Medicina Natural al Alcance de Todos

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El desequilibrio térmico llega a su maXlmo grado en el enfermo moribundo, pues mientras el [río se apodera de su piel y extremidades, la fiebre lo consume por dentro, como lo comprueba su pulso agitado y la inflamación interna que refleja el iris de sus ojos. Así como a la piel anémica corresponden mucosas congestionadas y afiebradas, el trabajo activo de la piel descongestiona, refresca y vitaliza las mucosas. Las enfermedades eruptivas como el sarampión, la viruela, la escarlatina, etcétera, están destinadas a purificar el organismo, que antes estaba crónicamente enfermo. En la misma medida que brota el mal sobre la piel, el interior del cuerpo se descarga de materias morbosas. Al sofocar las erupciones de la piel las materias dañinas buscan su salida por las mucosas produciendo gravísimas inflamaciones y congestiones en los tejidos pulmonares, bronquiales, renales y de los sistemas circulatorio y nervioso. Lo anterior explica que las afecciones agudas sin fiebre externa sean las graves y difíciles de ctirar. Los enfermos crónicos, cuya vitalidad está consumida por la intoxicación y por el impotente esf~erzo defensivo de la naturaleza, suelen mostrar una temperatura externa axilar de 35 grados,\ mientras que la fiebre interna, de alrededor de 40 grados o más se manifiesta por la tremenda actividad del corazón con un pulso de 120 o más latidos por minuto. Como se ve en este caso, el termómetro puede conducir a error en cuanto a la fiebre se refiere, mientras que el pulso es una guía segura para comprobar la temperatura r;ormal o anormal del cuerpo humano, de acuerdo con mi doctrina, salvo 'tn el caso de que haya daño en los nervios por causa de intoxicación intestinal o medicamentosa. Existe una relación estable entre la actividad del corazón y la temperatura interna del cuerpo. En estado de reposo, en un adulto, 70 pulsaciones por minuto corresponden a un calor de 37 grados centígrados al interior de su vientre; 80 pulsaciones, acusan temperatura por encima de 37.5 grados; 90 pulsaciones revelan que la fiebre ha subido a 38 grados; a 100 pulsaciones corresponde una fiebre de 39 grados; 110 pulsaciones hablan de 39.5 grados y con 120 pulsaciones la temperatura ha llegado a 40 grados. A medida que aumenta la temperatura al interior del vientre se aumenta la actividad del corazón aun cuando el termómetro bajo el brazo no registre calor anormal.

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El pulso inferior a 70 revela debilidad nerviosa por intoxicación intestinal o medicamentosa. Por otro lado, en los recién nacidos, normalmente, las pulsaciones llegan hasta 150 por minuto; a los tres años su número normal es de 100 Y a los e_atorce de 75, para reducirse a 70 a los 20 aüos. Pasados los sesenta años el pulso se acelera hasta 80 pulsaciones por minuto debido al a umento del calor interior del cuerpo por anemia de la piel. Fiebre local. Además de la calentura o fiebre interna, que se origina y mantiene en el intestino, se presenta generalmente en los enfermos una calentura o fiebre local, en la zona u órgano directamente comprometido en el desarreglo general que siempre arranca en el aparato digestivo. Así, si nos clavamos una espina en un dedo, pronto notaremos la inflamación local con aumento de temperatura en el punto afectado. Lo mismo sucede en la pulmonía, la nefritis, la apendicitis, el reumatismo agudo, etc. El tratamiento curativo deberá contemplar estos dos aspectos del desequilibrio térmico que se requiere normalizar para obtener toda curación o, mejor dicho, vuelta a la salud. El frío habitual en la piel, pies o manos denuncia fiebre interna COIl deficiente circulación sanguínea exterior; la sangre que falta en estas regiones está congestionada al interior del organismo y sobre todo en el vientre. La calentura. o fiebre interna q \le jamás llegan a conocer los facultativos rutinariamente guiados por el termómetro, es el enemigo que debemos combatir en todo enfermo, en lugar de perseguir al microbio, que siempre está bien donde la Naturaleza lo ha colocado. Tengamos siempre presente que a 37 grados de calor en el cuerpo no hay virulencia en ningún microbio, como se explicará más adelante.


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