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retratoefímero

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haciaadentro

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Fotografía digital, medidas variables. 2014, 2015.

Esta serie fotográfica capta la paradoja oculta de todo retrato, esa que transita en la afirmación y negación de una presencia, porque, más allá de la quietud de la imagen, o del momento atrapado en el que todo reposa sobre sí mismo transmitiendo la sensación de un equilibrio ideal, la representación que opera en un retrato siempre se dirige a un ser, este es su único núcleo articulador en todas las épocas, en todas las técnicas, y en todos los soportes. De este modo, el retrato no coloca al espectador frente a un acontecimiento, sino que sitúa una marca del pasado en la trayectoria del ser que acontece, precisamente a esto se refería Heidegger en su conferencia “El origen de la obra de arte”, al emplear el término griego Physis el filosofo alemán, se refiere a un tipo de rasgo histórico que se inscribe en la materialidad (la tierra) de la obra, y por medio del cual emerge el mundo de significados de la obra, G. Vattimo escribirá:

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“Tierra, physis son pues aquello que zeitigt traducido literalmente, aquello que madura en el sentido del ser vivo, pero también aquello que "se temporaliza", según el uso etimológico que Heidegger hace de este verbo en Ser y tiempo. Lo otro del mundo, la tierra, no es aquello que dura sino precisamente lo opuesto, lo que se manifiesta como aquello que se retrae siempre a una condición natural que supone el Zeitigen, el nacer y el madurar, que lleva las señales del tiempo.” (El fin de la modernidad 1986:59)

El retrato como imagen que captura un registro del ser, no puede dirigirse al futuro más que como una lejanía alegorizada en el transcurrir irrefrenable del tiempo, del cambio y la transformación. En su quietud opera verdaderamente, la representación de un juego dialectico entre lo que fue y lo que ya no es, entre la presencia y la ausencia, entre la apariencia y la esencia… justamente, es en esta operación incesante donde emerge el goce estético del retrato, en la constatación vertiginosa del tiempo, y en el cuestionamiento del ser pleno de la metafísica que Heidegger definió como el “olvido del ser”, precisamente, el retrato viene a remitirse al ser como algo pasado, para que no podamos olvidar la distancia que en el tiempo nos separa de nosotros mismos, y al mismo tiempo, nos muestra detenidos, congelados e inmutables, en la forma de una paradoja inquietante.

Es en este sentido que la muestra “Retratos efímeros”, busca problematizar la dinámica de la representación de ser, que se plantea en el retrato, a diferencia de otros trabajos de este tipo, las fotografías que componen la serie intentan escapar a la quietud de las imágenes, y a los elementos convencionales que componen un retrato. En la serie un elemento efímero como el humo construye la metáfora del acontecer al disolverse en el aire, pero aun mas, la disolución de este elemento efímero remplaza la imagen del rostro, lo que plantea un cuestionamiento de toda la tradición del retrato. En última instancia, esta muestra intenta reflejar una postura radical, que problematiza la propia representación del ser, en detrimento del esencialismo de la permanencia, y ahí se encuentra su gran valor, ya que, como escribe Vattimo:

“Para ser vivido como experiencia de verdad, el encuentro con la obra de arte debe insertarse en una continuidad dialéctica del sujeto consigo mismo y con su propia historia” (El fin de la modernidad 1986:110)

Gabrielsalinas

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