Memoria mudéjar de la moraña

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José Luis Gutiérrez Robledo

se convirtiera en un pantano. Su sistema constructivo es el mismo de bandas de mampostería entre verdugados de ladrillo que hemos visto en las iglesias y en la muralla, y las roscas de los arcos son de ladrillo. Una lápida escondida señala fue reparado en 1781, en tiempos de Carlos III, poniéndose entonces sillares almohadillados de uno de sus arcos, y hoy necesita una nueva y urgente reparación. El puente de Medina, también conocido como la Puente Llana, que consta también tuvo su torre defensiva, cruza ya el río Arevalillo y tiene tres grandes arcos de peril apuntado, más alto el central que los laterales y dos aliviaderos también apuntados en los lados, pudiendo datarse en el siglo XIV. En sus dos machones centrales tiene escaleras embutidas que permitían acceder al nivel inferior, que es posible algo tuvieran que ver con la defensa del mismo puente, y entre los arcos, en la base, hay puertas apuntadas de comunicación. El muy toscamente reparado, que no restaurado, puente denominado de Los Barros o de los Arcos por los que coronaban su calzada, tiene un único arco inscrito dentro de un recuadro a modo de aliz con doble friso de esquinillas y triple arquivolta. El arco está ligerísimamente apuntado y se adorna con doble friso de esquinillas, y el puente se construye con la misma técnica constructiva de los otros, pero los cajones entre dobles verdugadas de ladrillo se construyen con mampostería a espejo. Debe relacionarse con esas arquitecturas hídricas que Cooper (2009) ha añadido al inventario del mudéjar de Arévalo, las aceñas del Adaja que fecha en la estancia de Juan II y Álvaro de Luna en 1437-38 y la del Arevalillo que ya se repara en el s. XVI, pero cuyo ediicio es mucho más moderno, según me señala Ricardo Guerra. Apúntese inalmente que el peril de Arévalo, una ciudad jalonada de esbeltas y variadas torres, es el de una ciudad marcadamente mudéjar, el de una ciudad torreada y que su traza urbana esta polarizada por sus tres grandes plazas: de la Villa y del Real intramuros, y la del Mercado o Arrabal extramuros, en el gran espacio situado ante la barbacana meridional, entre el arco de Alcocer y la iglesia de Santo Domingo. Las dos grandes plazas intramuros ocupan espacios singulares, la del Real debe su nombre al palacio real frontero con la iglesia de San Juan Bautista y la de la Villa, hermosa y descuidada, es el amplio espacio comprendido entre los valiosas templos mudéjares de San Martín y Santa María y sus tres torres. Madrigal de las Altas Torres (el rotundo y hermoso topónimo debe ser del XIX y más parece poema), es la otra villa mudéjar del Norte de la provincia. Sobre su coniguración urbana y su historia ya escribí (2001, y en 2006 con Jesús Gascón) y parte de lo ya dicho, lo que afecta a los siglos XII a XV, reproduzco o reescribo aquí. Madrigal primero fue aldea de Arévalo, que un fuero otorgado en 1017 por el Obispo de Burgos, y conirmado en 1168 por Alfonso VIII, hizo independiente hasta que en 1302 vuelva a ser de Arévalo, por dura sentencia real. Madrigal se tenía por villa por disponer de cercas y en aquellas fechas Las Partidas de Alfonso X señalaban, clara y rotundamente, que Ciudad es todo aquel lugar que es cercado de los muros, con los arrabales e los ediicios que se tienen con ellos. Su historia aparece marcada por el importante vínculo que establece en esta Villa la Casa Trastámara. Relación que se pone de maniiesto con la construcción del Palacio Real de Juan II, con el nacimiento de Isabel de Castilla o su constitución en sede de Cortes durante los reinados de Juan II, Enrique IV e Isabel I de Castilla. Además, después de la muerte de Fernando El Católico, quedó establecido el Señorío de Madrigal (1517) con su viuda, Germana de Foix, a la cabeza». 104


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