Memoria mudéjar de la moraña

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Memoria mudéjar en La Moraña: la arquitectura

ÁREA DE GESTIÓN: Gestión conjunta de todo el patrimonio mudéjar de La Moraña y la Tierra de Arévalo en sus aspectos culturales, de conservación y restauración, y turísticos. Asociación de amigos del mudéjar de La Moraña. Hermanamiento de las poblaciones mudéjares de España. Red de lugares mudéjares. Declaración de Patrimonio de la Humanidad del mudéjar de la Tierra de Arévalo y de La Moraña. Hace años, al coordinar un congreso sobre patrimonio, propuse subtitular al mismo DEL AYER PARA EL MAÑANA, y la idea que subyace en esa expresión es la que infunda este texto desde el principio al inal: el considerar la herencia mudéjar como un legado que heredamos en usufructo de nuestros antepasados con la obligación de pasar íntegro su contenido a quienes nos sucedan.

2 El mudéjar como estilo. Historiografía y características Antes de abordar la deinición del arte y la arquitectura mudéjares en la edad media peninsular es conveniente precisar que desde un punto de vista estrictamente histórico y etimológico, mudéjar, que procede del término árabe ‫[ نّجدم‬mudaÿÿan], es «aquel a quien se ha permitido quedarse, sometido, tributario», (quizás también esté implícito en el término que ellos son los vencidos primero y luego domeñados y tenía -¿tiene para algunos?- un carácter claramente despectivo). Los mudéjares eran españoles de fe musulmana que vivían en territorio cristiano, muy pocos procedían o descendían de África, siendo la mayor parte muladíes (musálima/ muwalladúm) o cristianos hispanos convertidos. Es termino que comenzó a aplicarse a aquellos musulmanes a los que tras las conquistas cristianas de Toledo (1085) y Zaragoza (1118) se les permitió –por la imperiosa necesidad de conservar una mano de obra laboriosa y cualiicada- quedarse en aquellas tierras que durante algunos siglos fueron suyas, conservando religión, lengua y costumbres, en un momento en el que los monarcas cristianos y la nobleza (alto clero incluido), fascinados por los monumentos islámicos de las ciudades conquistadas, no tenían reparo alguno en hacer suyos los palacios moros, ni en trocar mezquitas por iglesias o por catedrales, ni en incorporar a su mundo lo mejor de la astronomía, la medicina, las matemáticas, la agricultura y otras ciencias musulmanas, a la par que procuraban la asimilación cultural de los musulmanes vencidos. Debe señalarse también que con la llegada en 1145 de los intransigentes almohades fueron muchos los judíos y mozárabes del sur que se instalaron en las extremaduras castellanas. Quizás mejor que en ninguna parte lo ocurrido se releje en la literatura, y más concretamente en Cantar de Mío Cid, joya de la literatura medieval hispana escrita hacia 1200 que contiene una esclarecedora estrofa: 13


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