Historia de roma grimberg

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Muerte de Diocleciano Desde el año 304, las dolencias que aquejaban a Diocleciano le impedían dedicarse a sus actividades. Al año siguiente tuvo además un absceso que cambió de tal modo su aspecto, que costaba trabajo reconocerlo y que dañó sus facultades mentales. Diocleciano al fin sólo aspiraba al reposo y determinó desprenderse del poder. Además, por otra razón: el ambicioso Galerio, su césar, deseaba tanto la dignidad de augusto, que amenazaba con la guerra civil. Cuando Diocleciano decidióse a abdicar, persuadió a Maximiano a seguir su ejemplo. Sus césares les sucedieron en la dignidad de augustos, y Diocleciano nombró dos nuevos césares para que les asistieran en su gobierno. Estos dos príncipes herederos no eran los hijos de los césares Galerio y Constancio. Creóse así una situación imprevista por el viejo emperador cuando ideó el sistema de la tetrarquía: la idea del derecho de sucesión hereditaria se manifestaba más vigorosa de cuanto pudiera sospecharse. El hijo de Maximiano y el de su sucesor Constancio sintiéronse defraudados y hubo no sólo cuatro gobernantes, sino otros dos aspirantes al imperio de Occidente. En los años siguientes, desaparecieron de escena cuatro pretendientes: uno de muerte natural y tres por muerte violenta. En el año 313 también murió Diocleciano a la edad de setenta y tres años, abrumado al ver desmoronada su obra genial. Vivió apaciblemente sus últimos años en su residencia de Dalmacia, a orillas del Adriático, donde se ocupó preferentemente en cultivar su huerto. Su antiguo hermano de armas, que lamentaba haber abdicado, intentó arrastrarlo a una nueva intervención en los negocios políticos: pero a Diocleciano no le pesaba la decisión adoptada. Ahora le preocupaban más sus hortalizas que el gobierno. Sus tentativas en orden a asegurar el porvenir del Estado fracasaron en algún punto importante, pero sus grandes reformas le sobrevivirían, desarrolladas y sistematizadas por sus sucesores. En los veinte años de su reinado, el Estado romano experimentó una transformación mucho mayor que en los tres siglos precedentes. Las ruinas del gran palacio dálmata de Diocleciano en Spalato (de palatium, palacio), actualmente Split, indican que el viejo monarca pasó sus últimos años con esplendor en verdad principesco. El palacio pertenece al último período artístico de la Antigüedad: era a la vez templo y residencia del monarca deificado. Éste aparecía con toda su imperial aura en la nave central de la fachada principal y recibía allí el homenaje de sus súbditos reunidos en la sala de las columnas. Aún en pleno día se rodeaba de antorchas encendidas que hacían centellear el oro y las piedras preciosas de su manto imperial. Puede formarse una idea bastante exacta de la extensión de estas construcciones, sabiendo que en época reciente ha podido edificarse en el recinto del palacio imperial toda una ciudad de varios miles de habitantes. A principios de la Edad Media, estos lugares estaban salpicados de casuchas ruinosas, apoyadas en las fuertes murallas que las protegían del tropel armado de las grandes migraciones de pueblos. En nuestra época ha podido desescombrarse gran parte del impresionante recinto. De la magnificencia con que se rodeaban los monarcas romanos, son prueba asimismo otros descubrimientos arqueológicos en Piazza Armerina, Sicilia. Se cree que se trata también aquí de una residencia imperial: la que se construyó Maximiano después de su abdicación.


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