Huellas, trazos y trazas

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que pronto se llenaron de producciones y muchos niños. Niños sin experiencia previa en jardín de infantes que rápidamente se convirtieron en alumnos. Los alumnos pueden dibujar y debieron aprender a tomar un brón; a sacarle la tapita y después volver a colocarla para que no se seque y poder usarlo otro día. Nunca había enseñado a agarrar un brón. Nunca fue necesario. Mis anteriores alumnos ya lo sabían hacer. Pronto los objetivos y las metas se convirtieron en actividades y aparecieron otras metas y otros objetivos. Ahora dibujan para El pronto surge ahora, en ese momento el tiempo me parecía eterno y tedioso. Los alumnos del jardín cantan. Para poder cantar necesitaban aprender a hablar primero. También necesitaban autorización para hablar. Si para aprender a nadar, se necesita una pileta, mis alumnos pueden aprender a hablar cantando. El canto los entusiasmó. Ahora cantan y hablan: describen cuadros de Antonio Berni, hacen rimas, narran historias maravillosas. Mis alumnos son niños que se conocen de afuera, de la calle. También traen sus problemas de ese afuera. Pero, en la escuela es diferente. En la escuela descubrimos otras formas de comunicarnos: con besos, con abrazos y con sonrisas. Pudimos poner en palabras algunos sentimientos de los que no se suele hablar o sobre los que no se reexiona en la lucha diaria. Y si bien nadie tuvo la obligación de querer al otro, estuvo la opción de escuchar qué le pasa e intentar ayudarlo. Cabe aclarar que no me pesqué ninguna enfermedad con los besos y los abrazos, pero de paso, aprendimos a usar el alcohol en gel y aprendimos acerca de los virus, las bacterias y otros organismos microscópicos. A veces me siento un poco engañada y estafada por aquellas docentes que me dijeron que en esos ámbitos sólo se hace asistencialismo. Las actividades en el jardín no suelen someterse a una evaluación sistemática. Las escuelas simplemente funcionan. Suelen repetirse las mismas rutinas sin saber muy bien por qué o para qué. La evaluación sólo apunta a comprobar si los alumnos han aprendido lo que se les ha pretendido enseñar o netamente completar una libreta ya impresa o elaborar un informe para que los padres guarden como recuerdo de esta etapa escolar. El análisis de los procesos de enseñanza y los de aprendizaje dentro de la escuela no se puede encarar solamente desde los contenidos curriculares a transmitir. Es como si los chicos entrasen con un caudal de saber, los tan mentados conocimientos previos y saliesen con otro bagaje. Pero, ¿cómo se produce el aprendizaje?, ¿qué tipo de procesos se dan dentro y fuera de la salita? Es imposible encerrar la compleja vida escolar en un diagnóstico o un informe evaluativo. Pero la reexión individual y grupal sobre las propias prácticas pedagógicas y las relaciones entre los miembros de la comunidad escolar son el punto de partida para poder implementar o intentar alguna clase de cambio (siempre hay algo para mejorar), al poder hacer explícitas algunas cuestiones. Pesan más las relaciones entre los integrantes de la comunidad educativa, los niveles de participación, la claridad de las normas, el clima reinante, la ética de la autoridad, que los resultados académicos. Por lo general, en la urgencia de la actividad inmediata, no se dispone de tiempo para reexionar, a no ser que el vaso se derrame. Por eso se hace necesario, más que una evaluación, una investigación continua a través de una reexión crítica y grupal que permita enriquecer el trabajo de todos. Cabe aclarar que el trabajo grupal también tiene sus riesgos ya que suele generar innumerables situaciones emocionales. El trabajo en equipo es un buen antídoto, siempre y cuando haya suciente libertad.

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