema- se levantó la poesía, escrita con admirable coraje cívico por ilustres luchadores políticos y sociales, entre quienes ya se destacaba en ese entonces “Moncho” Azuaga, amigo de Sonia.

La consigna del momento El abarrotamiento de los calabozos del stronismo en 1976 había llevado al Gobierno la instalación de un Campo de Concentración en la localidad de Emboscada. En 1978 se estaba apostando a reorganizar la Juventud Revolucionaria Febrerista, JRF, por una parte, y a re articular la Juventud Paraguaya por los Derechos Humanos, JPDH, por otra parte. Sonia fue literalmente asediada por ambos grupos juveniles, que se jugaron a “captar” a la prometedora figura. La Juventud Febrerista fue una iniciativa importante, sin sombra de dudas, pero fue la Juventud por los Derechos Humanos la estrella que brillaría más fuerte, debido a la extraña coincidencia de circunstancias que se encajaban mejor: El Gobierno Jimmy Cárter, desde los Estados Unidos, promovía la re-democratización de América Latina en el marco de la denominada “política de los Derechos Humanos”, en circunstancias en que en el

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Paraguay el tema de los presos políticos se había ubicado en el centro de los asuntos políticos a resolver. A fines de 1978 se organizó una fuerte campaña: “Por una Navidad sin presos ni desaparecidos”, que movilizó a segmentos importantes de la sociedad paraguaya, mostrando con claridad que el país estaba cansado de vivir aprisionado. Los artistas plásticos - en su inmensa mayoría- donaron pinturas, grabados y esculturas para su exposición y subasta. La concurrida muestra se realizó en el ex Seminario Metropolitano, Brasilia casi Azara, y dotó a la JPDH de suficientes recursos. La JPDH trabajaba conjuntamente con los propios presos políticos, con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, con los partidos democráticos de oposición y con los familiares de los presos políticos, que sumaban decenas. Paralelamente, se mantenía contactos con organizaciones proscriptas, sobre todo con referentes del Partido Comunista Paraguayo (Pro chino), ya que Gumercindo Brítez Coronel, del Comité Central del PCP, se había integrado a la JPDH. Muchas de las reuniones organizativas se hacían en la casa de Sonia. Concluido el año 1978, con avances constatables, pues ya se había puesto en libertad a la mayor parte de los presos, se debatió sobre la posibilidad de lanzar una campaña aún más ambiciosa. En el seno de la JPDH se propuso declarar el año 1979 “Año de lucha por el retomo de los exiliados”. La iniciativa no prosperó. No obstante, 1979 fue especialmente importante, ya que a mediados de año el Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, tomó el poder en Nicaragua, con lo que se puso punto final al dominio de la “Dinastía Somoza”, hecho que se festejó en el Paraguay en abierto desafío al régimen de Stroessner. El acto se realizó en el local del Partido Febrerista, ambientado con banderas rojinegras para el efecto, y en representación de la JPDH habló Sonia Aquino.

Seis meses de encierro Sonia terminó la carrera de Ciencias Contables en tiempo normal, pero como sus inquietudes sociales le exigían conocimientos más específicos sobre ese complejo campo, creyó ver en la carrera de Sociología una posible solución Desde 1982 los ataques del Gobierno de Stroessner a propuestas de tinte progresista arreciaron. Los ataques fueron generalizados, si bien se centraron en dos objetivos que presuntamente se impulsaban desde el exilio, si bien contaban presuntamente con ramificaciones locales. Por una parte, se atacaba con rigor a la revista “Síntesis”, publicación de izquierda que aparecía en México, pero que se distribuía en el país; y por otro lado se especulaba sobre la intención de reorganizar la Organización Primero de Marzo, OPM. En el país, propiamente, tres cursos de acción inquietaban a la represión stronista: En 1982 el despido de un grupo de sindicalistas de la fábrica de Coca Cola dio pie a la realización de una expresiva campaña de sabotaje, con amplio respaldo popular. El lema “No tome Coca Cola, una bebida dulce hecha en base a la amargura del trabajador paraguayo” pegó y viabilizó un triunfo social clave.

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En el sector universitario un pequeño grupo, el Movimiento de Reagrupamiento Universitario, MRU. En el campo sindical se daba una intención de reorganización independiente en dos aguas: el sector que crearía después Movimiento Intersindical de Trabajadores, MIT, y un pequeño grupo con posturas más rígidas que publicaba el período “Avanzando”. En ese marco de forzó la vinculación de posturas fuertes en el exterior con el funcionamiento de una Organización No Gubernamental, el Banco Paraguayo de Datos, BPD. La represión se desató contra todos y obviamente Sonia Aquino también fue alcanzada de lleno. Juntamente con otras personas, hombres y mujeres, Sonia Aquino resultó literalmente secuestrada el 11 de mayo de 1983, cuando el Banco Paraguayo de Datos, BPD, fue tomado por asalto por los miembros de la Policía Política. Sonia permaneció durante 10 días en el tenebroso Departamento de Investigaciones, donde se encontraban recluidas alrededor de 50 personas más. De ese total, unas 20 fueron procesadas por presunta violación de las leyes 209 y 294, denominadas “liberticidas”. Las mujeres detenidas fueron trasladadas a la cárcel de mujeres, el “Penal del Buen Pastor”, mientras que los varones quedaron recluidos en la Penitenciaría Nacional de Tacumbú. De acuerdo con el parte policial los detenidos pretendían fundar el “Partido de los Trabajadores”, eran “agentes del comunismo y de la subversión internacional”, con un componente nuevo para la represión stronista en el caso de las mujeres, ya que “intentaban conformar un movimiento feminista en el país”. De hecho, ese grupo fue el primero de mujeres en ser apresadas por intentar conformar un movimiento feminista. Como la represión de mayo de veía venir, las mujeres que estaban involucradas en el proyecto de creación del movimiento feminista, juntamente con Sonia, se reunieron para evaluar cómo proceder en el peor de los casos. Las reuniones se realizaron en las casa de Sonia y de Pelusa Villagra, alternadamente, y por unanimidad se decidió reivindicar el derecho de las mujeres a organizarse, pese a que se acordó preservar los nombres de las personas que no querían aparecer vinculadas con el proyecto. Fueron compañeras de prisión de Sonia Aquino otras incansables luchadoras, como Eulalia Leguizamón, “Lali”, Raquel Rojas, Margarita Mussi y Estela Ruffinelli.

Voz y vez de las mujeres Corrían los años 80 cuando el feminismo como expresión de género irrumpió con fuerza en el país. Bajo el impulso de esas ideas, especialmente novedosas para el Paraguay, un grupo de mujeres impulsó la creación de una nueva agrupación, la Unión de Mujeres Paraguayas, UMPA. Entre otras, además de Sonia Aquino se destacaron en la iniciativa Ligia Prieto, Perla Yore, Diana Bañuelos, Pelusa Villagra, Raquel Rojas y Josefina Frascherí. Una divergencia en cuanto a lo que se buscaba a través de la experiencia, sin embargo, hizo de divisora de aguas, pues mientras algunas se empeñaban por dotarle a la UMPA de un carácter meramente

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democrático-reivindicativo, otras presionaban por la realización de análisis más profundos y por la asunción de posturas de defensa de los intereses de género. Admitían no entender del asunto de manera acabada, pero pensaban que las mujeres debían asumir la doble tarea de pugnar por el fin de la dictadura (1) y por la equidad de género (2). De hecho, después de distanciarse de la UMPA, Sonia y otras compañeras pasaron a realizar estudios, lecturas colectivas, debates y encuentros, con la expresa finalidad de lanzar una opción de género. Es más, en reiteradas oportunidades se hicieron pronunciamientos que fueron firmados por el autodenominado “Movimiento Feminista del Paraguay”. No pasó mucho tiempo, sin embargo, para que para Sonia y otras compañeras suyas, se abriesen nuevos desafíos. Por una parte, al recuperar su libertad, se vio obligada, así mismo: obligada, aunque por sí misma, a sumarse a la lucha por la libertad de todas las prisioneras y todos los prisioneros políticos.

En las barricadas Pero donde Sonia encontró el frente de combate más apropiado, como vestido hecho a su medida, fue en el campo de las luchas sociales, en general, y más específicamente sindicales. Un poco antes de la represión de mayo de 1983 tanto ella como Josefina Frascheri trabajaban con un grupo de mujeres que laboraban en una fábrica. Sonia vio cómo la incipiente organización de género que crearan con tanto esfuerzo se metamorfoseaba en una organización de clase. En los calabozos se evaluaban ese tipo de experiencias y se sacaban conclusiones que irían a marcar a sangre y fuego la vida de las militantes de alma. De hecho, después de salir de la prisión, Sonia Aquino, así como Josefina Frascheri, se integraron de lleno al movimiento gremial y sindical. Sonia pasó a militar en el Sindicato de Empleados y Obreros del Comercio (SEOC) que ya en esa época tenía conformada la comisión de mujeres. La misma cosa ocurría con la Federación de Trabajadores Bancarios (FETRABAN), que también tenía conformada su comisión de mujeres. Las periodistas también estaban tratando de organizar su comisión y todos enmarcaban sus actividades en el seno del Movimiento Intersindical de Trabajadores (MIT), la estructura sindical más vigorosa y dinámica que se creara en la fase final del stronismo. Era un período especial en el Paraguay, cuyo rasgo distintivo era el agotamiento de la dictadura. Las movilizaciones se tomaban más frecuentes y masivas. El MIT apostaba a articularse con sectores políticos de oposición, como los partidos Liberal, Febrerista y Demócrata Cristiano, con quienes compartía un anhelo común: ponerle punto final a un régimen que ya se había prolongado en demasía, el stronismo.

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Dos testimonios ilustrativos Sonia recuerda dos momentos de su militancia, que se reproducen literalmente: “...También planteábamos cuestiones más amplias, como ser el acto que organizamos en la plaza O’leary, donde una semana antes, en el marco de los festejos por el día de la primavera, una muchachita fue desnudada y manoseada ante la actitud pasiva de la policía”. “La comisión de mujeres de los sindicatos se reunió con la comisión de mujeres de los partidos políticos para programar un acto de repudio en la plaza O'leary. No solicitamos el permiso, pero comunicamos al Ministerio del Interior, donde decíamos que era un acto de repudio y en contra de la violencia. Recuerdo que en un volante decía: “Para concurrir con una flor en la mano y la indignación en nuestros corazones”. “La plaza estaba rodeada de policías y fuimos entrando de a una... Cuando abre su cartera la compañera Diana Bañuelos y se coloca el chaleco de papel sulfito, viene la policía, le estira y rompe el chaleco y empieza el forcejeo con nosotras...” Hicimos mucho barullo, atajando todo el tránsito y luego nos dispersábamos subiéndonos al primer colectivo para desaparecer. Eran estos, algunos de los métodos que utilizábamos en la lucha final contra la dictadura.”

Un compañero para el recuerdo: “Gumercindo Brítez militó con nosotros en la Juventud Paraguaya por los Derechos Humanos. Hasta hoy se lo tiene como “desaparecido”, porque nunca fue entregado el cuerpo a sus familiares. Cayó en el marco del llamado “Caso Caaguazú”, en marzo de 1980, y según nos contaron fue degollado por los represores, junto con otros compañeros. Fue el marido de la compañera Margarita Báez, a quien después la conocí en la prisión y resultó ser una militante sumamente solidaria”.

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PARTE III TEMPLE DE COMBATIENTES La militancia política en los tiempos de la intolerancia extrema significó la exposición a riesgos de todo tipo para las que osaban desafiar al sistema. Las adversas condiciones las fueron templando, convirtiendo a esas mujeres en personas especialmente sensibles, al tiempo que las tornaba más resistentes ante las adversidades. 1. Carmen Soler 2. Celsa Ramírez 3. Gloria Estragó 4. Guillermina Kanonikoff

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CARMEN SOLER Carmen Soler, “Mamacha”, nació el 4 de agosto de 1924, en Asunción, siendo sus padres Carmen Canale y Miguel Ángel Soler. Apenas un año antes, en 1923, había concluido una de las más violentas guerras civiles, la llamada “Revolución de 1922”, que enfrentara a dos facciones del dominante Partido Liberal. El mandato fue concluido por Eusebio Ayala y ese año fue electo para un período constitucional Eligió Ayala. Sus padres tuvieron cuatro hijos: Dalila, Yoyi. Miguel Ángel y Carmen. Cuando apenas era una niña de 12 años, en febrero de 1936, un golpe de Estado depuso al presidente Eusebio Ayala, asumiendo la Presidencia el coronel Rafael Franco; estaba en marcha la llamada “Revolución Febrerista”, que puso punto final a la hegemonía liberal que se había prolongado por más de 30 años. El padre de Carmen, Miguel Ángel, era abierto partidario del movimiento, siendo convocado por el coronel Franco para que aportara como embajador ante la República de Argentina, cargo que desempeñó entre febrero de 1936 y setiembre de 1937, cuando se depuso al Gobierno. Cuando el sector liderado volvió al poder, durante la denominada “primavera democrática”, entre julio de 1946 y enero de 1947, Miguel Ángel Soler ocupó el cargo de ministro de Relaciones Exteriores. Al margen de cualquier otra consideración, por los antecedentes familiares era más que evidente que Carmen tenía todos los elementos para desarrollar una especial sensibilidad política, siendo su vida coherente con el pasado familiar. Y nada tiene de llamativo que del Partido Febrerista ella -así como su hermano también de nombre Miguel Ángel- se pasará al Partido Comunista, decisión que se tomara colectivamente en 1951, si bien no todos los integrantes de la izquierda febrerista acompañaron esa decisión. Carmen contrajo un primer matrimonio siendo muy joven y tuvo con su compañero, Kiná Aponte, una hija, María Eugenia. Separada de su primer esposo, se volvió a casar en 1957, pero en esa oportunidad lo hizo con un compañero con quien compartía sueños e ideales, Carlos Luís Casabianca. Ambos migraron del Partido Febrerista al Comunista y mantendrían por siempre sus posturas revolucionarias con firmeza.

Reiteradas detenciones El general Alfredo Stroessner había asumido el poder tras el golpe de Estado del 4 de mayo de 1954, que depusiera a Federico Chaves, presidente desde 1949. Por una cuestión de rigor histórico habrá que precisar que desde que terminara la Guerra Civil de 1947, el país soportó diversas dictaduras, estando la persecución de los adversarios políticos en el orden del día. En ese marco, precisamente, en 1955 se allanó la casa de Carmen Soler y ella terminó siendo recluida en la Cárcel del Buen Pastor. Pocos años después -y ya casada con Casabianca- se vio forzada a ir al exilio, si bien poco tiempo después estaban ambos participando de las tareas de apoyo a la imponente movilización estudiantil que se diera durante la primera mitad del año 1959.

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Por determinación del Partido Comunista, comprometido con la creación de un movimiento guerrillero, el Frente Unido de Liberación Nacional, FULNA, Carmen y Carlos Luís tuvieron que ingresar clandestinamente al país. La misión específica de los mismos era organizar el comando central del movimiento en la capital. En ese marco, el 16 de enero de 1960 fueron detenidos y brutalmente torturados por agentes del Departamento de Investigaciones. Carlos Luís Casabianca estaba desaparecido, por lo que Carmen se declaró en huelga de hambre y sed, exigiendo su libertad y la aparición con vida de su marido. Carmen fue desterrada, arrojada a la ciudad fronteriza de Clorinda, mientras que a Carlos Luís se lo llevaba al Penal de Tacumbú y se lo sometía a proceso por presunta violación de la ley liberticida 294. El año 1960 fue particularmente difícil, pues a mediados de año se dieron las incursiones de las columnas guerrilleras, tanto del Movimiento 14 de Mayo, como del Frente Unido de Liberación Nacional, FULNA. Las detenciones, torturas y asesinatos se habían tomado frecuentes. En 1964 Carmen y su marido volvieron a ingresar clandestinamente al Paraguay, con el propósito de contribuir a las luchas por el derrocamiento del general Alfredo Stroessner. No obstante, se soportaba recientes derrotas, sobre todo por los fracasos simultáneos de los dos movimientos guerrilleros, por lo que las actividades se realizaban en condiciones sumamente precarias. El jefe comunista Oscar Creydt había lanzado la consigna de “no caer en manos del enemigo vivo”, por lo que varios destacados luchadores murieron abatidos por fuerzas policiales. Las gestiones de Carmen y su marido se centraron en la elaboración y la distribución del periódico “Adelante”, pero como las fuerzas represivas estuvieron a punto de prenderlos, se vieron forzados a refugiarse de nuevo en el extranjero. En 1968 varios dirigentes comunistas retomaron al Paraguay con la expresa finalidad de reorganizar el Partido Comunista dentro del territorio nacional. Gran parte de los mismos terminaron siendo detenidos. Carmen, quien también había retomado para ayudar fue delatada y terminó siendo apresada en la “Técnica”, donde fue brutalmente torturada. Narraba Carlos Luís Casabianca, su ex marido, que “para impedir seguir siendo torturada, Carmen se cortó las venas del brazo y desangrándose la internaron en el Policlínico Policial, de donde la encerraron otra vez en un calabozo de “La Técnica”. Allí declaró una huelga de hambre por su libertad que duró 30 días... Luego la desterraron de nuevo”. Ese intento de reorganización partidaria se dio en momentos especialmente delicados, pues por una parte el Partido Comunista se había dividido desde 1965 en adelante en dos Partidos Comunistas, uno “pro-soviético” y otro “pro-chino”. Sin entrar en detalles, habrá que destacar que el período se caracterizaba por la fragmentación de los partidos comunistas en dos sectores claramente diferenciados, unos con referente en Moscú y otros en Pekín. Por otra parte -y no solamente en Paraguay, también, sino en todo Occidente- los años 60 fueron el momento en que se crearon las organizaciones de la denominada “nueva izquierda”, sobre todo más radical, y más que sobre todo contestando las experiencias de los partidos comunistas, vistas como incapaces de hacer avanzar la lucha por el socialismo.

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Carmen no renegó de sus ideales comunistas en ningún momento y dio testimonios suficientes sobre su coherencia en la lucha contra la dictadura, pues además de soportar varias detenciones, en las que invariablemente era torturada, mostraba fuerza para seguir luchando, ya sea redactando un periódico, ya sea escribiendo poemas comprometidos, ya sea liderando campañas de solidaridad con sus compañeros reprimidos.

Vocación internacionalista De vuelta al exilio, a comienzos de los años 70 Carmen y su marido se sintieron seducidos por la idea de apoyar la rica experiencia inaugurada en Chile, tras el triunfo electoral de la Unidad Popular, que llevara al socialista Salvador Allende a la Presidencia de la República. La experiencia se tomó seductora para los dirigentes y activistas de todas las latitudes, pues incorporaba un elemento bastante novedoso: la posibilidad de llegar al poder y realizar transformaciones socialistas en un contexto pacífico. De hecho, lo que los analistas y estudiosos dio en llamar “la vía chilena al socialismo” básicamente consistió en la posibilidad, aparentemente irrefutable, de tomar el poder y llevar adelante medidas revolucionarias sin apelar a “la violencia revolucionaria”. Para comprender acabadamente el alcance de este punto hay que tener en cuenta que en el marxismo todo proceso revolucionario implicaba necesariamente empleo, uso de “la violencia revolucionaria”. Si de hecho revolución equivalía a cambio radical, las experiencias en que se basaba la teoría eran la Revolución Francesa de 1798, por una parte, y la Revolución Rusa de 1917, por otra parte. De ahí es que procesos como el de la Revolución China y mismo de la Revolución Cubana confirmaban la regla, y no a la inversa, que sí pareció darse en Chile, cuando el triunfo de la Unidad Popular llevo a Salvador Allende al poder, abriendo la posibilidad concreta de realizar en el país cambios generalizados y profundos, de claro contenido socialista. Fidel Castro, una de las leyendas vivas de la izquierda mundial, visitó Chile en 1972 y pudo constatar en directo que “la vía chilena al socialismo” era perfectamente posible. Había juego de fuerzas, por supuesto, pero solamente el imponente recibimiento de que fuera objeto el líder guerrillero cubano lo convenció de que en el país andino se estaba avanzando a pasos firmes en dirección al socialismo. Tal fue el caso, que la visita que se anunciara corta, se prolongó. Pero paralelamente a los hechos que se daban en Chile, en el país vecino, Argentina, las movilizaciones populares estaban pre-anunciando el fin de la dictadura militar a comienzos de los 70. Las masivas concentraciones eran acompañadas -sin conexión alguna- por acciones armadas, muchas de alta espectacularidad, llevadas adelante por organizaciones de izquierda que sobre todo había atrapado a la militancia juvenil. En la Argentina, de hecho, se reclamaba el retorno de los militares a los cuarteles, el retorno del general Juan Domingo Perón al país y la realización de profundos cambios socioeconómicos. Es decir, el Cono Sur contaba con dos procesos preocupantes, el de Chile, ya definido, y el de Argentina, a definirse por la izquierda, conforme indicaban las tendencias.

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Para más, dos procesos más preocupaban a los conservadores en América Latina: -

El liderado por Velasco Alvarado en el Perú, de claro corte nacionalista, y El reclamo panameño de la propiedad del canal, bajo el liderazgo de Torrijos.

En ese conjunto de situaciones habrá que buscar las explicaciones últimas del miserable golpe de Estado que pudo fin abruptamente al proceso político chileno. El general Augusto Pinochet lideró el golpe de Estado de carácter conservador, que se concretó el 11 de setiembre de 1973, y Carmen y Carlos Luís, que se encontraban en Chile en ese momento, se sumaron a las acciones de resistencia, pese a que la misma resultó rápidamente controlada, ya que los militares apelaron a medidas en extremo violentas para “persuadir” a los dirigentes y militantes de izquierda. El presidente constitucional chileno, Salvador Allende, rechazó la oferta de salir del país con la garantía sobre su integridad física y la de su familia, así como sobre sus bienes. Se puso un casco de combate, tomó una metralleta y dio la consigna: -

¡La guardia muere, pero no se rinde, mierda!

Allende terminó siendo asesinado; más adelante murió también Pablo Neruda. Carmen “Mamacha” Soler participó de la sentida despedida del laureado poeta chileno. En ocasión del entierro de Pablo Neruda, centenares de manifestantes coreaban ante los militares: “Allende Vive, Neruda Vive”. El 23 de octubre de 1973, a más de un mes del golpe de Pinochet, Carmen y su marido salieron de Chile; sentían dolor por el desenlace, pero un profundo respeto por sí mismos, por haber acompañado de cerca el rico proceso de cambio, con actitud solidaria, como expresión inequívoca del internacionalismo que Carmen siempre reivindicaba.

La muerte de Miguel Ángel Pero la adversidad no se limitó a la violenta represión que se desatara en Chile, para poner fin a uno de los procesos políticos más prometedores; la adversidad tocaría a sus puertas de manera más directa e inmisericorde dos años después, en 1975. Fue en el mes de diciembre de 1975 que el hermano de Carmen, Miguel Ángel Soler, Secretario General del Partido Comunista Paraguayo, fue preso en los alrededores de la capital paraguaya y la Policía Política stronista se negaba a dar noticias sobre el mismo. El Partido Comunista Paraguayo, PCP, se encontraba en el marco del más serio proceso de reorganización desde un tiempo atrás, por lo que muchos de sus más prominentes cuadros políticos se encontraban en el país. El periódico “Adelante” circulaba con cierta regularidad, desde años atrás, por lo que la Policía Política estaba de alguna u otra manera alerta ante lo que presumía era un retomo de los comunistas a la arena política. La detención de los “técnicos” del partido -del de la Juventud y del de los mayores- llevó a la captura de un gran número de dirigentes y activistas, entre los cuales tres prominentes miembros del Comité

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Central, máxima instancia de conducción de la organización: Miguel Ángel Soler, el más importante dirigente, Derlis Villagra y Octavio Rubén González. Los tres dirigentes de mayor peso “desaparecieron”, circulando varias versiones sobre la forma en que habrían sido asesinados. De Miguel Ángel, hermano de Carmen, se dijo, por ejemplo, que le lanzó un escupitajo al poderoso jefe de la Policía Política del general Stroessner. Cualquiera haya sido el caso, lo cierto y lo concreto es que la “desaparición” de Miguel Ángel fue un golpe doloroso y amargo que alcanzó de lleno a Carmen, su hermana biológica y política. Poetisa, Carmen dedicó un poema años después al hermano desaparecido, poema titulado “Calabozo de castigo”: Uniformes, metralletas, Que morir no es el problema patio, pasillos estrechos, y sí vivir con acierto, puerta de hierro maciza, centinela de consignas, cerrojo y candados negros, vigía de nuevos tiempos. Una boca que se abre Calabozo de castigo, dos metros por metro y medio; dos metros por metro y medio, pisos, techos y paredes ¡Un espacio tan pequeño desnudos como el desierto... con un sol rojo en el centro!

“Mamacha”, Carmen Soler, así como sus demás familiares nunca supieron de Miguel Ángel, salvo las versiones que alguno que otro ex preso soltaba, versiones que no necesariamente se ajustaban a la verdad. De todos modos, con orgullo justificado Carmen dejó la vida con pleno conocimiento sobre que su hermano, jefe de los comunistas paraguayos, había caído como un héroe, sin doblarse ante el enemigo.

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Tampoco caben dudas, sin embargo, que de todos los embates adversos, la desaparición forzada de Miguel Ángel fue uno de los más fuertes.

El dolor del destierro Varias veces expulsada del país, Carmen terminó incluso siendo forzada a vivir fuera de su querida región, y más, hasta fuera de América Latina. En los años 70 cayeron dos de los países que hasta entonces presentaban democracias relativamente estables, Uruguay y Chile. Ambos países soportaron golpes militares a comienzos de los 70, por lo que las restricciones para la sobrevivencia de los exiliados se incrementaron. En Argentina, sin embargo, se vivía a comienzos de los 70 un proceso prometedor: los militares estaban siendo forzados a retomar a sus cuarteles, Perón volvió al país y las libertades públicas posibilitaron la rápida y amplia organización de obreros, campesinos y jóvenes, que presionaban por cambios de fondo en el país. La muerte de Juan Domingo Perón, en julio de 1974, provocó una nueva situación política, pues la viuda del caudillo, Estela Perón, quedó como primera mandataria, mientras que el poder real ejercían personas sin escrúpulos, sobre todo el “mago” López Rega, fundador de una de las organizaciones represivas de más nefasta trayectoria en el Cono Sur de América: las llamadas triple A (Alianza Anticomunista Argentina). La inestabilidad favoreció la peor salida, el golpe de Estado de marzo de 1976, que llevó a una Junta Militar al poder, presidida por el general Rafael Videla, que fue responsable principal de lo que se llamó “Guerra Sucia”, experiencia negra en Argentina que costó la vida de más de 30.000 jóvenes. Carmen Soler, al igual que otros militantes de izquierda, no pudo radicarse en ese “su segundo país” en esas condiciones. Desde 1974 Carmen y su marido estuvieron viviendo durante largos años en Suecia, la Unión Soviética y en Cuba, retomando apenas a la Argentina después de la caída de la dictadura militar. Carmen se refugió en la poesía para soportar el duro revés del exilio. Incluso hay poemas escritos sobre Suecia, que resultan hasta autobiográficos, como el caso de “Estocolmo”, que dice: “Llegamos un 20 de agosto de 1974 / a Stockholm, Estocolmo / para nosotros. / Veníamos del Sur de Suecia / -hoteles, escuelas- / llamados “campamentos” / por la modestia sueca / donde gente como Eva Melin / nos infundía confianza / y fuerza. / “Jag cam from Chile” / Yo vengo de Chile / fue lo primero / que aprendimos a decir / reviviendo cada vez / su horror de sangre”. En 1984, en Buenos Aires, Argentina, Carmen escribió uno de sus últimos poemas, que resumía su historia de vida de una manera nítida. El poema se titulaba “1968 - 1984” y decía: “Mi primer libro / y ahora los últimos. / Entre tanto / cuántos años pasaron! / Y yo sin darme cuenta / Se fue la juventud, / se fue la vida. / Entre una prisión y otra / entre un exilio y otro / entre luchas

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conmigo mismo / y con los demás / además / de la lucha con las palabras / escribiendo siempre / y rompiendo lo escrito / y volviendo a escribir”. Gran parte de la vida de Carmen “Mamacha” Soler transcurrió en el exilio. Y fue en el exilio, concretamente en Buenos Aires, Argentina, “segunda patria de Carmen”, que un 19 de noviembre de 1985 fallecía. No consiguió ver realizado uno de sus sueños, la caída de la dictadura en el Paraguay, pero se fue consciente de que la crisis del régimen colocaba en la agenda el fin inevitable de la larga pesadilla.

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CELSA RAMIREZ Era un día 10 de mayo de 1950 cuando en Guarambaré, Departamento Central, nació Celsa Ramírez, hija de José Nicolás Ramírez y María Lina Rodas, ambos trabajadores asalariados y ambos militantes del Partido Comunista Paraguayo, PCP, organización sometida a una feroz persecución con posterioridad a fin de la contienda civil de 1947, apenas desde tres años antes del nacimiento de Celsa. Sobre todo por la implacable persecución de que fuera objeto la pareja, María Lina y José Nicolás fueron a vivir a Buenos Aires, Argentina, por largo tiempo. María Lina trabajaba en una fábrica de ropas de vestir, mientras que José Nicolás era obrero de la construcción. Además de sostener a Celsa, María Lina enviaba regularmente un poco de dinero a su madre, Romualda Rodas, quien residía en la ciudad de Itá. Y fue justamente cuando la madre de María Lina enfermara que ella vino al Paraguay, en mayo de 1968, siendo detenida por la Policía Política. La madre de Celsa estuvo recluida en los calabozos del stronismo durante casi 10 años, siendo liberada el 30 de marzo de 1978, yendo de inmediato a Buenos Aires a juntarse con su marido, José Nicolás, ya muy enfermo por entonces. En 1979 quedó viuda, por lo que finalmente se trasladó a vivir a Formosa, junto con Celsa, ciudad fronteriza con Paraguay.

La represión de 1975 A comienzos de los años 70 el stronismo puso en libertad a Derlis Villagra, la mayor promesa juvenil del Partido Comunista Paraguayo, PCP, preso desde que Pastor Coronel asumiera la jefatura del Departamento de Investigaciones de la Policía, a comienzos de la segunda mitad de los años 60. Poco antes de retomar al Paraguay, Derlis formó pareja con Celsa Ramírez. Ellos acompañaron activamente el proceso de reorganización del partido, que liderara Miguel Ángel Soler, entre los mayores, y Derlis Villagra entre los jóvenes. El vigoroso trabajo se hizo con cierto descuido, pues lo cierto es que el partido reorganizado estaba en las manos de sus dos “técnicos”: Olegario Rodríguez, entre los mayores, y Taurín Portillo entre los jóvenes. Tanto Soler como Villagra eran plenamente conscientes de la peligrosidad de la distorsión, pues si bien había facilitado la rápida estructuración del esquema político clandestino, el riesgo era proporcional a la distorsión, demasiado grande. A finales de noviembre se desencadenó la represión al Partido Comunista, siendo justamente los “técnicos” los que inicialmente fueron detenidos. La consecuencia fue terrible, pues en días se desmanteló por completo la organización. Miguel Ángel Soler fue detenido en Fernando de la Mora, cayendo con él el archivo de la incipiente organización. Derlis Villagra y Celsa Ramírez estaban viviendo en Asunción, en una casa alquilada en el barrio Republicano. Cuando efectivos de la Policía Política fueron hasta el lugar, Celsa, embarazada de más de cuatro meses de su primer hijo, se encontraba sola; fue detenida el 29 de noviembre en esa casa, la que terminó siendo literalmente rapiñada. Derlis no se encontraba en la casa, pero fue detenido y “desaparecido”.

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En diciembre de 1975 el intento de reorganización partidaria se había desmontado casi por completo. Sus principales líderes habían sido detenidos y los que consiguieron escapar salieron del país. Los principales jefes del PCP: Miguel Ángel Soler, Derlis Villagra y Octavio Rubén González, fueron “desaparecidos”, técnicamente hablando; en realidad fueron vilmente asesinados, circulando varias versiones sobre las circunstancias en que ello se diera. Se dijo, por ejemplo, que Derlis había sido amarrado en cruz a un crucifijo gigante, forzando el estiraje de los miembros superiores e inferiores; que Soler le lanzó un escupitajo al jefe del Departamento de Investigaciones, Pastor Coronel, quien le respondió con una patada a la altura del pecho, que a su vez le provocó un paro cardiaco... Se dieron otras versiones, pero nunca se comprobó la veracidad de las mismas; lo cierto y lo concreto es que los tres jefes comunistas desaparecieron; nunca se supo a ciencia cierta qué pasó con ellos. Celsa Ramírez fue privada de su compañero, pareja y camarada. Tenía apenas 25 años y esperaba un hijo del joven líder comunista. Además, su madre estaba presa y su padre, comunista también, estaba enfermo, en el exilio, en Argentina. Estaba ante una severa adversidad, pero sabía que tenía mucho que honrar y se dispuso a “enfrentar al enemigo”.

Brutales torturas En la sección denominada de “Vigilancia y Delitos”, repartición clave del Departamento de Investigaciones, ya que allí se realizaban las principales operaciones de torturas a los detenidos, se alojó a Celsa Ramírez. La Policía Política sospechaba que ella estaba en conocimiento de muchas cosas con respecto al trabajo partidario, ya que era la pareja de uno de los principales referentes del comunismo paraguayo. Embarazada de más de cuatro meses, el estado de gravidez de Celsa era visible para todos. Para los investigadores, ese hecho en nada resultó relevante; trataron a Celsa con el mismo rigor con que trataban a los demás prisioneros sometidos a interrogatorios: golpes, descargas eléctricas e inmersiones en la “pileta”. Los policías la mantuvieron en un pequeño calabozo, tan pequeño que ella dormía en posición fetal en el lugar, pues por sus dimensiones resultaba imposible extender las piernas. Además, Celsa fue forzada a presenciar las torturas que se propinaban los presos comunes entre sí, por orden de los policías, lo que se hizo con la deliberada intención de minar su moral. Durante los primeros 15 días la tortura fue permanente, repetitiva; en ese período Celsa permaneció engrillada en las piernas, por lo que se le formaron llagas. Los grillos apenas se le retiraron cuando las llagas comenzaron a descomponerse. Con esposas en las manos, ella permaneció durante dos meses y medio. La prohibición de establecer comunicaciones con personas de fuera del lugar de reclusión se extendió durante tres largos meses. Desde “Vigilancia y Delitos”, Celsa fue conducida a otro centro de reclusión: la Comisaría de Fernando de la Mora, aunque del mismo modo la tenían siempre con esposas, aunque en una sola mano, conectada a un banco. Lo único que ella consiguió es que le cambiaran de mano esposada cada cierto tiempo.

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El 21 de abril de 1976 nació su hijo Derlis Miguel, para lo cual Celsa fue trasladada de la Comisaría de Fernando de la Mora al Policlínico Policial “Rigoberto Caballero”. El parto no presentó dificultades y Derlis Miguel se convirtió en el preso político más joven del Paraguay. Ni bien nació, Celsa y su hijo fueron a su lugar de reclusión, Comisaría de Fernando de la Mora, de donde saldrían solamente meses después, el 6 de setiembre, para ser llevados al Campo de Concentración de Emboscada.

Campo de Concentración El traslado de Celsa (y Derlis Miguel) al Campo de Concentración de Emboscada tuvo diversas significaciones para ella, algunas positivas y otras negativas. Entre las cuestiones positivas se destacaron tres, de inmediato: -

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Por una parte, al entrar en contacto con todos sus compañeros, tuvo una información más acabada sobre los alcances de la represión, así como sobre la suerte que a cada cual le correspondió. Por otra parte, pudo entrar en contacto directo con las verdaderas leyendas vivas del Partido Comunista Paraguayo, PCP, los presos políticos más antiguos del continente, por cuya libertad tanto había luchado: Antonio Maidana, Alfredo Alcorta y Julio Rojas.

Finalmente, el hecho de estar con muchos compañeros de sueños y de lucha le pareció un ámbito más propicio para el buen crecimiento de Derlis Miguel, su hijo. Entre las cuestiones negativas se destacaron dos, de inmediato: -

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Por una parte, la falta de informaciones fidedignas sobre la suerte y el paradero de su compañero y pareja, Derlis Villagra. Escuchó versiones sobre su suerte, de hecho, pero ninguna de las informaciones merecía crédito suficiente. Por otra parte, el Campo de Concentración estaba superpoblado, con más de 500 prisioneros en una estructura capaz de soportar como máximo 300, y reglas muy rigurosas, entre las que se destacaban el intento de someter a los presos a trabajos forzados, la imposibilidad de permanecer en espacios abiertos (Que abundaban) y el régimen de visitas cortas (De 5 a 10 minutos).

Los prisioneros se organizaron y enfrentaron a las autoridades militares y policiales, y en poco tiempo consiguieron mejorar radicalmente las condiciones de reclusión. Es interesante el hecho de que el Campo de Concentración estaba custodiado por policías y militares, una fuerza conjunta creada por el general Alfredo Stroessner para la lucha contra-insurgente. De hecho, el jefe máximo de la prisión era un militar: coronel José Félix Grau. Celsa Ramírez acompañó las luchas de los prisioneros, lo que sobre todo resulta esencial dejar expresamente sentado si se tiene en cuenta que los presos fueron divididos en sus opiniones. Los directores pedían “buena conducta” y aseguraban que la “buena conducta” o “mala conducta” incidirían sobre la suerte definitiva de cada cual. Uno de los encargados de fiscalizar el comportamiento de los presos era un sacerdote, el “Pa'í Ramón Mayans”, muy amigo del jefe de Investigaciones, Pastor Coronel, y “negociador” de la liberación o no de los prisioneros políticos.

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Celsa compartía con otras prisioneras una situación similar, como las parejas de Carlos José Mancuello y Octavio Rubén González, también desaparecidos. De hecho, entre 1976 y 1977 los presos presionaron de diversas maneras por la aparición con vida de los mismos. Un elemento digno de destacar es que pese a la severa adversidad que Celsa soportara en esos años, sobre todo por la desaparición de su pareja, no dejó de mostrarse alegre y cooperadora con sus demás compañeras y compañeros. Ella poseía una serie de cualidades artísticas, sobre todo en la ejecución del arpa, por lo que participaba activamente de los festivales o “peñas” que se organizaban en el Campo de Concentración los días de visita, para distraer a los familiares de los prisioneros políticos.

La lucha por su pareja Pese a que todo indicaba que la desaparición de Derlis Villagra sería definitiva, Celsa no dejaría de presionar a las autoridades por la aparición con vida del mismo, lucha en la que encontraría la plena solidaridad de sus compañeros de adentro y de afuera de la prisión. La medida más drástica consistió, de hecho, en la huelga de hambre que Celsa declara en compañía de otros presos políticos, reclamando la aclaración sobre la suerte corrida por los presos llamados “desaparecidos” y la liberación de todos los prisioneros políticos. Esa huelga de hambre se inició el 11 de junio de 1978 y tuvo el apoyo de dos instancias de lucha legales, de fuera de la prisión: la Asamblea de Familiares de Presos y la Juventud Paraguaya por los Derechos Humanos, JPDH. La JPDH trabajaba de manera articulada con los familiares de los presos y desaparecidos, organizando diversas jomadas de lucha, entre las que se destacaron tres: la ocupación de la Nunciatura Apostólica, la visita relámpago al Congreso y la invasión de los jardines del mismo Palacio de Gobierno por los familiares. La huelga de hambre en cuestión se hizo articuladamente y tuvo alto impacto no solamente por eso, sino porque existía una coyuntura favorable para ese tipo de combates, desde que los Estados Unidos de América comenzara a promover la redemocratización de los diversos países de América Latina, incluyendo a Paraguay. Celsa se vio forzada a abandonar la medida de fuerza después de un mes y doce días; el 23 de julio tuvo que acompañar al hijo, Derlis Miguel, al Policlínico Policial, donde se lo internó por un malestar. Después de ingerir alimentos, ya bien recuperada, Celsa y Derlis Miguel fueron llevados a la Comisaría de Fernando de la Mora, el 4 de agosto -no ya al Campo de Concentración de Emboscada- y pocos días después, el 10 de agosto, Celsa y Derlis Miguel salieron en libertad. Desde afuera, al igual que los demás que iban saliendo en libertad, Celsa acompañó las campañas por la liberación de todos los prisioneros políticos del Paraguay. En ese campo, el general Alfredo Stroessner estaba soportando una dura derrota, pues el Campo de Concentración se estaba desmontando, mientras que la mayor parte de los presos recobraban su libertad. Un acto especial se dio a fines de 1978, la campaña “Por una Navidad sin Presos ni Desaparecidos”, que convocó a miles de personas y resultó decisivo para la completa liberación de todos los presos. Fue tan relevante que los partidos de oposición democrática aprovecharon ese marco para lanzar el naciente

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frente anti-dictatorial, el “Acuerdo Nacional”, integrado por los partidos Liberal Radical Auténtico, Revolucionario Febrerista y Demócrata Cristiano, además del Movimiento Popular Colorado, MOPOCO.

De nuevo al exilio Pero la masiva liberación de los prisioneros políticos no significaba el fin de la represión política en el país. La situación había mejorado ostensiblemente durante 1979, pero en marzo de 1980 se produjo un grave incidente que traería de vuelta a flor de piel todos los temores sobre una extendida represión política. Entre el 7 y el 8 de marzo de 1980 una columna de 20 campesinos -incluyendo a dos mujeres- tomó por asalto un ómnibus de línea y anunció el inicio de la lucha armada contra el stronismo. El Gobierno movilizó 5.000 efectivos militares para sofocar el levantamiento y en el marco del enfrentamiento entre insurgentes y represores, el 11 de marzo del 80, murieron fusilados 10 de los campesinos que se habían alzado en armas. A eso le siguió, obviamente, una fuerte represión; uno de los presos, ya anciano, murió en el Departamento de Investigaciones. A partir de esa fecha, 7 y 8 de marzo de 1980, se instaló en todo el país un clima abiertamente represivo, en cuyo marco el Comité de Iglesias aconsejó a algunos políticos de izquierda a abandonar el país. Entre estos, se le sugirió a Celsa Ramírez, y a su nueva pareja, Carlos Salaverry, a hacer lo mismo. Ambos fueron al Brasil, que por entonces comenzaba a abrirse políticamente. No era aconsejable, de hecho, instalarse en la Argentina, aún sometida a un peligroso régimen militar, capaz de asesinar o hacer desaparecer a cualquier activista de izquierda. Celsa y Carlos viajaron a San Pablo, Brasil, el 7 de abril. Celsa estaba embarazada y el 11 de ese mes, apenas cuatro días después de llegar al exilio, estaba naciendo uno de los tres hijos más, además de Derlis Miguel, que tendría con Carlos Salaverry. En el Brasil, Celsa y Carlos participaron de un rico proceso social y político. Ese año, aunque parezca un contrasentido, se fundó primeramente el Partido de los Trabajadores, PT, bajo el liderazgo de Luiz Inacio “Lula” Da Silva, y dos años después se estaba creando la Central Única de los Trabajadores, CUT, liderada por el mismo equipo que coordinaba “Lula”. O sea, primero surgió el partido político, después la central sindical. Celsa acompañó ambos procesos, tanto social como político, pues tenía relaciones con líderes sindicales y políticos relacionados con el PT, que se habían mostrado muy solidarios con ellos desde que llegaran. Se instalaron en una ciudad industrial que lindaba con San Pablo, de nombre Osasco, que solamente perdía en importancia económica para lo que se llamaba el ABC paulista: Santo André, San Bernardo y San Caetano. Obviamente que desde el exilio, Celsa acompañó, también, todas las actividades realizadas para apoyar la lucha por la democratización en el Paraguay. Fueron años de lucha continua, de permanente búsqueda de soluciones para todos los países de América Latina. Los paraguayos, de una u otra forma,

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siempre se organizaban para sumar fuerzas, sobre todo considerando que los militantes brasileños tenían su “Comité de Apoio a los Estranjeiros”. Ni bien cayó el general Alfredo Stroessner, Celsa Ramírez y sus hijos (Ya estaba separada de Carlos Salaverry) retomaron al Paraguay y se instalaron en la ciudad de Itá, a un poco más de 30 kilómetros de la capital. Celsa siempre dijo “presente” toda vez que se la convocaba y nada testimonia de manera tan irrefutable que hizo posible que sus genes y el de su primera pareja irían a incidir, cuando con alegría pudo ver cómo su hijo mayor, Derlis Miguel, cuyos padres fueron Celsa y Derlis Villagra, se convertía en un destacado militante.

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GLORIA ESTRAGÓ Corría el año 1945 cuando en agosto, el 4, nació Gloria Estragó Bieber, hija de Esteban José Joaquín Estragó y María Bieber Kneipp. Ese año había terminado la Segunda Guerra Mundial, hecho que tocaba de cerca al padre de Gloria, pues era europeo, nacido en Cataluña, España, de donde junto con sus padres y sus dos hermanas emigrara en 1912; no obstante, Esteban seguía de cerca los hechos sucedidos en Europa, que fuera escenario de la segunda contienda mundial. Su madre, María, había nacido en Atyra, departamento de Cordillera, en 1912, y de su unión con Esteban habían nacido cuatro hijos más, además de Gloria: María Margarita, Ana, Blanca Victoria y Esteban. El padre de Gloria era panadero y comerciante, pero decidió incursionar también en el montaje de salas de cine, llegando a acumular tres: “España”, “Terraza” y “Gloria”. Después de su temprana muerte, en 1963, a los 58 años, la madre quedó como responsable de los negocios. De hecho, la madre de Gloria murió ya longeva, con 93 años, en el año 2005. La infancia de Gloria transcurrió sin sobresaltos de peso. Cursó sus estudios primarios en la Escuela República Dominicana, de la ciudad de Fernando de la Mora, colindante con Asunción, mientras que la secundaria realizó en uno de los establecimientos más tradicionales del país, el Colegio Santa Teresa de Jesús. Entre sus compañeras de la secundaria se destacaba de lejos Graciela Stroessner, la hija del temible dictador que presidía el Paraguay desde 1954. Además de ella, también fueron compañeras de Gloria, entre otras, María Luisa Chase Píate, Ester Ávalos y Moni Moscarda. De cualquier manera, Gloria no terminó sus estudios secundarios en ese Colegio; prosiguió en el Andrés Bello y concluyó el último año en el Colegio Doctor Facundo Ynsfrán, de Fernando de la Mora, ocasión en que por su alta calificación se le otorgó la medalla de oro. Abogada, sus estudios terciarios lo curso en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Diplomáticas de la Universidad Católica de Asunción, compartiendo directamente con personas que vendrían más adelante a destacarse por diversas razones, como Elba Recalde, Teresita Jariton, Raúl Ántola y Julio Lezcano Claude. Para concluir las referencias biográficas de Gloria en el campo de la formación académica habrá que destacar también que ya después de la caída del general Alfredo Stroessner, realizó un curso de post grado en Ciencias Políticas, que se desarrolló en la sede del Rectorado de la Universidad Nacional de Asunción, ocasión en que tuvo como compañeros de curso a personalidades que desempeñaron, desempeñaban e iban a desempeñar relevantes funciones, como ser el general Aníbal Regis Romero, quien era en ese entonces jefe de la Casa Militar de la Presidencia; Leandro Prieto Yegros, una de las figuras emblemáticas del stronismo; y Nicanor Duarte Frutos, quien más de una década después llegaría a la Presidencia de la República. Para encerrar las referencias estrictamente personales a Gloria se destaca que además de brillante profesional y combatiente incansable, es madre de dos hijos: Claudia Patricia y José Luís Gerardo.

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El Partido Comunista Desafiando todas las prohibiciones dramáticamente vigentes en épocas del stronismo, desde muy joven Gloria dedicó parte importante de su vida a la militancia política, optando conscientemente por la corriente política que con mayor saña se perseguía en ese tiempo, el Partido Comunista Paraguayo, PCP. Desde comienzos de los años 70, el Partido Comunista Paraguayo conocido como “pro-soviético” estaba tratando de reorganizarse en el país, para lo cual habían ingresado clandestinamente algunas de sus figuras más prominentes, como Miguel Ángel Soler, el Secretario General, y Derlis Villagra, quien ya había estado preso hasta comienzos de 1970. Como el Partido Comunista soportaba la más tenaz persecución por parte de la Policía Política stronista, los trabajos de reorganización eran especialmente lentos, extremándose las medidas de seguridad, orientadas a preservar a los dirigentes y militantes. De todos modos, Gloria se sumó a los dos dirigentes mencionados, y juntamente con dos prominentes intelectuales igualmente comunistas: Víctor Jacinto Flecha y Mauricio Schvartzman, fueron la parte central del cuerpo de redactores del vocero oficial del partido, el periódico “Adelante”, que circulaba clandestinamente, aunque con cierta regularidad en los años 1974 y 1975. Los trabajos de reorganización del Partido Comunista, sin embargo, fueron interrumpidos de manera abrupta a finales de 1975, cuando se desató sobre la agrupación una terrible represión, cuya consecuencia más dolorosa fue dada por el vil asesinato de tres de sus principales dirigentes: Miguel Ángel Soler, Derlis Villagra y Octavio Rubén González. Después de estar meses en el Departamento de Investigaciones, Gloria terminó siendo trasladada al Campo de Concentración de Emboscada, que el Gobierno de Stroessner habilitara después de la represión de abril de 1976, para recluir a más de 500 prisioneros políticos, entre varones, mujeres y niños. Esos años 70 fueron especialmente duros, pues: -

En 1974 se desarticuló al Ejército Popular Revolucionario, EPR, y al Movimiento Paraguayo de Liberación, MOPAL, En 1975 se golpeó con severidad al Partido Comunista Paraguayo, y En 1976 la represión desarticuló el Partido Obrero Revolucionario Armado, PORA, y la Organización Primero de Marzo, OPM.

Los calabozos de las comisarías policiales no tenían condiciones de soportar la inmensa cantidad de prisioneros, por lo que el Gobierno decidió concentrarlos en el que fuera Fuerte de Emboscada, a unos 50 kilómetros de la capital. Gloria Estragó y todos los comunistas detenidos en 1975 fueron llevados ahí.

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Primera detención La reclusión de Gloria Estragó en 1975 no fue la primera, sino de la segunda de las detenciones que soportara. En realidad, años antes, en 1972, ya había estado presa, aunque el hecho se dio en Buenos Aires, Argentina, en ocasión en que ella estaba viajando rumbo a Moscú, Unión Soviética, para estudiar en la llamada “Escuela de Cuadros”. Como la Policía Política porteña carecía de pruebas contra ella, tuvo que ponerla en libertad a los 15 días. Esos años 70 eran especialmente complicados en la Argentina, pues el país vecino soportaba una fuerte crisis política, con dos componentes esenciales: Por una parte, el último dictador argentino de ese periodo, el general Agustín Lanusse, soportaba crecientes presiones por democratizar el país, así como por posibilitar el retomo al mismo del influyente caudillo argentino Juan Domingo Perón. Por otra parte, varios grupos armados de izquierda promovían la realización de una revolución social en el país. De lejos se destacaban dos grupos de los varios que operaban: “Montoneros”, de extracción política peronista, y el “Ejército Revolucionario del Pueblo”, ERP, de inspiración marxista. Todo lo que resultaba sospechoso se reprimía, sobre todo cuando los involucrados eran jóvenes; habrá que contemplar que Gloria Estragó tenía en ese entonces apenas 28 años. Se encontraba en la plenitud de sus fuerzas renovadoras. Puesta en libertad, Gloria viajó a la capital de la Unión Soviética, con lo que esperaba cumplir uno de sus más sentidos sueños: ver en directo la sociedad que había ayudado a construir el que ella consideraba había sido el intelectual más completo de su tiempo, Nicolás Lenin.

“Invitación”: Fue en la Unión Soviética, precisamente, que Gloria se vio forzada a soportar una de las experiencias más desagradables de su larga militancia, pues después de un año de presencia en la renombrada escuela de cuadros, fue “invitada” a abandonar el país. ¿Qué había pasado? Pasó simplemente lo siguiente: si bien Gloria había salido de un país en el que regía un régimen policiaco, de estricto y sistemático control de todo lo que todos hacían, decían y hasta pensaban, su fanatismo por la más amplia libertad era bien definida. No venía de un país con experiencia democrática, por cierto, pero no estaba dispuesta a permitir que restricciones de todo tipo se le impongan de nuevo lejos del Paraguay. A esa altura de la vida política de Gloria, ella ya había escuchado hablar de “stalinismo”, pero como la mayoría de sus camaradas sostenía que tal fenómeno se había restringido al “culto a la personalidad”, en vida de José Stalin, ella pensaba que el inconveniente ya se había superado por completo. Grande fue su asombro, de hecho, cuando sintió en carne propia que el “stalinismo”, propiamente, trascendía de lejos el simple “culto a la personalidad”, y ganaba cuerpo en un sistema cerrado y represivo, impuesto por minorías denominadas “burocracias”, que dominaban la política en la Unión Soviética y en los demás países del bloque socialista europeo.

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Y más en carne propia al ser “invitada” a salir del país. La experiencia en cuestión, sin embargo, no le llevó a romper con el Partido Comunista, aunque sí consolidó su opción por un sistema que a la vez sea equitativo y democrático. Gloria prefería el exceso a la falta de libertad.

El Campo de Concentración Antes de la apertura del Campo de Concentración, Gloria tuvo la oportunidad de compartir la prisión con varias compañeras obreras, campesinas y estudiantes, incluidas las llamadas “presas antiguas”. Así, estuvo con Petrona Rodríguez, Gilberta Verdún de Talavera, Malena Ashwell -luego deportada a los Estados Unidos- y Saturnina Almada. Pero como después de la represión a la Organización Primero de Marzo, OPM, los calabozos policiales ya fueron sobrepasados, se trasladó a la inmensa cantidad de los presos al Campo de Concentración de Emboscada. Allí Gloria satisfizo una de sus más sentidas curiosidades: entrar en contacto directo con los presos políticos más antiguos del continente: Antonio Maidana, Alfredo Alcorta y Julio Rojas, verdaderas leyendas, sobre todo entre los militantes de izquierda. En un principio las autoridades del Campo de Concentración quisieron imponer condiciones carcelarias muy rigurosas, pues además de obligar a los presos a trabajos forzados, sobre todo a picar piedras, se los mantenía hacinados en los calabozos en los tiempos de descanso, privándolos de toda y cualquier actividad recreativa. Se desarrolló una fuerte lucha por mejorar las condiciones, entonces, que dividió aguas entre los prisioneros, pues estaban los partidarios del “buen comportamiento”, que se traducía en la práctica en el sometimiento, lisa y llanamente, a los caprichos de los carceleros, y los que llamaban sin temor alguno a la resistencia; obviamente Gloria acompañó esta ó esta última decisión, y paralelamente las “leyendas vivas”, Maidana, Alcorta y Rojas lideraron los combates. Más adelante -y como directo resultado de las valientes luchas de los presos- las condiciones carcelarias mejoraron, pudiendo los prisioneros: -

realizar actividades culturales varias, ser visitados por sus familiares en prolongadas jomadas de casi 8 horas de duración, realizar trabajos artesanales varios, organizar torneos de diversas modalidades deportivas, y dormir con mayor comodidad, no ya dentro de los pequeños calabozos.

Los presos cocinaban sus alimentos, desde el desayuno hasta la cena, y cada final de semana se organizaba una animada peña, con la que los prisioneros entretenían a sus sacrificados familiares. Gloria Estragó estuvo presa en esa oportunidad por un año y un mes. Luego de recobrar su libertad, se sumó a las diversas luchas que tenían como objetivo central la liberación de todos los presos políticos.

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Obviamente, soportaría nuevas detenciones en años posteriores, pero nada haría mermar sus convicciones profundamente democráticas y decididamente progresistas.

Nuevos espacios Gloria Estragó rompió con posterioridad con el Partido Comunista Paraguayo, PCP, pero nunca desistió de sus profundas convicciones doctrinarias, declaradamente marxistas. Sus cuestionamientos fueron otros, más bien se manifestó contra posturas y actitudes sectarias y dogmáticas. Desde la perspectiva estrictamente política, Gloria pasó a militar en el Movimiento Paraguayo de Liberación Nacional, MOPALI, una organización nacionalista de izquierda que fuera promovida sobre todo por otra leyenda viva de la política paraguaya: Arturo Acosta Mena, abogado y político, que se distanciara definitivamente del Partido Febrerista después de la expulsión de los dirigentes de izquierda. Cuestionamientos varios, sin embargo, la distanciaron del MOPALI y como era una persona que siempre necesitaba estar formalmente vinculada a alguna organización, terminó militando en el Partido Revolucionario Febrerista. Paralelamente, Gloria desarrolló acciones al interior de movimientos feministas, como el Frente Amplio de Mujeres y viajó al exterior (clandestinamente) para participar de varios encuentros. No podía eludir ese compromiso, ya que la situación de las mujeres en el Paraguay era marcadamente precaria y los reclamos de igualdad le llenaban por completo.

Nuevas detenciones: Al igual que otras mujeres que ya habían estado en prisión, el activismo de Gloria Estragó estaba siempre en la mira de los represores. Así, durante los años 1982, 1984, 1987 fue de nuevo detenida por 4 a 10 días, siendo recluida en el Departamento de Investigaciones. Los años 80 fueron conocidos como de “Dictablanda”, pues la dictadura de Stroessner había perdido la capacidad para reprimir con violencia extrema, por lo que las detenciones eran más bien pasajeras. Por lo general, las detenciones de Gloria Estragó en los años 80 tenían como causa explicitada el haber principalmente de Congresos Internacionales o Talleres de Solidaridad con el Paraguay. En ese tiempo una de las pugnas se dio en la arena internacional, pues mientras la oposición democrática y progresista se empeñaba por aislar internacionalmente al stronismo, este apostaba a revertir la mala imagen dominante sobre el régimen, fuera del país.

Testimonios claves Gloria recuerda la prisión de 1975 con mucha emoción: “Estuve por 1 año y 1 mes presa, sufriendo torturas físicas y sicológicas”.

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“Posteriormente y ya trasladadas al Campo de Concentración de Emboscada nos encontramos con cientos de compañeros como Antonio Maidana, Julio Rojas y Alfredo Alcorta, los presos políticos más antiguos del continente en aquel entonces. Compartí también los días de encierro con Ananías Maidana, Emilio Barreto, Idalina Gaona, Celsa Ramírez, Nenena Kannonikoff, Martín Almada, Carlos Fontclara, Miguel López Perito, la Dra. Gladys Saneman, Alfonso Silva, Basílica Espinóla, Melquíades Alonso, Santiago Rolón y tantos otros”. “Éramos cientos y dándonos fuerzas y coraje los unos a los otros. Sobrevivimos casi sin agua, prefiriendo darles a los 17 niños y 2 niñas nacidas en prisión, los que nos daban alegría y ternura. Los sábados por la tarde nos concedían un corto permiso para realizar encuentros culturales, como teatro, danza y música. Compartimos la mala comida y cada día luchábamos por mantenemos vivos y esperanzados en una patria liberada”.

Desencanto: Después de la salida de los presos antiguos, a finales de los años 70, el Partido Comunista Paraguayo se reorganizó y en el marco de esa reestructuración se tomaron algunas medidas que resultaron como mínimo cuestionables para muchos. Se procedió a expulsar del partido a varios militantes y dirigentes, algunos sin explicación sólida alguna. Antes que entrar a evaluar los alcances de esta medida, apenas deberíamos limitamos a reproducir el testimonio de Gloria sobre esta cuestión puntual: “Tuve la desgracia de ser perseguida por un lado, la dictadura de Stroessner con sus métodos de persecución, prisiones, torturas, amedrentamientos, etc., y por el otro lado, por el estalinismo que se había instalado en el Partido Comunista Paraguayo, PCP, y después de 8 años me entero que me habían expulsado del partido, sin derecho a la defensa ni a la réplica por no haberme subordinado a ellos”. “He llegado a temer por mi vida, en particular cuando encabecé el Grupo de los Auto convocados con Timoteo Ojeda, Federico Santos y otros”. “La frase que me identifica es: No hay Victoria sin Lucha”.

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GUILLERMINA KANONNIKOFF Guillermina Kanonnikoff Flores fue la quinta hija de Sviatoslav y Guillermina, que naciera el 17 de setiembre de 1954, a un poco más de un mes de que el general Alfredo Stroessner asumiera formalmente el poder en el Paraguay. En ese entonces, la familia vivía en el barrio Sajonia, en 24 Proyectada, entre 5ta y 6ta; en espacios relativamente cercanos, su padre se dedicaba a las construcciones navales. Guillermina, conocida sobre todo como Nenena, tuvo otros 8 hermanos, a los que habrá que sumar dos más, hermanos de padre. Guillermina (Madre) y Sviatoslav tuvieron los siguientes hijos, de mayor a menor: María Elena, Nina, Victoria, Pedro, Nenena, Carlos, Roberto y Luís Alberto y Meliza (Mellizos). Sus hermanos de padre fueron Elizabeth y Rossi. Mientras que el padre de Nenena muriera de cáncer, más tempranamente, en el año 2005 su madre, Guillermina Flores terminó sus días en el marco de un extraño crimen; un asesinato nunca aclarado por completo. Era un 5 de enero del 2005, cuando la noticia sobre el asesinato causó pánico y confusión, pues Nenena y su madre tenían el mismo nombre, Guillermina. Cuando apenas tenía 19 años, en 1974 Nenena contrajo matrimonio con Mario Schaerer Prono, entonces con 21 años, quien vendría a ser protagonista central de una trágica historia política. Nenena y Mario eran catequistas, participando activamente de las celebraciones de misas en el templo Cristo Rey, ocasiones en que ella veía que Mario saludaba muy fraternalmente a personas con quienes después ella iría a trabajar: Miguel Ángel López Perito, Carlos Fontclara y Marta Arce, entre otros. Nenena y Mario tuvieron un solo hijo: Manuel, quien nacería en la cárcel, en 1976, huérfano de padre. En 1977, luego se ser liberada del encierro, Nenena se puso a ahorrar un poco de dinero, y ni bien pudo se fue a Barcelona, España, junto con su hijo, de donde apenas volvería en 1981, cuando las condiciones políticas estaban mejoradas, por lo menos desde el punto de vista represivo. En rigor, existía aún dictadura, pero como la presión internacional era persistente y creciente, el stronismo había ingresado a una fase de menor rigidez, por lo que se ha coincidido en denominar al sistema de control político del período como “Dictablanda”. Después de retomar al Paraguay, el 15 de diciembre de 1981 Nenena contrajo matrimonio con Raúl Monte Domecq, un compañero al que conociera en la prisión y con quien ella compartía sueños y opiniones políticas. Con Raúl, Nenena tuvo tres hijos más: Martín, Marcos y Mauricio.

La experiencia OPM La Organización Primero de Marzo, OPM, un movimiento político-militar que fuera desarticulado entre 1976 y 1977, se creó a iniciativa de Juan Carlos Da Costa, un dinámico carismático dirigente de izquierda, que hacia finales de los años 60 ya había intentado crear una organización similar, pero en la ocasión el proyecto terminó siendo abortado por la Policía Política. A comienzos de los años 70, Juan Carlos Da Costa estuvo viviendo en Chile, acompañando de cerca el rico proceso de transformaciones políticas y socioeconómicas que se venían dando bajo el Gobierno de

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Salvador Allende. Hacía allí, en el mismo período, fueron varios paraguayos por lo que Da Costa pudo hacer varios contactos con la finalidad de promover el movimiento político-militar. (Se impone un breve paréntesis, en este punto, no para asumir la defensa irracional de Da Costa, sino para explicar el porqué de la propuesta: a diferencia de Chile, justamente, donde por la vía pacífica, electoral, fuera posible la llegada de un socialista al poder -lo que a partir de setiembre de 1973 se contestará-, se debió, a los ojos de todos, al hecho de que el país andino tenía una sólida y larga tradición democrática. En el Paraguay no solamente no existía tal tradición, sino a la inversa, y además, Juan Carlos Da Costa sostenía que el stronismo solamente comprendería el lenguaje de las balas; Stroessner, “el mercader”, debía ser sacado del templo a latigazos. Esa convicción es la que lo llevaba a sostener la idea de un movimiento político-militar para derrocar al dictador.) En Santiago de Chile, Juan Carlos Da Costa persuadió a Diego Abente Brun, en quien el jefe fundador de la OPM creyó ver a una persona con alto potencial, pues Diego se mostraba despierto, ávido por aprender y dedicado. Los trabajos preparatorios de la Organización Primero de Marzo estaban en marcha. Varias vertientes fueron trabajadas casi simultáneamente para asegurar un rápido crecimiento. Así, en por lo menos tres frentes se trabajó con un alto nivel de eficiencia: En el sector campesino la OPM ganó mucha fuerza en poco tiempo por la vía de la incorporación masiva de ex activistas de las Ligas Agrarias Cristianas, lo que a su vez fue posible gracias a la incorporación en un alto nivel dirigencial de uno de los referentes históricos del movimiento de masas, Constantino Coronel. En el sector estudiantil se trabajó con relativa facilidad en el seno del Movimiento Independiente, MI, espacio en el que se logró la incorporación masiva gracias a la adhesión de referentes históricos de peso al más alto nivel dirigencial, como los casos de los hermanos Bogado Tabacman: José Félix, el mayor, era responsable de la Secretaría de Capacitación del Movimiento Independiente, MI, mientras que Eduardo, el menor, era director del vocero del MI, “Frente”. En el exilio, concretamente en Corrientes, una ciudad cercana donde estudiaban decenas de paraguayos, se logró la masiva incorporación al movimiento gracias al apoyo de referentes muy fuertes, como los casos Carlos Brañas y Agustín Zavala. Un ejemplo de cómo se dio este proceso aporta el testimonio de Nenena Kanonnikoff, pieza central del movimiento en cuestión: “Éramos catequistas (Ella y Mario) y nuestro compromiso se daba por el lado cristiano...En los primeros meses de 1975 la organización lograría incorporaciones importantes. Diego Abente lograba integrar a Fernando Masi y a Mario Schaerer Prono y su esposa, Guillermina Kanonnikoff. A través de Schaerer Prono se sumarían luego Miguel Ángel López Perito y Daniel Campos. Paralelamente un buen número de estudiantes se sumaría a través de la Secretaría de Capacitación del MI que estaba a cargo de José Félix Bogado Tabacman” El testimonio de Nenena aporta detalles claves para entender cómo y a través de quiénes se dieron las rápidas incorporaciones al movimiento político- militar fundado por Juan Carlos Da Costa. De todas

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maneras, desde una perspectiva sociológica, al margen de los pormenores anecdóticos habrá que señalar con énfasis que el surgimiento y la rápida expansión de la OPM se dio porque el stronismo, sobre todo después de 1969, tomó medidas represivas asfixiantes, que redujo drásticamente los espacios para que las organizaciones de masas puedan operar. En 1969 había llegado al país Nelson Rockefeller, lo que generó reacciones masivas de rechazo, sobre todo en círculos estudiantiles. El stronismo, furioso ante las movilizaciones, tomó medidas restrictivas que afectaron directamente a las dos organizaciones de masas más dinámicas: el Movimiento Independiente, MI, y las Ligas Agrarias Cristianas, LAC. Al cerrarse los espacios legales, parte significativa de la dirigencia y la militancia se radicalizó, pasando a ver en la lucha clandestina -y sobre todo en la lucha armada- la única solución, la única alternativa. Ese marco propició, a su vez, el rápido crecimiento de la OPM, organización que parecía surgir como ideal para cubrir un sensible vacío.

La muerte de Juan Carlos La represión a la Organización Primero de Marzo, OPM, se inició el 4 de abril de 1976, cuando en el puesto de control fronterizo de la ciudad de Encarnación, frente a Posadas, Argentina, se detectó el ingreso de personas “sospechosas”. Desde el mes anterior, marzo, en que se produjera el golpe militar en la Argentina y en que se desatara la llamada “Guerra Sucia”, los aparatos represivos veían como particularmente sospechosos a los jóvenes. En ese período, de hecho, el grueso de la militancia guerrillera era de jóvenes. Esto hacía que los controles se extremaran. Adicionalmente, los agentes paraguayos tenían en los puestos fronterizos las fotografías de algunos “buscados”, como el caso de Carlos Brañas, que lideraba la Asociación Cultural Guaraní, ACG, en la ciudad argentina de Corrientes, donde estudiaba Medicina. Presuntamente, un agente creyó reconocer a Carlos Brañas y le sometió a una revisión especial, encontrando rápidamente bajo su pantalón un cinturón paralelo conteniendo varios documentos falsos. Brañas estaba acompañado por tres mujeres: Teresa de Casco, María Angelina de Zavala y su propia esposa, Ana María. Al percatarse del cinturón secreto que contenía documentos falsos, los agentes procedieron a revisar a fondo los numerosos objetos que traían al país los que supuestamente se estaban repatriando. En aparatos electrodomésticos y valijas se detectaron dobles fondos, de donde se extrajeron armamentos y municiones. La Policía Política se percató de inmediato que estaba ante algo bien “gordo”. De inmediato de procedió a trasladar a los detenidos hasta la capital. En la madrugada del día siguiente, la Policía Política arremete con fuerza contra la casa de Nenena, donde termina siendo muerto el fundador de la organización, Juan Carlos Da Costa. El testimonio de Nenena ofrece detalles sobre el suceso puntual: ‘‘Nuestra casa fue asaltada en horas de la madrugada, el 5 de abril de 1976, por un grupo de civiles armados que a gritos y disparando decían ser policías y nos conminaban a que abriésemos la puerta. Tres personas nos hallábamos durmiendo en la casa: Mario Schaerer Prono, mi esposo, Juan Carlos da Costa, compañero que estaba hospedado desde hacía unos días en nuestra casa, y yo”.

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“Los disparos provenían de distintos ventanales que poseía la vivienda. Cuando Juan Carlos trató de escapar por los fondos, fue mortalmente herido, regresando hacia el interior de la casa. Me acerqué a él pretendiendo prestar ayuda, pero ya sólo emitía sonidos guturales. En ese momento, Mario me toma la mano diciendo: “Ya nada podemos hacer por él, corre a todo lo que puedas”. Corrimos por el patio trasero buscando salir a la calle”. En la ocasión, conforme la reconstrucción posterior de los hechos, cuando Juan Carlos Da Costa trató de salir por el portón trasero de la casa se encontró cara a cara con el jefe de la Sección Política del Departamento de Investigaciones, el comisario Alberto Cantero. Ambos se dispararon. Juan Carlos terminó muerto y el comisario Cantero sobrevivió después de ser sometido a varias cirugías.

El asesinato de Mario Por la misma puerta en que se diera el trágico encuentro entre Juan Carlos Da Costa y el comisario Alberto Cantero, salieron de la casa Nenena y Mario. Corrieron en dirección al fondo, que parecía despejado y Nenena cayó en un profundo pozo de basura que había en el fondo del mismo, sin que ella ni nadie pudiese explicar hasta hoy cómo hizo para salir del mismo. El testimonio de Nenena sobre este trecho es más que apropiado: “La policía disparaba a matar. Mario fue rozado por un proyectil en el empeine del pie derecho, yo caí al fondo de un profundo pozo de basura que teníamos en el patio... hasta hoy me pregunto ¿cómo logré salir?, Mario había saltado de fino el tejido de alambre que dividía nuestra propiedad con la del vecino. Lo que sí recuerdo, es que salté entre tejido y tejido, dejando entre ellos trozos de cuero cabelludo, vestido y piel de la panza. Tenía un embarazo de 7 meses”. En el marco de la huida alcanzaron a llegar a la residencia de las monjas canadienses, distante alrededor de 400 metros de la casa. Como ambos eran profesores de las Cátedras de Orientación Cristiana del Colegio San Cristóbal, administrado por esta congregación, fueron atendidos por las monjas, quienes los acomodaron en la planta alta de la residencia. A Mario le lavaron la herida del pie y le pusieron una gasa. Luego de unas tres horas de deliberaciones acerca de qué hacer con ellos, decidieron entregarlos a la policía. De acuerdo con la versión del padre Roy, se habría comunicado con el abogado de extracción febrerista Fernán Diez Peña, quien le habría aconsejado que se les entregara a la policía, por la seguridad de los perseguidos y de la propia congregación. Conforme Nenena los hechos se dieron del siguiente modo: ‘‘Vimos salir el auto del padre Raimundo Roy, quién luego de regresar, comunicaba a Mario que nos había entregado a la policía y que esta se comprometía a respetar nuestras vidas. Aproximadamente a las 7 de la mañana una patrullera venía a buscarnos. Fuimos remitidos al Departamento de Investigaciones de la Policía (policía política) donde fuimos recibidos a golpes y patadas”. Mario Schaerer Prono fue sometido a crueles sesiones de torturas, sobre todo durante esa noche y el día siguiente. Y él ya sabía por qué: desde la congregación había entrado en contacto con Diego

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Abente, pero de acuerdo con las investigaciones la comunicación, breve, por cierto, más que breve resultó confusa: -

Lo mataron al “compadre guasú”; hay que hacer desaparecer el archivo.

Diego sabía que “compadre guasú” se le decía a Juan Carlos Da Costa, el jefe de la organización. Se puso en contacto de inmediato con Miguel Ángel López Perito y juntos cargaron el archivo de la organización, disponiéndose a llevar los materiales a la casa de Mario Schaerer Prono (¡!) para asegurar la protección de los mismos.

Insólito: Abente y López Perito llevaron el archivo a lo Mario Schaerer Prono. La cuestión es simple de entender, pues era más que evidente que ni Abente ni López Perito sabían ni podían imaginar siquiera que al “compadre guasú” lo habían matado en lo de Mario; ni siquiera sabían ni imaginaban que andaba durmiendo en la casa del mismo. Obviamente, Abente y López Perito fueron arrestados y el archivo cayó en manos de la policía. Archivo en manos, los datos eran contundentes; Mario decía saber sobre las cuestiones, pero se negaba a cooperar. Los policías encargados de su interrogatorio enfurecían y trataban de aplacar su ira sobre las espaldas de Mario. Conforme el testimonio de Olegario Rodríguez, dirigente del Partido Comunista Paraguayo, detenido en el Departamento de Investigaciones desde noviembre de 1975: -

Le reventaron toda la espalda; se podía ver sus huesos.

Nenena refería los hechos del siguiente modo: “A Mario lo matan el día 6 de abril de 1976, luego de crueles sesiones de torturas de casi 24 horas. Su cadáver fue entregado a familiares con signos evidentes de haber recibido todo tipo de torturas, con golpes y hematomas por todo el cuerpo. Alrededor de la frente tenía rastros de un torniquete con dos agujeros a cada lado de la sien, todas las uñas levantadas, los testículos carbonizados, las piernas con agujeros; rastros que deja la picana eléctrica, además de una herida en la parte posterior de la cabeza. La policía no permitió velatorio ni acompañamiento, sino que dio orden expresa de entierro inmediato. Se ensañaron con él pues no lograron arrancarle un solo nombre. La policía, a través del método de la tortura, buscaba echar a más opositores al gobierno stronista ”. Pasaron varios meses para que Nenena se enterara de lo sucedido. Solamente tres meses después del horrendo asesinato, y una vez que su hijo haya nacido y se encontrara bien, lo que ocurrió el 3 de julio, el 22 de ese mes de julio le comentan sobre lo que había sucedido con su marido. Más de un año y medio después de estar detenida, en noviembre de 1977, Nenena y su hijo recuperan la libertad; poco tiempo después se marcha a España, a la ciudad de Barcelona. Un último rescate testimonial de Nenena sobre lo que fuera su paso por el Campo de Concentración de Emboscada la pinta de cuerpo entero, como mujer y como militante:

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“En la cárcel nos ayudábamos todas. Yo di de mamar a tres chicos de la cárcel, nos dábamos fuerza; yo hacía trabajos de psicopedagogía con Derlis Villagra (hijo), Marcelito Mancuello y con Manuel Schaerer. Tomaba nota de todo lo que ellos decían” Nenena Kanonnikoff retomó al Paraguay desde Barcelona el 28 de junio de 1981 y de inmediato fue recluida de nuevo en el Departamento de Investigaciones, por orden expresa del ministro del Interior, Sabino Augusto Montanaro, quien decía que ella había protagonizado “un acto subversivo en Barcelona” en una fecha en que se hizo un acto por los desaparecidos. Ante la insólita situación el padre de Nenena, Sviatoslav Kanonnikoff, le pidió directamente a Montanaro que la dejaran libre y después de 23 días le dieron la libertad. Ya después de la caída del general Alfredo Stroessner, Nenena promovió un juicio por el asesinato de su ex marido, logrando lo que muchos dudaron era posible: penas de castigo para los principales responsables. De todos modos, para ella la lucha solamente terminará cuando se haga Justicia para todas las víctimas.

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PARTE IV MUJERES EN ARMAS Hubo combatientes que optaron por tomar las armas contra la tiranía, lo que mostró niveles de determinación raras veces vista antes. Pero cabe precisar que no se alzaron en armas seducidas por propuestas radicales, sino ante la imposibilidad real de canalizar sus inquietudes en condiciones pacíficas. 1. Adalita del Puerto Schaerer 2. Apolonia Flores 3. Nidia González Talavera 4. Soledad Barret

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ADALITA DEL PUERTO Era un caluroso 6 de febrero de 1933 cuando Ana de Jesús Recalde dio a luz a una hermosa niña, a quien llamaron Adalita. Inquieta desde las primeras horas, el padre sentenció: -

Será una rebelde, sin sombra de dudas.

Felipe Benicio del Puerto Cerone, uruguayo, era un poderoso ganadero, que llegara al Paraguay después de una fuerte derrota de los colorados de su país, y se estableció en Misiones, donde se tomó propietario de unas 5.000 hectáreas, a los que sumó otras 800 hectáreas en otra localidad. Felipe Benicio del Puerto tuvo en total 19 hijos (10 varones y 9 mujeres), de dos matrimonios, siendo su última hija Adalita. La vida se mostró tempranamente dura con Adalita, que a los 8 años ya había quedado huérfana de padre. Un poco antes de que su padre muriera, falleció un hombre que daba cierta seguridad a los paraguayos de trabajo: el presidente José Félix Estigarribia, muerto en setiembre de 1940, a consecuencia de un accidente de aviación. A él le sucedió el general Higinio Morínigo, quien en 1942 proscribió al Partido Liberal, acusando al mismo de “alta traición a la patria”. Adalita y sus hermanos, todos liberales, sufrieron las consecuencias. La familia fue literalmente despojada de sus bienes principales: la estancia fue confiscada, el ganado fue expropiado; se vieron forzados a vender la casa y a emigrar, rumbo a la Argentina. Siendo apenas niña, ya estaba soportando su primer exilio. De ahí es que Adalita terminó sus estudios en la ciudad de Buenos Aires, capital argentina.

Militancia revolucionaria La dictadura de Morínigo había llevado a una fugaz apertura democrática, entre julio de 1946 y enero de 1947, pero los seis meses de apertura terminaron en una suerte de callejón sin salida, que derivó en una de las confrontaciones internas más violentas: la guerra civil de 1947, primero, y en una férrea dictadura de un partido único, después. En el marco del complejo proceso de dominio exclusivo del Partido Colorado, fue el propio Morínigo quien recibió el primer impacto de peso, siendo derrocado en 1948; a eso se siguió un caos, en que se sucedieron varios presidentes (Juan Manuel Frutos, J. Natalicio González, Raimundo Rolón, Felipe Molas López y Federico Chaves) hasta que finalmente el general Alfredo Stroessner se hizo con el poder político por la vía de un golpe de Estado, implantando un rígido régimen que disciplinó a los demás actores. El stronismo prometía extenderse por mucho tiempo, de hecho, lo que con claridad fue percibido por los jóvenes de los partidos Liberal y Febrerista, quienes decidieron, en consecuencia, tratar de derrocar al general Stroessner por medio de una lucha guerrillera, para lo cual crearon el Movimiento 14 de Mayo.

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Adalita militaba ya en ese entonces en el Club Liberal Alón de Buenos Aires, por lo que se vinculó al proyecto tempranamente. Dos cuestiones resultaron especialmente relevantes para ella en el marco de esa experiencia: -

Por una parte, Adalita fue la única mujer que fue entrenada como guerrillera, propiamente, pues si bien alrededor de 40 otras mujeres estaban dentro del proyecto, las mismas cumplían más bien funciones administrativas y de logística; Adalita, sin embargo, tuvo entrenamiento militar.

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Por otra parte, en el Movimiento 14 de Mayo es que Adalita Del Puerto conoció y se hizo novia de Gustavo Adolfo Schaerer Del Puerto, con quien después se casaría.

El 24 de setiembre de 1960 Adalita se casó con Gustavo Adolfo, en Buenos Aires, donde construyeron, por así decirlo, una modesta casita de madera y cartón, en una villa miseria denominada Retiro. Adalita y Gustavo Adolfo tuvieron cinco hijos: Celia Noemí, Ángela, Ana María (fallecida), Ana Victoria y Gustavo Adolfo. De acuerdo con el testimonio de Adalita, alrededor de 2.000 jóvenes alonianos se alistaron en el Movimiento 14 de Mayo, siendo el jefe político de los mismos un amigo y compañero, Juan José Rotela. No obstante, la columna que se preparaba para ingresar al Paraguay desde Posadas, Argentina, estaba integrada por 700 miembros, siendo el representante de los mismos el marido de Adalita, Gustavo Adolfo Schaerer. Antes de trasladarse a la frontera, Adalita cumplió una tarea preparatoria de primer orden, en la radio ZPX 14, donde con los hermanos Gauto dedicó mucho tiempo para crear las condiciones psicológicas favorables; la emisora funcionaba de manera clandestina. Ya en la frontera, Adalita participó de todos los entrenamientos, así como de misiones de cierta relevancia, incluso dentro de territorio paraguayo. La incursión de la columna guerrillera, sin embargo, fue repelida por las fuerzas del stronismo, por lo que los que consiguieron huir de las fuerzas represivas retomaron a la capital argentina. De hecho, Adalita volvió también a Buenos Aires, desde donde siguió apostando con energía en la organización del partido y en la lucha armada como la vía más apta para derrocar al general Alfredo Stroessner.

Nuevo escenario de lucha La terrible experiencia del Movimiento 14 de Mayo pudo ser constatada por Adalita a través de fotografías muy representativas de lo salvaje que había resultado la represión. Ella pudo ver cuerpos destrozados, mutilados, deformados por entero, de amigos y compañeros, la gran mayoría irreconocibles. Sin embargo, ella no había desistido de sus propósitos. A poco de retomar a Buenos Aires desde la zona fronteriza, en 1962 Adalita se erigió en una de las fundadoras del Club Liberal Alón de Mujeres. Adalita

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asumió como titular de la organización femenina, siendo vicepresidenta Nonín Bello de Kallsen, como secretaría estuvo Mila Ríos Duré y Sara Schaerer se encargó de las finanzas. Pero ese año 1962 el Partido Liberal soportó un duro revés, que generó la división del partido en dos sectores, cuando el liderado por los hermanos Carlos y Fernando Levi Ruffinelli decidió participar del proceso político, con lo que el stronismo organizó las elecciones de 1963 con la participación de dos partidos, Liberal y Colorado. Los azules que se oponían frontalmente a la dictadura fundaron el Partido Liberal Radical. La claudicación del sector de los Levi fue rechazada por muchos, recordando Adalita que en Buenos Aires incluso se organizaban fiestas para recaudar fondos para costear hasta una nueva rebelión armada si fuese necesario. Poco tiempo después, Adalita y Gustavo Adolfo se mudaron a una zona más cercana al Paraguay, estableciéndose en Formosa, apenas a 150 kilómetros de Asunción. Y allí, durante los años 1963 y 1964, bajo la dirección de Gustavo Adolfo, se publicó el semanario “Inquietud”, periódico del que fue co-propietaria Adalita. Los años posteriores resultaron más que complicados para la oposición al stronismo, pues en 1966 se abrió la negociación para integrar eventualmente al proceso a los partidos Liberal Radical y Revolucionario Febrerista, lo que finalmente se logró, si bien el régimen se vio forzado, entre otras cosas, a destituir a dos de sus colaboradores más mezquinados: ramón Duarte Vera, Jefe de Policía, y Edgar L. Ynsfrán, ministro del Interior de Stroessner. El Partido Liberal Radical (Y el febrerismo) participaron en 1967 del proceso de elaboración de una nueva Constitución Nacional y al año siguiente, 1968, de la elección general. El hecho de que los partidos democráticos -con la única excepción del Partido Demócrata Cristiano- pasasen a legitimar al stronismo posibilitó, entre otras cosas favoreció ciertas medidas de flexibilización, como el retomo de muchos exiliados. Y fue en ese contexto, precisamente, que Adalita y Gustavo Adolfo pudieron retomar al Paraguay. No eran tiempos fáciles, ni mucho menos, pero su hija Ana Victoria, la cuarta, pudo nacer en Asunción, en abril de 1970. En el año 1971, siendo presidente del Partido Liberal Radical el historiador Efraín Cardozo, Adalita se tomó miembro del Departamento Femenino del Directorio del Partido Liberal Radical. Al año siguiente, ella estaba organizando el Primer Seminario de Capacitación Política de la Mujer Rural. El segundo exilio de Adalita precisamente se dio a consecuencia de las actividades que ella y su marido desarrollaban en oposición frontal al stronismo. Adalita recordaba, justamente, que en el marco de un acto liberal había discurseado su marido, Gustavo Adolfo, por lo que la Policía Política trató de detenerlo. Gustavo Adolfo se resistió y terminó empujando al Jefe de Orden Público, por lo que de nuevo la pareja tuvo que ir a vivir en el exterior por un corto tiempo. De todos modos, poco tiempo después estaban de vuelta, dispuestas a trabajar por el fin de la dictadura. Para no perder el hilo del relato se tendrá que referir que Adalita y Gustavo Adolfo volvieron a salir al exilio por tercera vez en los años 80, aunque ella enfatiza que el caso se originó en una cuestión judicial que estaba atendiendo el marido. La cuestión fue así, sintéticamente:

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Gustavo Adolfo ganó un litigio contra una persona poderosa, por lo que terminó siendo “invitado” a hablar por parte del entonces poderoso Jefe de Investigaciones, Pastor Coronel. Adalita, a su vez, presionó al litigante oficialista, lo que terminó en amenazas recíprocas. Finalmente, se le propuso a Gustavo Adolfo un “arreglo”, que en última instancia significaba renunciar a la Justicia. Fieles a sus principios, Adalita y Gustavo Adolfo prefirieron salir del país.

Luego de este exilio, nunca más Adalita y Gustavo Adolfo salieron forzados del Paraguay.

Mujeres por la Democracia El stronismo soportó a lo largo de los años 80 una crisis terminal, pero Adalita estaba convencida de que sólo, sin la ayuda de un empujón enérgico, jamás abandonaría el poder. Es más, estaba convencida de que dejándose al mismo la decisión moriría en su condición de presidente y dejaría el poder político en manos de unos de sus descendientes. De ahí que Adalita siempre fue clara y contundente con respecto a la salida de Stroessner del poder: reivindicaba la experiencia del Movimiento 14 de Mayo y aunque la iniciativa fracasara se mostraba siempre partidaria de una solución armada: -

Lo cierto es que los sucesos de febrero de 1989, cuando Rodríguez lo sacó a balazos a Stroessner del poder, confirmaron nuestro aserto; no iba a salir a las buenas del poder.

Durante los años 80 Adalita trabajó decididamente en la organización del partido, sobre todo en la participación de las mujeres en esos trámites. Y prueba irrefutable de ello fue que: -

En 1986 Adalita del Puerto se constituyó en socia fundadora del Movimiento Mujeres por la Democracia.

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Entre 1986 y 1988, siendo presidente del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) Juan Carlos Zaldívar, ella fue integrante del Directorio y titular del Departamento Femenino del PLRA.

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Entre 1988 y 1990, de nuevo integró el Directorio del PLRA y fue titular del Departamento Femenino, siendo el presidente del partido en ese entonces Domingo Laíno.

Los años 80, sobre todo en la segunda mitad, ganaron un perfil especial, pues se sucedieron las movilizaciones públicas para presionar por el fin de la dictadura. Justamente en ese marco es que se creó la Multisectorial de Mujeres, pasando Adalita Del Puerto a representar al PLRA ante esa instancia decisiva, que permitió la intervención articulada de las mujeres de la más diversa extracción política. Por una parte, la Multisectorial potencializaba las acciones promovidas contra la dictadura, pero además, entrenaba a las participantes a vivir en democracia, a pasar por encima de las divergencias para trabajar “unidas en la diversidad”.

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Tres testimonios ilustrativos Movimiento 14 de Mayo: “... Tuve entrenamiento militar. Yo me sentía en un maremágnum de hombres, pero ellos eran tan altruistas, tan idealistas que yo me sentía muy bien y a gusto con ellos... Por la noche, en la total oscuridad, ensayábamos el uso de armas, porque la guerra de guerrillas es así, exige más sacrificio que el de una tropa normal. Me asignaron cruzar la frontera clandestinamente con un pequeño mensaje puesto dentro de una goma, que era la tapa de un gotero de líquido para los ojos, cuentagotas, que iba atado en la puntita. Yo lo tenía en la boca, con orden de tragarlo si me apresaban. Pensé que tal vez ese mensaje fuese la hora cero, pero no pregunté; mi único interés era que el mensaje llegue a destino. Conseguí una cédula falsa ... La misión se cumplió sin inconvenientes”.

Vida en el exilio: “... Gustavo tuvo que entrar a trabajar en una fábrica como obrero. Nuestra casa era chica (Paredes de madera, techo de cartón), nuestras posibilidades escasas. Había una calle de tierra que terminaba en nuestra casa. Socializábamos la calle, poníamos mesas y sillas y nos reuníamos en la calle, cenábamos sobre tablones, entre cincuenta o sesenta compatriotas... Con motivo de nuestro segundo exilio nos ubicamos en el Puerto, cerca de una dársena, donde por indicación de mis hermanos compramos una casita de madera. Inmediatamente tuve que ponerme a trabajar también yo, porque ya teníamos hijos pequeños”.

Movilizaciones: “En fecha 3 de octubre de 1988, en el diario Hoy se publica: “Las organizaciones políticas, sindicales y gremiales han denunciado y repudiado la represión de que fueron objeto varias mujeres el pasado sábado cuando se encontraban participando en un acto en repudio a los hechos sucedidos el 21 de setiembre en la calle Palma... El Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) condenó los golpes recibidos por Adalita del Puerto de Schaerer, directora del Departamento Femenino del PLRA. También las golpizas dadas a María José Rolón, secretaria política de la Juventud Liberal Radical Auténtica (JLRA) y a Diana Bañuelos, dirigente febrerista...”

Vocación democrática Ni bien fue derrocado el general Alfredo Stroessner, el país se encaminó por la delicada senda de la construcción democrática, sin contar con tradición alguna en ese campo. El golpe se produjo entre el 2 y el 3 de febrero de 1989, y el 6 de febrero, apenas tres días después, el Gobierno ya estaba convocando a una elección general, con el propósito de elegir al presidente y a los miembros del Congreso Nacional. De inmediato, el Departamento Femenino del PLRA, presidido por Adalita e integrado por otras 30 activistas, se amplió sensiblemente. De inmediato, también, Adalita propuso transformar el

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Departamento en Comando Electoral Femenino, disponiéndose a trabajar a tiempo completo en la búsqueda del mejor resultado electoral. La compulsa se había fijado para el 1 de mayo; había poco tiempo. Si bien el PLRA era consciente de que difícilmente podría triunfar en las elecciones, consideró su deber contribuir a la normalización institucional. El candidato del Partido Colorado era el general Andrés Rodríguez, que tras derrocar al general Stroessner quedó con la aureola propia de un héroe. Las elecciones dieron el triunfo al general Rodríguez, ciertamente, pero el PLRA demostró ser un vigoroso instrumento político. Su candidato, Domingo Laíno, había logrado el apoyo del 22% de los votantes, lo que era más que relevante considerando el poco tiempo que se tuvo para recomponer al partido, por una parte, y que el Registro Cívico utilizado estaba viciado por completo, por otra parte. Adalita Del Puerto de Schaerer fue electa Diputada Nacional para el período 1989/1993. En su condición de parlamentaria, ella desempeñó diversas funciones, como la de secretaria de la Comisión Asesora de Ecología, Recursos Naturales y Medio Ambiente; secretaria de la Comisión Asesora de Educación, Cultura y Culto; integrante de la Comisión Asesora de Derechos Humanos, Justicia, Trabajo y Previsión Social. Además, fue secretaria de bancada de su partido e hizo parte de la Comisión Organizadora del Congreso Nacional de Educación, realizado en 1992. Durante tres períodos parlamentarios Adalita integró la Comisión Permanente de ambas cámaras del Congreso, que la representaba durante los recesos parlamentarios, con lo que invariablemente demostró poseer una sólida vocación democrática y de servicio. Dos de las hijas de Adalita fueron nominadas “Miss Paraguay”, complementando sus hijas, como ella, el talento con la belleza. Todos sus descendientes, como ella (y como Gustavo Adolfo), se destacaron en el campo profesional.

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APOLONIA FLORES Era el 17 de abril de 1967 cuando nació Apolonia Flores Rotela, en un humilde rancho campesino, en Misiones. Su padre se sentía conforme, pues como el embarazo de la esposa había presentado algunas complicaciones, esperaba que la hija tuviese algún problema; peno no, todo salió perfectamente, todo normal. La familia vivía en Santa Rosa, Departamento de Misiones, y estaba vinculada a la organización campesina que se formara desde comienzos de los años 60 con el apoyo de la Iglesia, las Ligas Agrarias Cristianas. La experiencia era interesante, pues se apostaba a recuperar la agricultura tradicional, que priorizaría los cultivos de autoconsumo, por una parte, y la solidaridad entre semejantes, por otra parte, valor profundamente cristiano, que se estaba dejando de lado. Desde una perspectiva general habrá que destacar que el período en cuestión era de cierta flexibilidad política: ese año 1967 se reunió la Asamblea Nacional Constituyente para elaborar una nueva Carta Magna; los partidos políticos de oposición democrática habían participado del proceso y anunciaban su interés en participar de las elecciones generales al año siguiente. No todos los sectores acompañaban estas posturas, por supuesto, y ese era el caso de los socialcristianos, a los que estaban vinculados los padres de Apolonia, que más bien asumían posiciones de frontal oposición al stronismo: durante la primera mitad de los años 60 se había impulsado la creación de la Central de Trabajadores Cristianos, para el sector urbano, de la Juventud Obrera Cristiana, para los jóvenes, y de las Ligas Agrarias Cristianas, para el sector rural. A nivel político, concretamente, se había fundado el Partido Demócrata Cristiano. Pero la década del 70 fue de especial adversidad para las Ligas Agrarias Cristianas, pues se procedió a expulsar del país a los sacerdotes jesuítas que colaboraban con los campesinos y a proscribir las actividades de las Ligas; en un enfrentamiento realizado en Caaguazú, terminaron apresando a uno de los principales referentes campesinos del país, Victoriano Centurión. De acuerdo con testimonios de Victoriano Centurión, como muchos campesinos carecían de tierras para cultivar, varios dirigentes, bajo su liderazgo, habían mantenido un encuentro con el ministro del Interior del general Alfredo Stroessner, Sabino Augusto Montanaro. Este les prometió una parcela de tierra para colonizar, la que resultó ser la que después de denominaría Acaray- mí, en Alto Paraná. Hasta esa colonia trasladaron a campesinos de diversas regiones, pero Victoriano Centurión se desvinculó forzosamente del proyecto, debido a su detención. No obstante, habrá que dejar constancia sobre que el proceso de poblamiento de la colonia prosiguió y es en ese contexto, justamente, que la familia Flores Rotela, incluyendo a Apolonia, se trasladó de Misiones hasta allá. Apolonia, al igual que muchos de sus pares, tuvo una baja escolaridad, apenas hasta el segundo grado de la educación primaria. Como muchos de sus pares, niños y niñas, estaba condenada a sobrevivir en condiciones muy precarias, siendo su única posibilidad de evadir ese terrible círculo vicioso sumarse al flujo de migrantes, que buscaban mejores condiciones fuera de su país, sobre todo en Argentina.

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Colonia bajo acoso Pero la suerte de la Colonia Acaray-mí no fue de las mejores, sino a la inversa, sobre todo porque por su privilegiada ubicación estuvo sometida a un acoso doble, sin que sus pobladores siquiera comprendiesen las razones del por qué. La cuestión fue la siguiente: desde comienzos de los años 70, y más claramente desde que se iniciara la construcción de la hidroeléctrica de Itaipú, en 1974, la región de Alto Paraná fue progresivamente invadida por colonos brasileños, en el marco de una política expansionista aplicada desde el poderoso país vecino, conforme lo había explicado abiertamente el principal asesor de los regímenes militares del Brasil, Golbery de Couto e Silva. La penetración brasileña -que por cierto se extendió a todos los Departamentos fronterizos- privilegió la zona de Alto Paraná debido a las claras ventajas que ofrecía la región en términos de infraestructura. Por allí pasaba una ruta fundamental, que unía la capital paraguaya, Asunción, con la ciudad fronteriza de Puerto Presidente Stroessner, frente a la localidad brasileña de Foz de Iguazú. Los colonos brasileños que en masa se instalaron en el Alto Paraná se centraron en el cultivo de granos, sobre todo de soja, una oleaginosa, y de trigo, con buen desempeño por las condiciones climáticas de la zona. El proceso de entrada de los que rápidamente fueron llamados de “brasiguayos” se acompañó con un acelerado ritmo de mecanización de la agricultura; tractores, trilladoras, cosechadoras,..., dieron una nueva faz a la agricultura paraguaya, hasta entonces motorizada con el tradicional “aradoyvyrá” (Arado de madera). Las tierras del Alto Paraná pasaron a adquirir un valor inmenso, con respecto a los valores anteriores, por lo que se dio una disputa interna muy fuerte por poseer los títulos de propiedad de las mismas. No todos las ambicionaban para usarlas productivamente, sino para mercar con ellas. Ese fue el caso, también, que afectó a la Colonia Acaray-mí, en que la esposa de un jerarca militar del stronismo, del general Ramos Giménez, reclamaba para sí la propiedad sobre las tierras ocupadas por los campesinos. Esto instaló una situación muy especial, pues los habitantes de la Colonia recibieron el doble acoso de colonizadores brasileños, que pretendían las fértiles parcelas, y de la esposa del general Ramos Giménez, que enviaba con frecuencia pequeñas patrullas de soldados para presionar a los campesinos, pidiéndoles abandonar el lugar. La resistencia ganó fuerza desde fines de los 70, debido a que Victoriano Centurión, convencido de la necesidad de impulsar la lucha armada contra Stroessner, utilizó la Colonia como punto de apoyo clave.

Radicalización campesina

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La Colonia Acaray-mi era básicamente una Colonia postergada, como muchas otras, pero desde finales de los 70, 1979, vivió un proceso muy especial, pues el carismático dirigente campesino Victoriano Centurión había instalado en ella una suerte de “Base de Operaciones” para un proyecto de desarrollo de una lucha guerrillera contra el stronismo. Muy esquemáticamente, el proceso fue el siguiente: 1. En setiembre de 1979 se había organizado tres encuentros juveniles en el local del Partido Febrerista, la “Casa del Pueblo”. Promovió la realización de los mismos la Juventud del partido, y consistió en un encuentro de jóvenes estudiantes, otro de obreros y otro de campesinos. 2. Del encuentro de jóvenes campesinos participaron personas como Victoriano Centurión y Gumercindo Brítez Coronel, que no precisamente eran jóvenes. Pero al margen de este detalle, lo cierto es que muchos dirigentes campesinos cuestionaron las posturas radicales de Centurión, con el argumentos de “Habría que estar con las bases...”. Centurión vivía en San Lorenzo, Gran Asunción, no en el campo. 3. Centurión aceptó el desafío de “bajar a las bases” y desde octubre, en compañía de Gumercindo Brítez Coronel (Un ex preso político y miembro del Comité Central del Partido Comunista Paraguayo “pro-chino”) se trasladó al campo, primero al Departamento de Caaguazú, de donde era oriundo Centurión; después a la Colonia Acaray-mí, Alto Paraná. 4. En noviembre, Centurión y Brítez ya estaban resolviendo conflictos campesinos a través del empleo directo de la fuerza, como abrir caminos vecinales arrancando alambradas, o carneando ganado para alimentar a las personas que estaban pasando hambre. 5. Desde finales de 1979, y más concretamente desde comienzos de 1980, ambos líderes, ya en la Colonia Acaray-mí, comienzan a preparar una eventual columna guerrillera, que comenzaría una lucha a la que se acoplarían otros dirigentes y activistas, en otras regiones del país, de acuerdo con las especulaciones de Victoriano Centurión. 6. En el marco de un último debate, en febrero de 1980, con referentes de la capital, los líderes campesinos se reafirman en sus intenciones, pese a que acordaron esperar hasta que el 15 de marzo de 1980 se realice un encuentro conjunto para ver cómo proseguir. Pese a los acuerdos, en la noche del 7 de marzo una columna de 20 campesinos armados avanzan en dirección al kilómetro 37 de la ruta que llega a Puerto Presidente Stroessner. La columna estaba integrada por 18 varones y dos mujeres: Apolonia Flores y Apolinaria González. Se toma por asalto un ómnibus de la empresa Rápido Caaguazú y al no responder positivamente ante el pedido del personal que se encargaba de una unidad de represión al contrabando, se produjo un breve tiroteo entre los guerrilleros y los agentes. Más adelante, a la altura del denominado Campo 9, los ocupantes abandonan el ómnibus y se internan en el monte. La reacción del Gobierno de Stroessner fue inmediata y desproporcionada; se estimaba, en ese entonces, que había movilizado más de 5.000 hombres, entre personal de las Fuerzas Armadas, la Policía y milicianos del Partido Colorado. Al frente de las operaciones represivas se designó al general Benito Guanes Serrano, Jefe de Inteligencia Militar. Los efectivos militares montaron su Cuartel de Operaciones en la sede de la

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embotelladora de la bebida Coca Cola. Cuatro días después, el 11 de marzo, las fuerzas represivas se encontraron con diversos grupos de la columna guerrillera. Ocurría que se habían dispersado en grupos e cuatro integrantes, por lo que los encuentros se dieron por separado. Apolonia Flores, así como Apolinaria González, quedaron con Victoriano Centurión y Mariano Martínez. Como resultado general de los enfrentamientos se tuvo: 10 muertos, 6 detenidos y 4 prófugos. En el marco de los combates, Apolonia Flores Rotela, de apenas 12 años, resultó herida con cinco (5) impactos de bala. Conforme algunos comentarios posteriores, ella habría sido ametrallada en las dos piernas.

Encuentro con Stroessner Apolonia había quedado tendida en el suelo, consciente, pero sin poder moverse. En un principio nadie le prestó mucha atención, pues pensaban que se había muerto; de hecho, ella pensó en un primer momento que lo mejor sería fingir que había fallecido. Pero un grupo de militares se aproximó a ella, la desnudaron y comenzaron a tocarla en sus partes íntimas, cuando ella reaccionó protestando. En un comienzo, le hicieron fogosos interrogatorios, con la finalidad de saber dónde estaban los demás miembros de la columna guerrillera, hacía dónde habían huido. Ella nada sabía, por lo que les decía eso, al tiempo en que les comentaba que tenía dolores muy fuertes. Haciendo caso omiso de las quejas de la niña-prisionera, la misma fue abusada sexualmente, siendo abandonada después en el mismo lugar. Cuando un grupo de oficiales fue informado sobre el caso, se ordenó el traslado de la misma al Puesto de Salud de la ciudad de Caaguazú, donde se le prestó los primeros auxilios. Después la llevaron al Policlínico Policial “Rigoberto Caballero”, en Asunción, donde se procedió a operarla de las heridas. Por una cuestión de seguridad, de acuerdo con las enfermeras, la tenían amarrada a la cama. Un día, se anunció la presencia en el Sanatorio del propio presidente de la República, el general Alfredo Stroessner. Mantuvo con la joven combatiente una breve conversación, pues la mayor parte de las preguntas del presidente, ella no respondió. De todos modos, demostró ser una persona con convicciones bastante firmes, pues antes que ponerse de rodillas ante el enemigo, justificó sus actuaciones, diciéndole al presidente que solamente había estudiado hasta el segundo grado de la primaria y que vivía en condiciones de pobreza extrema. Stroessner le prometió ayudarla. Le dijo que le haría estudiar “Corte y Confección” y que le asistiría para que prosiguiera sus estudios, además de asegurarle un nivel razonable de vida. Ella nada respondió. Días después, una de las enfermeras que había escuchado la conversación entre ambos, le insistió a Apolonia sobre la necesidad de que aceptara la oferta: “No seas tonta, además de recuperar con rapidez tu libertad, tendrás un futuro asegurado”. Apolonia entendía que la enfermera no actuaba de

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mala fe, pero también sabía que de aceptar las condiciones que el dictador le ofreciera, estaría deshonrando a sus compañeros, sobre todo a quienes habían perdido la vida en las selvas de Caaguazú. Poco tiempo después, Stroessner volvió a pasar por el Policlínico Policial y mantuvo una corta charla con la detenida. Básicamente, le reiteró su ofrecimiento, y ante la negativa de la precoz combatiente, el dictador se irritó y dispuso su inmediato traslado a la Cárcel de Mujeres del Buen Pastor. La enfermera llamó la atención de los médicos sobre la imposibilidad de llevarla al Buen Pastor en esas condiciones: “Será muy difícil que se recupere, si ni siquiera puede ahora caminar”. Sin embargo, nadie quiso escuchar excusas; la orden del presidente se cumplió tal cual, siendo trasladada la niña-prisionera a la Cárcel del Buen Pastor. Para asombro de propios y extraños, Apolonia se recuperó de manera razonable, si bien las profundas y numerosas heridas dejaron secuelas. Durante un año estuvo en prisión, saliendo de la misma con menos de 14 años. Los hechos que tuvieron entre sus protagonistas centrales a Apolonia Flores Rotela, entre otros, se basaron en la sospecha de que en el marco de una inestabilidad política severa, el cambio del general Alfredo Stroessner se daría de inmediato. Así, tanto Victoriano Centurión como Gumercindo Brítez, sostenían que el Brasil no aceptaría el desarrollo de una lucha guerrillera en la región. La situación era compleja, pues el Brasil soportaba fuertes presiones internas por la democratización, sobre todo las que derivaban de las crecientes movilizaciones sociales, obreras. El líder sindical del “ABC Paulista”, Luiz Inacio “Lula” Da Silva, había surgido como fuerte referente de contestación en ese entonces; nadie podía sospechar siquiera, que ese líder sindical se convertiría alguna vez no solamente en presidente del Brasil, sino en el presidente más prestigioso de la historia del Brasil.

La continuidad de la lucha Pero la historia política de Apolonia Flores Rotela no se agotó en esas recias jomadas de 1980. Ella siguió militando en diversas esferas, apostando a favorecer el derrocamiento de la dictadura. Así, en 1980 se había iniciado el trabajo de reorganización campesina. Sobre todo se mostraba dinámico el Movimiento Campesino Paraguayo, MCP, cuyo máximo referente, Gabriel García, mantenía frecuentes contactos con exiliados políticos radicados en Brasil. Apolonia, desde la perspectiva gremial, apostó y se jugó por el crecimiento del Movimiento Campesino Paraguayo, MCP. Y lo hizo de manera oportuna, pues en ese período de los 80, justamente, es que se instaló con fuerza el tema de los “sin tierra” en el país, cuando simultáneamente se daba el proceso de enajenación progresiva de fértiles campos a favor de los denominados “brasiguayos”. Desde la perspectiva estrictamente política, Apolonia simpatizó con todas las iniciativas de izquierda, facilitando a los dirigentes y activistas de las diferentes experiencias, el acceso a las bases campesinas, que se mostraban ávidas por conocer más de las propuestas que se hacían llamar “progresistas” o “de izquierda”. Colaboró con el Movimiento Democrático Popular, MDP, como con el Movimiento Paraguayo de Liberación, MOPALI, como con grupos trotskistas.

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Después de producirse el derrocamiento del general Stroessner, la precoz combatiente del 80, ya más despierta, entendió que la lucha debía proseguir, pues la simple vigencia de las libertades públicas no equivalía a superación de la pobreza. Por supuesto que valoraba lo que se había alcanzado en términos políticos, pero hasta hoy, con 44 años de edad, y siempre militante, piensa que la democratización tiene que ser general, abarcando todos los aspectos, no un fenómeno que se restrinja a lo meramente político.

Se alzó en armas contra una dictadura y para nada se arrepiente de haberlo hecho. “Creo que de darse las mismas circunstancias, lo volvería a hacer, aunque tal vez con mayor eficiencia. Me hubiese gustado volver a tener 12 años, con este nivel de conciencia y esta experiencia acumulada”.

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NIDIA GONZALEZ TALAYERA Nidia González Talavera nació en los años 40, años especialmente complejos en el Paraguay, desde la perspectiva política, pues se estaba implantando un régimen de partido único y condiciones de intolerancia extrema. No obstante, los padres de Nidia se propusieron sobre todo dar a la niña la mejor educación posible. Con un excelente desempeño escolar, en la Primaria, Nidia se ganó una beca para cursar la Secundaria nada menos que en el Colegio Internacional, una de las instituciones más prestigiosas del país. En el “Inter”, Nidia honró la beca y asombró a todos, pues a lo largo de los seis años de estudio fue prestigiada con el premio a la mejor alumna, lo que finalmente le hizo merecedora de una nueva beca, para la Universidad. La estrella de Nidia ya estaba brillando alto; todo indicaba que daría mucho de qué hablar. Hay una veta poco conocida de Nidia, que no pasó desapercibida para uno de los observadores más agudos de este tiempo; la veta literaria. Aún joven, ella impactó con algunos cuentos nada menos que a Carlos R. Centurión, quien no encontró mejor manera de dejar constancia de su asombro que incorporar una mención a la “prometedora” labor literaria de Nidia en su monumental obra sobre “Historia de la Cultura Paraguaya”. El sueño de Nidia era cuidar animales, por lo que escogió la carrera de Veterinaria, que cursó en la Universidad Nacional de Asunción, concluyendo el mismo en tiempo normal y con excelentes calificaciones. Sin embargo, desde años antes estaba cautivada por ideas bien distintas, por lo que tempranamente decidió nunca ejercer la profesión; estaba con los problemas sociales y políticos a flor de piel, por lo que en momentos incluso tuvo conflictos serios, en el sentido de que le pareció que no había escogido la carrera más idónea. A fines de los años 60 el movimiento político juvenil se enfrentaba a una realidad política compleja: -

Los partidos democráticos habían pasado a legitimar al stronismo, participando del Congreso Nacional. Estos eran los partidos Liberal, Liberal Radical y Revolucionario Febrerista. Muy solitariamente, el Partido Demócrata Cristiano, PDC, asumía la postura de frontal oposición a la dictadura.

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El Partido Comunista Paraguayo, en sus dos vertientes, “pro-soviético” y “pro-chino”, no se consideraba consecuente con las necesidades de la revolución socialista; era visto como inconsecuente.

En este contexto, surgió la “nueva izquierda”, que a su vez se debatió entre dos posturas claramente diferenciadas: la que apostaba a la lucha de masas y la que apostaba a la lucha armada. Ambas propuestas tenían paradigmas de alto nivel de seducción en la región, pues en 1970 llegara al poder por la vía electoral -de movilización de masas- Salvador Allende, al frente de la Unidad Popular; y por otra parte, los jóvenes eran sacudidos cotidianamente por referencias de todo tipo a movimientos como “Tupamaros”, de Uruguay, y “Montoneros”, de Argentina. En el Paraguay, dos jóvenes referentes de la “nueva izquierda” polarizaron las preferencias: Juan Félix “Pon” Bogado Gondra, del Movimiento Independiente, por la organización y la movilización de las masas, por una parte; y Juan Carlos Da Costa, por la salida armada, por otra parte.

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De ahí que el contacto de Nidia González con Juan Carlos Da Costa representaría un cambio radical en su vida, y no simplemente porque ello la llevaría a optar por una salida política armada, sino porque al convertirse en pareja del mismo, la transformaría en madre. En 1969 la Policía Política abortó el primer intento de Da Costa de estructurar una Organización Política-Militar. Estuvo durante varios meses preso y en 1970 fue deportado a la Argentina. A comienzos de los 70 Nidia se embarazó y poco después nació la hija mayor de ella con Da Costa, Amandy.

Madre y militante Juan Carlos Da Costa había vivido durante un tiempo en Chile, viendo y viviendo el proceso de transformación pacífica que encabezara Salvador Allende; Nidia González se movía mucho por la Argentina, viendo y viviendo el crecimiento de organizaciones armadas poderosas como el Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP, los Montoneros y las Fuerzas Armadas Revolucionarias, FAR... Durante esos años habían tejido una red de relaciones importantes con militantes de izquierda de los países de la región; se propusieron, por tanto, impulsar en el Paraguay la conformación de una poderosa organización revolucionaria armada, capaz de colocar al stronismo contra las cuerdas, derrocarlo y sumar al país a la ola de procesos revolucionarios que sacudían a toda América Latina. La región estaba cambiando. Había un aluvión de procesos estimulantes: -

Salvador Allende en Chile, y la “vía democrática al socialismo”,

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Héctor Cámpora en Argentina, seguida del retomo de Perón,

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Ornar Torrijos en Panamá, y la inminente recuperación del Canal,

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Velasco Alvarado en el Perú, con propuestas nacionalistas.

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Torres en Bolivia,...

Juan Carlos Da Costa encabezó la creación de la Organización Primero de Marzo u Organización Política-Militar, OPM. A él se lo conoció, inicialmente en el campo, pero después también en la capital, como “el compadre guazú” (el gran compadre), pero Nidia no quedó atrás; se la conocía como “la comadre guazú”. Sin lugar a dudas, tanto Juan Carlos como Nidia eran considerados como los auténticos padres de la OPM y como sus principales referentes. Durante el proceso de constitución de la OPM nació y dio sus primeros pasos la primera hija de Nidia con Juan Carlos, “Amandy”. La “comadre guazú” no tuvo alternativa: hizo de madre y militante al mismo tiempo. Nidia participaba de reuniones con su hija en brazos, iba al campo con su hija en brazos, participó activamente de los trabajos de organización del movimiento, sin descuidar sus obligaciones de madre. Eso, antes que desvalorizarla, le dio fama especial; sus compañeros destacaban su esfuerzo y dedicación, “su sacrificio”.

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La mujer más buscada Dos situaciones habían favorecido la rápida expansión del movimiento OPM: por una parte, la radicalización de sectores del campesinado, tras la proscripción de las Ligas Agrarias; y por otra parte, la radicalización de sectores estudiantiles, tras la proscripción del Movimiento Independiente. En dos años, no más, entre 1974 y 1976, la OPM se convirtió en el movimiento de mayor envergadura que se creara en el Paraguay desde una perspectiva de izquierda. No obstante, en abril de 1976 se desató sobre el movimiento una represión que la desarticularía casi por completo: el 4 de abril se detuvo a Carlos Brañas en la frontera con Argentina, entre Encarnación y Posadas, y en la madrugada siguiente, el 5, ya la Policía Política asaltaba la residencia de Mario Schaerer Prono, muriendo en un enfrentamiento armado Juan Carlos Da Costa, “el compadre guazú”, fundador de la organización y pareja de Nidia González Talavera. A días de iniciarse la represión se producen otros enfrentamientos y otras muertes: Martino Rolón, Silvano Flores, Mario Schaerer Prono,... Las medidas de detención y torturas se extienden a todo el país, si bien son tres las zonas más afectadas; la capital y los departamentos Central y Misiones. Desde el momento en que se desata la represión Nidia González pasa a vivir en la clandestinidad, lo que se dio en condiciones sumamente complicadas, pues además de tener que dejar a Amandy al cuidado de su abuela, la madre de Juan Carlos Da Costa, ella estaba con unos meses de embarazo, esperando a su segunda hija. Eran momentos de tensión extrema, pues varios de sus compañeros habían caído abatidos por las fuerzas represivas en recios enfrentamientos, mientras que otros, como el caso de Mario Schaerer Prono, habían sido sometidos a crueles tormentos, otros y otras estaban en deplorables condiciones en los calabozos de la dictadura y los pocos que habían quedado en libertad estaban siendo buscados, por lo que tuvieron que tomarse medidas especiales de seguridad. En avisos publicitarios ampliamente divulgados por los medios de comunicación: diarios y TV, se ofrecía una fuerte recompensa en dinero por informaciones que se pudiesen proporcionar sobre el paradero de Nidia González Talavera, señalada como la jefa de la Organización Política-Militar, OPM, por los responsables de la seguridad del Gobierno del general Alfredo Stroessner. Nidia González se encontraba en un estado físico y emocional muy especial, pero tuvo el tino de mantener encuentros clandestinos muy serenos, consultando con personas de su confianza sobre la conveniencia de abandonar el país o no. Por razones que no vienen al caso debatir se le aconsejó que se quedara en el país, con lo que ella se expuso a los mayores riesgos posibles, al tiempo en que las condiciones de extrema tensión la fueron golpeando.

Madre en la clandestinidad Las condiciones políticas nacionales y regionales eran adversas en abril de 1976. Unos pocos elementos ayudan a dimensionar el drama:

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En marzo de 1976 se había producido el golpe militar encabezado por el general Rafael Videla en la Argentina, que pasó a ser administrada por una Junta Militar, que con determinación insana desató la llamada “Guerra Sucia”, una verdadera campaña de exterminio que tenía como objetivo reducir a la mínima expresión a las organizaciones progresistas y de izquierda.

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Desde 1974 en adelante se venían dando en el país sucesivas represiones contra organizaciones progresistas y de izquierda. A esa altura, ya se habían desarticulado al Ejército Popular Revolucionario, EPR, al Movimiento Paraguayo de Liberación, MOPAL y al Partido Comunista Paraguayo, PCP.

Eran, sin embargo, condiciones que contenían elementos contradictorios, pues en la Argentina el movimiento Montoneros había llamado a la resistencia. La conducción del movimiento no se imaginaba hasta dónde estaban dispuestos a ir los militares. El resultado final fue desastroso: más de 30.000 muertos. Después del golpe militar en Uruguay, en 1972, y del golpe militar en Chile, en 1973, el Cono Sur quedó bajo el control político directo de dictaduras militares, pero no de dictaduras tradicionales, sino de regímenes más que salvajes, dispuestos a implementar las medidas más violentas para combatir a los demócratas y a los socialistas; fue la época del “Operativo Cóndor” y del asesinato de miles de militantes progresistas y de izquierda. La contracara de esa situación era la visión romántica de muchos revolucionarios, incluyendo a Nidia González. Ella, con sus compañeros y compañeras, apostaron no solamente a quedarse en el país, sino que a recomponer la organización. Aún en 1976, en la clandestinidad, nació la segunda hija de Nidia González y Juan Carlos Da Costa. “Mbyjá”, la llamó la dirigente de izquierda, cumpliendo a rigor el deseo de ambos, Nidia y Juan Carlos, quienes habían decidido que ese sería el nombre de la misma. “Mbyjá” nació huérfana de padre, pues Juan Carlos había muerto en el enfrentamiento de abril del 76, pero tenía una madre cargada de coraje, dispuesta a resistir y a seguir luchando. En ese período la OPM hizo una suerte de autocrítica, si bien terminó ratificándose en todo lo fundamental, y los militantes que quedaron en el país trabajaron decididamente en función a reorganizar el movimiento. Este trabajo tuvo el mérito especial de hacerse en condiciones de la más rigurosa clandestinidad, considerando que sus principales dirigentes estaban siendo buscados. Habrá que mencionar con especial énfasis, sin desmerecer a otros, que el que se portó como un hermano de causa y de sueños con Nidia González Talavera fue el poeta y militante socialista Miguel Ángel Caballero Figún, quien le ofreció soporte en esas condiciones de implacable persecución. También habrá que resaltar que -sin desmerecer a otros- en el marco de los trabajos de reorganización del movimiento fue detenido Eduardo Bogado Tabacman, pieza clave en el proceso, quien se portó como un héroe ante el adversario, no entregando información alguna a los torturadores, que pudiesen llevar a la detención de otros y otras. En febrero de 1977 la organización recibió un segundo y terminante golpe, al ser asesinado Jorge Agustín Zavala Esquivel. Otras compañeras de Nidia tuvieron que asilarse en embajadas extranjeras,

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como Mirtha Ayala y María De Jesús Caballero Legal. En esas circunstancias se consideró que Nidia quien poco antes de los hechos había viajado al exterior- no debía retomar al país.

El doloroso exilio La Organización Primero de Marzo, OPM, había mantenido vínculos muy estrechos con la organización política argentina Montoneros, por lo que la primera opción de Nidia González fue quedarse en la Argentina. De hecho, el país ofrecía ventajas adicionales, pues como tradicionalmente fuera receptor de miles de migrantes paraguayos, no resultaría muy difícil pasar desapercibida. No obstante, en el país se estaba soportando un duro revés, pues en el marco de la “Guerra Sucia” se sucedían las muertes y las desapariciones. Por más fuerte que fuera una persona, hechos de esta naturaleza necesariamente debían causar un tremendo daño, sobre todo en quienes tenían compromisos con las luchas sociales y políticas, como era el caso de Nidia. Buscada en el Paraguay, los familiares de Nidia vivían bajo sistemático control; la Policía Política apostaba a dar con ella por esa vía. “Amandy” vivía con la abuela, la madre de Juan Carlos Da Costa, Alma, boliviana, una mujer de una integridad a prueba de todo, que a lo largo de esos años supo administrar la delicada situación, evitando riesgos y amenazas. La hija menor, “Mbyjá”, vivía con la familia Garcete, con el nombre de Rosana, sin que la Policía Política de Stroessner pudiese siquiera sospechar eso. En 1980, Nidia González pasó a vivir en el Brasil, en condiciones de absoluta clandestinidad. Brasil vivía en ese entonces una temprana apertura política, bajo la presión de los demócratas, progresistas y socialistas nucleados en el Movimiento Democrático Brasileño, MDB, así como del vigoroso movimiento sindical, liderado por Luiz Inacio “Lula” Da Silva, obrero metalúrgico. Dos años después, sin embargo, Nidia cambió el esquema extremadamente rígido por uno más flexible, lo que de hecho la ayudó de manera notable a recuperarse; había soportado ocho años de clandestinidad absoluta, ocho años de cuidados extremos. Desde 1982 en adelante se siguieron tomando cuidadosas medidas de seguridad, pero en un esquema distinto, bien más flexible. Nidia González entró a colaborar de manera sistemática en la publicación de una revista de izquierda, “Síntesis”, que se elaboraba con contribuciones provenientes de varias latitudes, incluso del país, pero que se imprimía en México. Gran parte de los vinculados al proyecto eran ex militantes de la OPM, pero como la iniciativa era pluralista, de la misma participaron activistas y dirigentes de otras extracciones. En ese contexto renovado, Nidia se propuso reagrupar a su familia, proceso que se realizó de a poco, muy cuidadosamente, de manera a evitar percances, sobre todo en el campo de la seguridad. En el Paraguay seguía vigente una dictadura férrea y tanto con respecto a Nidia como con relación a otros activistas de izquierda había consignas duras, que incluso podían significar amenazas reales para la vida misma de los mismos. Primero fue al Brasil Amandy, la hija mayor, quien acompañada de la abuela, Alma, pasó a vivir en San Pablo. La relación de Amandy con Nidia se recompuso con relativa rapidez, lo que de hecho se vio

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facilitada porque en ningún momento se le ocultó a la niña los nombres reales de sus padres, Juan Carlos Da Costa y Nidia González Talavera. El caso de la reinserción de “Mbyjá” a su familia biológica, sin embargo, implicó mayor cuidado en todos los aspectos. Ocurre que “Mbyjá” creció con la convicción de que era hija de otra persona. Esto no se hizo por maldad, ni con doble intención alguna. Se la trató de ese modo para protegerla contra eventuales medidas represivas. No obstante, tras un proceso relativamente largo, “Mbyjá” se reinsertó plenamente, aprendiendo ella de Nidia y a la inversa, la madre de la hija, hasta que se dio entre ambas una relación cargada de cariño y respeto.

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SOLEDAD BARRET Hija de Alejandro Rafael Barret, Soledad nació en el Paraguay el 6 de enero de 1945, pero debido a la sistemática persecución política, en plena dictadura del general Higinio Morínigo, se vio forzada a emigrar a la Argentina, cuando apenas tenía tres meses. La familia pudo retornar al Paraguay cinco años después; Soledad apenas era una niña. Siendo adolescente, Soledad integró el denominado grupo de “gorriones”, quienes estaban vinculados al Frente Juvenil-Estudiantil y al Frente Unido de Liberación Nacional, FULNA. Paraguay vivía desde mayo de 1954 bajo la dictadura del general Alfredo Stroessner, a la que la oposición apostó a destituir por la vía de la lucha armada desde finales de los 50 y con mayor determinación desde 1960, cuando incursionaron en el país las columnas guerrilleras del Movimiento 14 de Mayo (Liberal/ Febrerista) y del Frente Unido de Liberación Nacional, FULNA (Comunista). En el marco de la lucha armada se implantó en el país un clima excesivamente represivo, por lo que la familia de Alejandro Rafael Barret se vio obligada a emigrar de nuevo, aunque esta vez lo hicieron rumbo al Uruguay, pues la Argentina vivía momentos políticos también complejos. Soledad había despertado a la sensibilidad social y política muy tempranamente, desde su adolescencia. Tanto su padre, como su hermana Nanny explicaban el fenómeno de manera simple: “Soledad era incapaz de huir de los genes revolucionarios de su abuelo y de su padre”. De hecho, Barret no era cualquier apellido; se trataba de un apellido que necesariamente llevaba a la pregunta: ¿Qué era Soledad de Rafael Barret? ¡La nieta! Rafael Barret -nacido en España en 1876- emigró a la Argentina en 1902, estableciéndose definitivamente en el Paraguay desde 1904. Se casó con Francisca López, naciendo del matrimonio un único hijo: Alejandro Rafael, padre de Soledad. Periodista y escritor, en pocos años produjo materiales de inmenso valor literario, pero sobre todo de gran valor social y político, pues Rafael Barret realizaba un trabajo intelectual profunda y definitivamente comprometido con su tiempo y su realidad. Anarquista confeso, escribió (Describió) “El dolor paraguayo”, rescatándose con especial énfasis hasta el presente su valiente denuncia sobre cómo trabajaban y cómo vivían los “mensús” en el país, o sea, los trabajadores de la yerba mate. Barret se estableció en el Paraguay en 1904, año en que se produjo la caída del Partido Colorado del poder y el ascenso del Partido Liberal. Vivió bajo el caótico período de transición, en que se dieron sucesivos cambios de presidentes: Juan B. Gaona, Cecilio Báez, Benigno Ferreira,.., tiempos en que el coronel Albino Jara, “el varón meteórico”, era el árbitro de la política nacional. Justamente sus biógrafos destacan que en julio de 1908 el mayor Albino Jara da un golpe militar y Rafael Barret organiza la atención a los heridos por las calles de Asunción. El 3 de octubre de ese año es apresado, a causa de las denuncias que publica en “Germinal” - periódico anarquista- y el 13 de octubre, gracias a las gestiones del cónsul inglés, Barret es liberado, aunque se lo destierra a Corumbá, Matto Grosso, Brasil.

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En 1909 se dieron condiciones propicias para el retomo de Barret al Paraguay, pero poco tiempo después decidió ir hasta Francia para tratarse de la tuberculosis que lo afectaba. Murió allá, con apenas 34 años, pero había dejado fuertes recuerdos de compromiso con los más desprotegidos no solamente en el Paraguay; también en Argentina y en Uruguay. Soledad, entonces, “tenía los genes del abuelo” y una memoria fresca y limpia sobre la necesidad de honrar ese apellido.

Un incidente revelador Radicada ya en el Uruguay, Soledad siguió militando en los sectores progresistas. Y cuando apenas tenía 17 años fue protagonista central de un episodio doblemente revelador. La situación fue la siguiente: Era el 6 de julio de 1962 cuando un grupo- comando neo-nazi secuestró a la inquieta activista juvenil y trató de forzar a la joven a gritar consignas por completo contrarias a sus convicciones: -

Grite ¡Viva Hitler!

-

¡Muera Hitler! (respondió Soledad)

-

Grite ¡Muera Castro!

-

¡Vivan Castro y la Revolución Cubana! (respondió Soledad)

Al no lograr su objetivo, los secuestradores de la joven activista le hicieron tatuajes de esvástica en el mismo con una navaja y la arrojaron a la calle, aún encapuchada, en las proximidades del Zoológico de Villa Dolores. El hecho, como ya se había apuntado, resultó doblemente revelador, pues si bien por una parte mostró de manera irrefutable el temple de la joven activista, por otra parte dejó al descubierto que pese a ser considerada la “Suiza americana”, Uruguay contaba con sectores políticos intolerantes, profundamente conservadores. Años después eso quedaría más evidente, cuando los militares pasaron a controlar directamente el poder, pero el episodio en cuestión ya había revelado esa eventualidad. El incidente referido tuvo una extendida repercusión en el Uruguay, provocando la repulsa pública de muchos sectores, pero después de los hechos, Soledad pasó a padecer una sistemática persecución de parte de la Policía Política, por lo que pensó seriamente salir del país. Las opciones no eran muchas, por lo que finalmente se trasladó al Brasil.

La dictadura en Brasil Soledad fue hasta el Brasil, pero a partir de 1964 en ese país también se inauguró una dictadura militar, que puso fin a otras posibilidades de desarrollo político. La izquierda se dispuso a enfrentar a los militares para favorecer un retomo a la democracia, pero durante los primeros años soportó una terrible debilidad, por lo que sus acciones resultaron inocuas.

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En el Brasil, Soledad conoció a un joven militar de la Marina, José María Ferreira de Araujo, quien había acompañado la movilización de los marineros, hecho que de acuerdo con muchos analistas había contribuido más bien negativamente, precipitando el golpe militar. De todos modos la izquierda había idealizado la lucha de los marineros, por lo que para Soledad conocer a José María tuvo especial significación. Acompañando a José María Ferreira de Araujo, Soledad viaja a Cuba en 1966, con la expresa finalidad de prepararse para encarar la lucha contra la dictadura militar en el Brasil. Allá, José María y Soledad contraen matrimonio en julio de 1968 y al año siguiente, en abril, nació la hija de ambos, a la que llamaron Naim. A esa altura, Soledad ya había entrado en contacto con una suerte de leyenda viva del Brasil, “O Cabo Anselmo”, José Anselmo Dos Santos, ex marino al igual que José María. Ni se imaginaba, entonces, que años después “O Cabo Anselmo” jugaría un triste papel en su vida. En 1970 retoma al Brasil José María Ferreira de Araujo, el esposo de Soledad, en compañía de Edson Neves Quaresma. Ambos tenían la misión de preparar el retomo del Cabo Anselmo, convencidos de que esa eventualidad constituiría un apoyo clave para la lucha contra la dictadura. Soledad volvió al Brasil a principios de 1971, portando documentos de identidad falsificados. Trata de averiguar sobre su marido, José María, y se entera de que entre junio y julio de 1970 había sido detenido, siendo asesinado en el DOI-CODI SP (Repartición policial represiva de San Pablo) el 23 de setiembre de ese mismo año de 1970. El dolor que sintiera Soledad ante la pérdida del marido fue tremendo; tenía planes para con él. Ya en Brasil, Soledad volvió a establecer relaciones con “O Cabo Anselmo”, quien había estado preso desde el 30 de mayo de 1971 y desde entonces - según sus propias confesiones- se convirtió en soplón de la Policía Política. Cuando corría el año 1971 Soledad ni sospechaba de eso; es más, lo veía como con la aureola de un mártir. De todos modos, antes de entrar a la parte central de la semblanza, en que los protagonistas son Soledad y Anselmo, habrá que referir qué iniciativa política había servido de nexo entre todos ellos.

Resistencia armada Desde el mes de marzo de 1964 se soportaba una férrea dictadura militar en el Brasil, la que desalojara por medios violentos del poder político al presidente Joao Gulart, un político de perfil progresista, sensible ante la compleja problemática social brasileña, por entonces un país sumamente atrasado y con grandes y graves contrastes sociales. En el marco de la resistencia de los sectores de la izquierda brasileña al golpe en 1966 se creó la Vanguardia Popular Revolucionaria, VPR, cuyo jefe político original fuera el ex sargento Onofre Pintos. La VPR despertó simpatías en sectores civiles, sobre todo, pero también atrajo la atención de algunos militares jóvenes.

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Fue así, precisamente, que en 1969 se sumó a la organización el capitán Carlos Lamarca, quien abandonó el Ejército junto con grupo de soldados y de sub oficiales, llevando armamentos y municiones para fortalecer a la guerrilla que quería poner punto final al régimen despótico encabezado por los generales de las Fuerzas Armadas. Entre 1968 y 1969, de hecho, el mundo entero se había visto sacudido por imponentes jomadas de protesta social, que tuvo en los jóvenes a los protagonistas centrales. Esos fueron los casos del: -

“El Mayo Francés”, que sacudió a Francia y puso en duda la continuidad del capitalismo en ese país altamente desarrollado,

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“La Primavera de Praga”, que conmovió a Checoslovaquia y puso a la burocracia stalinista en el peor aprieto a lo largo de su dominio.

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“El Cordobazo”, que sacudió a la Argentina y a toda la región, ocasión en que estudiantes y obreros pusieron casi en retirada a los militares argentinos.

En Paraguay hubo protestas sociales en 1969; ese mismo año fue de auge para el movimiento armado uruguayo “Tupamaros”; ese mismo año surgieron en Argentina “Montoneros” y el “Ejército Revolucionario del Pueblo”,..., había pasado poco tiempo de la heroica muerte del “Che” Guevara en Bolivia. Brasil no solamente no estuvo ajeno a todo el rico proceso; también lo protagonizó de diversos modos, desde la música de Geraldo Vandré hasta las organizaciones armadas, sobre todo la VPR. Pero después del retomo de Soledad al Brasil, en 1971, la organización VPR, Vanguardia Popular Revolucionaria, ingresó a una fase crítica severa, la que fue estimulada por las divergencias al interior del movimiento. Además, pesaba de manera muy negativa la gran cantidad de muertos y de prisioneros. El debate llevó a una dramática determinación: la desmovilización, que se decidió en agosto de 1971. Tres cuestiones fueron las decisiones más relevantes: 1- La desmovilización militar. 2- La Lucha por la liberación con vida de los prisioneros. 3- La convocatoria al Segundo Congreso Nacional, para definir la acción futura. Onofre Pintos, el máximo líder de la Vanguardia Popular Revolucionaria, VPR, se había refugiado en Chile, decisión asumida por otros, antes y después, bajo el estímulo muy particular de la Presidencia del socialista Salvador Allende en el país andino. Los militantes apostaban a trabajar por Chile, por cierto, pero también a utilizar al país andino como retaguardia para reorganizar las diversas organizaciones revolucionarias golpeadas por los aparatos represivos de los gobiernos dictatoriales. Así, justamente, desde 1972 se constata un intento por reorganizar la Vanguardia Popular Revolucionaria, VPR, en el Nordeste del Brasil. La iniciativa estaba dirigida por Onofre Pintos, desde Chile, país donde fuera convocado en octubre de 1971 uno de los que irían a liderar los trabajos en el terreno, “O Cabo Anselmo”. De acuerdo con el valioso testimonio de Jarbas Silva Marques, el hermano de Soledad, Jorge Barret Viedma, fue la persona que llevó de Chile al Brasil la información sobre que “O Cabo Anselmo” era un infiltrado que trabajaba para la Policía Política brasileña.

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Soledad habría viajado con “O Cabo Anselmo” a Chile, en compañía de su hermano, Jorge, y después pasó por Uruguay, un poco antes de las elecciones de noviembre de 1971.

La “Masacre de San Bento” Muerto José María, su marido, y después de repetidos contactos, Soledad terminó apasionándose de Anselmo, sin imaginar ni siquiera de lejos que se trata de un infiltrado. Es más, Soledad llegó a tomar tan en serio la relación que se embarazó de “O Cabo Anselmo”. El 8 de enero de 1973 -de acuerdo con la versión oficial- se produjo un enfrentamiento a tiros en la “Chácara de Sao Bento”, próximo a Recife, Nordeste del país. Presuntamente, de los 7 guerrilleros 6 habían muerto, escapando uno de ellos, “O Cabo Anselmo”. De acuerdo con el brillante trabajo publicado por el diplomático español Francisco Corral, en enero del 2007: “Sólo a partir de la ley 9.140 del año 1995, pudo crearse en Brasil una “Comisión Especial de Reconocimiento de los Muertos y Desaparecidos Políticos”. En 1996 la Comisión se ocupó de aquel asunto y enseguida confirmó lo que siempre se había sospechado: que la versión oficial era totalmente falsa”. Se constató que uno de los seis integrantes del grupo -prosigue- José Manoel Da Silva, fue apresado la noche del día antes, el 7 de enero, en una gasolinera. Otro de ellos, Jarbas Pereira Marques, fue detenido en la librería en que trabajaba. Otros dos: Eduardo Gomes Da Silva y Evaldo Luiz Ferreira, en sus domicilios. Y los otros dos, otras, en realidad: Pauline Reichstul y Soledad Barret, fueron detenidas en la boutique en que trabajaban. Una de las testigos presénciales, Sonja María Cavalcanti, aportó: “Soledad y Pauline estaban en la boutique cuando cinco hombres, diciéndose policías, invadieron el local, golpearon salvajemente a Pauline, mientras Soledad, que estaba embarazada, sólo se preguntaba insistentemente ¿por qué? Después las dos fueron llevadas en un auto”. Cuando le fueron mostradas fotografías, la testigo identificó al Cabo Anselmo como uno de los cinco hombres. (...) Las declaraciones presentadas ante la Comisión son estremecedoras. Para no abundar en el horror, nos quedamos con una parte del testimonio de la abogada Mércia Alburquerque, que logró entrar al depósito de cadáveres del cementerio de Santo Amaro y describe la escena que contempló del siguiente modo: “Pauline estaba desnuda, tenía una perforación en el hombro y parecía haber sido muy torturada. Jarbas tenía perforaciones en la cabeza y en el pecho y marcas de cuerdas en el cuello. Soledad, también desnuda, tenía a su alrededor mucha sangre y a sus pies un feto”. Soledad Barret murió en 1973, con apenas 28 años de edad, entregada de manera miserable por el propio padre de la criatura que cargaba en su vientre. Esto es lo que finalmente explica la razón de por qué insistía en preguntar “¿por qué?”. No podía imaginar que su compañero de entonces, su pareja, “O

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Cabo Anselmo”, la había traicionado de ese modo, llevando a la muerte incluso al hijo que concibieron juntos. Soledad fue una mujer que se alzó en armas para defender los intereses de los sectores sociales más desfavorecidos; en ese sentido honró el apellido, pues su vida había sido determinada, a decir de su hermana Nanny por los genes del abuelo, Rafael Barret. Y al igual que su abuelo, su “patria” fue la región: Paraguay, Uruguay, Brasil. En memoria de Soledad se produjeron poemas fantásticos. Así, a su muerte, el poeta uruguayo Mario Benedetti escribía: “...hace diez años tu adolescencia fue noticia /te tajearon los muslos porque no quisiste / gritar viva Hitler ni abajo Fidel / eran otros tiempos y otros escuadrones / pero aquellos tatuajes llenaron de asombro / a cierto Uruguay que vivía en la luna... ignoro si estarías / de minifalda o quizá de vaqueros / cuando la ráfaga de Pernambuco / acabó con tus sueños completos...” Daniel Viglieti, en letra y música recordó a Soledad; un trecho dice: “... Cual el libertario abuelo del Paraguay / creciendo buscó su senda, y el Uruguay / no olvida la marca dulce de su pisada / cuando busca el norte, el norte Brasil, para combatir...” Soledad Barret, cuya belleza arrolladora destacan todos los que la conocieron, pero todos valoraron más su belleza interior, reflejada en una vida cortada violentamente bajo el duro peso de la miserable traición.

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PARTE V LA REBELIÓN DE LAS PALABRAS Y mientras unas tomaban las armas, otras se alzaron con las palabras; con la palabra hablada o con la palabra escrita. Y con las palabras fueron desgastando al enemigo, creando las condiciones para favorecer un desenlace esperado por todas y por todos: una democracia que alejase por siempre y para siempre la insana brutalidad. 1. Gloria Giménez Guanes 2. Gloria Muñoz 3. Raquel Rojas 4. Teresa González Meyer

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GLORIA GIMÉNEZ GUANES Hija de Lidia Guanes y de Elizardo Giménez, Gloria Giménez Guanes nacía en la ciudad de Villarrica, capital del Departamento del Guairá, a unos 160 kilómetros de Asunción, el 21 de abril de 1948. Después de concluir sus estudios secundarios en la Escuela Santa Clara se dispuso a desarrollarse como periodista, aunque cursó la carrera de Administración en la Universidad Privada Columbia de Asunción. Inquieta, se inició en el periodismo en el Paraguay con 15 años, haciendo radio con su cuñado, Lulú Ortíz, en Radio Comuneros, así como pasantías pasajeras, aunque enriquecedoras, en el diario La Tribuna y en el Canal 13, TV. Sin embargo sus ganas incontenibles de conocer experiencias ajenas al país la llevaron tempranamente al extranjero, viajando a los Estados Unidos de América en 1970. De EEUU se dirigió a México, donde durante un tiempo realizó una rica experiencia en Televisa, el imperio televisivo azteca, pero como quería aprender más y más, entre 1975 y 1976 se puso a estudiar dirección de cámara en la YMCA de Londres, Inglaterra. Poco después de recorrer varios países, decidió radicarse definitivamente en Madrid, España, en 1977. Periodista especializada en radio, Gloria desempeñó tareas relevantes en la prensa, destacándose su paso por Televisa, México, así como su permanente participación como corresponsal de Radio Ñandutí en España y otros países extranjeros. Su pasión por la prensa fue permanente, y en España se constituyó en secretaria del Club Internacional de Prensa de Madrid, cautivando el respaldo de la gran mayoría de sus colegas de ese país y de diversas otras nacionalidades. Hay tres campos, sin embargo, en los que Gloria se destacaría como una clave tributaria de la lucha por la democracia en el Paraguay; tres campos, para no exagerar, para decir lo menos acerca de esta mujer que nunca mezquinaría tiempo ni recursos para apoyar toda y cualquier causa que juzgase noble. Y para no evadir eventuales preguntas sobre ejemplos concretos que señalen estos citaremos apenas dos: En primer lugar, cuando se estaba con el proyecto de recuperación de la manzana de la rivera, de la manzana ubicada entre El Paraguayo Independiente, por un lado, y entre Ayolas y O'leary, por el otro, maría Gloria hizo todo lo que estuvo a su alcance para favorecer la aprobación del respaldo por parte de la Agencia Española de Cooperación Internacional, y como si esto fuera poco, pidió a su compañero, Eduardo Aznar, que aportase algo en función del inatacable programa. Por otra parte, cuando Fernando Lugo era apenas pre-candidato a la Presidencia, en julio del 2007, visitó España, varias ciudades y entre ellas Madrid. Allí, su apoyo firme fue Gloria, quien le facilitó al aspirante presidencial todos los contactos a su alcance, entre los cuales el de Alfonso Guerra, ex vicepresidente español y hombre fuerte en el marco de la Socialdemocracia europea y mundial. Ahora bien, retomando el hilo fundamental del retrato, debemos referimos ordenadamente a los tres campos en que Gloria realizó contribuciones relevantes: el de la Solidaridad Internacional con la lucha por la Democracia; en el de la producción y publicación de materiales que asumen compromisos

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directos con la lucha por la libertad y la justicia; y en la promoción de nuevos talentos en el campo de la literatura.

Solidaridad internacional A poco de instalarse Gloria en España, que fuera en 1977, se fundó en el Paraguay el Acuerdo Nacional, una suerte de frente anti-dictatorial que integró a los partidos Liberal Radical Auténtico, Revolucionario Febrerista y Demócrata Cristiano, así como a la facción disidente del Partido Colorado, el Movimiento Popular Colorado, MOPOCO. Esto se dio entre finales de 1978 y comienzos de 1979. Como desde la segunda mitad de los años 70 los Estados Unidos de América comenzó a presionar por la redemocratización de los diversos países en el marco de la denominada “política de los Derechos Humanos”, el Acuerdo Nacional esperaba contar con un amplio respaldo internacional, por lo que impulsó una acción agresiva en el exterior, tratando de tejer una red de contactos capaz de contribuir a poner fin a la dictadura. Los años 80 fueron de crisis para el stronismo, pero sobre todo en la segunda mitad es que comenzó a verse como “una luz al final del túnel”; todo parecía indicar que el stronismo tenía sus días contados. En ese marco, precisamente, es que se dio la clave intervención de Gloria Giménez Guanes, quien trabajó conjuntamente con Augusto Roa Bastos, el laureado literato paraguayo, entre 1983 y 1987, para abrir espacios en el exterior en apoyo a la lucha por la democratización. Gloria, juntamente con Augusto, desarrolló una intensa labor que no se restringió a España; se extendió a toda Europa, con excelentes resultados. España ofrecía para Gloria condiciones especialmente favorables, pues los líderes de mayor peso e influencia, entre quienes se destacaban Felipe González y Alfonso Guerra, establecieron con la bella y simpática paraguaya una relación fraternal de recíproco respeto y de elevado sentido de solidaridad. Gloria les pidió no solamente que apoyasen a los luchadores democráticos paraguayos; les pidió, también, que empleasen su extendida influencia sobre la Socialdemocracia internacional para que referentes de peso de otras latitudes se sumen a la cruzada orientada a poner fin al stronismo para iniciar la construcción democrática en el Paraguay. Tanto Felipe González como Alfonso Guerra estuvieron a la altura del desafío y en poco tiempo el Gobierno de Stroessner comenzó a soportar fuertes presiones provenientes de Europa y otros países, incluso de América Latina. La Socialdemocracia europea era fuerte, controlando o influenciando decisivamente varias administraciones gubernamentales. Hubo apoyo desde casi todos los países: España, Francia, Alemania, Suecia, Noruega, Italia,... Los políticos paraguayos que estaban enfrentados con el stronismo pasaron a tener espacios privilegiados para realizar denuncias y promover campañas de presión sobre la dictadura. Una suerte de coronación de este intenso trabajo precisamente constituyó la iniciativa llevada adelante por María Gloria y Augusto, quienes coordinaron la realización en Madrid, España, de lo que había dado en denominarse “Jomadas por la Democracia en el Paraguay”. El evento se realizó en 1987,

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precisamente a menos de dos años del derrocamiento del general Alfredo Stroessner, y constituyó, sin sombra de dudas en un aporte clave para la democratización del país. Este trabajo de sensibilización de las sociedades europeas sobre la realidad política paraguaya no se agotó en las “Jornadas...”, ni mucho menos. La tarea prosiguió con energía, bajo el estímulo de las crecientes movilizaciones que se realizaban al interior del Paraguay, que indicaban de manera inequívoca que el régimen del general Alfredo Stroessner estaba llegando a su fin. Augusto Roa Bastos, mundialmente conocido, ocupaba amplios espacios en la prensa europea, que utilizaba para descalificar al stronismo y para manifestarse sin reservas a favor del desarrollo democrático en el país. Sacando el máximo provecho del renombre de Augusto, Gloria se empeñaba por encontrar todos los espacios posibles para canalizar las denuncias y propuestas de Roa Bastos. Paraguay dejó de ser desconocido para muchos europeos, quienes no solamente pasaron a saber que allí había una férrea dictadura, sino que pasaron a apreciar a quienes aun poniendo en riesgo sus vidas, luchaban por la democracia y por el respeto a las libertades a que tenían derecho todos los paraguayos. Fue esencial para ello el apoyo a la “causa paraguaya” del Club Internacional de Prensa y de la Asociación de Corresponsales de Prensa Extranjera, de la que Gloria fue durante diez años Secretaria General. No se puede decir que esto fue lo más importante del aporte de Gloria, pero habrá que resaltar que ese aporte puntual en ese campo tuvo un altísimo valor, pues consistió en una contribución clave para ponerle fin al stronismo.

El poder de fuego de las letras Las “Jornadas por la Democracia en el Paraguay” dieron pie para que en Gloria Giménez Guanes se manifieste una de las vetas más interesantes de su polifacética personalidad: la de escritora. En fino trabajo de edición, la Editorial Salesianos publicó en Asunción, Paraguay, en 1987, unas crónicas de las “Jomadas...”, que a decir de la propia autora era “un testimonio que, a través de las voces de sus principales protagonistas, pretende recuperar la memoria histórica de lo que aquél acontecimiento representó, en su día, para las fuerzas democráticas del país”. El mencionado libro, denominado poéticamente “Los Duendes de la Rebeldía” apostaba también a recoger el espíritu de unidad que animó aquel encuentro, que contó con el apoyo inestimable de España, Suecia, Alemania, Argentina y Francia. El relevante trabajo, que constituye un aporte para la reconstrucción de la memoria de la historia de la lucha por la democratización, por lo que en 1998 “Ñandutí Vive” editó el material. En palabras de la autora, “se trataba, a su vez, de reexaminar la validez de los planteamientos que allí se formularon para ayudar a la consolidación del proceso democrático y para acabar definitivamente con las lacras heredadas de la dictadura; para erradicar la corrupción, corregir las enormes desigualdades sociales y construir un país más justo y solidario”.

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Ya en el nuevo milenio, Gloria se sumó a un equipo de trabajo, integrado por Alfredo Boccia Paz, Antonio Pecci y Miguel H. López para realizar una de las más importantes recopilaciones de documentos sobre lo que fuera lo que se conoció como “Operativo Cóndor”. El “Operativo Cóndor”, para hablarlo en términos muy simples, no consistió sino en la cooperación entre los aparatos represivos de los países integrantes del Cono Sur, donde las dictaduras procedieron a la eliminación física de sus adversarios políticos o a la “desaparición” de los mismos, en el marco de una cooperación estrecha y sistemática. Conforme los documentos publicados, las fuerzas represivas de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile y Paraguay “conformaron una siniestra trama que asoló a América Latina durante décadas”. Al margen de cualquier otra especulación, lo cierto y lo concreto es que los regímenes que controlaron políticamente a esos países en esos años, intercambiaron prisioneros, asesinaron a algunos -a pedido de los otros- e intervinieron en procesos de investigación, con uno u otro argumento, en detrimento de todo lo que se había alcanzado en términos de Derecho Internacional. “En los sótanos de los generales”, se tituló el exitoso libro, y el prólogo fue escrito por Augusto Roa Bastos, quien asumió el compromiso formal de promover la investigación a fondo de lo que se había dado en la región en esa época, que había costado la vida de miles de luchadores, sobre todo en la Argentina. Después de la publicación referida y haciendo honor a su género, Gloria escribió con Olga Caballero Aquino otro material: “Madres en el amor y en la guerra”, que a decir de las autoras recogía testimonios de mujeres paraguayas en el período comprendido entre 1930 y el 2004. A decir de Gloria y Olga, este libro rinde un merecido homenaje a las legítimas representantes de la valiente estirpe de anónimas heroínas emergentes de las batallas de la Guerra del Chaco, y, posteriormente, en la Revolución Civil de 1947. Cincuenta años de negligente olvido, trajeron la luz y el calor de los relatos, de palabras que demuestran la altivez, la fibra y la capacidad inagotable de aceptar los retos de las adversidades de la vida de un universo femenino, injustamente olvidado. Gloria aún no ha dado todo lo que puede dar en términos de escritora. De hecho, ella se encuentra en la plenitud de su vida y es de esperar que en poco tiempo más siga realizando aportes para recuperar recuerdos perdidos, lo que en el caso de Gloria apuesta siempre a buscar recuperar cuestiones esenciales. Así, en “Los Duendes de la Rebeldía”, Gloria muestra, a través del testimonio directo de los protagonistas, el sentimiento de profundo desprecio hacia los esquemas cerrados de control político, vigentes en el período stronista; en el libro “En los Sótanos de los Generales”, asume el compromiso formal de no dejar en la impunidad los bárbaros crímenes que se realizaron presuntamente “en defensa del modo de vivir occidental y cristiano”; mientras que en “Madres en el amor y en la guerra”, revela el temple de la mujer paraguaya, mujer, al igual que otras, de otras latitudes, pero curtida a sangre y fuego, por dos guerras internacionales y decenas de revoluciones y cuartelazos.

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Ateneo Lidia Guanes En el 2007 Gloria Giménez Guanes cumplió con unos de sus más preciados sueños: poner en funcionamiento el “Ateneo Cultural Lidia Guanes”, que como punto de partida creó el Premio Lidia Guanes de Novela Inédita. Dicho premio se otorgaría cada dos años, a partir del 2008, coincidiendo el mismo con la inauguración en el país de un proceso político renovado, cuyo rasgo central aportó el desplazamiento del Partido Colorado del centro del poder político tras las elecciones generales de abril del 2008. El “Ateneo Cultural Lidia Guanes” surgió como institución privada sin fines de lucro, con el expreso objetivo de promover y difundir la cultura en el Paraguay. Gloria explicaba que el Ateneo llevaba el nombre de su madre “en homenaje a ella, que como tantas mujeres paraguayas, no pudo recibir la educación adecuada durante los largos años de dictaduras y desgobiernos que sufrió el país”. El Premio Lidia Guanes de Novela Inédita consistía en 3.000 euros, más un pasaje de ida y vuelta para el ganador o la ganadora a España, donde el material se presentaría en la célebre Casa de América. El certamen tuvo como primer Jurado a Alcibiades González Delvalle, escritor y dramaturgo, y a Osvaldo González Real, crítico literario, en Paraguay, más la escritora hispano-uruguaya Carmen Posadas, en Madrid, España. Para el mismo se presentaron 21 novelas, resultando ganadora por consenso unánime de los miembros del Jurado la presentada por Guido Rodríguez Alcalá: “El peluquero francés”. La obra de Rodríguez Alcalá se situaba temporalmente en mediados del siglo XIX y la trama giraba en tomo a los personajes históricos Madame Lynch, Pancha Garmendia y Francisco Solano López. Pese a que se sostiene que el material implicó “una profunda y meticulosa investigación histórica sobre el período”, lo cierto es que se inscribe por completo en la línea crítica al llamado “lopismo”, al que adhiere el autor de la novela desde hace años. De todos modos, tiene la virtud de abordar un período que si bien dio pie a mucha controversia, aún tiene mucho que ser estudiado. Para el segundo certamen, realizado en el 2010, el trabajo ganador fue “El Callejón Oscuro”. La novela, de la vigorosa escritora Susana Gertopán, es, a decir de la propia autora una obra de ficción que narra la vida de un grupo de comerciantes judíos en un barrio de Asunción, donde conviven en los alrededores del mercado principal de la ciudad con campesinos e indígenas que ofertan sus productos, aunque cada uno manteniendo sus respectivas culturas y tradiciones, “como exiliados en sus propias tierras”. La obra se sitúa en los años de la dictadura del general Alfredo Stroessner (1954-1989). Para el 2012 se llevará adelante la tercera edición del certamen, que rápidamente va ganando espacios entre los escritores, estimulando la elaboración de materiales de alta calidad en ese género. Con lo que se hizo hasta ahora, de hecho el objetivo de Gloria se ha alcanzado por completo: favorecer la producción y la divulgación de la cultura en el Paraguay. Gloria integra la constelación de mujeres que dieron todo de sí por el desarrollo democrático en el país, con una salvedad: es de las que nunca están definitivamente conforme, de las que creen que cada día hay que agredir la realidad para mejorarla.

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Y como aún mucho dará que hablar, Gloria fue nombrada en julio del 2011 coordinadora del Foro Eurolatinoamericano de Comunicación, que se realizará en octubre en Asunción, con motivo de la Cumbre de Jefes de Estado. El Foro está patrocinado por la Asociación de Periodistas Europeos (APE), cuyo presidente de honor es el príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, y la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, FNPI, creado en 1994 por el Premio Nobel Gabriel García Márquez.

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GLORIA MUÑOZ Hija de Cecilio Nerón Muñoz y Eva Yegros, Gloria Muñoz nacía en Asunción, un 14 de setiembre de 1949. Había terminado dos años atrás la Guerra Civil de 1947, pero como secuela de la misma habían quedado las persecuciones, así como la sucesión de regímenes dictatoriales. Un dato interesante sobre Gloria es que descendía de los próceres Fulgencio y Antonio Tomás Yegros; era tataranieta de Antonio Tomás y tátara sobrina-nieta de Fulgencio. Su madre, Eva Yegros, era militante del Partido Colorado; se había afiliado al mismo en la llanura y se mantuvo fiel a sus principios durante toda su vida, si bien habrá que resaltar que Eva, como sus hermanos y como sus primos hermanos, los Cano Yegros, invariablemente apoyaron soluciones democráticas, lo que tuvo su costo para ellas. Gloria, por ejemplo, recuerda que con apenas 10 años, ya visitaba a sus tíos en el Departamento de Investigaciones. Ocurre que en 1958 hubo una huelga general, entre agosto y setiembre, y en 1959 una masiva movilización estudiantil con el apoyo de los sectores democráticos del coloradismo llevó al general Alfredo Stroessner a clausurar el Congreso Nacional y a perseguir a los colorados que se oponían a su hegemonía. Los Yegros, al igual que los Cano Yegros, fueron perseguidos, por lo que algunos se vieron forzados a marchar al exilio, como el caso concreto de Bernardino Cano Yegros, primo hermano de Gloria, que fue a vivir a Córdoba, Argentina. Gloria comenzó sus estudios primarios en la Escuela del Inmaculado Corazón de María, pero terminó en la actual Escuela República de Colombia, que quedaba en las proximidades de su casa. Sus estudios secundarios cursó en el Colegio Nacional de Niñas, donde entre otras compañeras recordaba con mucha fuerza a Gladys Cáceres Poletti y a la hermana de Ricardo Medina, un renombrado activista comunista en esa época, a quien se la aplazó de propósito en el sexto curso, al final de la carrera, para evitar que se consagrase como Medalla de Oro. Stroessner debía entregar la condecoración y las autoridades educativas no veían con agrado la posibilidad de que le premiara a la hermana de un comunista. Dos vetas de la compleja personalidad de Gloria se desarrollaron en la época en que estaba cursando la Secundaria: la veta política, pues comenzó a leer unas pocas cosas sobre socialismo; y la veta artística. Se vinculó al movimiento de Academias Literarias y en ese marco conoció a personas que después vendrían a ser importantes amigos de ella, como los casos de Agustín Núñez y de “Papo” Díaz Peña. Con ellos, entre otras cosas, Gloria participó de jomadas de formación de líderes. Desde muy joven, Gloria alimentó el sueño de hacer justicia, por lo que su opción por la carrera de Derecho era clara, estaba fuera de discusión. Ni bien terminó la Secundaria, comenzó la carrera de Derecho en la Universidad Católica de Asunción, UCA, pero luego de trasladó a la Universidad Nacional de Asunción, desde el segundo curso.

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Militante comunista Estimulada para el ejercicio de la militancia política, desde las primeras experiencias de las Academias Literarias, Gloria pasó a integrar un primer grupo en la Facultad de Derecho de la Católica. Se trataba de un movimiento que adhería a las propuestas del denominado “Movimiento Independiente”, MI, que promovía una expresión política que por completo sea independiente de los partidos políticos tradicionales, Colorado y Liberal. Con mucha fuerza Gloria recordaba a los referentes de esa época, algunos de ellos, mayores que ella, pero compañeros, al final de cuentas, como Miguel Gauto, Basilio Bogado Gondra, Guido Rodríguez Alcalá, “Pocho” Livieres Plano, Ticio Escobar, “el cuervo” Jorge Lara Castro. El hermano mayor de Basilio, José Félix “Pon” Bogado Gondra era la figura principal del MI, pero los que los acompañaron vendrían a destacarse con el tiempo en muchos campos, como ser Guido Rodríguez Alcalá, como escritor; Ticio Escobar, como crítico de arte (Actual Ministro de Cultura); Jorge Lara Castro, actual Canciller de la República. “Pocho” Livieres Plano, por su parte, vivió en Argentina y se convirtió en uno de los principales líderes del movimiento Montoneros; murió en un tiroteo. A mediados de 1969, un poco antes de que Gloria cumpliese 20 años, visitó el Paraguay Nelson Rockefeller, hecho que causó irritación entre los jóvenes, al igual de lo que sucediera en otros países de América Latina que el personaje visitara. En el país se lo vinculaba a la familia Rockefeller con la Guerra del Chaco, por lo que la inestabilidad fue mayor. Las protestas se iniciaron en el Colegio Nacional de la Capital, donde los alumnos ganaron la avenida Eusebio Ayala, arteria de entrada y de salida a la capital, incendiaron cubiertas y quebraron algunas unidades de ómnibus. De inmediato, la protesta se extendió a la Universidad y esa noche, en el Colegio Cristo Rey, los universitarios quemaron la bandera de los Estados Unidos de América. Gloria se iba a todos los actos, acompañada de un amigo, José Luís Brusquetti, quien ante los masivos apresamientos tuvo una idea para evadir la detención: acordaron con Gloria ir bien vestidos, como “burgueses”, no con la ropa informal propia de los estudiantes. -

¡Funcionó! Cuando llegaba la policía salíamos del lugar, pidiendo permiso y con cara de serios. La policía no podía suponer que fuéramos estudiantes; nos facilitaban la salida y de ese modo nunca fuimos detenidos en esas circunstancias.

De ese período data la vinculación de Gloria con el Partido Comunista Paraguayo. Su contacto inicial fue Ricardo Medina, un activista que venía periódicamente al Paraguay desde la Argentina y, entre otras cosas, mantenía los encuentros con Gloria. Para ella, Ricardo no era un desconocido, ya que su hermana había sido su compañera en el Colegio Nacional de Niñas. Con la intención de vincularlas al Partido Comunista, Ricardo Medina mantenía encuentros con Gloria Muñoz y con Line Bareiro. Gloria se fue entusiasmando con la idea de militar en el Partido Comunista, con cuyas propuestas se identificaba plenamente. De Ricardo Medina guardó lindos recuerdos, algunos de los cuales simpáticos. En una de las anécdotas Gloria refirió que Ricardo era muy distraído, por lo que en una de sus venidas desde la Argentina se olvidó de su bolsa de ropa. Quedo con lo que tenía, por lo que se veía forzado a

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lavar durante la noche, para usarla de día, en sus encuentros. Como algunos días no hubo mucho calor, Ricardo se veía obligado a andar con su ropa semi-mojada.

Prisión y destierro Para costear las tareas de organización del partido se necesitaba recursos, por lo que con Ricardo, la nueva militante, Gloria Muñoz, fue sumada a un proyecto de asalto, de “expropiación”, para lo cual se escogió con cuidado a la víctima. El objetivo era el Hotel Casino Itá Enramada, por dos motivos: -

Por una parte, se trataba de dinero proveniente del vicio, del juego, y

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Por otra parte, el propietario del casino era el yerno del dictador Alfredo Stroessner

A Gloria se le encomendó la tarea de estudiar el terreno, el Hotel Casino a ser asaltado, por lo que le planteó a un amigo del barrio que la acompañase hasta el mismo. La intención presunta era jugar, pero como el amigo de Gloria se había vestido informalmente y calzaba un par de zapatillas deportivas, el guardia de seguridad del Casino no les permitió entrar. La operación se frustró, pero más bien arrancó risas de los involucrados, antes que enojo. Poco después -y en circunstancias sumamente extrañas- el plan se descubrió. Lo cierto es que la búsqueda, sobre todo de Ricardo Medina, se intensificó. Los principales responsables de la operación proyectada huyeron a la Argentina; cuando estaban cruzando el río Paraguay, en una canoa, efectivos policiales hirieron a uno de ellos. Gloria nunca supo a ciencia cierta si el compañero había fallecido o no. A Line Bareiro también la detuvieron, lo que obligó a Gloria a esconderse. Gloria dejó pasar un tiempo, más bien corto, en realidad, reapareciendo en su casa apenas 10 días después. Confiada, fue a la facultad. Cuando retomó, los efectivos policiales que la esperaban la tomaron presa. Hizo un escándalo, que concluyó apenas cuando la policía aceptó que su madre, Eva Yegros, la acompañase. Gloria vivía en Asunción (Vicepresidente Sánchez y Fulgencio R. Moreno). Esto se dio en agosto de 1971; Gloria apenas tenía 21 años. La llevaron a la Comisaría Tercera, donde la interrogaron y la torturaron durante varios días; la Policía Política quería saber cómo encontrar a Ricardo Medina. La madre de Gloria conocía a varios dirigentes colorados de peso, entre los cuales Fabio Da Silva, un caudillo de extendida influencia. Da Silva se dispuso a cooperar; habló con el ministro del Interior, Sabino Augusto Montanaro, quien al principio le dijo que resultaba difícil soltarla: “¡Es una comunista!”. Como dos días después no salía en libertad, Da Silva volvió a hablar con Montanaro, y esa vez sí el objetivo se alcanzó plenamente. Gloria salió, pero estuvo en una suerte de prisión domiciliaria; por garantía, Fabio Da Silva quería que durante el día estuviese en su residencia, retornando cada tarde a su casa.

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Insólito: unos días antes de la represión, Gloria fue presentada a quien tenía la responsabilidad de prepararla doctrinariamente, el sociólogo Mauricio Swartzmann, intelectual afiliado al Partido Comunista. La iniciativa se frustró; Mauricio salió del país, fue a la Unión Soviética. Gloria retomó sus estudios de Derecho, así como sus actividades vinculadas al teatro; estaba en Tiempoovillo. Pocos días después, sin embargo, de vuelta volvieron a detenerla. La llevaron al Cuartel Central de Policía y allí los responsables de la represión política le pidieron a Gloria salir del país. Gloria fue a vivir a Córdoba, Argentina, en la casa de su primo hermano, Bernardino Cano Yegros. En poco tiempo se produjo una tragedia que tenía rasgos cómicos, pues Bernardino Cano Radil, hijo de Cano Yegros, quiso prestar su servicio militar en el Paraguay. Gloria vivía con el primo hermano, en Argentina, mientras que Cano Radil vivía en Asunción, en la casa de la madre de Gloria. Un incidente, la pasajera detención de Cano Radil, asustó a todos. En Córdoba, Gloria cursó la carrera de Letras, que lo hizo durante los un año y medio que allí vivió. Esos momentos eran de efervescencia en el país vecino (1972 y 1973). Había retomado el caudillo Juan Domingo Perón; se hicieron elecciones y el peronismo arrasó; los jóvenes estaban movilizados, activos. Si bien le seducía la Argentina de entonces, Gloria sostenía que su campo de lucha era el Paraguay, por lo que decidió volver.

Represión y persecución A poco de regresar al país, Gloria tuvo un encuentro en el marco de un evento cultural, que cambiaría su vida. Encontró a Mauricio Swartzmann, el mismo que debía adoctrinarla, con quien pasó a establecer gradualmente una relación afectiva cada vez más importante, que poco después los llevaría a vivir en pareja. En 1975 Gloria y Mauricio vivían juntos, en una casa de departamentos ubicada en Luís Alberto de Herrera y Estados Unidos. Entre el año anterior y el 75 parecía que todo se iba normalizando. Ya hacia fines de ese año, a poco de terminar el mes de noviembre, Gloria se preparó para una visita relevante a la casa: Miguel Ángel Soler, líder del Partido Comunista Paraguayo, PCP, estaría por ahí para conversar con Mauricio. El PCP se estaba reorganizando en el país, lo que se hacía en medio de sentidas dificultades, pues le represión stronista se mostraba siempre vigilante. Gloria estaba casi en fecha para el nacimiento de su primera hija con Mauricio, Gabriela. El parto estaba fijado para el 1 de diciembre. Ella participó brevemente de una conversación meramente formal y después se retiró a descansar, dejando a Miguel Ángel con Mauricio. Apenas días después, la represión stronista desencadenó una represión contundente que desarticuló por completo al Partido Comunista.

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Mauricio también fue detenido. Ese día, Gloria reconstruye del siguiente modo: -

Mauricio enseñaba en la Facultad de Arquitectura y trabajaba en Marandú, Universidad Católica, en un programa indigenista del que también participaban el “Gato ” Chase Sardi, Marilyn Renbfeld y Victorio Suarez. Tenía que nacer Gaby en esos días. Él llegó muy cansado y me dijo: “-Lo único que te pido es que hoy no se te ocurra parir”... Sonó primeramente el timbre de abajo, lo que ya me alertó... Escuche todo el movimiento. Cuando tocaron el timbre del departamento le dije a Mauricio: -No abras, escápate... ” Mauricio prefirió quedarse y fue detenido.

La Policía Política extrajo evidencias de la casa, como fotografías de Mauricio en Moscú, Unión Soviética, así como una colección del vocero del PCP, “Adelante”. Sabía, también, que Soler había estado allí días antes.

Más persecuciones Gabriela, la primera hija de Gloria y Mauricio, nació el 15 de diciembre; todo se atrasó por las circunstancias referidas. Gloria no conseguía trabajo, por lo que tuvo que cambiar radicalmente de actividad. Se puso a estudiar psicopedagogía, y después de que los responsables de la “Escolinha de Arte”, dependiente de la Embajada del Brasil, despidieran a Olga Blinder, se sumó a ella para la fundación del Taller de Expresión Infantil, TEI. Cinco personas se relacionaron a la creación del TEI: Olga Blinder, Ike Giménez, Carlos Cristaldo, Maricha Heisecke y Gloria Muñoz. El TEI tenía dos tipos de ingresos: había programas subsidiados casi en carácter de ONG y los alumnos pagaban cuotas. Conocida como la “escuela de los comunistas”, por la opción política de Olga Blinder y Gloria Muñoz, el Gobierno de Stroessner nunca le otorgó al TEI la personería jurídica. No obstante, y aunque parezca un contrasentido, varios niños de la familia Stroessner pasaron por la institución educativa. Mauricio estuvo preso durante dos años, recuperando su libertad en 1977. Ni la Universidad Católica ni la Facultad de Arquitectura lo aceptaron como profesor. Mauricio alquiló un pequeño local y trató de dar clases independientes. La experiencia fue exitosa, pero a días nomás, el dueño del local le pidió que saliera de ahí. Algo similar pasó incluso con Naciones Unidas, que lo contrató como consultor para asunto de la niñez. El Gobierno pidió que se lo despidiera. Gloria recuerda: -

El único que no cedió ante las presiones fue el dueño de la Universidad Columbia, Urbieta. No obstante, Mauricio pensó que lo mejor era renunciar, para no perjudicar a tan noble caballero.

Cinco años después del nacimiento de Gaby, en 1980, nació el segundo hijo de Gloria y Mauricio, Iván. Y cuatro años y medio después, nació la hija menor, Lea. Gloria asegura que los hijos ni siquiera se percataron de las dificultades que se enfrentaban como consecuencia de las persecuciones. -

La vida hogareña era normal. Recién ahora nuestros hijos se interesan en tener detalles sobre cómo pasaron sus padres en ese tiempo.

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Gloria y Mauricio soportaron otros despidos, como el realizado en la Universidad Católica. Fueron repuestos a días del despido gracias a la movilización de los estudiantes, ero ambos consideraron mejor ceder, antes que crear una situación aún más conflictiva. El golpe del 2 y 3 de febrero, que depuso al dictador Alfredo Stroessner se dio cuando ellos vivían a pocas cuadras del lugar; el desayuno del día 3 tuvo un sabor diferente para ambos; la pesadilla llegara a su fin. Una de las actividades más estimulantes que Gloria realizara en tiempos de la transición a la democracia fue escribir la versión para el teatro de la obra de Roa Bastos: Yo el Supremo. Fueron productores de la obra Agustín Núñez, Ricardo Migliorissi, Graciela Amarilla y Gloria Muñoz. Roa Bastos vio el pre-estreno y quedó encantado; dio a Gloria plena libertad para trabajar la versión teatral. Escritora de primer orden, Gloria Muñoz es autora de varias obras muy bien consideradas: “La Expresión Corporal en la Educación”, 1982; “Canto de Poetas”, 1988; “La prohibición de la Niña Francia”, 1994; “Polca 18”, 1999; “Tragedia de la Cárcel Pública y otras piezas”, 2000; “La Navaja de Don Ruperto”, 2002; “Cenizas Desolladas y otras piezas”, 2006; y “Madejas de Clío”, 2007. Realizó, además, versiones teatrales de obras cumbres, como “El Jorobado de Notre Dame”, de Víctor Hugo, “El Reino de este Mundo”, de Alejo Carpentier, y “Vidas y muerte de Chirito Aldama”, de Juan Bautista Rivarola Matto. Actualmente, se desempeña como Directora General de Patrimonio Cultural.

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RAQUEL ROJAS María Raquel Rojas Rodríguez nació un 15 de noviembre, a mediados de la década del 50, en Asunción. El general Alfredo Stroessner acababa de hacerse dueño de la situación del país, pero pocos podían imaginar siquiera que con el tiempo impondría una férrea dictadura, que se mostraría implacable con sus adversarios, ya sean demócratas o de izquierda. Él crearía el lema: “El que se opone es comunista”. Su padre fue Julio José Rojas y su madre Doña Tita Rodríguez. Más que nada ellos fueron responsables de la sólida formación que Raquel vendría a adquirir con el tiempo, pues posibilitaron que sus estudios primarios y secundarios realizase en una de las instituciones tradicionales de mayor renombre en el Paraguay, “Las Teresas”, atendida por las “teresianas”, monjas antes que todo rigurosas. Raquel llegó a su adolescencia en plena dictadura. Así, siendo estudiante de “Las Teresas” supo que fueron estudiantes de la secundaria, de su edad y un poco mayores, los que iniciaron las vigorosas jomadas de protesta que se desarrollaron a partir de junio de 1969, después de la visita de Nelson Rockefeller al Paraguay, figura estadounidense que los jóvenes paraguayos relacionaron con los tristes sucesos que envolvieron la Guerra del Chaco o “Guerra del Petróleo”, entre 1932 y 1935. Supo que las fuerzas policiales reprimieron con violencia y que jóvenes estudiantes secundarios como ella, como Juan Carlos Herken e Ignacio Iramain, fueron a parar en los calabozos de la dictadura. Supo, también, que las protestas prosiguieron, así como que a ellas se vincularon de manera directa personas muy respetables, que sobre todo se respetaban a sí mismas y no estaban dispuestas a dejarse pisotear. Esa jomada la marcó de manera muy especial, por lo que tempranamente se inclinó por las ideas progresistas de la época, si bien pocos eran los materiales que circulaban sobre esas corrientes. Concluido el curso secundario, Raquel optó por estudiar Ciencias de la Comunicación en la Universidad Católica de Asunción, UCA, lo que no fue una determinación accidental, por cierto, pues ella estaba perfectamente informada sobre que la intelectualidad progresista, casi sin espacios para desarrollar sus ideas y desarrollarse ellos mismos, había convertido la Católica en una suerte de refugio o retaguardia; la Universidad era vista como un lugar relativamente seguro para replegarse y esperar tiempos mejores. Un tiempo después, y motivada por diversas inquietudes, viajó a Buenos Aires y prosiguió la misma carrera en la Universidad de Buenos Aires. Pero al retomar al Paraguay le resultó imposible concluir la carrera, pues debido a presiones de todo tipo la Universidad Católica se vio forzada a clausurar el curso de Ciencias de Comunicación. En rigor, todas las carreras humanísticas se cerraron, como ser Sociología, entre otros. Para el stronismo, esos cursos “fabricaban comunistas”.

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Bautismo de fuego El tema del “bautismo de fuego” es realmente importante, entendido esto como la primera experiencia en la vida profesional de una persona; los militares utilizaban el término para referirse al “primer combate”, más o menos similar, por cierto. Y las oportunidades varían para cada cual, teniendo algunas más suerte que otras, sin lugar a dudas. Ese fue el caso de Raquel Rojas, de hecho, quien empezó a hacer teatro con Tiempo Ovillo, un laureado grupo, que pudo realizar incluso giras en el exterior, experiencia que brindó una formación profesional y personal a sus integrantes de nivel bien distinto, superior. De todos modos, si bien Tiempo Ovillo fue una experiencia relevante y estimulante, para Raquel nada terminaba allí; tenía mayores ambiciones y mayores proyectos, con la perspectiva de cambiar radicalmente el país en el que había nacido, el espacio geográfico con el que se encariñó. Fue así, justamente, que al retomar de una gira por Buenos Aires, Argentina, Raquel y su pareja de entonces, Antonio Carmona, decidieron crear el grupo Aty Ñe'e. La propuesta era ambiciosa, por cierto, pero de un inmenso valor, pues no apuntaba a éxitos pasajeros, ni apostaba al exterior. Era propósito confeso de Raquel y de Antonio recorrer el Paraguay para llevar el mensaje claro y contundente de que era posible ponerle fin a la dictadura. Pero no era solamente un “Esto no va más”. Aty Ñe'e sostenía que era perfectamente posible construir en el país una sólida democracia participativa, con el concurso de todos los sectores en los procesos de tomas de decisiones. No hace falta extenderse para determinar el alto nivel de osadía de la propuesta, más aún si se tiene en cuenta que en ese período -años 70- la represión desmanteló con el empleo de su máximo potencial de violencia varios grupos políticos progresistas y de izquierda. No solamente se pegaba y torturaba, se mataba. Teniendo presente esto es que se puede dimensionar en serio el alcance de la propuesta que se levantaba en ese tiempo. Para Raquel, la experiencia fue más que estimulante. Se podría narrar, por cierto, pero adquiere otra fuerza en sus palabras: “Hacíamos obras de grandes escritores como Bertolt Brecht, Jersey Brotosky y apostábamos a darle una nueva dimensión al arte popular, que represente al pueblo, que se forme una escuela crítica teatral ”. Ahora bien, si bien Antonio Carmona, pareja de Raquel, compartía con ella sueños e ideales, ella nunca iría a olvidar el aporte creativo, constructivo y siempre alegre que realizaba una leyenda de la cultura popular, Arturo Pereira, gran militante confeso del Partido Comunista Paraguayo, que se encargó del programa cuando Raquel tuvo que viajar a Europa por cuestiones de estudios. Los trabajos en cuestión se extendieron a la largo de toda una década, desde 1975 hasta el año 1986. Raquel concluía, sobre la comprometida experiencia: “Aty Ne ’e fue una bandera artística cultural que fue sumando y formando gente como Pachín Centurión, Carlos Cáceres, Jorge Brítez, Wall Msayans, que siguen vigente en la lucha cultural en nuestro país

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La escuela teatral El contacto con Raquel lleva rápidamente a la conclusión sobre que se está en presencia de una mujer de sólida formación política. Cualquiera se imagina que ella bebió en las páginas de los autores clásicos, modernos y contemporáneos del socialismo -lo que ciertamente se dio- y que militó en todas las instancias políticas imaginables, legales e ilegales en los tiempos duros del stronismo. No obstante, y no por falta de oportunidades, Raquel no tuvo esa experiencia imaginada. Para despejar dudas. Raquel Rojas, en la Universidad Católica, fue compañera de dos personas que con el tiempo, aunque de diferentes maneras, vendrían a ser especialmente relevantes en la sociedad paraguaya: Fernando Lugo, entonces religioso y actualmente presidente de la República del Paraguay. Ella se percataba que el joven tenía mucha familiaridad con las propuestas más avanzadas de la Iglesia Católica. Sabía, también, porque eso era un “secreto a voces”, que Lugo era sobrino camal del principal enemigo político del dictador Alfredo Stroessner, el caudillo colorado Epifanio Méndez Fleitas. Ella mantuvo con el mismo una relación fraternal, lo que la llevaría mucho tiempo después a sumarse al proyecto político liderado por el ya ex obispo, muy tempranamente, desde el 2006. Santiago Leguizamón, el mismísimo que a comienzos de la democratización sería muerto de manera vil y cobarde en Pedro Juan Caballero, ciudad fronteriza con Brasil, donde es pan de cada día el tráfico de drogas. En la época dos cosas ya eran claras en Santiago: su aversión incontenible ante la corrupción y la mafia, así como su principal defecto, la falta de miedo. Raquel cree haber aprendido de ambos compañeros de facultad alguna cosa. De Fernando Lugo, aprendió la serenidad con que se debe proceder, por adversas que sean las circunstancias. De Santiago Leguizamón aprendió que no habría que temer demasiado. Es decir, no era cuestión de portarse con temeridad, “casi como un suicida”, pero no habría que temer demasiado, porque el miedo paraliza, hace ceder, destruye de la peor manera. Fernando Lugo, Santiago Leguizamón fueron mis compañeros de la universidad, pero toda mi militancia joven la hice en el teatro, fue como la escuela de ensayo, de error y una postura de ética.

Prisión y feminismo socialista Comprometida con su tiempo y con su género, Raquel fue una de las que con esmero y coraje encaró la doble militancia, pues al tiempo en que apostaba a impulsar transformaciones generalizadas y profundas tras el derrocamiento de la dictadura de Stroessner, se esforzó, también, por hacer que las mujeres fuesen respetadas e sus derechos, no solamente en el campo laboral, sino en el político y en el cultural. Justo en el período en que Raquel se interesó en el tema, en el mundo estaba emergiendo con fuerza el feminismo, que llamaba la atención de todos sobre una dramática realidad, pues si bien era

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completamente cierto que el capitalismo implicaba fuertes contrastes sociales, el machismo vigente en el período condenaba a la mujer a una condición de manifiesta inferioridad. De las propuestas que llegaron hasta Raquel, sobre feminismo, concretamente, la que en la época la sedujo fue la que se conocía como “feminismo socialista”. No es cuestión de entrar en este punto en una inocua discusión académica, para determinar el grado de error o de exactitud de la propuesta en cuestión, pero sí habrá que resaltar con claridad que el feminismo al que adhería Raquel en ese tiempo era un feminismo comprometido con una propuesta doctrinaria clave, que se jugaba en ese entonces su propia supervivencia, en un ambiente hostil y represivo, era socialista. Unos pocos materiales de lectura sobre feminismo socialista trajo Raquel de sus viajes, introduciéndolos de manera clandestina al Paraguay de Stroessner. Desde comienzos de los 80, Raquel y muchas militantes de izquierda divulgaban a los cuatro vientos las ideas madres del feminismo, tal como lo entendían las que militaban en el campo del movimiento socialista. En breve paréntesis sobre el período, habrá que recordar que el stronismo estaba comenzando a experimentar la crisis que lo llevaría finalmente al basurero de la historia, por lo que si bien el tiempo se conoció y conoce como de “dictablanda”, lo cierto es que el régimen no ahorraba medidas restrictivas y represivas para enfrentar a sus adversarios, sobre todo a los sectores que desarrollaban propuestas de izquierda. Precisamente en ese tiempo, el stronismo apuntó su batería represiva contra lo que ellos aseguraban que era “un intento de reorganización de la Organización Primero de Marzo, OPM”. La Policía Política de Stroessner apuntaba a la Revista Síntesis, publicada en México, por exiliados, como la orientadora del proceso en cuestión, y al Banco Paraguayo de Datos, BPD, una ONG, como la aliada local más importante. En 1982 se desató la represión contra el BPD, cayendo presa en ese marco Raquel Rojas, juntamente con otras siete compañeras -además de los varones-; llevadas al Departamento de Investigaciones, donde se las sometió a interrogatorios. Posteriormente fueron procesadas y alojadas en la Cárcel de Mujeres del Buen Pastor. Raquel Rojas estuvo presa durante seis meses y como la tendencia era convertir los centros de reclusión en centros de resistencia, allí, con algunas compañeras crearon un grupo feminista socialista, desarrollando planes acerca de cómo hacer para organizar a todas las mujeres del país para la defensa de sus derechos. Entre otras compañeras que acompañaron a Raquel en su intento por conformar el movimiento feminista socialista en el Paraguay, recordaba a Diana Bañuelos y Sonia Aquino, otras militantes de alma.

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Teatro e intelectualidad Para muchos críticos paraguayos, Raquel Rojas - sin desmerecer a los y las demás- es la mejor directora de obras teatrales. Pero por circunstancias que no vienen al caso debatir, lo cierto es que el teatro paraguayo soporta condiciones muy adversas para su plena realización, por lo que el resultado final es más bien discreto. En tiempos de la dictadura eso era más que comprensible, pues las diversas manifestaciones artísticas: poseía, música, teatro, literatura,..., eran vehículos que canalizaban vigorosas protestas ciudadanas, de una ciudadanía privada de canales de expresión más directos, como periódicos, para citar un ejemplo. Sin embargo, aún después de la caída de la dictadura el teatro sufrió en carne propia el peso de la postergación impuesta; no del fracaso, ni de lejos, sino de la postergación impuesta. Esa realidad está comenzando a cambiar rápidamente, por lo que es de esperar que Raquel ofrezca, como luces de artificio, elementos llamativos novedosos en un futuro cercano. De todos modos, habrá que destacar que Raquel Rojas puso en escena un total de 12 obras, cautivando a los asistentes con espectáculos que nada tenían que envidiar a los puestos en escena en espacios internacionales. Pero las inquietudes intelectuales de Raquel no se restringieron al teatro. Aún durante el stronismo, antes del derrocamiento del dictador, Raquel realizó un trabajo de investigación sobre la comunidad indígena conocida como Ayoreos. La realización de esa investigación le posibilitó a Raquel vivir durante ocho meses con un grupo de Ayoreos. Como resultado final del trabajo se publicó un libro de Raquel, que con el sugestivo título de “Ayoreas” narra las condiciones en que viven y se desenvuelven las Ayoreas en el seno de la comunidad en cuestión. Sin lugar a dudas, el aporte resultó clave para la comprensión del cosmos de esa comunidad. Raquel, no obstante, tenía un recuerdo aún más especial sobre la experiencia: Lo que logré con ese trabajo me ayudó de manera decisiva a criar a mi hijo. Tuve solamente un hijo, Ernesto Rojas; soy madre soltera y a Ernesto lo crié sola. Fue una experiencia muy contundente en mi vida que me ayudó a salir adelante. Raquel supo sobrellevar la vida multifacética que reflejaba su múltiple condición de directora de teatro, comunicadora, investigadora, militante política, militante feminista y madre. Brilló en todos los campos y en complicadas condiciones crió a Ernesto con la sensibilidad artística, política y social de la que ella se enorgullecía.

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Los nuevos combates Ni bien cayó Stroessner se inició el proceso de democratización, proceso que traería aparejado nuevos problemas y nuevos desafíos. Raquel se dijo a sí misma que no se había equivocado con respecto a una aseveración que siempre reivindicó: la lucha no se agota con la caída de la dictadura. Mantuvo el dinamismo militantes de antes, sin ceder espacio alguno: desde la perspectiva social, acompañó las luchas propias del sector de teatro, apuntalando el gremio Centro Paraguayo de Teatro; se sumó al complejo pero estimulante proceso de construcción de la Central Única de Trabajadores, CUT; y se solidarizó con una de las huelgas más imponentes nunca antes vista en el país, la de los trabajadores paraguayos de la Entidad Binacional Yacyretá. En el terreno político, Raquel estuvo presente en los grandes combates que se dieron a pocos años de iniciada la transición a la democracia. Así, se sumó a la campaña que llevara a un movimiento independiente a la Intendencia de Asunción, APT (Asunción Para Todos) y no retaceo su apoyo a otro emergente movimiento independiente, el Encuentro Nacional, que se propuso disputar la Presidencia con la candidatura de Guillermo Caballero Vargas. Los años 90 la encuentran realizando trabajos más sistemáticos en el campo de la comunicación: tenía una columna permanente en el diario La Nación, que Raquel tomada como una tribuna desde la cual divulgaba ideas y propuestas progresistas; contaba con un programa de radio, otra tribuna de lucha. El año 2006 la encuentra comprometida con la lucha contra las violaciones constitucionales, en el marco de Resistencia Ciudadana, ya con Fernando Lugo, y años después en la campaña que llevaría al ex obispo a la Presidencia. Raquel se apega a un dicho, que reivindicó por siempre: “Todas las luchas, todo lo que uno vive, es una gran pasión y es eterna mientras dure”.

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TERESA GONZALEZ MEYER Hija de Juan González Peralta y Bonifacia Meyer Sanguina, nacía Teresa González Meyer el 28 de noviembre de 1950, en Asunción. El matrimonio tuvo un total de tres hijos, por lo que Teresa tiene dos hermanos, Graciela y Juan Alberto. Con el “Nene” Bibordá tuvo a su único hijo: Juan Pablo. Teresa cursó sus estudios primarios en la Escuela General Díaz, ya en la segunda mitad de los años 50, en que el país soportaba una severa crisis económica, sobre todo de persistente devaluación monetaria, en lo económico, y se debatía entre confirmar o remover la hasta entonces reciente dictadura encabezada por el general Alfredo Stroessner, en lo político. Hechos relevantes como la huelga general de 1958, la crisis política de 1959 y la guerrilla de 1960 tomaron a Teresa cuando aún era niña. Concluidos sus estudios primarios, se inscribió en el Colegio Inmaculado Corazón de María para la Secundaria. Esa época era de extendida influencia de la Iglesia Católica en el área educativa. De hecho, constitucionalmente el Paraguay de ese entonces reivindicaba el Cristianismo Católico, Apostólico y Romano, como religión oficial, al punto que uno de los requisitos para acceder a la primera magistratura era el de ser católico apostólico romano. Bajo el alero de ese tipo de disposiciones, las diversas congregaciones recibían un fuerte apoyo estatal, lo que les permitía, a su vez, incursionar con fuerza en ciertas áreas, como la Educación. Pero el hecho de estudiar en un colegio religioso no equivalía mecánicamente a tener una fuerte formación religiosa había una razonable dosis de flexibilidad, que posibilitaba incluso que los adherentes de otras sectas o mismo los no-religiosos, estudiasen en cualquiera de las instituciones. Pero fue después de la Secundaria, cuando Teresa ingresó a la Facultad de Arquitectura que ciertas inclinaciones se definieron con claridad. Estaba buscando formas de expresión de lo bello y no es poco lo que sus propios estudios universitarios le aportaron para su sólida formación artística, como actriz de teatro.

Tiempos renovados Los años 60 del siglo XX fueron especialmente prolíferos en nuevas situaciones. No solamente fue la década de la carrera espacial y de la carrera armamentista; fue, sobre todo, una década de profunda revisión de paradigmas, de surgimiento de vigorosos movimientos de masas, que cambiaron no apenas el modo de ver las cosas de mucha gente, sino el modo de operar. A modo de apretada síntesis se hará rápida mención a los procesos que moldearon los años 60 del siglo XX, de modo que se entienda bajo qué condiciones emergieron las nuevas propuestas políticas y estéticas en el Paraguay: Revolución cubana: En rigor, el 1 de enero de 1959 ingresaron las fuerzas revolucionarias lideradas por Fidel Castro en La Habana, capital de Cuba, pero fue a comienzos de los años 60 que Castro declaró que la revolución caminaba al socialismo.

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Derechos Civiles en los EE UU: Si bien la lucha contra la discriminación racial en los EE UU había comenzado en la segunda mitad de los años 50, fue en la década del 60 que se dieron las más imponentes movilizaciones, hasta que en 1968 se produjo el cobarde asesinato del líder negro Martín Luther King. Muerte del Che: Ernesto “Che” Guevara fue uno de los principales dirigentes de la Revolución Cubana hasta 1965. Después combatió en el Congo y en Bolivia entre 1965 y 1967, donde terminó asesinado por el ejército boliviano, asesorado por agentes de inteligencia de los Estados Unidos. El mayo francés: Generalizada protesta en Francia, que arrastró fundamentalmente a jóvenes. Se plegaron después los trabajadores y entre mayo y junio el sistema capitalista sintió temblar sus bases. Las jomadas de protesta se extendieron a otros países europeos y americanos. La Primavera de Praga: Se le dio ese nombre al período de liberalización que se vivió en Checoslovaquia entre el 5 de enero y el 20 de agosto de 1968. Los tanques de la Unión Soviética terminaron con la fiesta y los dirigentes liberalizantes fueron detenidos y llevados a Moscú. El “Cordobazo”: Se le dio ese nombre a la imponente movilización juvenil, acompañada por los trabajadores, que sacudió no solamente la ciudad de Córdoba, sino toda la Argentina. Se produjo el 29 de mayo de 1969 y causó la caída del dictador militar Juan Carlos Onganía. Anti-Guerra de Vietnam: Entre 1965 y 1975 millones de estadounidenses ganaron las calles para protestar contra la Guerra de Vietnam. La experiencia iría a constituirse en la mayor movilización social pacifista ya conocida. Conflicto chino-soviético: Crisis en las relaciones entre las dos repúblicas socialistas, que se inició a finales de 1950 y ganó especial fuerza en los años 60. Una de las consecuencias, a nivel mundial, fue la división de los partidos comunistas en pro-chino y pro-soviético. Lucha armada: La región, sobre todo con tres paradigmas cercanos, en Uruguay y Argentina, se vio sacudida por la lucha armada. Los “Tupamaros”, en Uruguay, durante los años 60 y comienzos de los 70. Los “Montoneros” y el Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP, en Argentina. Eran tiempos de renovación generalizada: Concilio Vaticano II, rock, “The Beatles”, movimiento hippie, “paz y amor”, “revolución sexual”, viaje del hombre a la luna. Más adelante, en los 70, se tendría la rápida descolonización de África y la derrota de Estados Unidos en Vietnam... En ese contexto mundial emerge en el Paraguay, al igual que en otras latitudes, nuevas propuestas políticas y estéticas. Desde el punto de vista político, fue el período en que surgió la llamada “nueva izquierda”; desde la perspectiva estética, nuevas formas y canales de expresión, pero sobre todo una propuesta abiertamente comprometida con los cambios. Es en ese contexto global, precisamente, que Teresa González Meyer acompañó a los de su generación y con ellos apostó a crear y contribuir.

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Nuevas propuestas Las propuestas estéticas renovadas de los años 60 y 70 se expresaron sobre todo en diversas manifestaciones: poesía, música, teatro, ensayos,... Desde esa restringida perspectiva, imposible de retratar por completo en un corto espacio físico, se puede resaltar que las experiencias de más extendida influencia en el país fueron: Poesía: Sobre todo el funcionamiento del Taller Manuel Ortiz Guerrero, que tuvo en “Moncho” Azuaga a uno de sus principales propulsores, espacio donde se elaboraron poemas de extraña belleza y de visible coraje; poemas que no solamente representaban nuevas propuestas estéticas, sino un renovado y definido compromiso. En similar medida, fue el período en que todavía adolescentes fundaban “Academias Literarias” en los colegios y expresaban sus protestas contra la sociedad carente de equidad que se les ofrecía. Música: En el campo de la renovación musical, propiamente, no hay lugar a dudas sobre que el máximo exponente fue “Maneco” Galeano, autor e intérprete de las más bellas, sobre todo entre finales de los 60 y comienzos de los 70. Lideró un grupo al que sumaron otros, promovió el rescate de Emiliano R. Fernández, y aportó productos de alto valor. Entre sus sucesores se destacaron dos: Carlos Noguera y Jorge Garbet; bien más adelante, Alberto Rodas le daría perfiles muy novedosos a la producción musical local. Teatro: En el terreno concreto de la actividad teatral dos grupos ganaron especial fuerza y conquistaron especial consideración pública: Tiempoovillo, que elevó el nivel del teatro paraguayo a parámetros internacionales, y Teatro Popular de Vanguardia, TPV, que le otorgó al teatro la fuerza combativa que se necesitaba en ese momento histórico. Muchos nombres resaltaron, pero sobre todo habrá que recordar con cariño al ya fallecido Rudy Torga. Ensayos: Trabajos literarios, ensayos filosóficos, aportes analíticos, y varias otras modalidades se canalizaron a través de importantes publicaciones en los años 60 y 70, entre los que se destacaron, entre otros, “Péndulo”, “Mural”, “Vector Libre”,..., “Criterio”. Se menciona, exclusivamente, publicaciones que tuvieron como factores centrales a jóvenes comprometidos y prometedores. Este cuadro, trazado de manera esquemática, refleja el alto grado de ebullición que caracterizó el tiempo en que Teresa se lanzó a la alegre aventura de crear formas novedosas para mostrar lo malo que se soportaba y lo bueno que podría significar el porvenir. Pero los de su generación -y ella misma, por supuesto- ya no apelaron a abstracciones innecesarias, a escritos entre líneas, a mensajes indirectos. De hecho, su generación fue la que sostenía, a decir de Judt, que “sabía cómo arreglar los problemas del país y del mundo”

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Paraguay para el mundo Considerado uno de los países más atrasados de las Américas, a propios y extraños sorprendió el surgimiento del grupo teatral Tiempoovillo, cuya primera obra, Currículum Vitae (Año 1971) atrapó al público, mostrando que el grupo tenía una capacidad actoral que nada tenía que envidiar a los de afuera, sobre todo a los de los países vecinos, que estaban más desarrollados y, por tanto, con una vida cultural más dinámica. El éxito de Tiempo Ovillo resultó arrollador, por lo que le llovieron invitaciones desde el exterior, lo que los llevó a decidir hacer dos giras, ambas por América Latina. La experiencia fue fascinante, pese a que el grupo se fue desmembrando, ya que algunos de los integrantes se incorporaron a proyectos que se estaban desarrollando en otros países. Ocurría que el paraguayo -medio propenso, en realidad, a vivir en el aislamiento- se convierte en un ser especialmente interesante en el exterior, pues absorbe como esponja insaciable todo lo que encuentra enfrente. Crece con rapidez, madura en tiempo récord y aprende los modales, giros y costumbres de otras latitudes sin prejuicios, encontrándole el lado cariñoso a todo. Esto hace que el paraguayo sea aceptado con facilidad y rapidez en cualquier espacio geográfico. Teresa y los del grupo Tiempoovillo cosecharon lo que sembraron: un éxito ruidoso y estimulante, a partir de un trabajo realizado con seriedad, con esmero y con cariño. Hacían lo que más querían hacer; vivían de lo que querían hacer. Esa influencia recíproca, entre visitantes y anfitriones, cambió la mentalidad de los mismos. Además, pudieron ver cosas muy diferentes, como diferentes maneras de enfrentar problemas similares; distintas maneras de debatir sobre dificultades. La experiencia fue fantástica. Sin embargo, como ya se mencionó, el grupo tuvo “bajas” importantes; y “bajas” entre comillas, deliberadamente, porque todos, finalmente, retomaron y siguieron aportando al país, aunque tiempos después. Ese fue el caso de Agustín Núñez, por ejemplo, que quedó en Venezuela y se dedicó a trabajos relacionados con producciones televisivas. A poco de caer el general Alfredo Stroessner, sin embargo, Agustín Núñez retomó al Paraguay y fue el Director de la imponente obra “Yo El Supremo”, basado en el también imponente libro de Augusto Roa Bastos. Núñez después fue Director del Instituto Municipal de Arte. Otra “baja” fue Ricardo Migliorissi, quien aún antes de su retomo al Paraguay ya integró la constelación de los artistas plásticos más brillantes del continente. Otros nombres de peso integraron el grupo Tiempoovillo. Solamente para citar a algunos se refiere que también hicieron parte del grupo Gloria Muñoz, Raquel Rojas y Antonio Carmona.

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Cultura de la solidaridad En tiempos más pretéritos, los trabajadores del teatro estaban asociados a la Muestra Paraguaya del Teatro, que ciertamente estaba lejos de ser un gremio, propiamente dicho. De todos modos, los trabajadores del teatro consideraron importante agremiarse, por lo que a comienzos de los 80 se creó el Centro Paraguayo del Teatro, CEPATE, al que se vincularon la mayor parte de los actores y actrices. Pero a diferencia de la Muestra, el CEPATE si nació como un sindicato, es decir, con expresos objetivos de defensa y promoción de los intereses de los trabajadores del teatro. De hecho, de inmediato el CEPATE se relacionó con los sindicatos independientes que estaban formándose en el país desde finales de los 70. Para el movimiento sindical en proceso de construcción, el CEPATE resultó fundamental, pues por lo general Teresa y el entorno principal del CEPATE hacían lo que ellos mismos definían como “un teatro contestatario”. Para ubicar mejor el tema: Paraguay vivía bajo el yugo de un régimen dictatorial, asfixiante, por lo que una de las formas de transpirar protesta o contestación era cualquier expresión artística, pero sobre todo el teatro. Esto hacía que el sindicalismo recurriese con frecuencia a los trabajadores del teatro, quienes actuaban por lo general sin cobrar, más bien por solidaridad. Así se procedió durante las emblemáticas huelgas de la fábrica de Coca Cola y de la Fábrica Paraguaya de Vidrios en 1982. Y en esas circunstancias, justamente, es que se sentaron las bases para la plena adhesión del CEPATE al Movimiento Intersindical de Trabajadores, MIT, canal de expresión sindical de frontal oposición al stronismo, que operó con esa denominación y abiertamente desde el año 1985. Cuando Teresa recuerda a sus compañeros de entonces, se siente mayor fuerza: “Fueron años de mucha dificultad, pues la represión solía ser brutal. Sin embargo, el estar rodeada de gente valiosa y valiente te daba fuerzas. Éramos muchos, pero con especial cariño les recuerdo a Alejo Pesoa, Moncho Azuaya, Raquel Rojas, Gloria Muñoz, Erinia López... ” Pero la solidaridad de los trabajadores del teatro no solamente se dio con respecto a los trabajadores asalariados, o a los sectores políticos democráticos y progresistas que eran víctimas de medidas represivas. De hecho, Teresa recuerda con mucho orgullo todo lo que se hizo en la segunda mitad de los años 80 por la libertad de prensa, después del brutal atraco a Radio Ñandutí y a la clausura del diario ABC Color. Recordaba ella que: “Cuando se cerró el diario ABC Color hicimos una obra que se llamó “Y aún nos queda el silencio ”, que lo hicimos con Raquel Rojas y Carlos Cáceres... Y fue una obra de calle, que llevábamos a todas partes, a los actos promovidos por sectores de oposición política a Stroessner, así como por sectores sindicales. Íbamos al interior, donde se organizaba una manifestación, donde había una reunión política. En la obra no se hablaba, por cierto, pero impactaba, se entendía. Fue a poco de cerrarse ABC” Teresa nunca había estado detenida, como no era frecuente que actores de teatro fuesen a parar a los calabozos.

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“Poca gente de teatro estuvo presa: Antonio Pecci, alrededor de un año, y Emilio Barreto, que estuvo largos 14 años... Hemos vivido haciendo teatro y de repente, cuando se investiga en el “Archivo del Terror” encontramos nuestros datos. Grande fue nuestro asombro cuando supimos que estábamos permanentemente custodiados, seguidos, observados. Parece insólito, pero era así.

A tres días del fin Un fuerte recuerdo despierta en Teresa González Meyer todo lo relativo a la obra “San Fernando”, de Alcibíades González Delvalle. “Hay una frase muy significativa que recuerdo siempre con asombro, si bien fue del período post dictadura. Se prohíbe la obra San Fernando, dirigida por Alcibiades, Moncho, Silvio Rodas y yo. Tres días antes de la caída de Stroessner la prohíben por última vez bajo un régimen dictatorial, por lo que engañosamente pensamos que depuesto el dictador terminaba toda y cualquier prohibición” “Grave error. Tratamos de presentar la obra en el teatro Ñanduti, y vino la Policía y no nos dejaban pasar y decían: “No está prohibida, solo no se puede entrar”, ¡absurdo! Recién en el año 1992. el público pudo apreciar San Fernando, obra de trama compleja. San Fernando fue el último bastión del mariscal Francisco Solano López; es donde hizo fusilar a mucha gente, incluyendo a familiares. Las autoridades del stronismo (Y las inmediatamente posteriores) consideraban la obra como “antilopista”, cosa que no creo, no comparto, pues lo que se ve es un discurso muy convincente, López se defiende muy bien en su discurso... Alcibiades lo preparó muy bien” Pero lo de San Fernando es apenas anecdótico, pues para Teresa González Meyer la lucha por la democratización del Paraguay no terminó con la caída del general Stroessner. Ese fue un hito, por cierto, pero aún había mucho que conquistar. Arquitecta, actriz y directora de teatro, Teresa aún se siente con suficientes fuerzas para seguir aportando y lleva una vida coherente con esa convicción.

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ROBERTO PAREDES, periodista, ha desempeñado diversas funciones en la prensa escrita: Revista Síntesis: Miembro del Consejo Directivo (1982/1984) ABC Color: Sección Política (1989) Diario Hoy: Sección Economía (1990) Diario Noticias: Investigación periodística (1991) Diario Ultima Hora: Análisis internacionales (1992/1994) Diario La Nación: Varias funciones (1994/1999) Fue editor de la “Enciclopedia Geográfica del Paraguay”, en 1997, la “Enciclopedia Histórica del Paraguay”, en 1998, y “Los líderes del siglo XX”, en 1999; publicados por el diario La Nación. Obras del mismo autor “Los Carlos” (1999), historia del golpe que derrocó al general Alfredo Stroessner, junto con Liz Varela. “Los sucesos de Caaguazú" (2000). Historia del alzamiento armado campesino de marzo de 1980. "Los Colorados y la transición”, “Los opositores y la transición", y "Entidades y personajes de la transición", trilogía sobre la historia política del Paraguay entre 1989 y 2001. "Dos secuestros y una estafa” (2002), crónica sobre el secuestro de María Edith Bordón de Debernardi, así como de Juan Arrom y Anuncio Martí. “El sindicalismo después de Stroessner (2002), historia del movimiento sindical que abarca el período 1989/2002. “La lucha de clases en el Paraguay 1989/2002” (2002), interpretación materialista de la historia paraguaya en ese período. “El periodismo de investigación" (2003), curso completo sobre periodismo investigativo. “Resck: un rayo de ira santa” (2003), biografía de la figura emblemática del social cristianismo paraguayo, Luis Alfonso Resck. "Deuda externa versus deuda social” (2003), análisis completo sobre la deuda externa del Paraguay, junto con Domingo Laíno, Ricardo Canese, Tomás Palau, Jorge Rolón Luna y Luis Domingo Laíno. “Stroessner y el stronismo” (2004), reconstrucción histórica completa sobre el período 1954/1989, gobernado por Alfredo Stroessner. Una versión actualizada, que incorpora una biografía completa del personaje se publicó en el 2006.

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“Juan Pablo Segundo: el misionero del mundo" (2004/2005), biografía de Karol Wojtyla, publicado por el diario Ultima Hora en 52 fascículos. “Post Stronismo: luces y sombras” (2004/2005), análisis completo de 16 años de transición a la democracia en Paraguay, publicado en 52 fascículos por el diario Ultima Hora. “Petróleo, biocombustibles y desarrollo” (2005), análisis completo sobre el acuerdo energético entre Paraguay y Venezuela, junto con Domingo Laíno, Fernando Bado, Ricardo Canese y Luis Domingo Laíno. “Dialéctica de la Guerra Sucia” (2005), un recuento de los años 70, la represión y la política de Derechos Humanos. “El somozazo: Novela sobre un ajusticiamiento” (2005), Somoza en Paraguay, en 1980.

novela sobre el ajusticiamiento de Anastasio

“Los presidentes del Paraguay” Tomo 11 (2006), biografía y análisis de cada período presidencial, desde 1954 hasta el 2006. Tomo 1 de Raúl Amaral. “1936/1956: Veinte años de caos y violencia política” (2006), stronista, publicado en 48 capítulos por el diario Ultima Hora.

historia del conflictivo período pre-

“¿A dónde va Paraguay?” (2007), un análisis completo sobre la compleja coyuntura paraguaya de los años 2006/2007. “Geografía del Paraguay” (2007), un estudio completo de geografía física, humana y económica del Paraguay actual, en 400 páginas, diario Ultima Hora. “El llanto del Jejuí” (2007), una reconstrucción novelada de la represión a la Colonia Jejuí, ocurrida en febrero de 1975. “Espiral de tormentos” (2007), cuentos sobre la violencia contra la mujer. Obra publicada juntamente con Gloria Rubín. “¿A dónde va Paraguay? II” (2008), la historia más completa c imparcial sobre el Proyecto Lugo 2008. Los dilemas de Lugo (2008), obra colectiva de 13 periodistas sobre lo que espera a la administración presidida por Fernando Lugo. “Por qué cayó el Partido Colorado” (2008), explicación histórica completa sobre el desempeño del partido en 61 años de poder y causas últimas de su caída.

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