6396322 historia universal asimov el imperio romano

Page 103

El Imperio Romano

Isaac Asimov

desastres de un siglo y medio lo habían desgastado lo suficiente para eso. Todavía no. Ni en el momento de la muerte de Teodosio. Pero tampoco el Imperio había estado nunca en situación tan precaria. Todos los esfuerzos de los emperadores y generales durante un siglo y medio, todos los trabajos sobrehumanos de Aureliano, Diocleciano, Constantino, Juliano, Valentiniano y Teodosio sólo habían conseguido hacer que el Imperio aguantase. Persia aún amenazaba codiciosamente en dirección a Siria, los germanos aún hacían incursiones a través del Danubio y el Rin, siempre que podían (mientras los hunos esperaban amenazadoramente detrás de ellos) y aún surgían usurpadores en toda ocasión. Sin duda, había lugares del Imperio donde las condiciones habían mejorado con respecto a las espantosas ruinas en que habían caído durante el medio siglo de anarquía anterior a Diocleciano. Egipto y Siria eran casi prósperos y en todas partes algunos terratenientes se enriquecían mientras la mayoría de la población se empobrecía. Pero en conjunto, el barco imperial se estaba hundiendo, y con cada década que pasaba el esfuerzo del Imperio por mantenerse solamente a flote era un poco mayor, su población declinaba un poco más, las ciudades se empobrecían y arruinaban un poco más y la administración se sumergía algo más a fondo en la corrupción y la ineficacia. La vida intelectual también declinaba. La literatura pagana (naturalmente) se fue apagando hasta su última débil llama que fue Símaco (Quintus Aurelius Symmachus), nacido alrededor de 345 y casi el último representante del paganismo virtuoso y próspero en Roma. Desempeñó muchos altos cargos y se distinguió por su honestidad y humanidad. Fue el último de los grandes oradores paganos y no temió oponer sus escritos retóricos frente al irresistible avance del cristianismo. Representó al menguante contingente de senadores paganos, y cuando Graciano quitó el altar de la Victoria del Senado, Símaco dirigió una carta a Valentiniano II, gobernante titular de Italia, pidiéndole que el símbolo de la antigua Roma fuese restablecido. Pero no lo fue y, en cambio, Símaco fue desterrado de Roma. Más tarde se le perdonó y siguió sirviendo a Roma en altos cargos, para morir finalmente en paz. El poeta romano Ausonio (Decimus Magnus Ausonius) encarnó una especie de semipaganismo. Nació en Burdigala (la moderna Burdeos) alrededor del 310 y creó en esa ciudad una escuela muy popular de retórica. Su padre había sido médico privado de Valentiniano I, y el hijo fue nombrado tutor del joven Graciano. Para poder ocupar el cargo, rindió un homenaje verbal al cristianismo. En el reinado de Graciano alcanzó altos honores, inclusive el consulado, pero después de la muerte de aquél se retiró a su ciudad natal, donde siguió produciendo mala poesía hasta su muerte, a la avanzada edad de ochenta años. El monacato La literatura latina cristiana, en cambio, floreció. Ambrosio de Milán escribió mucho, pero aún más importante fue la obra de Jerónimo (Eusebius Sophronius Hieronymus). Jerónimo nació en Iliria alrededor del 340 y, pese a ser cristiano de padres cristianos, se sintió fuertemente atraído por la literatura y el saber paganos; más aún, le desagradaban las Escrituras por el estilo torpe y pobre del latín en que estaban escritas. Resolvió elaborar una traducción latina apropiada de la Biblia y, con este fin, viajó al Este y estudió no sólo griego, sino también hebreo. Con el tiempo, tradujo la Biblia al latín literario, sin despreciar la ayuda de rabinos eruditos. El resultado de sus esfuerzos fue la versión de la Biblia comúnmente llamada la «Vulgata» (es decir, escrita en la lengua «vulgar», la lengua de la gente común de Occidente —que por entonces era el latín—, y no en griego o hebreo, que eran las lenguas originales del Nuevo y del Viejo Testamento, respectivamente). La Vulgata ha sido desde entonces la Biblia de uso común en la Iglesia Católica. Jerónimo volvió a Roma durante un tiempo, pero luego viajó al Este de nuevo y murió en Belén, en 420. Fue un firme defensor del celibato y el monacato que estaba surgiendo con fuerza creciente en el cristianismo del siglo IV. El monacato (de una palabra griega que significa «solo») es el hábito de retirarse del 103


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.