Provisiones de la Cruz

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realmente el Mesías, por declararse lo que realmente era; es decir, un Cordero sin defecto. Ahora la Palabra nos dice en 1 Juan 3:5, “no hay pecado en él”. Entonces tenemos que tener en cuenta todos estos versículos y lo que leíamos allí en Isaías 53, de que no hubo engaño en Su boca, ni nunca hizo maldad; y debemos tenerlos en cuenta para poder entender en Romanos 8:3, cuando dice: “enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado”. ¿Qué quiere decir que el Hijo vino en semejanza de carne de pecado? Fijese que fue en la carne donde entró el pecado, fue en la carne de Adán; pero la carne en sí no necesariamente era pecaminosa en su origen. Cuando Dios hizo al hombre del barro, cuando hizo la carne del hombre, en ese momento la carne no tenía pecado; el hombre en su carne, en su cuerpo, no tenía pecado. Pero cuando el hombre desobedeció a Dios, el pecado entró en la naturaleza humana y la carne quedó vendida al poder del pecado, y por eso en Romanos 7 dice que “la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado” . Si la esfera de la carne es todo, no hay problema, ya hay Alguien que en Su carne no dejó entrar el pecado, pues no pecó, vino sin defecto; fue el Señor Jesús. Sin embargo, en la carne en que Él vino, es en la carne semejante a la de todos los hombres; es decir, en semejanza de carne de pecado. Por eso dice en semejanza, y eso significa que vino con una carne similar a la que tiene cualquier hombre, sólo que la carne de cualquier hombre es una carne que está vendida al poder del pecado; pero la de Jesucristo no. Allí dice: “Enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne”. Es decir, que el pecado fue condenado. ¿Qué es ser condenado? Condenar algo es señalarlo, diciendo: Esto es pecado, esto no es de Dios, esto es contrario a Dios, esto debe ser rechazado, esto debe ser vencido. El Señor condenó al pecado en la carne. Cuando el pecado quiso entrar en la carne del Señor Jesús, el Señor Jesús lo condenó, y no permitió que el pecado siguiese como si fuera algo inocente; Él no consintió al pecado. Por esto dice de Satanás: “Porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí” . El Señor tenía que vencer, y por eso tenía que venir como vino. Los judíos quizá esperarían que el Mesías llegara y apareciera en las nubes, así como decían Marción y otros, que tenía que volver Cristo, con la apariencia de alguien muy grande; pero no, Él tenía que nacer, tenía que crecer como un hombre normal, venir en la carne; Él tenía que ser tentado en todo, tenía que sufrir, tenía que aprender y después de acabado todo, la tentación. Dice que el diablo lo dejó por un rato, y se acabó toda tentación; es decir, el diablo no encontró por dónde entrar. Él no vino de golpe, Él tuvo que pasar. ¿Por qué? Porque Él había asumido la carne, y ahora, en la carne que Él asumió, estaba condenando al pecado, estaba diciéndole su nombre. El Señor dijo: “No puede el mundo aborreceros a vosotros; mas a mí me aborrece, porque yo testifico de él, que sus obras son malas” (Jn. 7:7). El Señor vino para 100


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